Blanca I de Navarra

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Vamos a adentrarnos en un personaje de vida azarosa e involuntaria causante de hechos lamentables. Nos estamos refiriendo a Blanca de Evreux, Reina soberana de Navarra y reina consorte y regente del reino de Sicilia. Nacida en Pamplona en 1385, fue la tercera hija del rey de Navarra Carlos III el Noble y de su esposa Leonor Trastámara, hija de Enrique II de Castilla.

A los escasos diecisiete años ya se concertó su matrimonio con Martín el Joven, rey de Sicilia y heredero a la corona de Aragón. Casada en primer lugar por poderes el 21 de mayo de 1402, habiendo viajado a Sicilia, el domingo de Pentecostés, se celebra la boda en persona. Era la segunda boda de Martín, viudo de la reina propietaria de Sicilia, Maria, fallecida el año anterior, habiendo conservado Martin el trono italiano. Blanca, por su parte, ninguna influencia ejercía sobre su marido. Las quejas de su padre, Carlos III, llegaban constantemente a la corte, tanto por el maltrato como por el incumplimiento de los acuerdos matrimoniales. No fue hasta julio de 1404, cuando Blanca recibió la dote, denominada Camera regionale, que representaba la posesión de las ciudades de Paterno, Minero, Lentini, Francavilla y Vizzini. 

El 22 de octubre de 1404, Blanca es nombrada Regente, Vicaria, a fin de que,  durante la ausencia de su esposo en 1405, gobierne de hecho y de derecho, con la ayuda del Consejo Real. En agosto de ese mismo año regresó Martín, habiendo conjurado la Regente el complot de Messina, con completo éxito.

El 17 de diciembre Blanca dio luz a un hijo, llamado Martín en honor a su abuelo y a su padre. Se trataba del heredero al trono de Sicilia y directo sucesor del reino de Aragón, por ser el único nieto superviviente de su abuelo, Martín I el Humano. El 3 de octubre el rey siciliano parte desde la ciudad de Trápana, dejando nuevamente como Vicaria a su esposa, sin que vuelva a regresar, al fallecer en Cagliari el 25 de julio de 1409, víctima de malaria. Sin embargo, nada cambia para Blanca, ya que el rey Martín I el Humano, siguiendo los deseos de su hijo, confirma a su nuera como regente en agosto de 1409. A partir de todo ello, los planes matrimoniales de Blanca como protagonista se sucedieron. Ninguno prosperó por causas diversas, hasta llegar a la muerte de Martín I, en 1410. Sin embargo, tal deceso no provocó consecuencia alguna en la regencia de Blanca, la cual , con tino, prudencia y tacto siguió gobernando a los sicilianos, que la veían como una defensora de su independencia de Aragón. Tanto fue así que, nunca solicitó el auxilio de su padre, el rey de Navarra, o de sus primos aragoneses, ya que ello representaría una injerencia extranjera indeseada por los súbditos sicilianos.

Llegamos al Compromiso de Caspe, en junio de 1412, por el cual Fernando de Antequera es designado nuevo rey de Aragón, el cual, con el apoyo del Papa Benedicto XIII, es investido rey de la isla siciliana, en noviembre del mismo año 1412, Unas semanas antes, Fernando había confirmada como Vicaria de Sicilia a Blanca. Pero fue en Julio de 1413, cuando se produce el acontecimiento que vendría cambiar la situación de Blanca; su hermana mayor Juana de Navarra, heredera del trono, fallece dejando a Blanca como sucesora de su padre Carlos, el cual, en forma reiterada, solicita que su hija regrese a Navarra, abandonando Sicilia. Así, en abril de 1415, después de haber vivido y gobernado en el reino siciliano durante casi trece años, Blanca abandona Sicilia, escoltada por nobles designados por las Cortes navarras, dejando como lugarteniente a su futuro marido, Juan de Aragón. Nada más producirse su llegada, Blanca reclama de su padre la proclamación como heredera del reino de Navarra, la cual se produce en Olite, el 28 de octubre de 1416.

Y prosiguieron los avatares en la vida de Blanca, futura reina de Navarra. En 1418, se convino su matrimonio con Juan de Aragón, hermano del rey Alfonso el Magnánimo carente de sucesor de su matrimonio con Urraca de Castilla. En diciembre de ese año llegó la dispensa papal, se firmaron los capítulos matrimoniales el 6 de noviembre de 1419 en Olite. Y en ellos se configuró una futura controversia. Se estipuló que los derechos reales de Blanca sobre Navarra pasarían a su muerte al hijo que tuvieran los cónyuges; si fallecía sin sucesión, Juan debería abandonar Navarra, ya que era «extranjero» y no le cabía esperar derecho alguno a la sucesión. Lo que quedó sin recoger fue el papel que podría tener el futuro rey consorte en caso de que la muerte de Blanca se produjese con hijos mayores de edad. La boda se celebró en la catedral de Pamplona, no habiendo acuerdo sobre la fecha. Los contrayentes eran sumamente dispares; por un lado, Blanca ya era viuda madura, de 32 años, mientras el infante aragonés no llegaba a 22 años, y además gozaba de un carácter tremendamente fuerte, que no se correspondía con el sosegado de su esposa. Fue en Peñafiel donde Blanca dio a luz al primogénito de estas segundas nupcias, el 29 de mayo de 1421, bautizado con el nombre de Carlos.

