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Y/o una película tan, tan, tan y tan especial, atípica, desconcertante, ecléctica, etc, para mi gusto, que no tengo palabras para adjetivarla (a la vista está). Claro que han participado, leo, nada menos que seis guionistas en su historia y de ahí el zafarrancho. Que no digo que en novela -mezcla de amor, misticismo, humor, socarronería- pueda encajar algo más pero ver de esa guisa al marinero Harry-Gable lidiando con Greer Garson, en el papel de una bibliotecaria entre formal y lanzada, como que cuesta de digerir, y mucho, sin bicarbonato a mano. Quizás el único tablón de salvavidas o, el más sólido para mí, corra a cargo de Thomas Mitchell interpretando al amigo del contramaestre de barco que Clark -el de la novia en cada puerto- representa más bien alocadamente.
ResponderEliminarSalvo, eso sí, alguna que otra chanza graciosa como la de “Tienes la nevera llena de... nada!” o máximas como la de que “Nada es definitivo mientras se está vivo” pero, en su conjunto la peli nos presenta una sarta de diálogos que descolocan cuando menos… Ah! un detalle final -aparte del de la película, que se las trae también-: Victor Fleming seguía filmando los besos como en “Lo que el viento se llevó” (quizás lo mejor de todo)... Y que lamento esta crónica porque normalmente cuando ‘ataco’ no me salen nada bien ;)
-Voz en off: Recapacito y pienso que igual es una película 'moderna' y yo no he sabido verlo... Que también podría ser.
Crítica de: Rebeca Barcelona (España)
gracias oskar
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