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En el año 2020, la película ‘El padre’ se coló por sorpresa entre las candidatas a las principales categorías de los Oscar de Hollywood, y se terminó llevando las estatuillas al Mejor Actor (para Anthony Hopkins) y al Mejor Guion Adaptado. Este último premio fue compartido por el tándem de dramaturgos y cineastas formado por el británico Christopher Hampton y el galo Florian Zeller, quien además dirigió la película. Ahora, en ‘The Son’, Hampton y Zeller repiten la jugada llevando a la pantalla una nueva obra teatral del francés, ni más ni menos que una precuela de ‘El padre’. Los ingredientes del menú fílmico se repiten: actuaciones espectaculares, un guion que indaga en la universalidad de los temas explorados, y un astuto juego en torno al punto de vista desde el cual se cuenta la historia. Y sería extraño que el resultado final no fuera el mismo: las nominaciones al Oscar resuenan en el horizonte de una película que, aferrada a las coordenadas del cine popular, interpela con fuerza a la conciencia y el corazón del espectador.

‘The Son’ cuenta la historia de Peter (Hugh Jackman), un hombre que reparte su tiempo entre su exitoso trabajo como asesor político y el cuidado de dos hijos, uno recién nacido –fruto de su relación con una joven mujer interpretada por Vanessa Kirby– y el otro ya adolescente, Nicholas (Zen McGrath). El espectador encuentra a Peter en el cenit de la realización personal y profesional, sin embargo, a los pocos minutos de película, la felicidad del protagonista se empieza a resquebrajar cuando recibe la visita de su exmujer, Kate (Laura Dern), quien le comunica que Nicholas lleva un mes sin asistir al colegio. Se inicia entonces una cadena de repetidos intentos, por parte de los padres, de averiguar qué es lo que le ocurre al melancólico adolescente, a quien vemos en su habitación rodeados de pósteres y máximas de Arthur Rimbaud. A partir de esta premisa, Zeller construye un denso drama familiar que se asienta sobre un funcional trabajo de puesta en escena y sobre unas interpretaciones eficaces.

hugh jackman the son
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A nadie le sorprenderá que Laura Dern borde sus apariciones como una madre que, todavía afectada por el trauma de su divorcio, se descubre incapaz de comprender el malestar de su hijo. Menos habitual es encontrar al australiano Hugh Jackman en un papel tan exigido como el de Peter, quien intenta zafarse de las heridas provocadas por un padre ausente (Anthony Hopkins) entregándose en cuerpo y alma al cuidado de su hijo adolescente. Sin embargo, la tarea no resulta fácil, sobre todo cuando ni siquiera el propio joven parece comprender el origen de su aflicción. Con el paso de los minutos, el espectador acaba advirtiendo que el centro gravitacional de ‘The Son’ lo conforma un estudio de los problemas de salud mental que afectan a la juventud actual, una cuestión que la terrible experiencia colectiva de la pandemia de Covid ha convertido en un tema candente. En este sentido, ‘The Son’ cuenta con precedentes dentro del propio Hollywood, de la fogosidad de ‘Inocencia interrumpida’ a la frialdad quirúrgica de ‘La tormenta de hielo’, aunque este crítico se quedaría con la delicadeza y comicidad con la que Wes Anderson ha abordado la melancolía juvenil.

Por su parte, guiado por el deseo de no simplificar el tema, Zeller decide afrontar los problemas de salud mental en la juventud desde una perspectiva relativamente exterior. A diferencia de lo que ocurría en ‘El padre’, donde la película parecía contarse desde el punto de vista del protagonista –un hombre que empezaba a perder el contacto con la realidad–, ‘The Son’ busca un punto de vista distanciado, sin que el espectador pueda penetrar en el drama interior del joven Nicholas. Esta estrategia permite a Zeller abrir un terrorífico agujero negro en la película, que seguramente hace justicia a la magnitud del drama representado. Sin embargo, la decisión de convertir la depresión del joven en un territorio impenetrable también genera problemas en el film, y no solo por el desequilibrio en el retrato de los diferentes personajes, sino también por la sensación de que la película trata al espectador del mismo modo en que el chico enfermo intenta engañar a sus padres, ocultándoles su situación. Así toma forma un planteamiento dramatúrgico sagaz y arriesgado, que busca despertar la conciencia del espectador y que permite a todos los actores y actrices de la función brillar a gran altura.