NEGRO SOBRE BLANCO

 

“Se desliza en el estanque como un trineo blanco, de nube en nube. Pues sólo siente apetito por las nubes esponjosas que ve nacer y perderse en el agua, […] Se agota pescando vanos reflejos y quizás muera, víctima de esa ilusión…”

(Jules Renard, El cisne, Histoires naturelles,1897)


Keith Shackleton (1923-2015), cisnes cantores (Cygnus cygnus)

Tras hacer escalas en las islas de St. Paul y de Ámsterdam, los fuertes vientos del oeste los rugientes cuarenta los habían llevado, en sólo dos meses, del Cabo de Buena Esperanza a la costa occidental de Australia (entonces más conocida como Nueva Holanda). Fue una larga travesía desde Texel, en los Países Bajos, de donde salieron en mayo de 1696. Debido a la guerra con Francia tuvieron que partir de incógnito y alargar la singladura, evitando el Canal de la Mancha, rodeando Escocia y descendiendo hasta Tristán de Cunha, donde viraron noventa grados hacia el este. El escorbuto los hizo detenerse dos meses en El Cabo, donde sepultaron al líder de la expedición, Laurens T. Zeeman.

Supuesto retrato de Willem de Vlamingh, por Johannes en Nicholaas Verkolje, 1690 -1700, Museo Marítimo Nacional de Australia, Sídney 

Entonces, a finales de octubre, el experto navegante Willem de Vlamingh se hizo con el mando de la misión encomendada, el rescate de los supervivientes del Ridderschap van Holland, uno de los más valiosos barcos de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, que había partido en julio de 1693 hacia Batavia (hoy, Yakarta) y del que no había noticias desde que dejara su escala en El Cabo, en enero de 1694, con sus trescientos ocupantes. Los naufragios en esas latitudes no eran raros y todo el mundo tenía en mente el dramático caso del Batavia, en 1629.

La llamada “ruta Brouwer”, descubierta por los holandeses, aprovechaba los “rugientes cuarenta”, los vientos del oeste a 40 grados sur, para acortar la ruta tradicional que hacían árabes y portugueses bordeando el este de África y el sur de Asia. Esa “autopista” holandesa permitía recortar a la mitad el tiempo empleado en viajar desde el extremo sur de África a las Indias Orientales. Su contrapartida era que, de no ser suficientemente experto para virar a tiempo hacia el norte (no había manera fiable de calcular la longitud), se topaban con las costas australianas, donde los naufragios eran frecuentes

 

El 29 de diciembre de 1696, de Vlamingh tocó la costa occidental australiana, primero en la isla Rottnest y después, el 5 de enero, en la desembocadura de un río. No había rastro del barco que buscaban ni de sus ocupantes, pero hubo un encuentro que marcó un hito en la historia del naturalismo: el 7 de enero de 1697, en el estuario de ese río, vieron cisnes ¡negros! De Vlamingh dio al río el nombre de Zwaan (“cisne”, en neerlandés, aunque luego el río fue rebautizado con su equivalente inglés, Swan).

Joan Walsh-Smith y Charles Smith, grupo escultórico que representa el encuentro, inesperado, entre de Vlamingh y el cisne negro y celebra el 300 aniversario del nombramiento del río Swan por parte de de Vlamingh. Resort Drive, Parque Burswood, Australia Occidental 

Mucho antes, Antonie Caen, patrón del barco holandés Banda, con el que exploró Australia occidental, había registrado, cerca de la isla Brenier, el 5 de julio de 1636, lo siguiente: “…habiendo visto dos majestuosos pájaros negros tan grandes como cisnes…”. Como el mito era más fuerte que la percepción, su testimonio fue descartado. Hasta que de Vlamingh no certificó su hallazgo y capturó tres ejemplares vivos para llevarlos a Batavia donde sobrevivieron poco tiempo el mito no se disipó en Holanda. En el relato de la expedición se menciona varias veces:

“El día 7, toda la tripulación regresó a bordo de los barcos, trayendo con ellos dos jóvenes cisnes negros.”

