De cazador a leyenda

Vasili Záitsev, el francotirador ruso más letal de la batalla de Stalingrado

Снайпер Герой Советского Союза Василий Зайцев объясняет новичкам предстоящую задачу  Сталинград  Декабрь 1942 г

Снайпер Герой Советского Союза Василий Зайцев объясняет новичкам предстоящую задачу Сталинград Декабрь 1942 г

Vasili Záitsev (izquierda) con otros francotiradores de su escuadra durante la batalla de Stalingrado.

Foto: Wikimedia Commons

Vasili Záitsev nació el 23 de marzo de 1915 en Yelenika, un pequeño pueblo de los Urales en Siberia. Su abuelo lo solía llevar al monte a cazar y al poco el joven siberiano aprendió a “interpretar las huellas de los animales como quien lee un libro, a buscar las guaridas de lobos y osos, y a construir escondrijos tan bien camuflados que ni el abuelo podía encontrarme hasta que yo lo llamaba” según contaría luego en sus memorias.

Su habilidad como cazador enorgulleció al abuelo Andréi, que ahorró y le regaló una escopeta de caza cuando cumplió los doce años. Con esa arma Záitsev se cobró su primera presa en el bosque, una cabra montesa que luego defendió por la noche de un lobo al que abatió de un disparo mientras acechaba el campamento. Fue durante esos años en los Urales que aprendió la paciencia y el sigilo de todo buen cazador, esperando a que su presa se pusiera a tiro y abatiéndola de un disparo.

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Un grupo de soviéticos combaten contra los nazis en la fábrica de tractores Octubre Rojo. El edificio sería una de las zonas más disputadas de Stalingrado, cambiando de manos muchas veces a lo largo de la batalla.

Foto: Bridgeman

Pero la feliz infancia de Vasili no iba a durar para siempre, y cuando alcanzó la edad adulta fue reclutado por el estado en 1937 y alistado en la flota del pacífico como contable, donde fue ascendido a suboficial. Pese a ser marinero la invasión nazi de la Unión Soviética lo empujó a ofrecerse como voluntario para luchar contra el fascismo, por lo que fue trasladado a la defensa de Stalingrado en el verano de 1942.

Héroe de Stalingrado

La ciudad había sido designada por Hitler como uno de los objetivos secundarios de su conquista del los campos petroleros del Cáucaso, pero la tenaz resistencia de sus defensores había provocado el envío de más y más soldados a la batalla hasta convertirla en el punto caliente del frente. 

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La ciudad de Stalingrado en una fotografía aérea de la Luftwaffe. La explosión de numerosos depósitos de combustible conviritó a la zona de los muelles en un infierno en llamas.

Foto: Cordon Press

Cuando Vasili y los suyos avistaron la metrópolis industrial por primera vez la estampa les causó una vívida impresión, según Záitsev “Stalingrado estaba en llamas, el humo negro se alzaba formando una columna de humo negro, [mientras] la artillería machacaba la tierra y los aviones enemigos dejaban caer sus bombas sin piedad”.

El único acceso a la ciudad en ruinas era a través del río Volga, un peligroso cruce en el que los bombarderos stuka y la artillería alemana habían hundido más de una embarcación, pero por suerte para el siberiano la noche en la que atravesaron no se produjo ningún incidente.

trinchera

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Cubiertos por el fuego de una ametralladora ligera un grupo de rusos avanzan a través de la ciudad en ruinas. Los alemanes habían arrasado Stalingrado con un bombardeo aéreo en los primeros días de la batalla, convirtiéndola en un paisaje lunar de cráteres y edificios reventados.

Foto: Bridgeman

Ya en la orilla occidental la primera misión del pelotón de marineros en el que luchaba Vasili fue tomar una serie de nidos de ametralladoras, posición que asaltaron armados con subfusiles entre las llamas de unos depósitos de combustible que habían estallado en llamas bajo el bombardeo enemigo.

Pronto quedó claro que el papel de un simple soldado de infantería era un desperdicio de sus habilidades, pues tras apoderarse de un rifle Mosin-Nagant que encontró entre las ruinas abatió a tres alemanes a más de 700 metros. Esta hazaña llamó la atención de su coronel que inmediatamente le equipó con un rifle equipado con mira telescópica y lo convirtió en francotirador.

Vasily Zaytsev

Vasily Zaytsev

Vasili Záitsev posa con su rifle para la prensa. El arma puede contemplarse hoy en un museo dedicado a la batalla en la ciudad, donde también fue enterrado el francotirador tras su muerte.

