En vísperas de su cumpleaños número 30, el prometedor autor teatral Jonathan Larson se encontraba en un punto crucial de su carrera. Sin dinero, frustrado, encarando presiones sociales y artísticas, y forcejeando con su propio proceso creativo, Larson luchaba por terminar su primer musical, Superbia. Pero ésta era apenas la primera y compleja parada en su camino rumbo a revolucionar Broadway años más tarde con Rent, una obra que le cambió la vida a muchas personas, incluyendo a Lin-Manuel Miranda quien inspirado por el trabajo de Larson y su habilidad para plasmar experiencias personales y contemporáneas en el teatro, comenzó a desarrollar “In the Heights”. Ese agradecimiento y amor de Miranda se aprecia en su debut como director adaptando “Tick Tick Boom!”, musical autobiográfico pre-Rent de Larson.

Con mucho ingenio, Miranda y su guionista Steven Levenson (ganador del Tony por “Dear Evan Hansen”) ejecutan la complicada adaptación de una obra que debutó como un “monólogo de rock” y, tras la muerte de Larson, se convirtió en un pequeño musical con un elenco de tres personas. Aquí toman elementos de las dos presentaciones teatrales de “Tick Tick Boom!” para crear una especie de recreación meta que sirve para envolver los eventos del filme. La edición combina ambos formatos con dinamismo pero no siempre con efectividad, pues algunos números musicales no encajan con el ritmo e intención en turno. 

La película es casi una carrera contra el tiempo. Larson (Andrew Garfield) necesita terminar su obra Superbia para presentarla a productores. Mientras intenta encontrar la última pieza musical que le dé alas a su trabajo sin sacrificar su voz para apantallar a las personas con el poder adquisitivo para llevarlo a Broadway, Larson forcejea con su proceso creativo, sus problemas económicos y un empleo estresante en una cafetería al tiempo que la presión comienza a crear fracturas en su relación con su novia Susan (Alexandra Shipp) y su mejor amigo Michael (Robin de Jesús).

En el centro de “Tick Tick Boom!” se encuentra la insistencia por hacer lo que amas a pesar de los rechazos y la opresión de un sistema económico que intenta seducirte con hacer algo sencillo pero vacío con tal de alcanzar la comodidad. La historia plasma magistralmente esta profunda ansiedad que muchos sentimos de llegar a los 30 años sin sentirte útil, sin haber dejado un legado o sin alcanzar tus metas artísticas. A pesar del dolor reconocible y familiar que habita en el aire del filme, también existe una esperanza alentadora a no rendirse, a seguir intentando, a seguir escribiendo, cantando, pintando, bailando o lo que sea sin importar que la cultura no te haga sentir bienvenida o bienvenido. Si de alguna forma has atravesado por una situación similar, el mensaje te pegará fuerte.

En más de una entrevista, Andrew Garfield (“The Eyes of Tammy Faye”) ha relatado sus amargas experiencias y realizaciones en torno al haber trabajado en películas que merman el arte a favor de intereses meramente económicos. Y el personaje de Larson en “Tick Tick Boom” encaja muy bien con esas sensibilidades, pues en él existe una severa preocupación por sucumbir ante la creación de un arte plástico y deshonesto que no haga nada por elevar el medio o dejarle algún valor a la sociedad. Por ello, la actuación de Garfield posee una emotividad auténtica que captura el complejo entretejido de frustración, tentación, confianza y amor al arte por el que atraviesa un ser a punto de entrar en la madurez. En sus ojos vemos un brillo de creatividad y ambición, y en su voz escuchamos el entusiasmo por hacer arte y la melancolía derivada de la asfixia que atraviesa su espíritu artístico. 

El filme también explora la manera en cómo nuestros lazos de amor y amistad pueden debilitarse o desaparecer cuando no existe una afinidad de metas entre las partes involucradas. Alexandra Shipp (“Love, Simon”) interpreta con corazón y acertividad a Susan, una mujer que está por emprender un rumbo profesional distinto al de Larson, quien desesperadamente intenta evitar la aceptación de lo inevitable. La química entre Garfield y Shipp permite encumbrar este elemento.

La relación de mejores amigos entre Michael y Larson es uno de los arcos más fuertes de “Tick Tick Boom!”. Ambos son artistas, pero uno de ellos ha decidido tomar una ruta ajena a su arte. Aquí, Robin de Jesús (“Los chicos de la banda”) hace un fenomenal trabajo plasmando la dualidad de Michael: por un lado transmite la calidez de un amigo y soporte, y por el otro, es la fuerza realista que le abre los ojos a Larson. Pensar en Michael es pensar en el fracaso artístico de su carrera y la estabilidad económica que eso podría conllevar. Y rodeando este hilo se encuentra el contexto histórico de 1990, la pandemia de SIDA tan ignorada y escondida por la administración de Reagan. Larson abordaría esto con fuerza en Rent pero aquí, Miranda nos muestra las primeras semillas conceptuales.

Y en medio de todas sus temáticas,“Tick Tick Boom!” invita a aprovechar el tiempo que nos queda en una vida que puede ser corta. Es un filme amoroso determinado a celebrar a los soñadores y a agradecer a un genio que no tuvo el privilegio de ver cómo su obra ayudaba a darle forma a millones de sueños.

“Tick, Tick… Boom!” ya se encuentra disponible en Netflix.