“El día 11, al amanecer, ascendimos de nuevo el río, y vimos muchos cisnes (nuestro bote abatió nueve o diez)”

 “…Una especie de cisnes negros, tres de los cuales nos trajeron vivos y hubiéramos enviado Ud., pero todos murieron poco después de su captura.”

(Extracto del “Diario de un viaje a la inexplorada tierra del sur por orden de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales en los años 1696 y 1697”)

Artista desconocido, ff. siglo XVIII, primera imagen conservada de un cisne negro (Cygnus atratus), Biblioteca estatal de Nueva Gales del Sur 

En 1698, la noticia ya estaba en la Royal Society de Londres, aunque el escepticismo se prolongó mucho más en el resto de Europa. Victor Victorszoon, el dibujante de la expedición de de Vlamingh, hizo un dibujo, perdido en la actualidad, que se grabó varias veces, la primera en 1726.

Los barcos de Willem de Vlamingh, con cisnes negros, en la entrada del río Swan, grabado en color de 1796, derivado de un dibujo anterior de Victor Victorszoon, hoy perdido, de las expediciones de Vlamingh de 1696-1697 

Ahora ya teníamos algo completamente inesperado, inconcebible para los europeos. Los griegos llamaban adýnaton a una imposibilidad (nosotros decimos “cuando las ranas críen pelo…”) y empleaban, para expresarlo, el proverbio “ver un cuervo blanco” (λευκὸν ἰδεῖν κόρακα, leukòn ideîn kóraka). Desde el hallazgo del cisne negro por de Vlamingh, el acontecimiento se ha usado para dar nombre a una teoría referida al impacto de un descubrimiento que rompe con los paradigmas existentes por su imprevisibilidad, "la teoría del cisne negro".

El cisne negro se convirtió en la imagen de inverosimilitud gracias a Juvenal. En una de sus sátiras, alude a él como una figura metafórica de una imposible mujer para responder a esta pregunta:

Y en medio de tantos hatajos de mujeres, ¿ninguna te parece digna de ti?”

“Que sea hermosa, decente, rica, fecunda, que en sus pórticos alinee las vetustas figuras de sus antepasados, más intacta que aquellas sabinas que con sus cabellos sueltos impidieron una guerra: ave rara en esta tierra, muy semejante a un cisne negro… ¿Quién soportará a una mujer que no tenga defectos?”

“Rara avis in terris nigroque simillima cygno…”: Esta rara avis es una de las formas en que se expresó en la Antigüedad la imposibilidad de un hecho, una impossibilia. Antes, Ovidio, en una carta dirigida a Fabio Máximo (Ponticas III), hace también una referencia al imaginario cisne negro:

“Si dudara de que tú, Máximo, apruebas estas palabras, creería que los cisnes son del color de Memnón. Pero ni la leche se cambia en negra pez, ni se convierte en terebinto lo que era marfil de brillante blancura.” (Debe decirse que Memnón era un mítico rey de los etíopes, negro, por tanto; y la madera de terebinto es de color oscuro, tan negra como el ébano, a decir de Plinio).

Acuarela “Río Swan: 50 millas arriba”, alrededor de 1860

El primer asentamiento inglés en la zona, en junio de 1829, fue conocido como Colonia del río Swan. Sus billetes de banco, emitidos a principios de la década de 1830, mostraban un cisne negro, al igual que su primer periódico, el Swan River Guardian, en 1836 (abajo), y sus sellos de correos (arriba, a la izquierda, el sello del centenario de Australia Occidental). Desde 1870, un cisne negro sobre un fondo amarillo era la insignia de la bandera de Australia Occidental (arriba, a la derecha)

 

Cuando el cisne negro apareció (fue clasificado en 1790 como Cygnus atratus, “cisne sombrío" o "de luto”), ya era tarde para que entrara en el imaginario occidental y retara a su pariente inmaculado (ya fuera el cisne mudo, Cygnus olor, o al cisne cantor, Cygnus cygnus, las dos especies más familiares para los europeos). Los tiempos del simbolismo y la alegoría estaban pasando, pero, de haberlo conocido en la Antigüedad, el contraste habría dado un juego inagotable para las analogías, paganas o cristianas. Sólo se contrapusieron en el Lago de los cisnes, de Piotr Ilich Chaikovski, en un argumento simple de cuento de hadas.

