LA UNIVERSIDAD DE PARÍS EN EL SIGLO XIII - LA RECEPCIÓN DEL ARISTOTELISMO
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II. LA RECEPCIÓN DEL ARISTOTELISMO

2. LA UNIVERSIDAD DE PARÍS EN EL SIGLO XIII

Entre los siglos X-XII, tiene lugar una revitalización educativa que se refuerza con la labor de traducción de las nuevas fuentes disponibles. Si bien la mayoría de textos era de origen pagano, determinados tratados técnicos, como los Elementos, de Euclides, tienen una buena acogida. La materia central de este nuevo saber lo ocupan las obras de Aristóteles, dada su amplitud en cuanto a los temas tratados y su gran capacidad explicativa, hasta el punto de que al de Estagira se le llama “el Filósofo”, sin más. En un primer momento, sus obras vienen precedidas por los comentarios de Avicena, que había hecho una lectura platonizante de Aristóteles. Alrededor de 1220, los comentarios de Averroes desplazan a los de Avicena en una segunda recepción de la obra aristotélica. Si bien en algunos casos Averroes va más allá de Aristóteles, sus comentarios suponen una explicación genuinamente aristotélica de los textos del Estagirita. Estos comentarios serán utilizados tanto por los maestros de artes como por los teólogos como instrumento para alcanzar una mejor y más profunda comprensión de los textos aristotélicos162. Averroes sería conocido como “el Comentador”.

Una vez que el siglo XIII se hace con los textos aristotélicos precedidos de los comentarios de Averroes, que aunque añaden ideas propias, aclaran las tesis aristotélicas, se hace evidente que hay determinadas doctrinas que chocan con la

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Vid. Noone, Timothy B., “Scholasticism”, en A Companion to Philosophy in the Middle Ages, Gracia, J. J. E.- Noone, T. B. (eds.), Blackwell Publishing Ltd., Malden (MA), 2002, p. 59.

religión cristiana. Ejemplos de esto son la tesis de la eternidad del mundo, la tesis de que el alma es la forma del cuerpo, siendo el caso que la forma no puede existir sin la materia, o la tesis de Averroes con respecto a la inmortalidad del alma individual.

Pronto se suceden las primeras reacciones a la obra aristotélica. Unos, los más conservadores, miran con recelo la nueva filosofía. Otros, más moderados, se sirven de Aristóteles para intentar conjugarlo, en la medida de lo posible, con la doctrina cristiana. Los más radicales, conocidos como “averroístas”, adoptarán el aristotelismo genuino, sin limitarse a la pura interpretación de las enseñanzas aristotélicas, y defenderán el derecho a hacer filosofía como algo independiente de la teología. Muchas de las tesis aristotélicas serían primero prohibidas y después condenadas tanto en 1270 como en 1277. Sin embargo, las autoridades eclesiásticas no consiguieron frenar el nuevo impulso que adquirió la filosofía como saber autónomo destinado a crecer en todos los ámbitos relativos al conocimiento humano.

Para mostrar estas cosas, atenderemos, en primer lugar a cómo surgen las universidades y a los principales cambios en la enseñanza que se derivan de ahí, incidiendo principalmente en la Universidad de París, cuna del averroísmo. En segundo lugar, se atenderá a la recepción que se hace de las obras aristotélicas y de las tesis de Averroes en este contexto, es decir, a las distintas posiciones doctrinales que surgen tras la recepción de las nuevas obras. Por último, se mostrará la reacción eclesiástica ante el nuevo conocimiento, incluyendo las distintas condenas y prohibiciones al aristotelismo y al averroísmo, de tal manera que se haga manifiesto el calado real que tuvo la adquisición de este nuevo saber.

a) El surgir de las Universidades: la Universidad de París.

