‘Exterior noche’ (Filmin) crítica: la miniserie sobre el secuestro y asesinato de Aldo Moro que reafirma a Marco Bellocchio como cineasta superior

'Exterior noche': la miniserie sobre el secuestro y asesinato de Aldo Moro que reafirma a Marco Bellocchio como cineasta superior

Disponible en Filmin, el retorno de Marco Bellocchio nos recuerda que nadie movió un dedo para salvar al político secuestrado.
Fotograma de 'Exterior noche'
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Cinemanía
Fotograma de 'Exterior noche'

Antes de Buenos días, noche estuvo el teaser de Buenos días, noche, tan modélico como la propia película, puesto que apenas si avanzaba una escena de la misma, sin más artificios. Eso sí, una escena poderosísima: en las oficinas donde trabaja la protagonista, todo el mundo baja por la escalera, todo el que está a punto de coger el ascensor renuncia a ello, y se va por las escaleras, como los demás.

La razón, que se descubre al final de la escena, es que alguien ha pintado en la pared del ascensor la estrella sangrienta de las Brigadas Rojas. La pintura está fresca, ellos están dentro del edificio, el miedo y la paranoia se respiran en el aire, y el ascensor… sólo puede conducir al cadalso. No es que el ascensor sea un motivo particularmente recurrente en el Caso Moro visto por Bellocchio, pero a este cronista ese teaser se le quedó grabado. Ya lo ven.

Ampliación del campo de batalla

Como es sabido, Exterior noche, miniserie en seis episodios estrenada en Filmin, completa y amplifica lo contado en la magistral Buenos días, noche, película de 2003 (no disponible, de momento, en plataformas) en la que Marco Bellocchio ya narró los 55 días de cautiverio de Aldo Moro, y su posterior asesinato por las Brigadas Rojas, acontecido el 9 de mayo de 1978.

Si en Buenos días, noche (el título viene de Emily Dickinson), el punto de vista era el de Chiara (Maya Sansa), encarnación libre de una de las terroristas que mantuvo oculto y privado de libertad a Moro, Exterior noche plantea, a lo largo de sus 5h y 30 min., una visión lógicamente más coral:

Abarca más personajes y pasa más tiempo con ellos, ampliando la panorámica más allá de las paredes del nº8 de la Vía Montalcini, en Roma, donde Moro permaneció retenido, oculto en una pequeña habitación especialmente construida para la ocasión y disimulada detrás de un mueble-biblioteca, detalle que no es baladí y puede incluso resultar irónico, puesto que Moro era persona leída, finalmente emparedada por la cultura.

La mayor parte de la claustrofóbica Buenos días, noche transcurría en aquel piso, aparentemente normal, conectado con el exterior a través de la misma televisión que veía todo el mundo, incluida nuestra querida Raffaela Carrà. Aunque también había escenas en el mentado trabajo de Chiara, que no por nada (también) es una Biblioteca, y abundaban las intertextualidades fílmicas, tanto de la mentada televisión, como de propaganda soviética que ilustraba las fantasías ideológicas de la terrorista, en general, la película era más de Interior noche, pocos personajes, angustia en la intimidad.

Exterior noche, primera serie y primera producción digital de un Bellocchio en plena forma, y eso que suma 83 años, está hecha, sin perder un ápice de rigor, para recordar a las nuevas generaciones el traumático acontecimiento que abortó la posibilidad del “compromiso histórico”: el acuerdo entre la Democracia Cristiana, partido al mando desde la caída de Mussolini, y el PCI, entonces segunda fuerza más votada, que hubiese abierto la puerta a importantes reformas sociales. La ley del aborto, por ejemplo, fue el primer paso del acuerdo, y se aprobó durante el cautiverio de Moro, que relegó la decisión “a la conciencia” de cada cual(a). 

Fotograma de 'Exterior noche'
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Un cineasta político

Por aquel entonces, a finales de los 70, Bellocchio era uno de los grandes, automáticamente consagrado con su ópera prima, Las manos en los bolsillos (1965), se había formado en el cine militante de los 60 y 70, incluyendo documentales pamfletarios para el PCI. Luego, después del asesinato de Moro, se desencantó de la política, para acabar volviendo a un cine más histórico-social, y emprender un largo periodo de reflexión, que arranca con Buenos días, noche, y culmina con Exterior noche, con algunas obras maestras de por medio, como Felices sueños (2016).