A la izquierda, cisne mudo (Cygnus olor). A la derecha, cisne cantor (Cygnus cygnus). Son las más familiares de las diez especies de cisne conocidas por los europeos

Casco galo de bronce en forma de cisne, encontrado en el santuario galorromano de Tintignac, departamento de Corrèze, en el centro sur de Francia, parte de un depósito de piezas enterradas ritualmente en el siglo I o II a. C. 

Entre los griegos, el cisne tenía fuertes vínculos con Apolo y Afrodita. Los vasos griegos muestran a Apolo cabalgando sobre un cisne o sentado cerca del ave. Las monedas de la ciudad de Clazómene, en Jonia, cuya deidad principal era Apolo, tienen a este dios en el anverso y un cisne en el reverso.

Dracma de plata de Clazómene, del 387-360 a.C., dedicada por Pytheos, magistrado

 

“Febo Apolo, hasta el cisne canta alabándote,

con el claro sonido del batir de sus alas, cuando se posa

en la orilla del río Peneo.”

(Himno homérico a Apolo)

“Con tales acordes los cisnes

tio-tio-tio-tio-tynx -

batiendo sus alas en armonioso coro aclamaban a Apolo

tio-tio-tio-tio-tynx”

(Aristófanes, Las Aves)

Apolo y el cisne, detalle de un vaso pintado de Apulia, 340-330 a.C. Apolo está representado con varios de sus símbolos habituales: el sol, una rama de laurel, un leopardo y, sobre todo, el cisne 

También existían vínculos con Afrodita, que aparece cabalgando un cisne o en un carro tirado por ellos.

Afrodita montando un cisne, kílix ático de figuras rojas sobre fondo blanco, c. 460 a. C., hallado en la tumba F43 en Camiros (Rodas), Museo Británico 

Platón, partiendo de la idea de la Metempsícosis o transmigración de las almas de los hombres en los cuerpos de las bestias más aptas para su condición humana, menciona que Orfeo, después de su muerte, se convirtió en cisne.

“…Contó que había visto al alma que había sido de Orfeo eligiendo la vida de un cisne” (Platón, La República)

Cuchara de plata aqueménide, encontrada en Pasargada, con el mango en forma de cuello de cisne, mediados del siglo VI a.C.


Cucharas romanas con el mango en forma de cuello de cisne 

También los romanos (Horacio u Ovidio) describen al cisne como el ave de Venus. En “El arte de amar”, Ovidio declara llegado el momento de pasar a la acción en el amor:

“Ya es hora de soltar los cisnes sujetos a la lanza de mi carro.”

Los romanos, como los griegos, conocían las dos especies de cisnes más comunes, pero como criaturas salvajes; no eran aves ornamentales ni debían de ser habituales en los jardines.

Francesco del Cossa, alegoría del mes de abril, Palacio Schifanoia, Ferrara, c. 1470. Venus en su carro tirado por cisnes

Aunque relacionado con Apolo y Afrodita, el cisne, por muy blanco que fuera, estaba ligado a la desgracia porque Helena, nacida de Leda y de Zeus convertido en cisne, no hizo sino traer desgracias a los hombres. Como canta el esclavo frigio en Orestes:

“¡Ah! Ilion, Ilion, capital de la fértil Frigia, montaña sagrada de Ida, ¡cómo lloro tu ruina! Hago resonar con voz extranjera cantos fúnebres. Te perdió con sus hermosos ojos la hija del ave divina, blanca como ala de cisne, fruto maldito del vientre de Leda, furioso contra los pulidos muros levantados por la mano de Apolo.

