¿QUÉ FUE DE JOSÉ BONAPARTE?

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La figura de José Bonaparte es bastante enigmática y si por algo ha pasado José Napoleón I con el tiempo es por ser conocido como “el rey intruso” por su intromisión en asuntos ajenos a su patria, Francia. Su manera de acceder al trono español se produjo tras haber usurpado su hermano Napoleón Bonaparte la corona de España a los Borbones sin el beneplácito del pueblo español y del bando patriota en particular, lo que enseguida despertó enemistades en la península.

No fueron fáciles las circunstancias que rodearon a su reinado y la propaganda patriótica jugó en su contra y obtuvo los efectos negativos deseados, pues retrató una semblanza burlesca del personaje que en su momento no le favoreció y que nadie luego quiso enmendar. José Bonaparte figurará en los anales de la Historia como uno de los culpables de los males y penalidades que va a sufrir la península con la guerra de la Independencia.  

José Bonaparte es proclamado rey de España y de las Indias el 6 de julio de 1808 ― pues quiso acortar el título asignado por su hermano ―.  El pintor Francisco de Goya inmortalizaría la protesta de los madrileños por la temida ocupación francesa en Madrid ocurrida dos meses antes en el mes de mayo. Tras las abdicaciones de Bayona el 5 de mayo de 1808 ― cuando los derechos de la corona recayeron finalmente sobre su hermano Napoleón, erigido como emperador ― no iba a ser fácil convencer a los españoles de las intenciones del Bonaparte de regenerar el país y de enviar a su hermano mayor desde Nápoles como principal emisario y representante de la corona. José Napoleón sería el primer rey constitucional de España y entre sus fines estaría el de dotar al reino de una estructura moderna de poder.

El Imperio francés tenía que ocupar un lugar preponderante en Europa, motivo por el cual el ejército francés había ocupado la península de camino a Portugal y los mandatarios militares quisieron hacerse pronto con el control de las instituciones, pero faltaba el acuerdo y el entendimiento con el pueblo español. A pesar de las intenciones de José Bonaparte,  ― que parecía “un convencido liberal” en palabras de Owen Connelly ― las Cortes nunca llegaron a reunirse, por lo que el amago del ejercicio de un gobierno representativo por medio de instituciones modernas se quedó en un fracasado intento. Hay autores que creen que de haber podido llevar a cabo José Bonaparte sus verdaderos planes de regeneración en 1808, podía haber cambiado la suerte de los españoles, eso mismo pensaban tantos que entonces abrazaron la causa afrancesada, sin presagiar las consecuencias que esa apuesta tendría en sus vidas.

Al parecer José Bonaparte tras su llegada a Madrid un 20 de julio y ser proclamado rey cinco días después, no se atrevía a salir de las habitaciones del Palacio Real más allá de casas particulares, teatros, bailes y tertulias. Las medidas que quiso implantar José I en su efímero reinado ― siendo un hombre de mentalidad republicana y auspiciado por su hermano Napoleón ― fueron pronto rechazadas por la mayoría de los españoles, pues eran ideas liberales e ilustradas incompatibles con el momento histórico que se vivía en la península y que solo el grupo de los afrancesados y algunos ilustrados de la época de Carlos III compartían con el grupo de los más liberales.

Es cierto que la élite intelectual del momento hacía alarde de su amistad con el nuevo monarca José Bonaparte, como era el caso de figuras femeninas como Madame Stäel, la condesa de Jaruco y la condesa de Merlin, que acudían a las recepciones que organizaba en el palacio de Oriente y en las afueras de Madrid en el Pardo, en un intento del nuevo rey de agradar y convencer a los selectos círculos de la aristocracia madrileña y de favorecer las alianzas matrimoniales con los oficiales franceses.

Instalado mejor que su hermano en el Palacio Real y desde las habitaciones del ala oriente que habían pertenecido a Carlos IV, José Napoleón I mostró pronto su atención por otras colecciones palatinas de enorme valor y recurrió al Escorial, al Palacio de Buenavista y al de La Granja de San Ildefonso para redecorar con pinturas antiguas, bronces y arañas de cristal las paredes de su nueva residencia palaciega. Antes quitó los lises de los Borbones de la fachada de palacio y los sustituyó por nuevos escudos de plomo con águilas imperiales. La Logia Nacional “San José” fundada en 1808 en su honor y de la cual era él su Gran maestro, fue creada como un eficiente instrumento político. No tardó José en suprimir las órdenes militares pero la resistencia armada provenía más bien del pueblo español, al que no era posible convencer en su intento de regenerar el país.

La Constitución de Bayona de julio de 1808 fue el primer esbozo de un gobierno representativo en España, la religión católica sería la única y dominante y la alianza entre Francia y España sería perpetua. El gobierno había de velar por el interés público y estar guiado por la voluntad general y así lo creía José Bonaparte. Él se inclinaba ideológicamente por una monarquía limitada frente a la alternativa de una república revolucionaria o una monarquía absoluta.  Los denominados patriotas no tardaron en ponerle el apodo de “Pepe Botella” o “Pepe Plazuelas”, en su ánimo de ridiculizar los intentos de los Bonaparte por hacerse con el dominio estratégico de la península, mientras él dirigía proclamas al pueblo, acudía a Misa a los oficios y a procesiones del Corpus, pues en ese momento solo veía en el clero una amenaza real a su poder. En sus ratos libres, rodeado de sus militares de confianza y de las damas de la aristocracia, tomaba el té en servicio de campaña en plata de Biennais por los parajes campestres del Pardo o la Casa de Campo.

