La pasión innata de Renata Notni - Rolling Stone en Español
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La pasión innata de Renata Notni

La actriz mexicana no ha hecho sino sumar logros desde sus inicios a mediados de los 2000. Ahora, a casi 20 años de su debut en la pantalla chica, las ansias por continuar creciendo y mejorando no se detienen

Fotografía y dirección: Khristio @khristio

enero 23, 2024

Renata Notni inició el 2024 rodeada de festejos; después de Navidad y Año Nuevo, en el segundo día de enero, celebra su nacimiento. “Al principio no me gustaba, pero ahora ya como que le agarré la onda”, dice sobre cumplir años justo después de una época en la que —entre tanta fiesta y regalos— las celebraciones personales corren el riesgo de pasar a un segundo plano. “Siento que es como un cambio de ciclo en general. Es un nuevo año, nueva edad, energía nueva al 100 %. Entonces ya aprendí a verle el lado bueno”. Esta energía renovada que le llega con cada vuelta al sol es la que la llevó a tener un 2023 repleto de éxitos, en donde las nuevas producciones, algunos trabajos de modelaje, y su debut como host en los Premios ROLLING STONE en Español le permitieron tachar varios ítems de su lista de sueños por cumplir.

Aquella lista no ha parado de crecer desde le marcó su primer ‘check’ con su debut actoral a mediados de los 2000 cuando, sin esperarlo, quedó seleccionada para hacer el papel de Andrea Garza en la popular telenovela juvenil Código Postal. Para ese entonces, una Renata de 12 años, a pesar de su corta edad, ya llevaba tiempo teniendo clara cuál era su vocación. “Yo era la típica que de chiquita estaba en las obras de teatro y en las pastorelas de la escuela; el Día de las Madres era la protagonista del show musical que hacían para las mamás”, recuerda.

De niña amaba ver e imitar los personajes retratados por actrices juveniles como Lindsay Lohan y Hilary Duff en películas infantiles, y aunque de más chica tuvo un efímero acercamiento a la televisión, no fue sino hasta su preadolescencia que emprendió este camino sin regreso.

En lugar de tomar clases de piano o ballet, Renata le pidió a su madre, Liliana, que la apuntara a clases de actuación, comenzando así su formación en el Centro de Educación Artística de Televisa (CEA). Solo bastaron seis meses para que llegara su primer casting, y con este, su primera actuación en la televisión mexicana.

Sus primeras oportunidades en TV

A Renata le agrada rememorar cómo fue su audición para Código Postal, puesto que allí aprendió una de las lecciones que continúa teniendo presente luego de casi dos décadas. Por su nula experiencia en producciones televisivas y al ver que competía contra otras grandes estrellas infantiles del momento, pensó que no tenía chance de ser elegida. La sorpresa fue enorme cuando recibió la llamada en la que le informaban que se había quedado con uno de los papeles. “Si es para ti, va a ser para ti. Y así fue”, sostiene, señalando que en varios momentos de su vida, en los que se ha sentido insegura de la competencia en un casting, ha recordado cómo se ganó un lugar en una telenovela contra todo pronóstico, teniendo tan solo 12 años.

Sus primeros rodajes también los recuerda con bastante cariño, teniendo en cuenta que actuar había sido una de sus pasiones más grandes “desde que tenía uso de razón”. Veía los sets de grabación como un parque de diversiones en el que se encontraba con responsabilidades que debía asumir para que su trabajo de ensueño perdurara en el tiempo. “Eso también me hizo volverme muy disciplinada antes de una edad normal, porque sí, yo estaba jugando, pero al mismo tiempo tenía que tener mucha disciplina. Entonces sí me hizo madurar en muchos sentidos a temprana edad”, reflexiona.


“Como actriz buscas que un personaje no se parezca al personaje anterior. Ese es un reto que tenemos como actores, quieres que cada proyecto y cada personaje tenga su propia vida y su propia energía”.


Es bien sabido que, a lo largo de la historia del cine y la televisión, ya sea en Hollywood o en las industrias locales de otros países distintos a EE.UU., los niños y niñas que comienzan sus carreras actorales desde muy pequeños son propensos a terminar expuestos a ambientes tóxicos, difíciles de lidiar sin el acompañamiento adecuado. Este no fue el caso de Renata, y se lo atribuye a su madre. “Mi mamá fue la que me ayudó mucho a no perder mi vida personal en ese momento tan importante que es la adolescencia o la preadolescencia”, cuenta. Liliana hizo todo lo que pudo para que su hija continuara teniendo una vida normal, en la medida de lo posible, manteniendo un balance entre su educación, su vida social y su trabajo. Cuando los rodajes comenzaron a interferir más con la escuela, la actriz ya era un poco más mayor y tuvo que terminar la preparatoria abierta.