En Eurípides, el cisne es el ave más nombrada. Por ejemplo, el viejo de cabellos blancos de caminar pesado se compara con el cisne de blancas alas y canto quejumbroso. El coro de los viejos compañeros de Anfitrión, en Hércules, canta: “"Hacia esta morada, cuyo techo cobija el lecho de mi viejo jefe, apoyado en mi bastón, me puse en camino, cantando un triste lamento como un cisne marchito.” La imagen se retoma más tarde, por los mismos: “Estas son las canciones que, frente a tu casa, yo, viejo poeta de barba blanca, quiero cantar como un cisne.” En Ifigenia en Táuride, el coro de jóvenes esclavas pretende rivalizar con el alción de grito doliente, y evoca al cisne melodioso cantando en Delos las desgracias de Leto. El cisne no se beneficia de la clemencia de Ión, que lo ahuyenta de los altares del santuario de Delfos para que no pueda profanarlos.

Skyphos ático de figuras negras representando un cisne, 530 a. C., MET

La Electra de Eurípides se asimila a un cisne: llora a su padre como un cisne capturado en la red: “Como un cisne melodioso sobre las aguas de un río, llama a su querido padre que ha perecido en la pérfida red; así, por ti, mi desgraciado padre, me consumo en lágrimas.” 


“Pintor de la Gorgona”, olpe de figuras negras con boca de trébol que representa un cisne.      C. 600-590 a.C., Museo del Ágora Antigua, Atenas

Hay numerosos personajes mitológicos que se llaman Kyknos (“cisne”, en griego), todos convertidos en cisnes tras un destino trágico y relacionados con una especie de resurrección tras una transformación milagrosa. Hay un Kyknos, hijo de Poseidón, muerto en Troya a manos de Aquiles, cuyo cuerpo se transformó en cisne para que Aquiles no despojara su cadáver. Hay otro, hijo de Apolo y Erie, con destino similar.

Wilhelm Janson y Antonio Tempesta, Cycnos y Erie, 1606, (Cygnus in olorem Hiere in stagnum vertuntur) de la serie Las Metamorfosis de Ovidio, Fondo del Condado de Los Ángeles. Cicno se arroja al lago mientras se transforma en cisne, ante la desesperación de su madre Erie

Y otro más, hermano de Faetón, entristecido tras la muerte de éste, cuyos lamentos enternecieron a los dioses y, en su vejez, convirtieron sus canas en plumas y lo transformaron en cisne.

Grabado de Hendrik Goltzius. Las hermanas de Faetón, las Helíades (hijas del dios del Sol, Helios), se transforman en álamos y Cycnos, en cisne. Ilustración de las Metamorfosis de Ovidio, 1590, Museo de Arte del Condado de Los Ángeles. Representa a Cycnos transformado en cisne, y la inscripción bajo el grabado cita los versos de Ovidio. Faetón, que se estrelló en el río tras su vuelo, no aparece

Hay algunos más, todos dolientes y de destino fatídico. Puede ser significativo que el bandolero tesalio, fatal para los viajeros, al que dio muerte Herakles, también se llamara Kyknos.

Pintor Diosfos, Heracles luchando con Cycnos, ánfora ática de cuello con figuras negras, procedente de Nola (Italia), c. 500 - 490 a.C., Louvre

Leda y el cisne, copia anónima (tal vez de Rosso Fiorentino) de la pintura perdida de Miguel Ángel, 1530, National Gallery, Londres

Aunque el tema de Leda y Zeus convertido en cisne tuvo siempre, desde los romanos, un componente erótico muy claro, se utilizó también como motivo escultórico en las comunidades cristianas coptas. Es muy posible que fuera una prefiguración de María y la Encarnación divina.

Fragmento de friso copto con Leda y el cisne, siglos IV-V d.C., con modificaciones del siglo XX, Museo de Brooklyn


Leda y el cisne en un relieve copto, siglo III, Museo Copto, El Cairo. La presencia del ángel encadena el tema con la Anunciación

¿Fue esta misma alegoría la que llevó al Papa Eugenio IV a incluir el tema de Leda y el cisne en la gran puerta central de San Pedro en Roma, donde no parece muy apropiado?

Antonio Averulino, conocido como Filarete (1400-1469), es el autor de las dos impostas de bronce de la puerta central de la iglesia de san Pedro, completada en 1445. Puede verse el tema de Leda con el cisne

Se discute si la siguiente obra es una versión peculiar de Leda y el cisne, una alegoría política o una obra meramente naturalista.

