Muere a los 98 años Roger Corman, el viejo pirata de Hollywood que lanzó las carreras de Coppola, Scorsese y Jack Nicholson

Muere a los 98 años Roger Corman, el viejo pirata de Hollywood que lanzó las carreras de Coppola, Scorsese y Jack Nicholson

Tan legendario por su tacañería como por su amor al cine, el director, productor y distribuidor sirvió de maestro para varias generaciones de actores y cineastas. 
Roger Corman.
Roger Corman.
Cinemanía
Roger Corman.

Pasar a la historia como un jeta, un listillo y un agarrado no debería ser motivo de homenaje... salvo en el caso de Roger Corman, que ha fallecido a la edad de 98 años en su casa de Santa Mónica (California, EE UU) según ha comunicado su familia.

El productor, distribuidor, actor y director fue tan célebre en vida por su tacañería como por su talento, su amor al cine y ese olfato que le llevó a fichar a algunos de los nombres más ilustres de Hollywood cuando estos eran apenas unos niñatos.  

Francis Ford Coppola, Joe Dante, Jack Nicholson, James Cameron, Martin Scorsese, Ron Howard, Sandra Bullock y Robert De Niro, entre otros, recibieron sus primeras oportunidades en la industria de manos de Corman. A lo cual hay que sumar una filmografía propia más que respetable y una labor empresarial que llevó al público de EE UU muchos grandes clásicos del cine de autor europeo.

El 'rey de la serie B' que adaptaba cuentos de Poe

Nacido en Detroit en 1926, Corman sirvió en el ejército estadounidense durante el último tramo de la II Guerra Mundial para después volver a su país y descubrir que una carrera como ingeniero industrial (se había licenciado en Stanford antes de alistarse) no le resultaba atractiva. 

Decidido a hacerse un hueco en el cine, trabajó en Paramount antes de lanzarse al bajo presupuesto en 1954 con El monstruo del océano y Piloto a la fuga, filme cuyo título original fue The Fast and the Furious. Fichado por la productora American International, Corman lanzó innumerables películas de monstruos, westerns, musicales y otros filmes en los que dio pruebas de una capacidad legendaria para escatimar costes. 

Así, mediante títulos como Las mujeres vikingo y la serpiente de mar, El ataque de los cangrejos gigantes, La mujer avispa y Yo fui un cavernícola adolescente, entre muchísimos otros, Roger Corman mantuvo nutridos los cines de barrio y los autocines de la era del rock'n'roll, ganándose la fama de rey de la serie B. 

Pero quien piense que su producción era mero material de derribo estará muy equivocado. En 1959, Un cubo de sangre demostró una capacidad para mezclar terror y comedia revalidada al año siguiente con La tienda de los horrores, su primer clásico indiscutible como director.

También en 1960, Corman dirigió La caída de la casa Usher, comienzo de una larga serie de adaptaciones de su bienamado Edgar Allan Poe. Mediante este filme y otros como El péndulo de la muerte, El cuervo, Historias de terror y La máscara de la muerte roja (muchos de ellos con Vincent Price como protagonista y guiones del escritor Richard Matheson), el cineasta comenzó a ganarse la atención de los críticos, llegando a gozar de una retrospectiva en la Cinemateca francesa en 1964. 

Tras una tentativa de integrarse en el lado mainstream de la industria (que salió mal, dando al traste con proyectadas adaptaciones de James Joyce y Franz Kafka) Corman regresó a la serie B. Y, de vuelta en su territorio natural, se encontró con una numerosa tropa de actores y cineastas jóvenes que, tras foguearse en su estudio, acabarían cambiando el rostro del cine.  

El padrino del Nuevo Hollywood

Con Los ángeles del infierno (1966), Corman no solo obtuvo un éxito de taquilla, codificando de paso ese 'cine de moteros' que tanto daría que hablar en la siguiente década. También contó con Peter Fonda (Easy Rider) como protagonista, Monte Hellman como montador y, en funciones de ayudante de dirección, Peter Bogdanovich. 

Asimismo, la psicodélica El viaje (1967) contó de nuevo con Fonda en el papel principal, así como con Dennis Hopper y con Jack Nicholson... a cargo del guion. Mamá sangrienta (1970) le dio la alternativa a un Robert De Niro muy pipiolo, y El tren de Bertha (1972) fue el primer estreno mainstream de Martin Scorsese, dirigiendo a David Carradine y Shelley Winters. 

Jonathan Demme (El silencio de los corderos), Curtis Hanson, John Sayles, Francis Ford Coppola, Joe Dante (encargado de montar a destajo los tráilers de la productora antes de debutar con Piraña), la montadora Polly Platt y el guionista Robert Towne (Chinatown) fueron otros aprendices de Corman. Y no cabe olvidar a cierto excamionero llamado James Cameron que, recién llegado de Canadá, afiló sus colmillos como responsable de efectos especiales. 

Entre presupuestos ínfimos y gimmicks descabellados, Roger Corman pulió también su faceta como importador de películas. New World, la compañía que fundó en 1970, distribuyó en los cines estadounidenses filmes tales que Gritos y susurros (Ingmar Bergman), Amarcord (Federico Fellini), La historia de Adele H (François Truffaut) y Dersu Uzala, de Akira Kurosawa.

Esta faceta más arty, sin embargo, no debe hacernos olvidar que Corman produjo La carrera de la muerte del año 2000 (Paul Bartel, 1975), desparrame futurista con Sylvester Stallone. Y tampoco que aprovechó el éxito de Star Wars para lanzar Los siete magníficos del espacio (Jimmy T. Murakami, 1980), western cósmico con unos estupendos, a la par que económicos, efectos especiales de James Cameron. 

El declive y la gloria

Pese a gozar del afecto de sus antiguos discípulos (busca sus cameo en El padrino: Parte II y El silencio de los corderos si quieres un ejemplo) y a ser reivindicado por parte de la crítica, Roger Corman no lo pasó bien durante los 80, viéndose envuelto en conflictos legales con sus antiguos socios de New World. Pese a ello, siguió con su frenético ritmo de producción al frente del nuevo sello Concorde Pictures.

Por desgracia, conforme avanzaba la década, el público comprobó que la magia de Corman parecía haberse extinguido. El nuevo estado de cosas en la industria, con el auge del vídeo doméstico y el ocaso de aquellos espacios que habían servido de hábitat a sus películas (autocines, salas de programa doble...) chocaban frontalmente con su forma de hacer las cosas.

 Su regreso tras la cámara con La resurrección de Frankenstein (1990) no se llevó más que palos, pese a adaptar una novela de Brian W. Aldiss, mientras que la versión de los Cuatro Fantásticos producida en 1994 con un millón de dólares de presupuesto fue el resultado de una triquiñuela legal para conservar los derechos de los personajes y nunca llegó a estrenarse. 

Ganador en 2009 de un Oscar honorífico, Roger Corman permaneció hasta el final como una figura querida y respetada tanto por aquellos que habían aprendido el oficio junto a él como por esos espectadores que supieron admirar su única combinación de sensibilidad cinéfila y caradura. Por algo hablamos del hombre que tituló sus memorias Cómo hice cien películas en Hollywood y no perdí ni un centavo. 

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