Cultura

Ter: "Nadie va a ser más machista porque un ‘youtuber’ haga un contenido machista"

Hablamos con la 'youtuber' española que ha descifrado la idiosincrasia 'millennial', que nos regala una clase magistral sobre alta y baja cultura. Esta arquitecta madrileña ha puesto patas arriba todo lo que dábamos por hecho y ha alumbrado múltiples teorías sobre los iconos y los referentes que definen la actualidad. Acaba de publicar su primer libro, 'El poemario de las famosas'.

Ter.

D.R.

Apenas lleva ocho meses con su canal en YouTube y su iconoclasia pop ha seducido a una fiel corte de suscriptores. La comunidad ‘terdashian’, como se autodenomina su base de fans, ha florecido alrededor de los vídeos con los que Ter (Madrid, 1990) ha astillado las vitrinas sagradas del conocimiento occidental. Arquitecta por la Universidad Politécnica de Madrid y escritora, acaba de publicar ‘El poemario de las famosas’. Su actividad divulgadora se ha extendido además a la televisión, como colaboradora de ‘El Intermedio’ (La Sexta), y ha participado en eventos como el TEDxVitoria/Gasteiz o ElOtroYouTube en Fundación Telefónica. Ni Picasso ni García Márquez se libran de arder en la pira de esta enemiga declarada del esnobismo cultural. En la punta de su singular pirámide del conocimiento se encuentran Kim Kardashian, Selena Gomez o Kanye West; pero despachar su universo intelectual mediante un brochazo de nombres propios sería algo simplista. Para conocer bien a Ter se necesita una conversación que dure toda una mañana. Y eso es lo que hicimos.

GQ: Llevas ocho meses de actividad en YouTube y quienes te siguen celebran la existencia de una voz formada que defiende la dignidad de la cultura del entretenimiento. ¿Por qué debemos restaurar su prestigio? Ter: Cuando empecé a prestar más atención al mundo del entretenimiento y la cultura pop, dejó de tener sentido la separación clásica entre alta y baja cultura. Fue entonces cuando el límite entre lo erudito y lo popular empezó a desvanecerse. Para mí la lujuria, las traiciones y los amores que cuenta la 'Ilíada' son equivalentes a muchas historias contemporáneas. El fin original de mi canal no era reivindicativo, sino más ilustrativo. En realidad, lo que pretendía era ser capaz de explicar esas cosas que nadie me había contado y que he descubierto por mí misma. A mí en el colegio me hablaban de 'La Odisea', de Marcel Proust, de Pablo Picasso o de Gabriel García Márquez. Pero nunca me dijeron por qué Paris Hilton es importante para el mundo. He estado años hilando discursos en mi cabeza y me he dado cuenta de que los mismos argumentos que sirven para explicar por qué Le Corbusier es relevante se pueden aplicar a Kim Kardashian.

GQ: ¿De qué manera?
Ter: No puedo resumirlo en una frase porque todo mi canal va precisamente de esto. De la misma manera que no soy capaz de explicar por qué Marcel Proust es importante en una sola idea, tampoco puedo hacer lo mismo con Kim Kardashian. Son hitos, personas que han cambiado el mundo, cada uno en su campo. Por eso subo vídeos, para justificar estas ideas a través de diferentes enfoques.

GQ: Acabas de presentar tu libro, 'El poemario de las famosas'. ¿De qué trata y por qué decides publicarlo?
Ter: Lo escribí en 2015 por un arrebato que me dio. Es autobiográfico y establece unos paralelismos entre la vida de las famosas y la mía propia. Es un poemario que no rima y que cuenta una historia unida a través de varios poemas. Originalmente era bastante pesimista, pero tras revisarlo y ordenarlo ha variado y ha resultado ser muy optimista.

'El poemario de las famosas'.