Jan Asselijn, El cisne amenazado, c. 1650, Rijkmuseum, Ámsterdam

En el cuadro vemos un cisne que se encara con un perro de aguas que se acerca a su nido. Tradicionalmente se ha visto como una alegoría del gobierno de Jan de Witt, brutalmente asesinado por los orangistas en 1672 junto a su hermano Cornelis. En los huevos del nido puede leerse Holland; entre las patas del ave, Gran Pensionario (el más alto gobernante de los Países Bajos); y sobre la cabeza del perro, Enemigo del Estado. El cisne sería una encarnación de Jan de Witt defendiendo a los holandeses de la amenaza de Inglaterra que, como parece lógico, llega por el agua. Pero, si, como se ha comprobado, esas inscripciones se añadieron cien años después, esa interpretación se forzó durante la Guerra Blanca, en 1757, un intercambio de escritos polémicos entre orangistas y republicanos, una lucha por la naturaleza de la autoridad política que empezaba por revisar el papel de cada bando en el pasado. Por lo tanto, pensamos que es una obra meramente naturalista o de caza cuyo significado político le fue superpuesto. La tercera posibilidad, que sea Zeus transmutado en cisne, amenazado por un perro (más familiar para el espectador holandés porque en la versión original era un águila) para así poder acogerse a la protección de Leda y aprovechar para fecundarla, no es fácil de conciliar con algo tan grosero como la presencia de los excrementos entre sus patas, además de lo insólito de la iconografía. Desde luego, está muy lejos del cisne como paradigma de gracia, y en todo caso sería un clásico ejemplo de vulgarización intencionada de un tema "elevado", algo muy propio de Barroco.

En la Edad Media, el cisne es más lírico que trágico y se identifica más con una voz armoniosa, con la que emite un dulce canto. Esa dulzura se atribuye a una causa física: su largo cuello ondulado, por donde viaja su voz como por un oboe serpenteante, hace que su canción sea más agradable. En las regiones hiperbóreas -tierras desconocidas del extremo norte, bajo un cielo siempre puro, donde un carro tirado por cisnes había llevado a Apolo nada más nacer-, los cisnes se sienten atraídos por el sonido de la cítara o el arpa, hasta el punto de cantar junto con el bardo que las toca.

Isidoro de Sevilla, en sus Etimologías: “El cisne recibe su nombre de cantor porque derrama una dulzura de canto con su voz modulada. Se cree que canta dulcemente porque tiene un cuello largo y curvo, y una voz que se abre paso por un camino largo y sinuoso necesariamente produce modulaciones variadas.

Se contaban historias de cisnes salvajes que venían por su propia voluntad y se dejaban capturar por el arpista que los embelesaba. De ahí la alegoría de Cristo, cisne divino del cielo, que acude al que reza con suficiente intensidad.

El cisne acompañando al músico. Biblioteca Nacional de Francia, fr. 1951 ( Bestiare d'amour rimé), folio 3r

Hay un país donde los cisnes cantan tan bien y tan gustosamente que, cuando se toca el arpa ante ellos, se acompasan con ella: su voz es especialmente armoniosa el año en que deben morir; tan bien que, cuando se ve un buen cantante, se dice que morirá ese año, igual que cuando vemos un niño de espíritu superior, decimos: no vivirá mucho tiempo.” (Richard de Fournival, Bestiario del amor, 1245)

Olaus Magnus, Historia de los pueblos nórdicos, 1555. Captura de cisnes atrayéndolos con música

Que su canción más dulce sea la que precede a su muerte es una creencia que procede de Esopo (la fábula “El cisne y su dueño”), y Aristóteles (“De animalibus”). Adquiere prestigio literario en Esquilo (Agamenón), cuando Clitemnestra, tras consumar su crimen, y ante los cadáveres de Agamenón y Casandra, dice desafiante:

“¡Ved, yacente, al que me ultrajaba, delicia de las Criseidas que vivieron delante de Ilión! Y ved a la cautiva, fatídica adivinadora, que compartía su lecho, y vino con él en las naves. No han sido injustamente heridos, y él, ya sabes cómo. Ella, como el cisne, ha cantado su canto de muerte. ¡Yace también la muy amada! ¡Y ello aumenta los placeres de mi lecho!

