maya hawke
Heidi Tappis

Si me abriera un perfil en una página de contactos, diría: “Chica busca chico que le lea en la cama. Por la mañana o por la noche. Pero que le lea. Novela, teatro, poesía, ensayo...”. De niña padecí dislexia; debido a ello, cambié varias veces de colegio y mis padres me leían cada día un párrafo, una estrofa o un capítulo. Hay muchas maneras de seguir educando», dice Maya Hawke (Nueva York, 1998), hija de dos iconos de los 90, Ethan Hawke y Uma Thurman.

Ante la pregunta de cuál fue el primer libro que terminó ella sola, contesta: «Mujercitas. Por eso, cuando me ofrecieron dar vida a Jo March en la primera adaptación televisiva de la novela –para la cadena BBC–, no lo dudé y abandoné mis estudios en la escuela Juilliard para enfrentarme al reto».

Puedes observar que en sus ojos anidan los sueños. Es vivaracha, reflexiva y locuaz. Sonríe hasta con la mirada, mide las palabras con naturalidad y repite conceptos como generosidad y aprender. Rebosante de deseos artísticos, acaba de sobrepasar la veintena con las puertas del séptimo arte abiertas de par en par a su paso garboso y seguro: ha estado bajo la dirección de Quentin Tarantino en Érase una vez en... Hollywood, forma parte de la pandilla de Stranger Things, participa en un capítulo de la miniserie 'El pájaro carpintero' (junto a su padre), que se estrena el 5 de octubre en Movistar Series, está a punto de estrenar Mainstream, de Gia Coppola, y acaba de debutar en la música con su álbum Blush, un trabajo personal donde las letras –antes versos– son suyas y los arreglos los firma el compositor Jesse Harris, ganador de varios Grammy. «Soy una contadora de historias. Da igual por qué canal, es lo que siempre he querido hacer». Y es muy buena en ello.

Uno debe saber si desea actuar o ser una estrella de cine. Yo actúo por el inmenso placer que me procura, sólo por eso. La fama no es un logro. Me parece peligroso convertirla en un objetivo

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Heidi Tappis

¿La música juega un papel esencial en tu vida?

Se ha convertido en un medio para expresar unos sentimientos que nadie a mi alrededor pareció entender en su momento. Lo que me encanta de las canciones es que nos permiten viajar emocionalmente a través del tiempo. La música aporta belleza a los momentos más felices de la vida y también a los más trágicos. Y le otorga a nuestra existencia algo parecido a una narrativa.

¿Este álbum de debut expresa quién eres?

En muchos de los temas principales hay algo de mí. Publicarlo viene de un deseo loco, si no patológico, de compartir mi felicidad, mis inquietudes... con el resto del mundo. Es un acto de comunicación. Una colección de mensajes secretos a la gente más importante de mi vida. Este disco ha ocurrido de manera accidental, previo a los meses de confinamiento. Jesse, íntimo de mi padre, y yo empezamos a trabajar juntos sin tener un plan trazado.

¿De quién has heredado esta pasión musical?

Siempre he escrito poesía. Ya de niña, sentada en el sofá mientras mi padre cantaba viejas canciones populares de Hank Williams, Townes Van Zandt o Johnny Cash, trataba de poner música a mis textos. Así crecí. No tenía una habilidad especial, ni un don para el ritmo ni la voz más melódica. Lo que sí poseía, y conservo, era una enorme pasión por la poesía. Y, en los tiempos que corren, la mejor forma de comunicarla e interpretarla es a través de la música.

Confiesa: ¿con qué canción te desmelenas si te apuntas a una sesión de karaoke?

Con la estupenda Dolly Parton y su Islands in The Stream (y rompe a tararear): «That is what we are... Sail away with me...».

¿Y en una pista de baile?

Con Say My Name, de Destiny’s Child.

Antes de que tú te percataras, ¿tus padres ya eran conscientes de la magnitud de tu talento?

De niña, de lo que más disfrutaba en el mundo era de ir a los platós con ellos, sentarme tras los monitores con los auriculares puestos y observar cómo repetían las mismas escenas una y otra vez mientras yo me comía mis Oreo. Mi padre supo que yo me dedicaría a este oficio cuando, con 9 años, me quedé 12 horas seguidas, entusiasmada, a verlo ensayar obras de Chéjov y Shakespeare.