Luego de ser Andrea en Código Postal, frente a ella se abrieron las puertas para formar parte de los elencos de Un gancho al corazón, La fuerza del destino y Amorcito corazón, esta última siendo una de las primeras producciones en las que participó como protagonista juvenil. Su trabajo en estas telenovelas fue la antesala de otro de los más grandes hitos de su carrera, pues, después de ganar el primer personaje de su vida y de haber conseguido su primer protagónico juvenil, ahora seguía su debut en un papel estelar. 

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Renata tenía apenas 18 años cuando en Amor de barrio encarnó a Paloma, una joven de clase trabajadora que ansiaba salir adelante con su carrera de leyes, pero que, entre otras cosas, deseaba encontrar el amor. “Ya cuando eres protagonista, la responsabilidad es completamente distinta, ya sientes un peso más grande en tus hombros”, afirma sobre la mayor diferencia que pudo percibir una vez pasó de hacer papeles secundarios o de jóvenes a llevar la bandera de un proyecto entero. “Obviamente también tiene sus pros y sus contras. Sus pros son que el crédito ya va mucho más hacia ti, tienes oportunidad de exprimir mucho más tus personajes porque tienes muchas más escenas y mucha más historia. Y los contras, que no me gusta decir ‘contras’, son que estás ahí a full time y 100 % metida en el proyecto”. Los horarios eran más intensos y las grabaciones mucho más prolongadas, tanto así que en ocasiones llegaba a olvidarse de su vida personal.

Antes, cuando era más chica y era su madre quien estaba allí para ayudarle a no desviarse del camino, a Renata le era más sencillo conservar el balance entre los diferentes aspectos que conformaban su vida. Desde su preadolescencia tuvo presente el límite entre trabajo y ocio, pero una vez comenzó a tomar más decisiones profesionales por cuenta propia, aquella división se hizo cada vez más difusa. Cuando menos lo notó, ya habían pasado cuatro años en los que trabajó sin descanso, y sin dejar al menos una ventana para pasar tiempo de calidad con su círculo más cercano.

“Me fui del otro lado, al extremo”, reflexiona. “Hasta ahí fue donde dije, ‘No, no, espérate. Necesito tener un balance’. Y ahí empecé, yo solita, a volver a agarrar este carril y decir, ‘Okay, terminando cada proyecto me voy a tomar un tiempo para hacer un viaje o me voy a tomar un tiempo para mí, para mi familia’”. A raíz de esta experiencia también aprendió a tomar mejores decisiones en cuanto a la elección de sus papeles en series, películas y telenovelas.


“Actuar es como si pudieras vivir muchas vidas alternas en una sola. Te abre la mentalidad en muchos sentidos. Tienes también la oportunidad de mandar mensajes o dejar huellas en la sociedad”.


Renata, con piel de camaleón

Ahora, gracias a su experiencia y el estatus que ha ido ganando como actriz, ha alcanzado un punto en el que tiene la libertad de elegir los proyectos en los que de verdad quiere involucrarse, ya sea porque implican un nuevo reto para su carrera, o porque sabe que dejará huella a través de esas interpretaciones. Bajo esta filosofía, ha aceptado formar parte de producciones de distinto corte, como La venganza de las Juanas o El Dragón, dos de las series que más ha disfrutado grabar en los últimos años.

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“Yo he estado 100 % convencida de hacerlos”, dice sobre sus trabajos más recientes. “Me siento orgullosa porque son proyectos en los que hice caso a mi intuición. Desde que los leí, dije, ‘Conecto con este personaje, me gusta la historia, y quiero hacerlo’. Han sido proyectos que me han retado también porque como actriz buscas que un personaje no se parezca o no tenga nada que ver al personaje anterior. Ese es un reto que tenemos como actores; quieres que cada proyecto y cada personaje tenga su propia vida y su propia energía”.

En ese sentido, Juana Valentina de La venganza de las Juanas, Adela Cruz de El Dragón y más recientemente Lolita de Zorro han sido personajes que la han sacado de su zona de confort y le han permitido explorar los diferentes matices de su rango actoral. Por eso se enorgullece tanto de su serie más reciente, donde encarna a una mujer que sabe lo que quiere y lucha por conseguirlo. Este es el tipo de representación del que desea ser partícipe, en donde la norma no es una doncella que espera ser rescatada por un caballero, sino una guerrera que sabe pelear con sus propias manos.

Aparte de este tipo de historias que borran estereotipos y cambian paradigmas, en un futuro le gustaría llegar a aceptar un papel tan desafiante y exigente como el de Charlize Theron en Monster, es decir, uno que requiera una transformación física e incluso emocional. Pero, por lo pronto, está en busca de proyectos que le posibiliten continuar superando retos y que sumen, aun cuando estos no sean los más grandes o comerciales.