 A pesar de Plinio (“La observación muestra que la historia de que el cisne canta al morir es falsa”), ya no hubo manera de deshacer ese tópico, que se extendió como un lugar común en toda la literatura, gracias a la autoridad de los últimos clásicos.

Los poetas y muchos escritores en prosa asignan al cisne como sirviente de Apolo, pero ¿qué otra relación tiene con la música y el canto? no sabemos. Sin embargo, los antiguos creían que cuando cantaba lo que se llama ‘el canto del cisne’, muere. En este caso, la Naturaleza lo honra más que a los hombres nobles y rectos, y con razón, porque mientras otros los alaban y lamentan, los cisnes se alaban o, si se quiere, se lamentan a sí mismos.” (Claudio Eliano, Sobre la naturaleza de los animales).

Bodleian Library MS. Bodl. 764, el cisne pescando

La belleza ideal, imaginada, de este canto previo a la muerte ha proporcionado a los místicos una analogía, no sólo para la muerte de los santos, sino también para celebrar las palabras que Cristo pronunció pocas horas antes de su muerte e inmediatamente después de celebrar la Cena, cuando su exhortación al amor y la aceptación del sacrificio se asimilaron al canto del cisne.

Emblema de Boschius, 1702, sibi funera cantat (“canta sus propias exequias”)

Según san Isidoro, los marineros consideraban de buen augurio el avistamiento de un cisne porque se decía que no se posaba en el agua cuando había grandes olas. Su pureza y su gracia se identificaron con la Virgen; su canto agonizante, con los mártires. 

Otros autores no ven en él virtudes admirables. Rabano Mauro dice que representa el orgullo (“Cygnus est superbia”). En algunos bestiarios se destacaba que, en contraste con su plumaje, su piel es negra, lo que representaba al pecador hipócrita.

Tiene el plumaje blanco, pero la piel negra. El color negro del plumaje denota la pretensión por la que se oculta la carne negra, porque un pecado de la carne está velado por el fingimiento. Mientras el cisne nada en el río, lleva el cuello erguido como un hombre orgulloso que se deja seducir por las posesiones mundanas.” (Hugo de Foulloy, De avibus).

Esa hipocresía la encontramos de nuevo en Chaucer: los frailes, dice,

son gordos como ballenas y caminan como cisnes,

tan llenos de vino como un barril en la bodega.”

Biblioteca de la Universidad de Aberdeen, Univ. Lib. MS 24 (Bestiario de Aberdeen), folio 58v

Pero lo que triunfa de él es su blancura, toda una epifanía de luz, reflejo de una inocencia invulnerable, animi candor, pureza del alma.

Geraldo de Gales (c. 1146 – c. 1223), escribe en su Topographia Hibernica: “Es notable en los cisnes que nos enseñan a no lamentarnos por el destino de la muerte; porque en sus últimos momentos, haciendo de la necesidad virtud, exhiben en sus cantos fúnebres desprecio por la pérdida de vidas. Así los hombres, vestidos de blanco por los méritos de sus virtudes, parten gozosos de las angustias del mundo presente, y sedientos de Dios, única fuente de vida, desean disolverse, liberarse de este cuerpo de muerte, y estar con Cristo."

Emblema de Boschius, Candor Illaesus (“Blancura intachable”)

El cisne y la paloma eran los emblemas de dos clases de castidad: una activa y austera, la otra más suave y sentida; en otras palabras, la monástica y la conyugal. Con este significado simbólico, la leyenda de Santa Brígida de Irlanda nos dice que los grandes cisnes salvajes de los mares del norte, atraídos por el perfume de su virtud, venían a posarse en el estanque helado de Kildare para ser acariciados por sus santas manos. Parecería ser el precepto de la pureza necesaria para acercarse al "sacramento del amor'', que se pretende expresar en las imágenes medievales que muestran, de diferentes maneras, dos cisnes bebiendo de un cáliz.