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GQ: En tus vídeos muestras una actitud muy beligerante contra el esnobismo cultural. ¿Por qué los puristas son tan nocivos?
Ter: Realmente no tendrían por qué ser tan tóxicos. El problema es que siempre han sido las mismas personas las que me han explicado el mundo. Solo he conocido un punto de vista y me siento engañada. El 97% de los libros que tengo en mi casa están escritos por hombres, blancos y ricos. Siempre son señores importantes que cuentan por qué otros señores son importantes. Y hasta hace poco lo tenía bastante normalizado, pero un día haces clic y te das cuenta de que hay muchas más cosas. Esto no significa que yo desprecie a esos prohombres, pues caería en su mismo juego, simplemente reivindico la existencia de otras voces.

GQ: Eso es precisamente lo que algún ‘hater’ ha criticado de ti en esa fosa séptica que son los comentarios de YouTube. ¿Los lees todos?
Ter: Aquí tengo dos teorías. Por un lado puedo entender que alguien me critique porque tal vez he tocado su fibra sensible o porque he hablado mal de algún referente que forma parte de sus pilares vitales. Pero por otro lado creo que hay gente que tiene mucha ira y frustración en su interior y que necesita canalizar eso de alguna manera. Y lo cierto es que esto último es algo con lo que me identifico, pues muchas veces consumo contenidos que detesto simplemente para recrearme en lo mucho que odio algo. Solo para desfogarme. Lo que nunca hago es cruzar la barrera de dejar un comentario negativo a alguien, porque ahí entra en juego la empatía del espectador y entiendo que al otro lado de la pantalla hay alguien que va a leerlo. Todo esto tiene que ver con la termodinámica, con la idea de que la energía ni se crea ni se destruye. El odio no lo generas tú, simplemente se mueve en una dirección u otra. Y me parece muy válido que la gente odie cosas, pero yo no dejaría un comentario doloroso a nadie.

GQ: Si hablamos de amar u odiar tenemos que mencionar a Picasso, a quien has puesto de vuelta y media en tu canal por “misógino y maltratador”. Frente a él, en tu universo encontramos a un icono feminista tal vez no muy reconocido, Kris Jenner, 'momager' de Rob, Khloé, Kourtney y Kim Kardashian y de Kendall y Kylie Jenner.
Ter: Kris Jenner creó una cosa de la nada y eso ya me parece muy llamativo. Normalmente nadie crea algo de la nada, siempre se parte de algo. Básicamente creó un negocio con su familia, sobre la parte que interesaba de su familia. En ese imperio no hay ninguna figura masculina determinante porque se trata de un matriarcado que algún autor ya lo ha comparado con el de las hermanas Brontë. Frente a la energía y el poder que tienen las mujeres en esa familia, los hombres no están a la altura. No son ellos los que mandan, y eso es muy raro. No sé si el formato de 'Keeping up with the Kardashians' (KUWTK) es feminista o no, pero ellas sí que lo son. En este punto debo mencionar el videoclip ‘Sorry’ de Justin Bieber, en el que un grupo de mujeres geniales se divierte sin necesidad de ser un reclamo sexual. No es un vídeo con Justin Bieber y sus 'cachorras', él ni aparece.