He notado que hablas mucho del lenguaje. ¿Por qué es tan imporante?

Porque, como sociedad, no podemos olvidar el buen cuidado de la palabra. Todo empieza con ella. Sea cual sea el descubrimiento que intente transformar a la humanidad hoy por hoy, nunca será tan revolucionario como la manera de enseñar a razonar, a reflexionar, a imaginar y a pensar con criterio, con ética y con responsabilidad social a través de la palabra. Y qué duda cabe de que esa grandeza reside en los libros, la lectura y el lenguaje.

Un campo que tú también controlas con cada rodaje.

Exacto. Para mí, interpretar es como encontrar una toma de tierra, un cable de conexión por el que expresarme.

«Esta crisis supone un peligro, pero también nos presenta la oportunidad de conseguir un mundo mejor. Para aprovecharla, debemos apostar por la educación y por el afecto por la humanidad»

¿Sientes que estás viviendo un momento profesional dulce?

Aún es pronto para que yo experimente algún tipo de renacimiento artístico. Además, tuve la suerte de crecer en un hogar que no daba importancia a las cosas materiales; lo que importaba era la vida en sí. Sin artificios. Que fueras tú misma quien descubriera las cosas y les dieras el valor que se merecen en función del esfuerzo empleado en el camino.

Estás a punto de estrenar la cuarta temporada de Stranger Things. ¿Cómo es meterse en la piel de Robin?

Una auténtica aventura. Es una chica alternativa, punzante y divertida. Gay, independiente y extremadamente segura de sí misma. Al igual que me sucede a mí, necesita medir la pulsión emocional de cada situación.

¿Qué papel de la historia del cine te hubiese gustado para ti?

(No duda ni un segundo). Faye Dunaway en Bonnie y Clyde.

Pues, siguiendo la estela de Bonnie, ¿qué es lo más peligroso que has hecho?

Tirarme a la piscina sin agua. Por ahora, metafóricamente. Voy adonde las emociones me llevan. Cuando tu mundo se basa en los halagos, tienes un problema. Por eso mi casa es Nueva York: aquí vivimos un romance con el fracaso. Puedes medir bien lo que haces y cómo lo haces. La gente te machaca y tú sabes que has sido fiel a ti misma. En Los Ángeles hay una relación de amor con el éxito.

¿Hay que tener algo especialmente claro en un oficio como el tuyo?

Uno debe saber si desea actuar o ser una estrella de cine. Para mí, la celebridad no tiene sentido. Yo soy actriz porque actuar me procura un inmenso placer, simplemente por eso. La popularidad no es un logro, y convertirla en un objetivo me parece peligroso. Oigo a muchos niños decir que quieren ser famosos, y pienso: «Ser famoso no es nada. ¿Qué quieres ser, científico, escritor, piloto?».

¿Te arrepientes de algo hasta hoy?

No. La reacción tras un error es corregirlo y hacerlo bien la vez siguiente. Si no fuese por ellos, no existiría el deseo de mejorar.

Sin duda. Creo que hay ocasiones en las que el fracaso puede convertirse en el comienzo de una etapa más positiva.

Claro, aunque, mientras eso se produce, no lo parece en absoluto. ¿Sabes que el ideograma chino que expresa el concepto de crisis está compuesto por dos símbolos? Por el de peligro y el de oportunidad. Eso es exactamente una crisis: quien está en crisis se encuentra en peligro, pero también está delante de una oportunidad.

Tenemos ahora la de conseguir un mundo mejor. ¿Cómo?

Apostando por la educación y el afecto por la humanidad.

¿Cuáles son los valores que más aprecias en la gente?

La decencia y la amabilidad.

¿Cómo te relacionas con el término activista, tan utilizado a lo largo de este último año?

Es una palabra que me da un poco de miedo porque ser activista requiere estar por encima de muchas cosas, tener un punto de elevación sobre los demás. E implica una ligera simplicidad en el mensaje, según como se trate este. La gente espera una cierta pureza y, también, nobleza, como si fueras una santa que le canta las verdades al poder. Y lo que yo busco es que la realidad me abrume y abrir una vía de diálogo. Ahí es donde empieza el cambio.

Ahora mismo tu generación forma parte de la conversación. Estáis recuperando la conciencia social y la magnitud de vuestras voces no tiene límite.

