Ron da error (2021)

Cinta de animación que aunque lanzada bajo el paraguas de Disney, fue desarrollada por la antigua Fox y se estrena bajo el sello de 20^th Century Studios. Tiene una premisa tecnológica de partida interesante, pero que no se sabe explotar convenientemente, tal vez por la bisoñez del trío de directores, Jean-Philippe Vine, Sarah Smith y Octavio E. Rodriguez, solo la segunda tiene un largometraje en su haber, la simpática Arthur Christmas: Operación Regalo. De todos modos no es la primera vez que una película animada maneja elementos informáticos en su trama, ha ocurrido por ejemplo en ¡Rompe Ralph! y su secuela Ralph rompe internet, o en la reciente Los Mitchell contra las máquinas.

Una empresa tipo Apple lanza con una espectacular presentación el dispositivo-asistente que todo niño querría tener, porque se supone que conoce a la perfección los gustos de su dueño, creando fuertes lazos de amistad. De modo que todos los niños de la clase de Barney tienen uno. Pero él, que ya de por sí tiene problemas para hacer amigos, no. Su friqui familia –el padre viudo y la abuela, de origen ruso– no se dan cuenta de sus deseos, ni siquiera el día de su cumpleaños. Pero “in extremis” tratarán de comprarle uno a último hora, pero agotado el producto, solo logran hacerse con un aparato defectuoso. El caso es que Ron, dentro de su mal funcionamiento, demuestra tener personalidad propia, pues actúa de un modo nada estandarizado, de modo que se convierte en un auténtico amigo de Barney.

La película tiene una correcta animación 3D, que no inventa la pólvora pero que es resultona. Y su trama pivota alrededor de las críticas a las grandes corporaciones tecnológicas, y a los lazos sobre los que se construye la amistad. Sus intenciones son estupendas, pero falta algo de coherencia en el desarrollo e incluso contradicciones palmarias, como si se quisiera nadar y guardar la ropa. O sea, critiquemos a las empresas de Silicon Valley, pero no demasiado, que todos usamos aparatitos y buscamos reconocimiento social en las redes. Y en fin, quizá se queda algo retrasada en la idea de que hay compañías malvadas que quieren recopilar nuestros datos para vendernos cosas, porque eso es lo que están haciendo absolutamente todas; en cualquier caso es un mensaje que los niños no percibirán, y que en el caso de los adultos es como lluvia que cae sobre mojado. Por otra parte, tampoco hay nitidez al sugerir que un chaval puede ser amigo de una máquina, lo que teniendo en cuentan que hay tantos chavales pegados todo el día a la pantalla, podría no ser el mensaje más oportuno, lo que se trata de compensar con los amigos humanos.

En el capítulo argumental y creativo, lo más conseguido es el desarrollo del personaje de Ron, que en el fondo va en la línea de frikis, geniecillos o autistas de los que no se puede adivinar el modo particularísimo con que razonan. La amistad de Ron con Barney da pie a muchos gags, sobre todo en el modo en que el dispositivo trata de complacer a su dueño,por ejemplo buscándole amigos literalmente para él y trayéndolos al cole, aunque ello suponga llevar al patio a un macarra total o a una abuelita asustada.