Foto: Wikimedia Commons

Es sus memorias Vasili confesó como tras ser destinado a ese rol se encontró en su elemento: “Me gustaba ser francotirador y gozar de licencia para elegir a mi presa. A cada disparo era como si pudiera oír la bala atravesando el cráneo del enemigo, aunque el objetivo se hallara a seiscientos metros. A veces, los nazis miraban en mi dirección, como si me vieran, sin tener la menor idea de que les quedaban unos pocos segundos de vida”. Tras cada disparo Vasili cambiaba de posición, con lo que para los alemanes era casi imposible dar con él.

Su pericia como tirador llegó a oídos del alto mando, y el general Chuikov lo ascendió a oficial y lo puso al mando de una escuadra de francotiradores. Su primera misión era acabar con las letales ametralladoras MG42, que con su rápida cadencia de tiro frenaban todos los contraataques del Ejército Rojo. Formando a su improvisado equipo en el sótano de la planta química Lazur, Vasili implantó una serie de reformas que transformarían el rol del francotirador para siempre. 

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Equipado con una ametralladora ligera Degtiariov un soldado soviético se adentra con cuidado en un edifico de Stalingrado. El tipo de guerra a corta distancia que dominó la lucha por la ciudad fue llamado rattenkrieg por los alemanes, guerra de ratas.

Foto. Bridgeman

Si antes estos habían combatido en solitario, Záitsev organizó a los suyos en equipos de dos, con un soldado actuando como ojeador y asistente del otro. Además estos equipos fueron desplegados en grupos de seis, para cubrirse unos a otros en combate y disparar al enemigo con fuego cruzado desde varias posiciones a la vez.

El añadido de un rifle antitanque a la unidad les aportaba asimismo potencia de fuego pesada, para enfrentarse a vehículos blindados y destruir posiciones fortificadas. Con el tiempo uno de sus alumnos más prometedores, Nikolai Kúlikov, pasó a convertirse en su compañero, adentrándose los dos en la ciudad arrasada para acabar con los oficiales nazis.

General Chujkov snaiper Zaicev

General Chujkov snaiper Zaicev

Chuikov (izquierda) empuña el rifle de francotirador de Záitsev (a la derecha con capa de camuflaje) en una imagen de la propaganda soviética.

Foto: Wikimedia Commons

Los éxitos de Záitsev y sus Zaichata (gazapillos) fueron proclamados hasta la extenuación por la maquinaria propagandística soviética, que llenó las fábricas y trincheras de la URSS con su imagen para animar a soldados y trabajadores. Su frase ”no tenemos donde huir, para nosotros no hay tierra más allá del Volga” se conviritó en el lema de los defensores de la ciudad.

Duelo de francotiradores

El paisaje en ruinas de Stalingrado era un territorio de caza ideal para los francotiradores, con mucha cobertura, puntos dominantes y escondites desde los que estos podían eliminar al enemigo sin ser detectados. Los bloques de pisos en ruinas, conductos de ventilación y maquinaria industrial destrozada se convirtieron en el escondite perfecto para Záitsev, quien llegaría a abatir entre 300 y 400 alemanes incluyendo nada menos que 11 francotiradores.

Enfrentados a la montaña de bajas que estaba consiguiendo Vasili, los alemanes decidieron desplegar a sus propios especialistas para eliminarlo. Así se entabló una guerra privada entre los francotiradores de ambos bandos, que se cazaban el uno al otro en una guerra privada en medio de la batalla.

Uno de sus compañeros, Sasha Griázev, fue víctima de uno de estos tiradores de élite, por lo que Vasili se propuso vengarlo con la inestimable ayuda de su camarada Kúlikov. Pero localizar al francotirador enemigo no era una tarea fácil, los alemanes habían aprendido rápidamente y sembraban sus líneas de señuelos como cascos situados tras ventanas o falsos soldados hechos con sacos, bolsas y rifles estropeados. Una vez los rusos disparaban su posición quedaba al descubierto, y los alemanes los podían eliminar sin exponerse.

Zaytsev  Red Army snipers  Stalingrad

Zaytsev Red Army snipers Stalingrad

Vasili y sus hombres abandonan un edificio en ruinas durante la batalla. La táctica de disparar y esconderse fue perfeccionada por el francotirador y sus discípulos.