Somos la generación más joven, una a la que los políticos le están fallando. Aun así, es verdad que algunas voces están siendo escuchadas. Poseen integridad y un compromiso férreo y son menos rebeldes y más tolerantes e inclusivas. Sin embargo, hay momentos en los que esto va en nuestra contra: la edad y el respeto todavía van de la mano, así que se nos sigue tratando con cierta superioridad moral y con un lenguaje poco accesible. Queremos compartir experiencias, pero rechazamos las imposiciones.

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Heidi Tappis

¿Es peligroso que exista una visión única de las cosas?

Sí. Cuando la gente no está a favor de que tú opines, quiere despojarte de lo que eres, propones y defiendes. Resulta difícil debatir con una actitud así. Parece que todo el mundo debe mantener la misma postura y no sacar nunca los pies del tiesto.

¿Te agobia la situación de incertidumbre en la que nos encontramos?

¿A ti no? Me agobia, así. Tal vez sea porque nosotros hemos crecido en plena recesión económica, en un mundo azotado por el terrorismo, con índices de paro galapontes y una sensación apocalíptica provocada por el cambio climático. Puede que este cóctel nos haga ser más realistas. Y por eso ya no nos callamos nada.

Los tiempos están cambiando, cantaba Bob Dylan.

Y no sé hacia dónde nos llevarán. La vida es un dibujo confeccionado a base de puntitos, y en pocas ocasiones se nos presenta la oportunidad de unirlos todos. Andamos en la veintena, se supone que deberíamos estar divirtiéndonos, averiguando quiénes somos y en qué creemos. Pero, en lugar de eso, tenemos que preocuparnos porque nuestro planeta se muere, hay una pandemia, estamos viviendo un presente terrible... y nuestro presidente horrible.

«Si tu mundo se basa en los halagos, tienes un problema. Por eso mi casa es Nueva York: aquí vivimos un romance con el fracaso. La gente te machaca y tú sabes que has sido fiel a ti misma. En Los Ángeles hay una relación de amor con el éxito»

¿Crees que es posible entender los discursos de odio?

No.

¿Pero deberíamos intentarlo?

No. Es muy problemático poner en el mismo nivel dos cosas que no son iguales. Estados Unidos es maravilloso en muchos aspectos. Me parece atractivo el optimismo de este país, pero puede ser algo naíf.

Trump juega con la ignorancia, la ira y la decepción ajenas. Y sabe cómo hacerlo, se dirige al lado oscuro de la gente. ¿Qué pasará cuando tenga un

mal día de verdad? ¿Qué herencia va a dejarnos?

¿Tienes algún miedo?

A la ignorancia. El peligro de Trump es que le gusta jugar con la ignorancia ajena, con la ira y con la decepción de los ciudadanos. Y, además, sabe cómo hacerlo. Carece de empatía humana. Se dirige al lado oscuro de la gente. ¿Qué pasará cuando tenga un mal día de verdad? ¿Cuál será la herencia que recibamos tras la era post-Trump, con todo lo que está ocurriendo ahora? Creo que el daño será enorme y que durará mucho tiempo. Hay algo feísimo en la política de hoy en día. Hay algo vil en el aire, una permisividad hacia la misoginia y el racismo. Sus bases están encendidas y son miserables. Me preocupa.

Mejor no pensarlo y quedarse con que vivimos en un mundo lleno de historias buenas dentro de tanta ruindad.

Sin duda, y, además, esas historias dan forma a nuestra existencia. La literatura, la música, la interpretación... son historias. Son lo que somos, y pienso que la gente que aprueba y organiza ciertas políticas debería tomar clases de narrativa.

Ayúdame a terminar la frase, por favor: El mundo es de...

La naturaleza. Se nos olvida que somos una especie más en convivencia, no los dueños. Hay tramos en mis canciones que te harán sentirlo. El virus somos nosotros. Impactamos masivamente en los ecosistemas hasta dañar a los demás seres vivos e incluso a nosotros mismos.

Y, ya que hablamos de la Tierra y sus tesoros, ¿qué disco te llevarías a una isla desierta?

Desire, de Bob Dylan. Tienes que incluir a Dylan en tu vida para todo, es el mejor trovador de historias y maestro del lenguaje. Empecemos de verdad a cuidar la palabra.