Las universidades europeas surgen de manera gradual como respuesta a una nueva situación política, social, económica y cultural, que demanda una nueva forma de impartir, organizar y difundir el conocimiento. La dedicación a lo intelectual empieza a contemplarse como valor en sí mismo. Sin embargo, ni la sola

tenencia de obras ya existentes, aunque recién recuperadas, ni el fomento del intelectualismo como una dedicación de naturaleza elevada, habían hecho surgir antes la universidad. Por esto, en primer lugar, veremos cuál es la nueva situación que mencionamos, es decir, cuáles son las condiciones de posibilidad de esta nueva institución medieval, mostrando cómo ésta se va configurando gradualmente. Para ello, nos centraremos en la Universidad de París, modelo paradigmático de educación filosófica y, por ende, científica, atendiendo tanto a su naturaleza institucional, como a la configuración del programa de estudios o curriculum163.

Así, se mostrarán las implicaciones que esto tiene para el cambio de modelo, tanto en la difusión y estructuración del conocimiento, como para la forma de entender el conocimiento científico, que, poco a poco, irá desvinculándose de la teología.

Durante el siglo XII, Europa no sólo asiste a un proceso de difusión y adquisición masiva de conocimiento, sino también a determinadas transformaciones que propician la dedicación al nuevo saber existente y que culminan en el establecimiento de la Universidad como tal. Europa vive un momento de relativo equilibrio y de mayor seguridad. Tienen lugar varios avances en agricultura, como la implantación del sistema de tres campos o rotación trienal, para aumentar la producción, lo que, a la vez, aumenta la mano de obra necesaria para cultivar la tierra. Esto trae consigo mejoras en la alimentación y en la salud, dado que la variedad de productos que se pueden cultivar es mayor, con lo que la población aumenta. También mejora notablemente la economía y se revitaliza el comercio. Se sucede la expansión a las ciudades en busca de una vida mejor, llegando también a colonizar lugares despoblados.

También son importantes los cambios que se producen en el gobierno. Las gentes de las ciudades se consideran libres y luchan por no tener que pagar las tasas

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También la facultad de teología de la Universidad de París fue el modelo de educación teológica sobre el que se inspiró el resto, aunque no entraremos en esta cuestión en el presente estudio. Vid. Compayré, Gabriel, Abelard and the Origin and Early History of Universities, Charles Scribner’s sons, NY, 1902, pp. 201 y ss.

impuestas por los nobles. Empiezan a tomar conciencia de que tienen derechos por ciudadanía, por pertenencia a la ciudad, y de que pueden alinearse con quien les convenga para mantener su status, sean reyes, príncipes, papas o emperadores. Las ciudades se convierten, así, en centros de poder político.

Con respecto a la actividad educativa, situada, durante los siglos XI y XII, en los monasterios, va desplazándose a las escuelas catedralicias, que están ubicadas en las ciudades. Su función inicial era instruir al clero secular, pero pronto acudieron a ellas laicos que querían aprender latín, derecho, medicina o cuestiones relacionadas con la administración, entre otros. Si bien en un principio la misión de las escuelas catedralicias con respecto a los laicos era la enseñanza principalmente del latín, a través de la gramática y la retórica, poco a poco fueron añadiendo otras especialidades, fundamentalmente todo el saber disponible164. La nueva situación económica y el desarrollo del comercio posibilitan la proliferación de intercambios de dinero, por lo que la administración necesita más juristas y secretarios. El conocimiento de la lengua administrativa, el latín, así como de fundamentos administrativos, entre otros, representan la promesa de tener un buen trabajo.

En las escuelas catedralicias hubo maestros que obtuvieron fama con el tiempo, como también escuelas que adquirieron cierto renombre y, poco a poco, empezaron a llegar flujos de estudiantes de otras ciudades e incluso de otros países. Las escuelas fueron haciéndose famosas por determinadas materias. Por ejemplo, la escuela de Santa Genoveva, situada en París, era famosa especialmente por sus enseñanzas de gramática avanzada y retórica, mientras que la escuela de Chartres era conocida por sus enseñanzas en filosofía natural. De ahí también que los estudiantes, ya fuera interesados en una materia determinada, ya en un maestro, fluctuaran de una escuela a otra165. En París había nada menos que cuatro escuelas: la schola interior, una escuela monástica conectada al monasterio de Saint-Germain-

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Grant, Edward, God and Reason in the Middle Ages, Cambridge University Press, Cambridge, 2004, p. 27.