No lo iban a tener fácil los franceses en su intento de asegurar la primacía del I Imperio francés tras la abdicación de Carlos IV en Bayona en mayo de 1808. A pesar de la formación de los tres cuerpos como fueron un Senado, un Consejo de Estado y unas Cortes ― con cámaras únicas que garantizasen las libertades individuales ― durante el tiempo que duró la dominación francesa, España iba a depender de los intereses económicos, políticos y militares bonapartistas. El pueblo seguía mostrándose hostil y reacio y no le daba su apoyo al rey emergente. José Bonaparte renunciará al trono a pesar de que había intentado ganarse las simpatías de muchos en la vida social madrileña y de que su hermano le nombra “Generalísimo de todo el ejército de España”. Los planes de urbanismo que tenía en mente, como eran que la Plaza de Oriente se equiparase a los Campos Elíseos y que llegasen los jardines hasta la Plaza de Cibeles, serían un proyecto que nunca vería la luz. Napoleón dirá de su hermano mayor José que era “un fort bon homme”: “Hizo lo que pudo, sus intenciones eran buenas, pero era demasiado bueno para ser un gran hombre”.

El país galo y sus mandatarios seguía sin obtener el crédito de la opinión pública, a pesar de sus intentos compartidos con los liberales de abolir el Antiguo Régimen, transformar una monarquía absoluta en una monarquía limitada y de obtener el apoyo de escritores como Sthendal ― que veían en José la figura de un hombre prudente y de un rey constitucional ―. El Consejo de Castilla, así como la Junta Suprema Central y las Cortes de Cádiz rechazan la proclamación del nuevo rey en el que Napoleón veía reflejada la figura de su padre ausente. El gobierno de José Napoleón I no sería tanto de carácter reformista-ilustrado-liberal como propugnaban algunos, sino un reinado bajo el control militar del ejército imperial. El peso de la toma de decisiones de los militares franceses, a las órdenes de los hermanos Bonaparte, fue notable durante los años que duró la Guerra de la Independencia y mucho más significativo que el poder real del advenedizo monarca, a pesar de su formación en leyes y su experiencia como diplomático. Fue considerado más bien un filósofo en el trono ― según el general Lamarque ―, pues adolecía del temperamento y carácter de un líder político. Sus intentos de rejuvenecer la nación y mejorar las instituciones no podrían llevarse finalmente a cabo, pues España prefería a Fernando VII y esa era la voluntad del pueblo. El 13 de marzo de 1814 toma posesión Fernando el Deseado.

José Bonaparte reinó en casi todo el norte de la península, a excepción de Aragón y Cataluña y el Reino de Navarra. Tampoco pudieron los franceses someter en sus nuevos designios a la provincia de Cádiz, cuna del liberalismo por excelencia. En julio de 1813 José Napoleón I abandona la península con joyas de la corona española y valiosas obras de arte y un año después comienza una nueva etapa de su vida en Estados Unidos. Allí será espectador desde su mansión en Point Breeze ― como conde de Survillers ― de la Historia de Europa y de la de América, a la que considera el epicentro del nuevo porvenir europeo. Desde ese nuevo lugar protegía a los bonapartistas masones y daba apoyo económico a algunos conspiradores de Hispanoamérica. Dicen que vivió también entregado a causas de beneficencia.

Los folletos de la época tenían más éxito que ejércitos de cien mil hombres si se trataba de desprestigiar a Napoleón, aquella figura divinizada por tantos. Con el tiempo, cuando su hermano Napoleón cae en desgracia en la isla de Santa Elena y es objeto de todo tipo de ataques y acusaciones, José cogerá la pluma y siempre deseará reivindicar, “en honor a la verdad”, la figura de su hermano. No obstante, José Bonaparte dejará claro en sus memorias que también estaba en desacuerdo con la conducta política de su hermano Napoleón en todo lo referido a la Guerra de la Independencia “aquella guerra desgraciada”. José Bonaparte fallece en Florencia en 1844 y sus restos son finalmente trasladados a París por su sobrino, concretamente a Les Invalides a la derecha de su hermano Napoleón.

Como rey de España nunca fue reconocido ni por las Cortes españolas ni por las Juntas indianas.

Antes de marcharse los militares franceses muchos se dedicaron al saqueo y las tropas que residían en Simancas amenazaron con llevarse el Archivo. José residía por entonces en el Palacio del Pardo, tras haber renunciado al trono, desde donde seguía en su intento de ganarse la simpatía de todos y organizaba juegos de lotería y excursiones campestres. Napoleón había querido convencerle de que siguiera en el trono, pero lo cierto es que nunca tuvo una real autoridad sobre el ejército y fracasaba en la pugna por conseguir destacar entre ellos, muchos de los cuales suscitaban recelos o envidias en el monarca como era el caso de su ayudante el general Christophe Antoine Merlin. Paseando con él a caballo por los jardines de la Casa de Campo atravesaron el túnel que había construido Juan de Villanueva en 1809, con ánimo de lograr escapar si así fuera necesario algún día “en caso de levantamiento popular”. No hizo falta, José solo tuvo que esperar desde el Pardo a que Napoleón saliera de Madrid para irse a la corte de Mortefontaine. A pesar de su marcha sin pena ni gloria, algunos historiadores le consideran a día de hoy como uno de los personajes más relevantes de su era.

Inés Ceballos

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