En su primera serie, el director de Vincere (2009) –su aproximación al tema Mussolini– retrocede a los días previos al secuestro, cuando Moro convence a su renuente partido de pactar con los comunistas para hacer frente común a una sociedad en crisis. Y luego se explaya a la hora de explicar que nadie (a excepción del PSI) movió un dedo para liberar a Moro. A la línea de firmeza de no negociar con los terroristas, se unió una abrumadora inoperancia policial, pese al abrumador despliegue de fuerzas, un sinsentido que ha dado pie a todas las teorías posibles.

Fotograma de 'Exterior noche'
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Lo que parece evidente es que, tan pronto Moro fue secuestrado, sus compañeros le dieron por muerto, al menos políticamente, sobre todo a raíz de las misivas, cargadas de creciente resentimiento, ya fueran dictadas por la desesperación o por las BR, que fue enviando a lo largo de su cautiverio. Sea como fuere, la muerte de Moro fue un punto de inflexión, que desgastó a los principales partidos (y a las mismas BR), y abrió las puertas al populismo de Berlusconi y compañía. Su sacrificio no mereció la pena en absoluto.

El caso lleva incorporada la angustia suplementaria que nos genera el hecho de que la víctima fuese un político particularmente recto, o al menos capacitado para el diálogo, el compromiso, el consenso, frente a otros que únicamente basan su estrategia en la crispación y el enfrentamiento. De los primeros, como de los otros, hemos tenido varios ejemplos en nuestro país.

Años de peones mortales

Exterior noche también apunta que los terroristas de los “años de plomo” no sirvieron para mucho más, además de cobrarse víctimas inocentes, que para que la derecha más rancia, reaccionaria y represiva, pudiera recortar más libertades, y aumentar el control sobre el pueblo.

Para Bellocchio, los terroristas no fueron ingenuos, sino suicidas, cegados por un fanatismo neo-religioso que actuaban, consciente o inconscientemente, como peones de las fuerzas oscuras del poder. Léase la extrema derecha, los ex compañeros de Moro, la CIA, la KGB, o incluso la Stasi. Eran los tiempos de la Guerra Fría, e Italia era un importante territorio fronterizo con el telón de acero.

La mirada de Bellocchio es implacable, fuertemente crítica, pero ante todo humanista. De ahí que, en Buenos días, noche, convirtiese a la exbrigadista Anna Laura Braghetti –en cuyo libro, El prisionero, coescrito con la periodista Paola Tavella, se basa la película– en una suerte de madonna atormentada por las dudas, que sueña con liberar a Moro, cuando en la realidad Bragheti participó, después del secuestro, en varias acciones sangrientas antes de distanciarse de las BR cuando ya estaba en la cárcel. El arrepentimiento llegó después, al menos de manera palpable.

Fotograma de 'Exterior noche'
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En Exterior noche, Chiara encuentra su reflejo en la pareja formada por Adriana Faranda (Daniela Marra) y Valerio Morucci (Gabriel Montesi), partidarios de la puesta en libertad del reo, frente a la firmeza de Mario Moretti (Davide Mancini), líder de la columna romana. Las dudas desde un fanatismo que Bellocchio retrata en esa escena tan loca, en la que los miembros de la columna romana se juntan para disparar contra el mar mientras gritan eufóricos sus consignas en una playa desierta. La imagen es tan salvaje como elocuente.

Faranda y Morucci redactaron años después, en la cárcel, el llamado Memorial Morucci, donde se detallan todos los acontecimientos de la llamada Operación Fritz, el secuestro de Moro. Moretti también lo explicó todo a su manera, y nunca se arrepintió.

Son innumerables los testimonios en torno al caso, como las abundantes teorías de la conspiración, que tienen aquí toda su razón de ser. Algunas señalan a Morucci como un posible topo de la policía, y a Moretti como a un espía a sueldo de fuerzas extranjeras, aunque eso forma todavía parte de las infinitas sombras del caso.

Bellocchio prefiere centrarse en los hechos que se dan por asumidos, y se contenta con mostrar lo evidente: la serie termina con las imágenes reales del ominoso funeral de estado oficiado por el Papa, en presencia de toda la clase política y en ausencia del cuerpo del homenajeado, que dejó dicho que quería ser enterrado por su familia, en la intimidad, lejos de los que le habían traicionado.

Fotograma de 'Exterior noche'
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Filmin

Una hagiografía en toda regla

No es extraño, en este contexto, que el cineasta que acaba de rodar La conversión –sobre el caso real de un niño judío educado como un católico en la Italia del siglo XIX–, proceda aquí a una canonización de Moro, cuyo martirio llega a escenificar con visiones en las que aparece portando la cruz. Aunque Bellocchio no es creyente, Exterior noche es una hagiografía en toda regla.