A la izquierda, el blasón de Gilles Laval. A la derecha, El Caballero del Cisne, miniatura de un libro de horas de la Bodleian Library, Oxford, 1481 

Parece que hubo un vínculo, que hoy nos resulta oscuro, que unía al cisne con la cruz de Cristo, al menos en Francia. En el siglo XV, Gilles de Laval, barón de Rais (que luego sería personaje literario como Barba Azul en el cuento de Perrault), compañero de Juana de Arco, llevaba en su blasón la cruz heráldica de los Laval: el escudo con la cruz está sostenido por dos cisnes, y también la cresta de su casco es un cisne. Cabe recordar que la constelación conocida como "El Cisne" está formada por estrellas que forman una gran cruz ligeramente torcida, que la pareidolia hace sugerir un cisne en vuelo.

                         

                                                             Constelación de El Cisne

Sin duda, la historia del Caballero del Cisne (que viaja en una barca tirada por el ave), surgida en las canciones de gesta del ciclo de las Cruzadas, dio prestigio al tema, que luego se repitió en múltiples variantes (quizás, las más famosa, la de Lohengrin, que llega también en una barca tirada por el ave). Luis II de Baviera fue conocido como “el Rey cisne” por su identificación con Lohengrin, cuyas imágenes llenaban las paredes de los palacios de su infancia e inspiró la construcción del castillo de Neuschwanstein (literalmente, "nuevo cisne de piedra ").

August von Heckel, fresco del castillo de Neuschwanstein, 1882. Fue encargado por Luis II de Baviera

El tema, sin duda, tiene vínculos con la idea del viaje del hombre por el mundo, asimilable a una travesía por un océano amenazador, que en la iconografía suele presentarse unas veces con el hombre a lomos de un cisne o en una barca tirada por cisnes. La "nave de la Iglesia" es una popular metáfora medieval: la Iglesia cristiana es una nave de salvación para los creyentes en medio de un mundo lleno de peligros (para el alma, sobre todo), y así el caballero cristiano. Que la pureza del cisne tire de la barca es una muestra del carácter espiritual del ave. De aquí pasará a la heráldica.

Catedral de san Juan de s-Hertogenbosch, banco del coro con el tema del Caballero del Cisne



Insignia de peregrino encontrada en el Támesis, medieval, sin fecha concreta, con la inscripción O LOONS DIEU (Ahora, alabemos a Dios), Museo Británico

El uso generalizado del cisne como insignia heráldica deriva, por tanto, del Caballero del Cisne. El ciclo de canciones de gesta de las Cruzadas asoció esa leyenda con los antepasados ​​de Godofredo de Bouillon (1060-1100), rey de Jerusalén y héroe de la primera Cruzada. Godofredo no tuvo descendencia legítima, pero su familia tuvo muchos vástagos entre la aristocracia europea, algunos de los cuales utilizaron el cisne como emblema. Los caballeros deseaban demostrar su descendencia de los caballeros artúricos y por ejemplo, en Inglaterra, la familia que se identificó con el cisne fue la del linaje De Bohun, condes de Hereford y de Essex. En este caso, el cisne aparece encadenado, a veces con una corona en el cuello. 

 

Izquierda, escudo de armas  de Peter Courtenay (1432-1492), obispo de Exeter y obispo de Winchester, en el palacio del Obispo, Exeter (los Courtenay eran una rama de los De Bohun). Derecha, cisnes heráldicos encadenados de la familia De Bohun a los pies de la efigie de Margaret De Bohun, fallecida en 1391, en el túmulo de su tumba en la Catedral de Exeter


El llamado "cisne de Dunstable", un broche de c. 1400, de esmalte con cadena de oro. Fue hallado en el monasterio de Dunstable y debió de ser una donación de los De  Bohun. Museo Británico

Robinet Testard, conocido como Maestro de Carlos de Angulema, Alegoría de la música, en un manuscrito de “Le livre des échecs amoureux moralisés”, C. 1496-1498, Manuscrito MS Fr 143, Biblioteca Nacional de Francia. Les Échecs amoureux es un poema alegórico escrito entre 1370 y 1380 en el que el juego de ajedrez sirve como una descripción moral del mundo

A finales de la Edad Media, en el complicado juego cortesano, hubo casos en los que los caballeros hicieron votos sobre aves, como en la Fiesta de los Cisnes, con Eduardo I en Inglaterra el 22 de mayo de 1306, y la Fiesta del Faisán, con Felipe el Bueno de Borgoña el 17 de febrero de 1454. Eduardo I celebró la Fiesta de los Cisnes como parte de la ceremonia de investidura de su hijo, en la que toda la corte pronunció sus votos sobre dos cisnes.

