El primer Trastámara

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Quién se convertiría en la cabeza de la nueva dinastía, surgida de la rama de los Borgoña-Ivrea, Enrique de Trastámara fue hijo extramatrimonial de un rey del cual ya nos hemos ocupado, Alfonso XI y de su amante Leonor de Guzmán. Fue un embarazo gemelar de Enrique con Fadrique Alfonso de Castilla. Su nacimiento se produjo en el Alcázar de Sevilla. Prohijado por Rodrigo Álvarez de las Asturias, a la muerte de éste, heredó el señorío de Noreña, y más tarde su padre le otorgó el condado de Trastámara y diversos señoríos, convirtiéndose en un personaje sumamente rico y el iniciador de la dinastía llamada a altas gestas en la historia de España, la Trastámara. 

La descendencia numerosa de Alfonso XI, así como su amante, permanecieron en cierta paz mientras el monarca vivía. Sin embargo, en marzo de 1350, asediando Gibraltar el monarca falleció inesperadamente de peste. Los espléndidos favores que había otorgado Alfonso a su amante Leonor y privilegios a sus descendientes, habían provocado gran descontento entre la esposa legítima, Maria de Portugal,  el legitimo heredero Pedro y la nobleza. De ahí que, estando el cuerpo del rey todavía caliente, Pedro I, conocido como el Cruel, se aprestó a tomar revancha de Leonor, de sus hijos y de sus seguidores. Estos, sin dudarlo, emprendieron huida y se desperdigaron por distintos territorios, temerosos de las decisiones funestas que contra ellos pudiese adoptar el recién monarca. Si bien Leonor logró algún que otro acuerdo con Pedro, lo cierto es que todo pendía de un hilo. Y mucho más si tenemos presente que Enrique y sus hermanos Fadrique, Tello y Sancho, desde el mismo inicio del reinado de Pedro ya propiciaron rebeliones.

Enrique, astuto en gran medida, tomó esposa en la persona de Juana Manuel de Villena, hija de don Juan Manuel, Adelantado Mayor de Murcia y Señor de Villena, es decir, el noble más poderoso del reino, cuando reinaba el padre de Enrique.

Los acontecimientos se produjeron con tremenda velocidad. En 1351, Pedro I, junto con el hombre de confianza de su madre, Juan Alfonso de Dunquerque, tomó la decisión de apresar a la amante que fue de su padre, considerándola instigadora de todas las revueltas en su contra. Fue encarcelada y finalmente ejecutada en Talavera de la Reina.

La fortuna de Enrique no parecía muy favorable, de ahí que huyese a Portugal. Perdonado por su hermanastro, regresó a Castilla y en 1352, hallándose en Asturias se sublevó de nuevo contra el monarca. Fue una guerra larga e intermitente entre los hermanastros que acabó con otra huida de Enrique a Francia, entrando al servicio de Juan II de Francia. Podría pensarse que el tesón rebelde Enrique podía haber menguado con tanta huida, sin embargo, nada más lejos de la realidad.

Atacado Aragón, Enrique acudió en su ayuda, pero a cambio de que se le apoyara para destronar a su hermano Pedro. El ataque combinado de Enrique y de sus aliados castellanos, aragoneses y franceses, mercenarios, consiguió expulsar a Pedro, que se refugió en Guyena. Enrique fue proclamado rey en Calahorra (1366), pero a cambio tuvo que conceder a sus aliados títulos y riquezas sin medida, como pago por la ayuda recibida. Ello le valió el sobrenombre de el de las Mercedes.

Mientras tanto, Pedro I organizó una invasión de Aragón desde los dominios ingleses al norte de los Pirineos. Eduardo, príncipe de Gales, el Príncipe Negro, puso a su disposición un gran ejército de caballeros y de arqueros. En la batalla de Nájera, el 3 de abril de 1367, Pedro I derrotó a Enrique que retornó a Francia, protegido por Carlos V.