Regresado el matrimonio a Navarra, el rey Carlos instituye el título de Príncipe de Viana y mediante documento de 20 de enero de 1423 nombra con él a su nieto Carlos. Poco después, Blanca dio a luz a su hija Juana y el 9 de junio de 1424 a otra hija, Blanca. Leonor, nació el 2 de febrero de 1425,  para, el 22 de agosto, fallecer su hija mayor Juana, de apenas dos años. Y ya el mismo año, el 8 de septiembre fallece en Olite el rey Carlos, con lo cual Blanca se convierte en la soberana del reino de Navarra.

El 15 de mayo de 1429, o sea, con cuatro años de retraso, Blanca I es finalmente coronada reina de Navarra y su esposo Juan II, rey consorte. Todo ello aconteció en la catedral de Pamplona.

La presencia de Juan II en las cuestiones castellanas, entre 1428 y 1429, provocaron la pérdida de territorios fronterizos, consencuencia de la falta de iniciativa de Blanca y el carácter impulsivo de su esposo. Sin embargo, en 1436 se firmó la Concordia de Toledo, implantándose la paz entre Castilla y Aragón, con el acuerdo del matrimonio de la infanta Blanca de Navarra con el infante Enrique, príncipe heredero de Castilla, y futuro hermanastro de la reina Isabel. Por descontado que con tal acuerdo Juan II recuperó los castillos y villas perdidas en sus fallidas contiendas.

La reina Blanca, buena madre, acudió con su hija a la celebración, con todas las formalidades, del matrimonio concertado. Blanca y Enrique contrajeron matrimonio en Valladolid el 16 de septiembre de 1440, con doce y quince años, respectivamente. Acababa, pues, de fraguarse una futura contienda entre quién será conocido como Enrique IV, el impotente, y su hermanastra, Isabel la Católica.

Blanca I aprovechó su estancia en Castilla para peregrinar al santuario de Guadalupe, en Extremadura, así como mediar entre las reiteradas disputas entre los nobles castellanos y su esposo. Sus desplazamientos fueron constantes por el reino castellano, para morir en santa Maria la Real de Nueva, Segovia, el 1 de abril de 1441. En su testamento expresó su deseo de ser enterrada en la iglesia de Santa María de Ujue, en Navarra, sin embargo, quedó enterrada en algún lugar de santa María la Real de Nieva. En la actualidad se desconoce con certeza donde reposan los restos de Blanca I de Navarra, aunque, algunos afirman que siguen en dicho monasterio.

La reina, pretendiendo eliminar enfrentamientos entre padre e hijo, por el contrario, creó, con otro retazo de su testamento, una desagradable contienda entre el rey de Aragón Juan II y su primogénito, el Príncipe de Viana. Rezaba así el testamento; «Y aunque el dicho príncipe, nuestro caro y muy amado hijo, pueda, después de nuestra muerte, por causa de herencia y derecho reconocido, intitularse y nombrarse rey de Navarra y duque de Nemours, no obstante, por guardar el honor debido al señor rey su padre, le rogamos, con la mayor ternura que podemos, de no querer tomar estos títulos sin el consentimiento y la bendición del dicho señor padre».

Juan II, por descontado no renunció a la corona navarra. Solamente durante el periodo de contiendas de Juan II, por lo demás constantes en todo su reinado, bien con los castellanos bien con los catalanes, el príncipe de Viana, Carlos IV de Navarra,  ejerció como tal, sin intromisiones de su padre. Sin embargo, el enfrentamiento no finalizó, sino que se agravó cuando el rey aragonés, se casó con Juana Enríquez en 1447, considerandose que tal unión venía a dejar sin efecto la prerrogativa otorgada por la reina Blanca I de Navarra. Sobre esa segunda esposa habrá que detenerse algún día, junto con Carlos IV, Principe de Viana, rey titular de Navarra de 1441 a 1461, el cual, según pareceres, no gozó de las virtudes de un político de talla, ni fue hombre de acción, más bien un humanista que cultivó la música, la poesía y que escribió una obra histórica, la Crónica de Navarra.

Francisco Gilet

Bibliografia

Lacarra, José María (1973). Historia política del Reino de Navarra. Desde sus orígenes hasta su incorporación a Castilla.

E. Ramírez Vaquero, Blanca, Juan II y el Príncipe de Viana

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