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des-Prés que, al no ser pública, no tuvo mucha influencia; la escuela catedralicia ligada a la iglesia de Notre-Dame, donde trabajó el mismo Pedro Lombardo hacia la mitad del siglo XII; la escuela pública ligada al monasterio de Santa Genoveva, ya mencionada; y la escuela de San Víctor166.

La mayoría del saber grecolatino en lo que respectaba a la filosofía tenía que ver con los escritos de los Padres de la Iglesia. Las obras de San Agustín, continuador de la tradición neoplatónica, son las de mayor influencia en el panorama intelectual de la época. La función de la razón, desde este punto de vista, consiste meramente en su capacidad para dilucidar la verdad de la fe, de origen divino. El famoso “intellige ut credas”, “crede ut intelligas” agustiniano, “entiende para creer” y “cree para entender”, donde la fe es primera y primordial. Se suceden los estudios en lógica, de la que se tenían las traducciones y comentarios de Boecio a la lógica aristotélica, pero ésta, como herramienta de la razón, también se pone al servicio de la fe. Durante el siglo XII, el ámbito intelectual asiste a una preeminencia de la lógica como disciplina, pero ésta se utiliza mayoritariamente para demostrar cuestiones de fe. Hay grandes lógicos en este momento, como Juan de Salisbury (ca. *1115-†1180) o Pedro Abelardo (*1079-†1142). El caso de éste último, sin embargo, es algo especial, porque aplica la lógica a la teología en forma de análisis proposicional. Su obra Sic et non, sentará las bases para el método más importante en la investigación medieval, la quaestio, que trataremos más adelante. Otro de los grandes autores de este tiempo, que configurará el saber medieval es Pedro Lombardo (ca. *1095-†1160). Sus Sentencias, que sistematizan y resumen los pensamientos de los Padres de la Iglesia, serán uno de los libros de texto de los estudiantes de teología en los años siguientes. Esto es, Pedro Lombardo organiza lógicamente las opiniones o sententiae de los Padres de la Iglesia.

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Pedersen, Olaf, The First Universities. Studium generale and the origins of university education in Europe, trad. de Richard North, Cambridge University Press, Cambridge, 1997, pp. 130-131.

Con respecto al ámbito de la filosofía y a su estudio, ésta se reducía, fundamentalmente, a las siete artes liberales, el trivium (gramática, retórica y lógica o dialéctica) y el quadrivium (astronomía, geometría, aritmética y música). El problema era que el material disponible no era demasiado amplio. Sin embargo, tras las caídas de Toledo y Sicilia, grandes centros del saber, empiezan a recuperarse los textos de los clásicos. Algunas obras ya estaban traducidas, pero la mayoría eran desconocidas. El mundo intelectual latino se apercibe de la existencia de materias de las que sólo conocen el nombre y se vuelcan en la labor de traducción.

Este nuevo conocimiento contenía principalmente obras de filosofía natural, lo que supone la posibilidad de avanzar en ciencia. De entre el material traducido destaca notablemente la obra de Aristóteles, cuya prosa resultaba difícil de entender para los medievales, y la de sus comentaristas, como guía para su mejor entendimiento. El mayor mérito de la filosofía aristotélica reside en la aplicación de la razón a todos los ámbitos del conocimiento. En definitiva, en el examen de la naturaleza a la luz de la razón desde un punto de vista que bien podemos calificar de científico. La actitud que se retoma con la vuelta de estos textos es la del filósofo, la del científico que se enfrenta, desde la observación, al espacio de lo contingente y, por lo tanto, al mundo. La obra de Aristóteles pone de manifiesto que se pueden establecer generalizaciones acerca de los fenómenos y provee al ámbito académico medieval de categorías para entender mejor el mundo. Esta nueva metodología pronto atrajo a los estudiantes y a los maestros europeos: con Aristóteles, podían entender la realidad a través de su propia razón.

