Un lugar llamado Navidad
El hilo musical procedente del chiringuito llenaba la playa de villancicos. Te levantaste molesta, sacudiste con furia la toalla sin importarte llenar de arena a tu colorado vecino que, dormido como estaba, ni se enteró. Calzaste las chanclas, rebuscaste en el bolso de playa hasta dar con una camisola floreada que aún no lograbas entender por qué habías comprado y guardaste, como si se tratara de un trapo, la toalla húmeda.
Consciente de que en el otro hemisferio también era Navidad, te negaste a creerlo. Esas fechas son sinónimo de invierno, de frío, de nieve si vives en el norte de Europa, de lluvia si habitas en el sur. Abandonaste tu país huyendo de la última. Buscabas tres cosas: calor, playa y un nativo que te hiciera compañía. Las dos primeras las habías encontrado, la tercera estaba resultando más difícil de lo que imaginabas.
Le viste a lo lejos. ¡Uno más! Hubiera resultado gracioso si no fuera porque huías de las barbas canas, los trajes rojos de ribete blanco y los gorros con pompón. En un momento de debilidad, casi sentiste lástima. Cincuenta grados y en traje de franela.
A diferencia de otros con los que te cruzaste a lo largo de la mañana, éste parecía sentirse cómodo dentro del disfraz. Sonreía, a diestro y siniestro, provocando la risa de algunos muchachos que, en bermudas, jugaban a la pelota en el parque.
Venía hacía ti, calculaste los pasos. Diez, doce como mucho, antes de que tropezarais. A tu derecha una vía de escape pero otro títere vestido de rojo tapaba el camino y no sólo parecía incómodo, también incomodaba.
Optaste por el mal menor. Continuaste de frente. Al llegar a su altura te cortó el paso, hizo una reverencia y, dejando el saco en el suelo, te tendió una carta. La cogiste, asombrada. Sin decir palabra, Papá Noel sonrió y siguió su camino. Te giraste para preguntar pero sólo encontraste el paseo vacío.
No puedes huir eternamente de la Navidad. Allá donde vayas te encontrarás con ella. Regresa. El frío y la lluvia preguntan por ti.
Junto a la nota, un billete de avión. Destino: cualquier parte.
Caminaste hasta el hotel. Hiciste la maleta.
Regresar a casa era una opción; tan válida como cualquier otra.
Dolores Leis Parra
Cuento publicado en Pandora Magazine (Especial Navidad)