La ‘Suspiria’ de Luca Guadagnino lleva levantando polémica desde su estreno en el Festival de Venecia. ¡Qué digo! Lo lleva haciendo desde el mismo momento en que salió a la luz el proyecto. Cuando alguien se mete con una obra maestra de la historia del cine todos los cinéfilos sacamos las uñas, preparados para defender el objeto sagrado. Más aún, cuando el remake no llega solo para sacar un rédito comercial, reactualizando un antiguo éxito, sino por parte de un autor que, suponemos, va a plantear algo nuevo.

El pasado 4 de diciembre la película se presentó en la sede de la Academia de Cine. Tras la proyección, los críticos de cine Jordi Costa, Yago García y Desirée de Fez, junto con la productora Sandra Hermida, analizaron la película de Guadagnino. Divididos, como debe ser, el debate de estos cuatro expertos nos sirve para explicar y comprender mejor todas las dudas y reflexiones que engendra la propuesta de terror del italiano. Si tu tampoco has entendido bien el final o no has pillado todas las referencias históricas y políticas que esconde la película, atento a estas explicaciones. Sobra decir que este artículo contiene spoilers a diestro y siniesto a partir de YA.

Política, historia y feminismo

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Lo primero que se dijo de la 'Suspiria' de Guadagnino, que dura casi una hora más que la de Argento, es la ampliación de su contexto histórico. Ambas están situadas en el Berlín de 1977. Sin embargo, mientras la original situaba su academia en medio del bosque, reforzando el tono de cuento de hadas que tenía el relato, Guadagnino coloca la suya en el centro de la ciudad, frente al muro y en pleno apogeo de los atentados juveniles de extrema izquierda de 'Der Baader Meinhof Komplex' (en español, 'Fracción del Ejercito Rojo'). Para Sandra Hermida, "la ampliación del contexto histórico esta plagada de reivindicaciones contraculturales de carácter primordialmente feminista". De nuevo, según la productora, "no podemos olvidar que estos grupos estaban primordialmente liderados por mujeres. Especialmente, por la periodista Ulrike Meinhof". Como apunta la productora: "el personaje de Chloe Grace-Moretz, la primera víctima de las brujas, interesada en la toma de conciencia política fuera de la academia de danza, guarda una similitud con Meinhof que no puede ser casual".

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Chloë Grace Moretz en ’Suspiria’
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Getty Images
Ulrike Meinhof

Aunque el tema del pasado nazi ya estaba, según Jordi Costa, apuntado en la de Argento a través de las localizaciones, en la de Guadagnino esa culpa de una generación por el pasado nazi se hace explícita en el personaje del psicólogo. Toda esa generación culpable contra la que se rebelaba Meinhof y compañía parece estar directamente relacionada con las brujas. El ejemplo más claro es cuando estas hacen recordar al psicólogo, directa o indirectamente culpable de la muerte de su mujer, su pasado. El espejismo fruto del embrujo es nada más y nada menos que Jessica Harper, la protagonista de la primera película, pero es solo eso, una ilusión. Tal y como apunta Sandra Hermida, "esto se explicita cuando las brujas deshacen la fantasía y secuestran al psicólogo gritándole furiosas -No hiciste nada, sabías lo que estaba pasando y dejaste que muriera-".

En la idea de crear un efecto espejo entre el grupo Baader Meinhof y las brujas incide, recuerda Costa, "en que las llamadas 'brujas' históricamente siempre han sido un movimiento contracultural feminista". Como completa Hermida, "a lo largo de la historia han sido las mujeres independientes, las abortistas, las liberadas, las que eran tachadas de brujas". De esta forma, al igual que el terrorismo del Otoño Alemán surgió de la culpa del nazismo, en la película de Guadagnino se refleja como son las brujas las mujeres encargadas de manejar y administrar la culpa de los hombres. Como si las brujas siempre hubiesen estado ahí para ello. Por eso, sigue Costa, "la idea del feminismo en esta película es atrevido y radical, no es de cara a la galería".

Aquí llegamos a un punto fundamental de la diferencia con la antigua y de por qué el final es tan diferente, "en esta película las brujas son buenas" recuerda Jordi Costa. Ahondaremos en ello al tratar el final.

Danza

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Sandra Hermida apunta a un grupo contracultural de finales de los sesenta llamado 'Conspiración internacional de las mujeres del infierno'. "Un grupo femenino que proponía la liberación feminista a través de las artes escénicas, las teatrales, la danza y el cine, pregonando la liberación sexual, y cuyo lema era -somos brujas, somos mujeres, somos liberación, somos nosotras-". De esta forma, al contrario que en la de Argento, en la que apenas se baila y cuyo registro pertenecía más bien al ballet clásico, aquí la danza contemporánea se utiliza como un recurso fundamental de la narración y de la lectura de la película. La danza en la 'Suspiria' de Guadagnino es forma y contenido.