i) La organización de la universidad como institución

Ahora bien, todo este nuevo material disponible, que generó gran entusiasmo, añadido a los cambios socioeconómicos y políticos descritos con anterioridad, requería de una organización. Las escuelas se presentan como insuficientes para dar cuenta de la ingente cantidad de nuevo conocimiento. Estos centros ya no sólo son

un mero centro educativo: hay que dilucidar el significado de las nuevas obras por la vía del intercambio de ideas167. Empieza a concebirse el trabajo intelectual como un

valor en sí mismo168. A la vez, el desarrollo constante de estudios, hace que se multipliquen los alumnos y profesores, lo que representa una dificultad añadida para las escuelas catedralicias. A esto hay que sumarle que la mayoría de estudiantes y de profesores venían de otros lugares y, así, se encontraban con que, al no tener la ciudadanía, carecían de los privilegios propios de pertenencia a la ciudad.

Los sistemas de estudios de las órdenes mendicantes, dominicos y franciscanos, dan paso al studium generale, un título otorgado como reconocimiento a la labor de determinadas escuelas que dará paso a la institución de esta comunidad como universitas169. “Generale” significa que acoge estudiantes de toda Europa. Los maestros y los estudiantes ven las ventajas de asociarse y se constituyen del mismo modo que los gremios medievales, esto es, constituyen la universitas170. Las

escuelas parisinas de Notre-Dame, San Víctor y Santa Genoveva, gozan de una gran reputación y, de ellas, surgirá la universidad parisina. Universitas es el nombre que los abogados medievales daban a las corporaciones o asociaciones de personas autogestionadas y legalmente reconocidas. La asociación en forma de universitas

provee a estudiantes y maestros de una serie de privilegios y libertades. También les permite elegir a quienes les representan judicialmente y les proporciona autonomía para establecer qué se estudia, cómo se estudia y les da una cierta autonomía legal para resolver sus asuntos internos. Asimismo, pueden decidir quién entra a formar

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Sin embargo, no todo fue entusiasmo. Le Goff señala, por ejemplo, las palabras de Esteban de Tournai (*1128-†1203), quien, en vista de las nuevas formas de enseñanza tacha a los intelectuales de “mercaderes de palabras”. Parece, sin embargo, que estas reacciones no constituyen la norma. Vid. Le Goff, Jacques, Los intelectuales en la Edad Media, traducción de Alberto L. Bixio, Gedisa, Barcelona, 1990, pp. 67-68.

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Verger, Jacques, “The Universities and Scholasticism”, en New Cambridge Medieval History, vol. 5, pp. 256-276, Cambridge Histories Online, Cambridge University Press, 2008, pp. 264-265.

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Las escuelas parisinas obtienen el título de Studium Generale en 1150, lo que supone la garantía de maestros, de la enseñanza superior y de una serie de privilegios para maestros y estudiantes.

170 La denominación universitas se aplica a cualquier tipo de asociación. Vid. Wulf, M. de, Philosophy

parte de la asociación, es decir, tienen el monopolio de la enseñanza. Uno de los derechos más importantes que otorga la pertenencia a un studium generale es que los maestros que se gradúan allí, obtienen el ius ubique docendi, es decir, la posibilidad de enseñar en cualquier lugar171. Una carta escrita en 1205 por Inocencio III se refiere a París como universitatem vestram y va dirigida a los

universis magistris et scholaribus parisiensis, aunque Pedersen señala que en los años posteriores hasta 1215, el término que se utiliza es magistri et scholares172. Por esta razón, se entiende que esta carta se refiere al conjunto de la comunidad universitaria y se acepta comúnmente que la primera referencia al studium generale

de París como universitas en tanto institución corporativa tiene lugar en 1215173. La universitas atrae a maestros y estudiantes de toda Europa y tiene un carácter móvil, de tal manera que, si consideraban que se habían vulnerado sus derechos, podían suspender las clases y cambiar de ciudad. Las autoridades reconocen la importancia y la revitalización que supone esta institución y pronto dotan a sus miembros de privilegios para evitar su pérdida. El más importante es el