Con permiso del ruiseñor, casi podríamos decir que el cisne es el ave por excelencia del poeta, de su soledad y recogimiento en sí mismo. Su canto se identifica con el del poeta.

La cueva donde el poeta escucha lo que siente,

y la fuente que llora una ausencia eterna,

le agradan: allí merodea…

(Sully Prudhomme, El cisne, 1869)

En Baudelaire (El cisne, 1861), el cisne representa la condición de los condenados a vivir y soportar las miserias de la sociedad contemporánea. Lejos del escenario de la belleza suprema, el cisne de Baudelaire está condenado a una triste vida cotidiana, en un jardín “ante el Louvre”:

Su blanco plumaje se deslizaba por el áspero suelo.

Junto a un arroyo sin agua la bestia abriendo el pico

bañaba nerviosamente sus alas en el polvo",

mientras guarda en su corazón el recuerdo de "su hermoso lago natal", una imagen que contrasta con la idealizada y paradisíaca del cisne de Sully Prudhomme.

Robert Motherwell, El cisne de Mallarmé, 1944, Cleveland Museum of Art

“El cisne" de Mallarmé (1885) está muy en la vena baudelairiana: víctima del tedio sobre el que "ha brillado el estéril invierno", condenado a un "exilio inútil”.

Fantasma que a este lugar su puro brillo asigna,

permanece inmóvil en el frío sueño del desprecio

que el cisne viste en el exilio inútil.

El cisne de Sully Prudhomme sigue siendo el dueño soberano del reino ideal (locus amoenus) donde habita la Belleza. Su cielo es perfecto, arcádico, tranquilizador, imperturbable, frente a la angustia que nos traen la melancolía de Baudelaire y Mallarmé.

George de Feure, El lago de los cisnes, 1897

Las evocaciones literarias y la tradición decorativa dieron al cisne un papel protagonista en los años dorados de la Belle Époque. René Lalique diseñó un collar para su segunda esposa, Augustine-Alice Ledru, hacia 1897-98. El motivo principal es un desnudo femenino muy estilizado, cuyos brazos se curvan para convertirse en una sugerencia de alas de mariposa que encierran cisnes negros de esmalte y oro y un cabujón ovalado de amatista, alternando con ópalos montados en zarcillos de oro. La joya hace referencia al Lago de los Cisnes (1877), el ballet de Chaikovski que Lalique pudo ver en Londres en 1895. En el ballet, Odette, el cisne blanco, se enfrentaba a Odile, el cisne negro. Además, Lalique, durante su estancia en Inglaterra, debió de conocer la obra de Walter Crane, que había recurrido con frecuencia al motivo de dos cisnes enfrentados, de origen muy antiguo.

Wlater Crane, diseño para papel pintado con cisnes y juncos, 1877



René Lalique, collar de oro, esmalte, ópalo y amatista, 1897-1899, MET. Collar completo y detalle de los cisnes negros enfrentados. Esta joya se exhibió en la Exposición Universal de París de 1900

La poesía, en la Belle Époque, y especialmente la evocadora de la naturaleza, pasó a tener una gran atracción sobre el arte. En un contexto de integración de las artes en una conjunción superior (la “wagneritis” que se transmitió entre casi todos los artistas de la época), los materiales utilizados, así como los ritmos y los sonidos, tenían un extraordinario poder de sugestión. En la danza, el cisne es una figura mítica, la ligereza por excelencia. La figura de la bailarina debe evocar el largo cuello del cisne y la gracia de las alas a través de sus brazos. Y este espíritu pasará a las artes plásticas. Las palabras utilizadas por el poeta parecían encantamientos y las joyas se veían como la transfiguración de un mundo sensible.

 




 

















 








































 















 


 



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