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El dispositivo de baile de la película es tremendamente complejo y esta plagado de referencias que ayudan a comprender el registro en el que se mueve la película. Hermida apunta a Carlos Castaneda y sus bailes basados en lo espasmódico, en los que el movimiento de uno podía contagiar al de todo un grupo. Costa recuerda la frase de un crítico musical sobre Michael Jackson acerca de que, "al contrario que la creencia clásica de que la danza es un movimiento en continuidad en el espacio, Jackson parecía hacer cortes de montaje con su cuerpo". Así se reflejan los bailes de esta nueva 'Suspiria', mediante bruscos y rápidos cortes de montaje que acompañan a los movimientos espasmódicos y retorcidos de sus protagonistas. Yago García recuerda que el coreógrafo francés encargado del baile en la película, Damien Jalet, "hizo una performance en el Louvre titulada 'Las medusas'. Solo por el título ya podemos apuntar que la dirección de esa actuación y la de 'Suspiria' guardan similitudes". Recuerda, además, que "el coreógrafo citaba en una entrevista a una colega de los años treinta, muy perseguida por los nazis, llamada Mary Whitman cuya obra más recordada se titula 'La danza de las brujas' o 'La danza del maleficio'".

Es decir, la película aborda la danza como elemento esencial porque en él apoya toda la expresión de feminismo, contraculturalidad, magia y brujería que necesita. La danza como transformación y conexión de los cuerpos es precisamente la base de la que todos coinciden en tildar de "la escena más dura de toda la película", el baile conectado con la sala de los espejos en donde una bailarina se deforma con los movimientos del personaje de Dakota Johnson. Por si no fuera poco con el parecido, según Jordi Costa, de Tilda Swinton con la célebre coreógrafa Pina Bausch, Desirée de Fez resalta "que la escena más terrorífica de la cinta se base en el baile, en la danza, refleja en sí misma la importancia fundamental que ha ganado el baile en esta nueva versión de la historia".

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Estética

Si por algo es famosa la 'Suspiria' de Dario Argento es por su estética. Como bien definía Jordi Costa, "la obra de Argento es 'el Expresionismo Alemán a todo color'. Sin embargo, la estética de la de Guadagnino es más monocromática, apagada, tirando a ocre, resaltando la textura, el tacto y el feísmo". Todos estos elementos llevaron a los oradores a pensar en el cine del padre y principal exponente del Nuevo Cine Alemán, Rainer Werner Fassbinder. Desirée de Fez afirma que "Guadagnino se aleja estéticamente de la película de Argento y se va a fassbinder, pero también, de cierta manera, a Andrzej Zulawski". Para Costa, el polaco era "más histérico" y prosigue: "pero veo decisiones de estilo que en un primer momento son desconcertantes pero que van sirviendo al discurso y acaban funcionando. Una de las cosas que más me deslumbran de la original es el color. Esta rebaja todo el color, todo es ocre y textura de Fassbinder, textura fea y melancólica para trabajar a partir de ella". Yago García señala la importancia del terrorismo alemán en este cine: "genera mucho cine, películas de Volker Schlöndorff o de Fassbinder como ‘La tercera generación’ (1979). En ellas, el Nuevo Cine Alemán apuesta mucho por lo sucio y por lo sórdido, ese es el eslabón perdido de la puesta en escena de Guadagnino".

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Mia Goth y Dakote Johnson en ’Suspiria’ (2018)

Esto nos lleva a los setenta, época de las películas que están saliendo a colación y en las que Yago García también ve otra referencia: "A mi me remite al cine italiano de los 70, como la escena del salón de los espejos con la 'Salo' de Pasolini, otra película sobre el sufrimiento, la tortura y la degradación en salones de espejo. La visita del psicólogo a su casa me recuerda mucho también a la última etapa de Visconti, combinando el naturalismo con un enorme formalismo, como en ‘Confidencias’. Son marcas que identifican los 70".

A su vez, los cuatro coinciden en catalogar a la película como terror, pese al runrún que, desde su inicio se dio en decir que no cumplía del todo con lo esperado del género. Como bien dice Jordi Costa: "No es un terror de sustos, es del tipo que se infiltra poco a poco en tu cuerpo, de sensación. Como en la de Argento pero de forma distinta, Guadagnino también intenta crear terror a través de la forma y de la atmósfera. Por un lado está el montaje, todos los sueños son juegos de montaje muy elegantes. Además, la cámara recorre los espacios y desliga la voz de la actriz que la emite, igual no aparece en imagen quien habla hasta el final de un plano en continuidad larguísimo en un rincón. La película consigue crear un mal rollo que se te infiltra".

Final

Llegamos al punto clave. Entendidos y repasados ya todos los puntos, referencias y herencias artísticas de la película de Guadagnino...¿Qué pasa al final? La película está dividida, como se anuncia al inicio, en 6 capítulos y un epílogo, por lo que podríamos hablar de dos finales. Hablemos primero del final del capítulo 6, si habéis visto la película seguro que no se os ha olvidado. Si no la habéis visto y venís deseosos de spoilers... ahí van.

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Mientras que en la original la joven Susie Bannion descubría un aquelarre de brujas y conseguía acabar con la líder, aquí resulta que la propia joven interpretada por Dakota Jonshon es la madre de las brujas original y todopoderosa. Mata a la líder del matriarcado de brujas, pero solo para hacerse ella con el poder. Mientras que alucinamos con semejante plot twist, la imagen se tiñe por complejo de rojo, se ralentiza, suena la música, vuelan entrañas y explotan cabezas. ¿Cómo no va a dividir una escena así?