status clerical. Estudiantes y profesores adquieren derechos clericales, con lo que, por ejemplo, atacar a un estudiante viajando era como atacar a un religioso. Asimismo, la potestad de juzgarles residía en tribunales eclesiásticos, más benévolos que los laicos174. En París, quien garantiza este status es el rey, Felipe II de Francia, en 1200. También el Papa, Inocencio III (pontífice entre 1198-1216), y su sucesor, Gregorio IX (pontífice entre 1227-1241, tras Honorio III), apoyan a la nueva comunidad, pese a la resistencia del canciller y del obispo de París, que tienen

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Sin embargo, dadas las características de cada universidad, en ellas se tendía más a un particularismo académico que a una libre circulación de maestros, por lo que el concepto de ius ubique docendi ha dado lugar a malinterpretaciones en la historia de las universidades europeas. Vid. Cobban, Alan B., Universities in the Middle Ages, Liverpool University Press, Liverpool, 1990, p. 3.

172

Vid. CUP, vol. 1, n. 3, p. 62 y Pedersen, Olaf, The First Universities, p. 151.

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CUP, vol. 1, nº 20, p. 78. Nótese que hablamos de la primera referencia, por lo que entendemos que la universitas ya estaba constituida.

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que ceder parte de su autoridad175. El patrocinio de la Universidad no sólo brinda privilegios a los estudiantes, sino también proporciona a la Iglesia la posibilidad de controlar y extender la ortodoxia176.

Así, alrededor del año 1200, podemos establecer la constitución de la

Universitas magistrorum et scholarium de París, que aúna a todos los estudiantes y maestros de las escuelas catedralicias en una sola corporación. Hay que incidir, sin embargo, en que es imposible fechar con exactitud la fundación de las universidades, dado que no hubo una fundación como tal, sino un surgimiento gradual177. Las fechas que suelen manejarse son, para Bolonia, 1150; París, 1200; Oxford, 1220178. Hasta 1215, la Universidad de París, como corporación, no cuenta con estatutos propios. En ellos, y tras varias insurrecciones, se recoge, por ejemplo, que, si bien es el canciller catedralicio quien otorga la licentia docendi, la habilitación de los maestros, ésta sólo se obtiene con el visto bueno y tras un examen por parte de un tribunal de maestros179.

La Universidad de París se organiza en cuatro facultades. La facultas inferior

es la facultad de artes. Tiene el status de inferior porque en ella se estudia para acceder a las facultates superiores, las de teología, derecho y medicina. La facultad de artes de la Universidad de París, cuyos maestros son, con toda probabilidad, los primeros en asociarse, se divide en cuatro naciones en función del origen de sus miembros: Francesa (que incluye España e Italia), Normanda, Anglo-Germana y

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Verger, Jacques, “The Universities and Scholasticism”, p. 259.

176

Vid. Pedro Carañana, J., “La misión de la universidad en la Edad Media: Servir a los altos estamentos y contribuir al desarrollo de las ciudades”, Nómadas, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, 34, 2, pp. 325-355 (enero-junio: 2012), p., 338.

177

Lindberg, David C., Los inicios de la ciencia occidental. La tradición científica europea en el contexto filosófico, religioso e institucional (desde el 600 a.C. hasta 1450), Paidós, Barcelona, 2002, p. 265.

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Si bien Bolonia es la primera Universidad europea, en ella se estudiaba principalmente derecho y medicina. Los casos de París y Oxford son más similares, de tradición filosófica y científica, pero nos detenemos en París por considerarlo un caso paradigmático en el que se hacen más visibles los enfrentamientos entre la tradición y las nuevas obras disponibles.

179

Robert de Courçon, legado papal, es quien establece, en una carta de agosto de 1215, la concordia y la forma de dar la licentia docendi. Vid. CUP, vol. 1, nº 20, p. 78.

Picarda180. Éstas funcionaban, asimismo, como corporaciones, y cada una tenía un

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