GQ: ¿Y qué hay del yerno de Kris Jenner? ¿Qué importancia tiene Kanye West como referente artístico y estético en el siglo XXI? En uno de tus vídeos lo calificas de "mesías". Ter: Total. Kanye West fue uno de los primeros en reivindicar una estética que había sido ignorada durante décadas. Sus desfiles son buena prueba de ello porque tienen imágenes muy poderosas y necesarias sobre la belleza afroamericana. Hay un posicionamiento claro. Pero en el ámbito político también: fue el primero que se atrevió a decir en 2006 que George W. Bush era racista y todo el mundo se le echó encima porque nadie podía concebir que el presidente de los Estados Unidos fuera eso. Además, todo el mundo asumía que el racismo era algo que estaba más que superado. Él, no obstante, ayudó a entender que Bush era racista y que básicamente todos lo somos. No podemos vivir al margen de una estructura que está diseñada así: todos somos racistas porque vivimos en una sociedad racista. Y Kanye West ayudó a visibilizar que las luchas sociales están íntimamente relacionadas. Al fin y al cabo, cuando hablamos de racismo, homofobia o clasismo estamos hablando de lo mismo. En el plano artístico, el talento de Kanye West es apabullante. Su único problema es que no sabe expresarse fuera de los ámbitos que domina. En las entrevistas, por ejemplo, construye frases largas y muy mal hiladas. Por eso todo lo que dice resulta enrevesado y retorcido y mucha gente lo tacha de narcisista o pesado. Él sabe comunicar a través de la música y la estética.

GQ: Hay quien asegura que las personas con cierta notoriedad pública, ya sea poca o mucha, tienen una responsabilidad sobre lo que dicen, piensan o hacen. ¿Estás de acuerdo? Ter: En absoluto. No tienen ninguna responsabilidad ni moral ni ética ni intelectual ni de ningún tipo. La educación de una persona es un deber de sus padres o sus tutores legales, e incluso llega un momento en que tampoco es cosa de ellos. A todos nos han contado milongas y todos hemos recibido la misma educación machista, clasista y racista. El daño ya está hecho, así que somos nosotros mismos quienes debemos interesarnos por lo que queremos. Nadie va a ser más machista porque un ‘youtuber’ haga un contenido machista. Ese ‘youtuber’ no es el culpable del machismo en el mundo, sino un reflejo de la sociedad en que vive. Es obvio que va a haber ‘youtubers’ machistas puesto que vivimos en una sociedad machista. Así que no, los famosos no tienen ninguna responsabilidad porque ahí entra en juego la inteligencia del espectador.

GQ: Dices en tus vídeos que internet te ha formado en muchos aspectos. ¿En qué medida crees que ha condicionado la naturaleza de la generación 'millennial'?
Ter: Internet es donde confluyen todos los libros, las películas, las canciones y el resto de las expresiones culturales. Si una persona tenía una duda en 1317, ¿qué hacía? Pues probablemente se moría sin saber si había más países, quién era ese señor feudal o qué era lo que había dentro del mar. Si yo tengo una duda ahora mismo recurro a internet y la resuelvo, lo que inevitablemente me genera más preguntas porque sé que todo lo que ahora no sé podré llegar a saberlo. De manera natural internet nos ha hecho más curiosos, por eso la mayoría de lo que sé se lo debo a internet. Originalmente la red de redes era una plataforma, pero es que ahora es mucho más. Es la vida. Es como una extensión de nosotros mismos porque conforma nuestra mente, nuestro lenguaje, nuestra realidad.

Ter.

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GQ: El año que viene se cumplen 100 de la publicación del 'Manifiesto dadaísta' de Tristan Tzara y en él se cita lo siguiente: “Hay un trabajo destructivo y negativo por cumplir. Barrer y asear. La limpieza del individuo se afirmará después del estado de locura”. Un siglo después, ¿qué queda por barrer y asear? ¿Hay algo que debamos desterrar ya del ámbito de la cultura?
Ter: Por supuesto. El clasismo en la cultura, la idea de que algo así no puede ser accesible a todo el mundo. Antes los fotógrafos eran gente que compraba una cámara de fotos y solo se dedicaban a ello. Y ahora se desprecia que todo el mundo pueda hacer fotos con la cámara de un móvil. ¡Pero eso está bien! No me atrevo a decir que lo contrario sea algo negativo, pero sin duda es aburrido y limitador. Acuñemos el concepto de Señor, que creo que nos puede servir para explicar esto. Un Señor es alguien que, independientemente de su edad o su sexo, siempre cree tener razón y no se cuestiona nada porque ya se ha posicionado. Yo también he sido un Señor en ciertos momentos de mi vida y conozco a muchos Señores de mi edad. Hay Señores que lo son a veces y Señores que lo son para siempre.