“En estos momentos de locura, lo mejor es mantener la calma, respirar y pensar con la cabeza fría porque si piensas con la cabeza caliente, no resuelves y no lo logras”.


Eso sí, una constante en sus procesos artísticos es la necesidad de actuar desde un lugar responsable y real, ya sea que se trate del personaje más bondadoso de la historia o bien, que represente al villano que le hace imposible la vida a los demás. “Sí, me parece que los malos siempre se divierten más en las historias. Lloran y sufren menos”, opina al preguntarle si disfruta darle vida a papeles antagónicos, los cuales no abundan mucho en su filmografía. De estos, el más destacado es el que preparó para la primera temporada de Yo quisiera, una serie juvenil española en la que actuó junto a Lucía Gil y Christian Sánchez, y que hizo casi para la misma época de Amor de barrio.

Desde allí ha desarrollado un gusto por los villanos “reales” que tengan trasfondos complejos en lugar de ser predecibles y estar llenos de clichés. Pero transmitir su naturaleza no siempre es fácil, por lo que ha comprendido que la clave para conseguirlo está en justificar las acciones y personalidades de este tipo de personajes, incluso cuando no se sienta tan identificada con ellos. Esa, para Renata, es una de las cosas más divertidas que conlleva su oficio. “Es como si pudieras vivir muchas vidas alternas en una sola”, observa. “Es algo que ningún otro trabajo te da la oportunidad de hacer o de experimentar. Es teletransportarte a distintas épocas, cuerpos, formas de ver la vida. Te abre la mentalidad en muchos sentidos. Tienes también la oportunidad de mandar mensajes o dejar huellas en la sociedad. Híjole, son muchas cosas las que me gustan de ser actriz”.

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Si la industria evoluciona, Renata lo hace a la par

Uno de los cambios más significativos que Renata ha podido notar en la industria —tras haber estado dentro de ella por tantos años— es la transición entre las telenovelas tradicionales y las series limitadas en la era del streaming. Bajo su percepción, las telenovelas son la base de las historias que se narran hoy en día en distintos formatos, pues siempre habrá audiencias que amen el melodrama y las historias de amor, aunque aclara que tanto las preferencias de contenido del público como las suyas se han ido transformando.

En ese orden de ideas, elogia la evolución que ha tenido la televisión de habla hispana en la última década, ya que ha dejado de ser un mercado aislado para conquistar países que antes eran difíciles de alcanzar. “Creo que las plataformas hoy por hoy nos dan la oportunidad de romper y traspasar fronteras, de llegar y ser vistos por lugares del mundo en donde antes no tenían ni idea que existías, y de abrir tu mente. Es una gran manera de conocer otras culturas y otros puntos de vista”, destaca nombrando fenómenos mundiales como El juego del calamar o La casa de papel que traspasaron fronteras sin importar su idioma original. “Creo que también es una gran oportunidad para los creadores de contenido y para los actores de explotar este momento”, añade.


“Voy muy bien, estoy muy contenta con los logros que he tenido, pero tengo muchas metas y muchos sueños más por cumplir”.


Este boom también se ha intensificado por el poder que tienen las redes sociales, el cual, empleado de forma consciente y responsable, puede ser una herramienta maravillosa. En su caso, en su calidad de figura pública, le agrada el hecho de mantener un contacto más cercano con las personas que siguen y admiran su trabajo. Es en la marcha donde ha aprendido a separar lo que quiere compartirle a sus millones de seguidores y lo que protege del ojo público, que en ocasiones puede llegar a ser demasiado crítico y rozar en el ‘hate’.

“Creo que también tienes que estar consciente de que, si hay algo que tú compartes, es porque estás abriendo la puerta para que la gente opine y se meta”, considera sin minimizar el peso de las palabras de odio que pueden recibir quienes se exponen constantemente a las redes. Para su fortuna, la comunidad que le sigue se ha construido alrededor de la admiración y del respeto, así que han sido muy pocas las veces en las que ha recibido comentarios ofensivos en sus publicaciones.

En un medio donde suelen reinar las apariencias, Renata a su vez agradece la posibilidad de un día estar compartiendo una fotografía bastante producida, y al día siguiente subir una publicación en donde se le vea en pijama y sin una gota de maquillaje. Para ella es crucial “mantener la realidad” y comprender que lo que se ve en redes sociales es una ilusión, dado que sus usuarios —ella incluida— suelen compartir “las partes bonitas” de sus vidas. “Siempre uno muestra las fotos bonitas o lo que uno quiere inspirar, pero eso no quiere decir que la vida sea así y que todo es color de rosa”, dice.