En la siguiente ocasión, habiendo atacado Pedro I a Aragón, Enrique, con sus aliados castellanos, aragoneses y franceses fue en busqueda de su hermanasto, enfrentándose en la batalla de Montiel el 14 de marzo de 1369.  En la noche del 22 al 23 de marzo los dos hermanastros, Pedro y Enrique, se toparon frente a frente. Pedro I fue asesinado por su hermanastro Enrique de Trastámara. El cronista Pedro López de Ayala dejó un relato de aquel encuentro, en el cual, una vez que Enrique II reconoció a su hermanastro; “firiólo con una daga por la cara; é dicen que amos á dos, el Rey Don Pedro é el Rey Don Enrique, cayeron en tierra, é el Rey Don Enrique le firió estando en tierras de otras feridas. E allí morió el Rey Don Pedro á veinte é tres de marzo deste dicho año; é fue luego fecho grand ruido por el Real diciendo que se era ido el Rey Don Pedro del castillo de Montiel, é luego otra vez en como era muerto”.  Con lo cual subió definitivamente al trono de Castilla con el nombre de Enrique II. La coronación se produjo cerca de Toledo. Sin embargo, no acabaron con ello las preocupaciones de Enrique.


La consolidación en su trono precisó de derrotar a Fernando I de Portugal, en las dos guerras llamadas Fernandinas, como también a Juan de Gante, duque de Lancaster, yerno de Pedro I por su matrimonio con su hija Constanza de Castilla. En los conflictos entre Eduardo III de Inglaterra y la Francia de Carlos V, Enrique tomó partido por éste, poniendo a su disposición la flota castellana, participando en el asedio de la Rochelle donde la derrota de la flota inglesa fue total.

Enrique, debido a los muchos favores solicitados y recibidos, tuvo que ser espléndido en las compensaciones. Para ello tuvo que enajenar grandes extensiones de realengo, e incluso, para pagar a las Compañías Blancas y a los otros mercenarios que le habían ayudado, adulteró la moneda, hecho que hizo perder al resto de los reinos la confianza en el dinero castellano. Fue un monarca que emprendió la tarea de reconstruir un reino asolado por las guerras, atendió especialmente a los judíos, imprimió un nuevo impulso a la administración real, convocó en numerosas ocasiones Cortes y, al fallecer su hermano Tello , agregó el señorío de Vizcaya a Castilla.

Enrique II tuvo tres hijos de su matrimonio con Juana Manuel de Villena, hija del famoso escritor don Juan Manuel, y varios extramaritales, algunos mencionados en su testamento otorgado el 29 de mayo de 1374. Uno de ellos fue Pedro Enríquez de Castilla, fallecido en 1366, trágicamente al caer por una ventana del alcázar de Segovia, fue sepultado en la catedral de dicha ciudad, quién ha sido noticia es nuestros días.

Enrique II el de las Mercedes, primer Trastámara, falleció el 30 de mayo de 1379 en santo Domingo de la Calzada, sucediéndole su hijo Juan I de Castilla. Después de su defunción, el cadáver de Enrique II de Castilla fue trasladado a Burgos, después a Valladolid, y posteriormente a la ciudad de Toledo, donde sería sepultado en la Capilla de los Reyes Nuevos de la Catedral de Toledo, donde sus restos mortales reposan en la actualidad. Pudiéndose leer el siguiente epitafio;

“AQUI YAZE EL MUY AVENTURADO E NOBLE CAVALLERO REI DON ENRRIQUE DE DULCE MEMORIA, HIJO DEL MUI NOBLE REI DON ALFONSO, QUE VENCIO LA DE BENAMARIN E FINO EN SANTO DOMINGO DE LA CALÇADA, E ACABO MUI GLORIOSAMENTE A XXX DIAS DE MAYO, AÑO DEL NACIMIENTO DE NUESTRO SALVADOR JESUCRISTO DE MCCCLXXIX AÑOS”.

Francisco Gilet.

Biblioteca

López de Ayala, Pedro (1994-1997). Crónica del rey don Pedro y del rey don Enrique, su hermano, hijos del rey don Alfonso Onceno.

Valdeón Baruque, Julio (1996). Enrique II.

Arco y Garay, Ricardo del (1954). Sepulcros de la Casa Real de Castilla. Madrid:

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