Como bien reflexiona Jordi Costa al respecto de algo así: "Me gusta que los artistas hagan cosas que no me gustan. Que tomen decisiones que no tengo por qué entender. Últimamente estamos dejando de ser espectadores y nos estamos convirtiendo en clientes con grandes sagas que lo acentúan hechas para satisfacernos. Que un artista haga algo que no pueda comprender me encanta. Ese aquelarre que cambia la forma me parece fenomenal. Es mejor que notar un esfuerzo de agradarte como espectador en exceso. Es un resultado que te obliga a trabajar como espectador".

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Sussie Bannion y esta Madre Suspiria son lo mismo...

Coinciden en que esta gran escena final es, también y a su modo, otra escena de baile, cumbre de la feminidad, la maternidad y el matriarcado que representa el complejo de brujas. García lo tilda incluso de subgénero: "se asemeja al torture porn porque se deléita, lo mismo que el giallo, en el sufrimiento de las víctimas. Da igual lo que les hagas, siempre tienen un poco mas de aguante para que el director les haga sufrir un poquito más". Para Hermida la escena roza casi el softporn. García corrige: "Softporn con vísceras al aire, eso podría ser un género nuevo".

Como bien explica García, "mientras que la original era un cuento de hadas sobre una joven que descubre lo podrido que está el mundo de los adultos, esta es la historia de una toma de conciencia política". Sin embargo, el reinado de la nueva Madre Suspiria Dakota Johnson/Sussie Bannion se hace por la fuerza, arrasando con el liderazgo democrático que tenían antes las brujas y en el que tanto insiste la película. Una maldad que nos es apuntada continuamente durante los flashbacks que muestran la complicada relación de la protagonista con su madre. Una progenitora tremendamente religiosa cuyo odio por su hija no era, como descubrimos al final, infundado.

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Jessica Harper en ’Suspiria’ (2018)

Es entonces cuando llegamos al epílogo. Hemos visto como las compañeras torturadas de Susie le piden la muerte y esta se la concede. No sabemos si el personaje casi decapitado de Tilda Swinton llega a revivir o no pero sí podemos ver como será el reinado de la nueva Madre Suspiria (madre suspiriorum). La joven visita al psicólogo en su casa, le cuenta como murió su mujer y, después, le borra todos los recuerdos dolorosos. Un recuerdo que, como apunta el plano final, solo queda en las huellas físicas, como ese corazón dibujado en el muro. Es decir, el papel de las brujas como la organización femenina que maneja la culpa de los hombres, esa contra la que reaccionó el terrorismo de Meinhof, cambia bajo la nueva líder. La madre bruja de Dakota Johnson perdona y, sobre todo, creé en el olvido como solución. Es, por así decirlo, buena y piadosa con el dolor de la gente y su reacción a la culpa es aliviarla, cumpliendo los deseos que le piden. Sin embargo, una bruja no puede ser "buena". Como ese corazón pintado en la pared, la historia y los hechos no pueden cambiarse y olvidarlos puede ser peligroso. Esperaremos a la secuela.

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Rafael Sánchez Casademont

Rafael es experto en cine, series y videojuegos. Lo suyo es el cine clásico y de autor, aunque no se pierda una de Marvel o el éxito del momento en Netflix por deformación profesional. También tiene su lado friki, como prueba su especialización en el anime, el k-pop y todo lo relacionado con la cultura asiática.

Por generación, a veces le toca escribir de éxitos musicales del momento, desde Bizarrap hasta Blackpink. Incluso tiene su lado erótico, pero limitado, lamentablemente, a seleccionarnos lo mejor de series y películas eróticas. Pero no se limita ahí, ya que también le gusta escribir de gastronomía, viajes, humor y memes.

Tras 5 años escribiendo en Fotogramas y Esquire lo cierto es que ya ha hecho un poco de todo, desde entrevistas a estrellas internacionales hasta presentaciones de móviles o catas de aceite, insectos y, sí, con suerte, vino. 

Se formó en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Murcia. Después siguió en la Universidad Carlos III de Madrid con un Máster en Investigación en Medios de Comunicación. Además de comenzar un doctorado sobre la representación sexual en el cine de autor (que nunca acabó), también estudió un Master en crítica de cine, tanto en la ECAM como en la Escuela de Escritores. Antes, se curtió escribiendo en el blog Cinealacarbonara, siguió en medios como Amanecemetropolis, Culturamas o Revista Magnolia, y le dedicó todos sus esfuerzos a Revista Mutaciones desde su fundación. 

Llegó a Hearst en 2018 años y logró hacerse un hueco en las redacciones de Fotogramas y Esquire, con las que sigue escribiendo de todo lo que le gusta y le mandan (a menudo coincide). Su buen o mal gusto (según se mire) le llevó también a meterse en el mundo de la gastronomía y los videojuegos. Vamos, que le gusta entretenerse.