A Moro le da vida un Fabrizio Gifuni, que recuerda poderosamente a Gian María Volontè, figura absolutamente central del cine político italiano de los 70, que ya había interpretado al presidente de la DC en una de los numerosos acercamientos cinematográficos al caso –El caso Moro (Giuseppe Ferrara, 1986)–.

En uno de los guiños cinéfilos de Exterior noche, Bellocchio cita al Volonté de Cristo se paró en Eboli (Francesco Rosi, 1979), una película que, como Exterior noche, se concibió, con distintas duraciones según formato, tanto para el cine como para la televisión. En Italia, Exterior noche también se estrenó en salas dividida en dos partes.

Fotograma de 'Exterior noche'
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Filmin

Además del propio Moro y de los terroristas, el director de la extrañamente divertida Sangre de mi sangre (2015) dedica un capítulo a la figura de Francisco Cossiga (Fausto Russo Alesi), entonces paranoico Ministro del Interior sometido a la CIA (y futuro presidente de la República), que podría haber sido interpretado por Peter Sellers en su día y capitaliza buena parte de las dosis de humor negro que la serie lleva inyectadas.

Toni Servillo se muestra más contenido que de costumbre al protagonizar el capítulo dedicado al Papa Pablo VI, cuya reacción fue tirar de silicio y pedir una liberación “sin condiciones”, en sintonía con la línea dura de Andreotti (Fabrizio Contri), que Bellocchio se limita a presentar como un impenetrable fantoche. La histórica Margherita Buy personifica la dignidad de Eleonora Moro, hasta el último momento, y también tiene un capítulo a su nombre.

Otro contundente rechazo a la violencia

Como es usual, el humanismo viene aparejado con un formal rechazo de la violencia, que en el caso de Bellocchio se convierte en una cuestión cinematográfica. Baste recordar la sórdida escena de estrangulamiento, en una pequeña habitación mal iluminada, que se da en El traidor (2019), acaso la mejor película sobre la mafia.

El italiano condena la violencia, pero mirándole a los ojos, sin remilgos, y nos deja un nudo en el estómago para siempre. En aquella misma película sobre la mafia, Bellocchio también lograba que nos sobrecogiera el momento en el que el juez Falcone saltaba por los aires, revelándose, una vez más, como un maestro en la gestión del suspense en la crónica de muertes anunciadas, como es el caso tanto de Falcone como de Moro.

¿Serie o película?

Como era de esperar, ni el salto digital, ni la experiencia serial han restado un ápice de rigor a esa puesta en escena que combina una suerte de austeridad brechtiana semi teatral con la insaciable búsqueda de la belleza en la profundidad del plano cinematográfico. De la misma manera, la tensión y el suspense armonizan con un ritmo reflexivo (mucho más reflexivo, en cualquier caso, que el que engancha al serieadicto medio, ávido de 100.000 estímulos por minuto, so pena de desviar la atención al móvil).

Mención aparte merece, como siempre, la música, desde los títulos de crédito Fabio Massimo Capogrosso, que no por casualidad parece que nos cuente una historia de la mafia, al desolador ¿Por qué te vas?, que cierra el primer episodio.

Fotograma de 'Exterior noche'
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Filmin

Poco importa si la división en episodios nos impide considerar Exterior noche como una película. Poco importa si se trata de “historia de la televisión”, como se decía en el siglo XX, o de gran cine. Es una pena, sí, siempre, que no pasara por las salas.

Pero, de cualquier forma, Bellocchio ha multiplicado los puntos de vista en su particular Rashomon, como si hubiese querido completar un puzzle que quedará incompleto para siempre. Y lo que queda no es tanto que los episodios se complementen entre sí, sino el inefable paso de los 55 días, ante la inmovilidad general, con fechas que se van sobreimprimiendo en la pantalla en letras de sangre.

Se mire como se mire, cumbre de la serialidad o enésima obra de un maestro que lleva seis décadas cautivándonos, Exterior noche reafirma a Bellocchio como un cineasta superior a su contemporáneo Bertolucci, y demuestra que sigue a años luz de Garrone, Sorrentino, Guadagnino… Quizás Marcello y la Rohrwacher sean los que siguen la senda de los elefantes. 

En cualquier caso, Exterior noche ha sido el mejor regalo para pasar unas navidades marcadas por nuestra sincera compasión ante una familia rota por la más sangrienta injusticia.

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