Viola Davis, la niña que creció en un infierno infestado de ratas para después triunfar en Hollywood | Cultura | EL PAÍS
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Viola Davis, la niña que creció en un infierno infestado de ratas para después triunfar en Hollywood

La actriz se ha convertido en la artista número 18 que conquista los cuatro premios más importantes de la industria del entretenimiento: Emmy, Grammy, Oscar y Tony

La actriz estadounidense Viola Davis, durante su paso por la alfombra roja de los Bafta, entregados en Los Ángeles el 19 de febrero. Foto: NEIL HALL (EFE) | Vídeo: TCM

Mientras rodaba en Sudáfrica La mujer rey, Viola Davis encargó la remodelación de su casa de Los Ángeles. La actriz pidió a una diseñadora local que rebajara el tono minimalista e inyectara más estilo al espacio en el que vive desde hace cinco años junto a su marido, el también actor Julius Tennon, y Genesis, la hija de 12 años que la pareja adoptó. La interiorista dio al comedor principal de la residencia del barrio de Toluca Lake un toque monocromático con un papel tapiz de nubes que cuesta casi 500 dólares por cada diez metros.

La residencia ha sido destacada en el número actual de la revista Architectural Digest. En este puede apreciarse el trabajo que la diseñadora hizo en el cuarto de trofeos, donde Davis, de 57 años, ha colocado su Oscar, su Emmy y su Tony. Será la habitación que acoja el Grammy que la actriz consiguió el 5 de febrero, convirtiéndose en la artista número 18 que logra el EGOT al triunfar en los cuatro grandes premios de la televisión, la industria musical, el cine y el teatro en EE UU (Emmy, Grammy, Oscar y Tony).

En la estantería, además de los trofeos, hay fotografías familiares, libros y una versión enmarcada de I have a dream, el célebre discurso del reverendo Martin Luther King. Con su conquista, Davis entra a una lista en la que se encuentran los compositores Richard Rodgers, Andrew Lloyd Webber y Tim Rice, las actrices Audrey Hepburn y Rita Moreno y los directores Mel Brooks y Mike Nichols, entre otros. Se convierte en la tercera afroamericana en lograrlo después de Whoopi Goldberg y Jennifer Hudson.

La lujosa residencia de Davis y su esposo contrasta profundamente con la casa de infancia de Davis, quien antes de convertirse en realeza de Hollywood hizo decenas de sólidas actuaciones en decenas de títulos hasta que logró roles más llamativos en Duda (2008), junto a Meryl Streep, y The Help (2011), que le valieron su primera y segunda nominación al Oscar. Esto no se tradujo necesariamente en más trabajo, pues le llegaban ofertas para algunos días de trabajo, pero no grandes papeles. Esto la convenció a iniciar su productora JuVee, que fundó en 2011 junto a su esposo para ampliar la oferta de papeles a las mujeres negras en la industria. En 2017 consiguió la estatuilla de la Academia del cine gracias a Fences, dirigida por Denzel Washington. Se hizo con el Emmy dos años antes gracias a Cómo defender a un asesino (How to get away with murder), el exitoso drama de tribunales de ABC.

Viola creció en Central Falls, un diminuto pueblo de Rhode Island, al este del país. Llegaron allí por su padre, Dan, un violento alcohólico que golpeaba brutalmente a su mujer y que era cuidador de caballos. El hombre mudó a su familia porque allí se encontraban dos de los hipódromos más visitados del país, que vivían en ese momento una época de gloria. Pero aquella bonanza nunca tocó a la puerta de los Davis, que se instalaron en el 128 de la calle Washington. La artista afirma que el número 128 se convirtió en sinónimo del infierno en la tierra.

Davis ganó un Oscar y un Tony por interpretar, en años diferentes, a Rose en 'Fences', una obra del dramaturgo August Wilson.
Davis ganó un Oscar y un Tony por interpretar, en años diferentes, a Rose en 'Fences', una obra del dramaturgo August Wilson.

“Nunca jamás entraba a la cocina. Las ratas se habían apoderado de los armarios y la encimera. El yeso de la pared se había caído, dejando al descubierto las tablas de madera que sostenían unida la casa”, señala Davis en su biografía, Finding me. El libro se convirtió en un superventas en mayo de 2022, poco después de su lanzamiento. “Después de leer el primer párrafo, supe que este iba a ser un libro que querría compartir con el mundo”, dijo entonces Oprah Winfrey, la famosa presentadora de televisión, que sumó la biografía a su popular club de lectura. El libro lleva desde entonces más de 27 semanas en la lista de los más vendidos en Amazon. Davis obtuvo el Grammy por dar voz a sus memorias.

Viola es la quinta de seis hijos. Nació en agosto de 1965 en Carolina del Sur, solo meses después de que Martin Luther King encabezara la marcha en Selma, Alabama, un hito en la defensa de los derechos de los afroamericanos. El nacimiento pudo haber llegado en medio del movimiento de los derechos civiles en EE UU, pero la infancia descrita por la artista estuvo marcada por la brutal historia del sur esclavista. Davis nació en una cabaña dentro de una plantación, donde sus abuelos habían sido esclavos. Su madre, Mae Alice se casó con 15 años con su esposo, de 22. Ninguno terminó el instituto.