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Renata Notni, anfitriona de los Premios RSEE

En octubre del año pasado, Renata fue la anfitriona de la edición inaugural de los Premios ROLLING STONE en Español, una celebración de la industria cultural y del entretenimiento de habla hispana. Su responsabilidad, al igual que la presión que sentía, era enorme porque tenía el compromiso de ser la guía en una noche inolvidable, que al mismo tiempo marcaría su debut como host en un programa entero en directo.

En la alfombra roja se mostraba entusiasmada y aunque en su breve charla con la presentadora Lety Sahagún manifestó no sentirse nerviosa aún, la ansiedad aumentaba progresivamente a medida que se acercaba la hora cero. “Admiro y respeto profundamente a las personas que hacen programas en vivo porque qué adrenalina y qué locura todo lo que pasa atrás, el público no tiene ni idea”, comenta.


“[Las] cosas que más trabajo me costaron hacer son de las que más orgullosa me siento, porque nadie sabe lo que yo sentí cuando lo estaba haciendo”.


Antes de salir al aire, la actriz hizo su tarea y estudió a cabalidad los perfiles de las personas —nominadas e invitadas— para que se sintieran presentadas “como se merecen”. También adaptó el guion a sus palabras para que se acoplaran a su estilo y energía, esto con el fin de que sus partes no se sintieran actuadas. Una vez inició la ceremonia, Renata lució perfecta en la pantalla, y dominó sus líneas sin mayor problema. Lo que ocurrió detrás de cámaras, lo guardaremos para conservar la magia de la televisión.

“Aprendí a mantener la calma”, dice sobre las lecciones que le dejó esta experiencia. “Aprendí que si te ‘histerizas’ [sic] no resuelves nada. Que en estos momentos de locura lo mejor es mantener la calma, respirar y pensar con la cabeza fría, porque si piensas con la cabeza caliente no resuelves y no lo logras”.

Apreciando el presente y ansiando el futuro

Gracias al hecho de haber comenzado a actuar desde pequeña, ha trabajado en telenovelas, en series de televisión, en producciones cinematográficas e incluso en teatro, formatos que aunque guardan ciertas similitudes, conllevan exigencias diferentes. Esta es la diversidad que la nutre y le da las bases para mejorar las habilidades que debe entrenar con frecuencia, como la buena memoria y la capacidad de improvisación. “Yo soy fiel creyente de que en este trabajo tienes que seguirte preparando todos los días y seguirte manteniendo fresca”, sostiene. “Hoy por hoy sigo haciendo muchísimos workshops de actuación. Me gusta mantenerme todo el tiempo preparándome, y con la mente fresca”.

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En este punto, se siente contenta con el estado actual de su carrera, y no duda que aún le falta mucho camino por recorrer, pero por lo pronto y mientras continúa formándose, aplaude los logros que ha alcanzado hasta el momento, porque de no hacerlo, “luego se nos olvida en esta carrera de la vida”. “Nos cuesta trabajo voltear, ver lo que hemos logrado y darnos la palmadita en la espalda”, piensa.

Tampoco se deja enceguecer por el reconocimiento internacional y recalca que está en un proceso constante de crecimiento para ser una mejor actriz día tras día. “Voy muy bien, estoy muy contenta con los logros que he tenido, pero tengo muchas metas y muchos sueños más por cumplir”, afirma. En sus planes también está conservar su autenticidad y recordar siempre de dónde viene, de modo que, cuando tiene la oportunidad, regresa a sus raíces en compañía de sus seres queridos. Esto la ayuda a calibrar su vida y adquirir nuevas perspectivas sobre lo que realmente importa para su futuro, no solo como actriz, sino como persona.

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Quizás una de sus mejores cualidades —además de su talento frente a las cámaras y de su elocuencia— es su valentía para afrontar los cambios; a pesar de sentir temor ante lo desconocido, no permite que esta emoción la paralice. Gracias a esto, dice ella, ha podido tomar las mejores decisiones que en los últimos años la han impulsado hacia la cima. “Esas cosas que más trabajo me costaron son de las que más orgullosa me siento, porque nadie sabe lo que yo sentí cuando lo estaba haciendo”, agrega. A la par, se siente sumamente agradecida con su madre por haberle permitido perseguir esta pasión que viene prácticamente de nacimiento, y que tuvo la oportunidad de manifestarse en ella desde su niñez.

Si se cree en la suerte, podría decirse que Renata la tuvo al haber podido dedicar su vida a la profesión de sus sueños, pero no se debe obviar el hecho de que está donde está como fruto de su propio esfuerzo. Hoy en día, cuando está en un set de grabación, continúa recordándose a sí misma por qué está allí parada y es en esos momentos cuando puede decir con convicción: “Estoy 100 % segura de que no me equivoqué”.

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