Todos los años, religiosamente, Gianni, Nicola y Antonio, regresaban a un localucho que se ubicaba junto a una plaza, entre los foros romanos y el Tevere, en Roma. Se sentaban, y pedían tres medias porciones de “picchiapó”. Desde los asientos del Normandie los espectadores también se repetían el plato de El Rey de la Media Porción, como lo habían venido haciendo por lustros, en la presentación anual impajaritable de Nos Habíamos Amado Tanto. La cinta se había cortado y se había vuelto a pegar infinidad de veces, pero, eso no importaba, ya todos nos sabíamos los diálogos de memoria. Carlitos Gardel cantaba cada día mejor, la selección uruguaya campeona del 30 estaba cada vez más joven, el sol seguía saliendo. Y es que hay ciertas cosas que no tienen tiempo, ni fecha de vencimiento.
Y esta cinta de Ettore Scola era una de ellas.
Fue en 1974 que el cineasta italiano perpetró su obra maestra inmarcesible, cuya trama ahondaba en como un trío de exmiembros de la resistencia italiana para la Segunda Guerra Mundial —Gianni, interpretado por Vittorio Gassman, que era abogado; Antonio, por Nino Manfredi, que trabajaba como camillero en un hospital, y Nicola, en la actuación de Stefano Satta Flores, que oficiaba de maestro de escuela en Nocera Inferior al sur del país—, volvían a su vida luego del fin del conflicto y terminaban enamorados, alternadamente, todos de la misma mujer —Luciana, llevada a cabo magistralmente por Stefania Sandrelli, una aspirante a actriz que había arribado desde Trasaghis cerca de Udine—.
Nos habíamos amado tanto era una cinta que se puede incluir como una de las joyas de la corona en ese escaso género cinematográfico que en los Estados Unidos se ha bautizado como “The Way We Were”, por la película del mismo nombre en que actúan Barbra Streisand y Robert Redford, y que incluye sin problemas a Four Friends de Arthur Penn o Forest Gump de Robert Zemeckis; películas que siguen la trayectoria de una generación y al mismo tiempo de un país, como una especie de coming of age extrema que se hermana con ese también escaso género de la música pop que alguien a denominado “Schoolbook Songs”, que siguen también la historia de una generación y a la que pertenecen “American Pie” de Don McLean, “We didn't start the fire” de Billy Joel o “It's the end of the world as we know it” de R.E.M.
Pero también Nos habíamos amado tanto era el relato de una ciudad, tal como la Roma de Fellini o la también llamada Roma de Alfonso Cuarón sobre el DF mexicano: en su metraje se visitaban distintos espacios de “La ciudad eterna”, como los senderos-aceras del borde del Tíber, la Piazza del Popolo o la señorial escalera de la Piazza Spagna.
En el año 2000 para el Jubileo de la Iglesia Católica estuve por un mes en aquella Roma italiana y busqué por todos lados los lugares en que transcurría la obra scoliana, esto al punto que pregunté en Usenet, un antiguo servicio de Internet donde se podía publicar cualquier cosa y que es el antecedente esencial de las redes sociales contemporáneas, por las locaciones de la cinta. Y alguien me sopló que El Rey de la Media Porción se ubicaba, aún, en la Piazza de la Consolazione entre los foros romanos y el Tíber, y que ahí solía almorzar Roberto Benigni, el director de La vida es bella. Más, un fanático italiano de la cinta ha levantado hace ya varios años una publicación en que aparecen todos los escenarios de la cinta, que se puede ver en el siguiente link.
De algún modo, y luego de cincuenta años de su estreno, esta película que habla sobre como se pierden y traicionan las esperanzas juveniles, vitales y políticas de una generación, en su caso la de la posguerra italiana y europea, sigue resonando en las generaciones de chilenas y chilenos que han visto como esa historia se repite una y otra vez en cada una de sus propias vidas
Y, finalmente, Nos habíamos amado tanto era un homenaje al cine, y también al teatro y a la televisión, partiendo por Ladrón de Bicicletas de Vittorio de Sica, que resultaba un tema recurrente en la película, en particular respecto de la escena en que Bruno Ricci ve a su papá finalmente robar él mismo una bicicleta y se pone a llorar; donde Nicola explicaba en el concurso de TV Lascia o raddoppia? citado en la película de Scola, que Enzo Staiola, el intérprete de Bruno, no quería llorar por lo que de Sica ideó ponerle inadvertidamente al niño actor unos cigarros en su bolsillo y acusarlo de haberlos robado. Pero, no solo eso: en una de las escenas iniciales de la cinta el personaje de Luciana invita a Antonio a ver la obra de teatro Extraño Interludio, de Eugene O'Neill y se hace una recreación metonímica con el recurso de las artes escénicas, que trabaja esta obra inspirada por el monólogo interior de James Joyce, de hacer un “aparte” para mostrar los estados internos de alguno de los protagonistas deteniendo al resto como en el juego de la momia y cortando todas las luces excepto un foco que ilumina el parlamento de aquel personaje. Ello además de la cita explícita y actuada a la caída del cochecito de El Acorazado Potemkin por Nicola tratando de enamorar a Luciana, que transcurre en la misma Plaza España; la inclusión de cine dentro del cine cuando Antonio va a buscar a Luciana a la Fontana de Trevi y se ven envueltos en la filmación de La Dolce Vita; y los visionados de otras películas como Servidumbre Humana basada en la novela de Somerset Maugham o El Eclipse de Michelangelo Antonioni que ve con temor y temblor Elide Catenacci, la esposa de Gianni, que es interpretada por Giovanna Ralli y que resulta el personaje más conmovedor de Nos habíamos amado tanto.
Con guion del mismo Ettore Scola, acompañado por Agenore Incrocci y Furio Scarpelli, dirección de fotografía de Claudio Cirillo y la evocativa música de Armando Trovaioli que hasta la llegada de los servicios de streaming musical era prácticamente inencontrable y que inspiraría a otros músicos cinematográficos italianos como Ennio Morricone o Nino Rota; Nos habíamos amado tanto fue por lustros uno de los caballitos de batalla del Cine Arte Normandie en Santiago de Chile, desde su inauguración en 1982 y fue vista por varias generaciones de chilenos y chilenas que se hicieron fans del film, entre quienes se incluyen a los periodistas Aldo Rómulo Schiappacasse, Carlos Costas y la misma presidenta Michelle Bachelet.
De algún modo, y luego de cincuenta años de su estreno, esta película que habla sobre como se pierden y traicionan las esperanzas juveniles, vitales y políticas de una generación, en su caso la de la posguerra italiana y europea, sigue resonando en las generaciones de chilenas y chilenos que han visto como esa historia se repite una y otra vez en cada una de sus propias vidas y que, al final, también nuestros propios sueños terminan rotos, lanzados a una piscina metafórica tal como hace Gianni al principio y al fin de la cinta que alberga aquello que nunca se logró: la construcción de un mundo mejor.
Comentarios
Haber tenido la posibilidad
Sin duda, y así lo pueden
EMOCIONANTE LEER SOBRE ESTA
Las películas de Ettore Scola
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