“Las ratas siempre salían de la nada. Podías estar sentada en el sofá viendo la televisión y, de repente, una saltaba al sillón. U otra salía disparada de un hoyo en la pared y corría a esconderse debajo del sofá”, escribe la actriz sobre su casa de infancia en Rhode Island, que carecía de calefacción o agua caliente en invierno. Allí fue abusada sexualmente por su único hermano varón, uno de los pocos recuerdos en los que no profundiza en un libro donde salda cuentas con un pasado doloroso.

Ella y sus hermanas se quedaban dormidas escuchando cómo los animales roían sus juguetes o se comían aves en el techo de la casa. Las niñas se cubrían el cuello con mantas para evitar que las mordisquearan. En una conversación reciente, Davis dijo que en sus veinte se dio cuenta de que llevaba toda una vida sin una buena noche de sueño. Dormía, de corrido, no más de dos horas. “Por eso me quedaba dormida en las clases, me da miedo la oscuridad, todas las cosas horribles de mi infancia pasaban a la mitad de la noche”, contó. El miedo era tan paralizante que prefería mearse encima que pararse al baño. Viola Davis mojó la cama hasta los 14 años.

El teatro como escape

Las hermanas se hicieron expertas cazadoras de roedores con un gran bate rojo de plástico. Ese fue el premio obtenido al ganar un concurso de talento local con un número cómico basado en los programas de televisión favoritos de las Davis. Aquel fue el primer roce de Viola con la actuación. También fue la primera actividad tras la que recibió aplausos y comentarios positivos después de una niñez llena de escasez y humillaciones. El teatro le sirvió de escapatoria y refugio. Ella y su hermana, Dianne, fueron las primeras en la familia que fueron a la universidad.

Deloris, su hermana mayor y ella, inventaron a Jaji y Jaja, dos mujeres blancas y ricas, con vajilla para el té y abundantes joyas. Sus mentes convertían durante horas el deprimente apartamento sin calefacción en una mansión de Beverly Hills. “Jugábamos mientras teníamos de fondo el sonido de mi madre siendo golpeada y gritando de dolor. Creíamos estar en ese mundo hasta que Deloris rompía el hechizo diciendo: ‘No eres Jaja, eres pobre, recibes asistencia y no tienes diamantes”, cuenta Davis.

Después de estudiar teatro en la universidad de Rhode Island, donde menos del 1% del alumnado era negro, asiático o latino, Davis se puso como objetivo irse a Nueva York por una sencilla razón. Quería estudiar en una escuela donde le fuera más fácil tener trabajos para pagarse la vida. Se probó para entrar a Juilliard con El color púrpura y Las mujeres sabias de Moliere. La audición no fue fácil para una mujer negra de casi 80 kilos entre alumnos que habían estudiado canto y ballet desde pequeños. Pero lo consiguió. Fue la segunda afroamericana en una generación con 856 estudiantes de diferentes disciplinas.

Hay un nombre del mundo de las tablas que atraviesa la vida de Davis: August Wilson. El dramaturgo, fallecido en 2005, se propuso escribir la crónica definitiva de la vida negra en Estados Unidos a lo largo de un decálogo de obras. Cada una abordaría una década en la que exaltaba la vida de varios personajes cotidianos. A estas obras se les conoce como el Ciclo de Pittsburgh. El esfuerzo fue premiado con dos premios Pulitzer, que han hecho de Wilson uno de los escritores recientes más aclamados.

Viola Davis y Meryl Streep bromean en los Premios Oscar de 2018.
Viola Davis y Meryl Streep bromean en los Premios Oscar de 2018.Chris Pizzello (AP)

Davis se hizo una famosa en el teatro con Siete Guitarras, una de las obras de Wilson. El montaje de 1996 sobre un grupo de amigos de un guitarrista de blues. A Viola le fue fácil interpretar a Vera, una exnovia del músico, un personaje movido por el dolor. Su actuación la llevó por todo el país y su trabajo fue alabado por Angela Bassett, Halle Berry, Barbara Streisand o Vanessa Redgrave. “Más que los Oscar o los Emmy, Broadway lo es todo. Está a la altura de lo que es el sueño”, asegura.

Fences es otra de las obras de Wilson que dieron a Viola Davis mucho renombre. La actriz usó su compleja historia familiar para encarnar a Rose, la esposa de Troy, quien fue en su juventud un prometedor jugador negro de béisbol (Denzel Washington). La realidad de los 50 lo transformó en un empleado del camión de la basura. Rose debía mantener junta a su familia, aunque le llevara a sacrificar sus sueños y soportar los engaños. Washington y Davis ganaron en 2010 el premio Tony por sus actuaciones en la obra de teatro.

El actor adaptó la obra al cine y dirigió a Davis seis años después en la que es considerara una de sus mejores actuaciones. “Por primera vez experimenté lo que es sentir que merecía algo”, confiesa la actriz. Su intuición fue correcta. En febrero de 2017, cuando ganó el Oscar a mejor actriz de reparto, Viola Davis recordó en el teatro Dolby a Jaji y Jaja. “Muchas gracias por la imaginación”, dijo a Deloris, su hermana presente, en un guiño a uno de los momentos de libertad de su dura infancia.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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