Foto: Wikimedia Commons

En sus memorias Záitsev refiere como se libraba este este tenso juego de engaño en el frente: “pongamos que ves lo que parece ser el reflejo de un mechero al sol y deduces que se trata de un francotirador encendiendo un cigarrillo. Tal vez sí, tal vez no. Apuntas al lugar y espera; debería aparecer humo. Pasa el tiempo, acaso un día entero, y por un instante aparece un casco. ¡No dispares! Aunque le des, no sabes en cuál de las posiciones señuelo estará el verdadero francotirador enemigo”.

Al cabo de un día de búsqueda el par de francotiradores dieron con su presa en un bloque destrozado por las bombas. Entre los montones de ladrillos desparramados por el suelo Vasili observó una serie de cajas de munición en apariencia inofensivas, pero tras fijarse un rato en ellas descubrió que a una la faltaba sospechosamente el fondo. Al sacar la cabeza por el borde del cráter para observar mejor vio el flash de un rifle en su interior y una bala explosiva pasó zumbando a pocos centímetros: habían descubierto el escondite el tirador enemigo. Sin embargo este ya los tenía localizados, por lo que dispararle sería un suicidio, por el contrario esperaron pacientemente a que llegara la noche y se escabulleron en la oscuridad. 

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Un francotirador alemán y su ojeador en una trinchera del frente del este.

Foto: Cordon Press

Esta vez sabían lo que buscaban, y descubrieron la caja en la cima de una colina situada a pocos metros del bloque. Kúlikov movió un casco sobre un palo para que el francotirador se descubriese, sorprendentemente este mordió el anzuelo y abrió fuego. En ese  momento Vasili observó “como el tirador alemán acercaba la mano a la recámara y recogía el casquillo vacío. […] Al hacerlo, levantó la cabeza ligeramente de la mira. Eso dejaba a la vista los pocos centímetros de cuero cabelludo que yo necesitaba para apuntar… y en ese instante sonó mi disparo”.

Tal acumulación de éxitos llamó la atención del alto mando alemán, que envió al Mayor Erwin König instructor de la escuela de francotiradores de la Wehrmacht para acabar con él. El duelo empezó mal para los rusos, pues Köning hirió a un comisario y destrozó la mira telescópica de uno de los compañeros de Záitsev. 

Bundesarchiv Bild 169 0526, Russland, Scharfschütze in Stellung

Bundesarchiv Bild 169 0526, Russland, Scharfschütze in Stellung

Un francotirador alemán en Stalingrado.

Wikimedia Commons

Vasili y Kulikov permanecían agachados en un cráter observando el área de ruinas que se extendía frente a ellos, tras descartar algunos escondites al fin dieron con su oponente, que se escondía bajo una plancha de hierro a nivel del suelo. Para no revelar su posición los rusos esperaron a que el sol brillara tras ellos pasado mediodía, momento en el que el destello de la mirilla confirmó la posición de Köning. Entonces Kulikov levantó su caso sobre un palo, y cuando el mayor le disparó saltó de la trinchera gritando como si le hubieran matado. El mayor, creyendo que había acabado con el enemigo, salió de detrás de su escondite, momento en el que Záitsev lo derribó de un disparo. Por la noche registraron el cadáver, llevándose su rifle y documentación como prueba de que la caza había terminado. 

Tras abatir al mayor Köning Záitsev continuó sirviendo en Stalingrado, hasta recibir un impacto de metralla en la cara durante un bombardeo alemán que lo dejó ciego. La pérdida de tan condecorado héroe habría sido un duro golpe para los soldados así que Chuikov movió algunos hilos y Záitsev fue enviado a Moscú, donde recuperó la vista gracias a una intervención del mundialmente famoso Vladimir Filatov, el mejor oftalmólogo de la Unión Soviética.

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Como parte de un pelotón de morteros Vasili terminó la guerra participando en la batalla de las Colinas de Seelow, la última derrota nazi antes del asedio de Berlín. Mortero soviético en una posición a orillas del Dniéper.

Foto: Bridgeman

Gracias a ello pudo reincorporarse de nuevo a filas como parte del gran contraataque que cambió el signo de la guerra. Ahora como comandante de de un pelotón de morteros (dado que su vista ya no era la misma que antes), combatió en la batalla de Berlín, contribuyendo así al fin de la segunda guerra mundial y el hundimiento de la Alemania Nazi.

Con la llegada de la paz Vasili decidió estudiar en la universidad de Kiev, y tras graduarse como ingeniero se convirtió en el director de una fábrica de productos textiles en Ucrania. El héroe de Stalingrado moriría el 15 de diciembre de 1991, diez días antes de la disolución de la Unión Soviética a la que había defendido en las calles bombardeadas de una ciudad a orillas del Volga.