GQ: ¿Un Señor es alguien que nunca cambia de opinión?
Ter: Exacto. Cuando citamos a Oscar Wilde, que es la persona más citada del mundo, me pregunto si estaría de acuerdo con aquello que hoy ponemos en su boca. ¿Y si ya no pensara eso que dijo? El otro día me recordaron una frase que dije hace unos meses, era un 'statement' sobre el maquillaje. Y yo pensé, ¿en serio he dicho yo eso? Porque ahora mismo creo todo lo contrario. Es cierto que da mucho miedo cambiar de opinión porque entonces es difícil aferrarse a algo. Además, ¿qué pueden esperar los demás de ti si cada día dices algo diferente? Pero lo cierto es que vivo en internet y cada día me entero de una cosa nueva, así que creo que es inevitable cambiar de opinión.

GQ: Hace dos semanas Antonio Navalón decía en El País que “no existe constancia de que ellos [los ‘millennials’] hayan nacido y crecido con los valores del civismo y la responsabilidad. Hasta este momento, salvo en sus preferencias tecnológicas, no se identifican con ninguna aspiración política o social”. ¿Qué opinas?
Ter: Creo que este señor no se ha enterado de nada. Precisamente nuestra generación es la más empática y más consciente respecto a lo que está ocurriendo en el mundo. Todos estamos conectados todo el rato y a todos los niveles, lo que hace que estemos más unidos y vinculados. Cuando no tenía redes sociales creía que todo el mundo era como mi clase del colegio. Y de repente se abre una ventana a través de la cual descubres que hay muchísima gente diferente y superinteresante. Es más, si no nos identificásemos con ninguna aspiración política o social no se explicaría la creciente concienciación sobre el feminismo y otras causas.

GQ: ¿En qué consiste ese proceso de concienciación?
Ter: El fenómeno de hermandad y sororidad que está ocurriendo en internet ahora mismo es maravilloso. Todo parte del feminismo, que es un movimiento que quiere hacer consciente a la mujer de su situación de opresión frente al hombre para liberarla y empoderarla. Y una consecuencia de esa lucha es la equidad, que no la igualdad. Si cambias en esa definición la palabra “mujer oprimida por el hombre” por “personas racializadas oprimidas por los blancos” o “personas con neurodivergencias oprimidas por personas neurotípicas” o “personas pobres oprimidas por personas ricas”, todo es lo mismo. Estamos haciendo clic y estamos relacionando unas cosas con otras. Y todo esto tiene que ver con la existencia de una generación más empática y unida gracias a las redes sociales e internet.

GQ: En torno a esos conceptos ha surgido un coro de voces que denuncia una dictadura de la corrección política en internet. ¿Es cierto que la libertad de expresión está amenazada o se trata de una excusa para poder seguir diciendo disparates?
Ter: Curiosamente la mayoría de quienes dicen que ahora nos ofendemos con mucha facilidad suelen ser hombres blancos, heterosexuales, cisgéneros y de clase media. Desde esa posición, qué sencillo es decir que la gente se ofende con facilidad. Si el mundo está construido a tu medida, ¿por qué te ibas a molestar? No es que la gente se ofenda más ahora, sino que somos más conscientes de que podemos cuestionar lo que estaba normalizado. Si yo digo una cosa y molesta a un colectivo oprimido, es posible que lo haya hecho desde una posición de privilegio. Por ejemplo, el colectivo transgénero, que lleva siendo oprimido toda la vida. Sin embargo, si yo critico a Gabriel García Márquez y ofendo a sus fans, pues sinceramente me da lo mismo porque es la norma, lo que está bien visto, algo de lo que nos han hablado en el colegio y en los medios de comunicación toda la vida. Esa es la gran diferencia.