Todo lo que hay que ver en el País Vaco en cuatro o cinco días

Los "must" de Euskadi

Todo lo que hay que ver en el País Vaco en cuatro o cinco días

Ciudades, pueblos con encanto, ermitas marineras, hayedos mágicos y balcones al infinito seducen al viajero en su viaje a través de las tres provincias vascas.

Peine del Viento
Foto: Adobe Stock

Todo viaje por el País Vasco bascula entre un litoral de playas, rías y calas recónditas dominadas por miradores y ermitas solitarias, y un interior con valles, bosques y cuevas, escenarios de muchas leyendas. Esta comunidad autónoma del norte de la Península, encajada entre Cantabria y Francia, divide su territorio entre las provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Capturar toda su esencia en un primer viaje puede parecer un ejercicio de inocente optimismo, pero no si se siguen estas once coordenadas imprescindibles del País Vasco.

 

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1. ciudad de BILBAO: necesario punto de partida para conocer el País vasco

El paseo por Bilbao invita caminar desde su Casco Viejo lleno de curiosidades a los renovados barrios de Abando e Indautxu de su ría, donde el pasado industrial ha sido felizmente superado y se extiende la cara más vanguardistas de la ciudad. La capital vizcaína destaca por su estimulante vida cultural, liderada por la agenda del icónico Museo Guggenheim, y por atractivas propuestas culinarias, tanto en restaurantes de toda la vida como en fogones de chefs rompedores.

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Su recogido casco antiguo, lleno de rincones que descubrir y formado por estrechas calles, atesora huellas de su pasado medieval en museos, iglesias y palacetes. La Plaza Nueva, diseñada en 1786 en estilo neoclásico, es una de las más icónicas de la ciudad. Entre las visitas fundamentales se halla la Catedral de Santiago, que empezó su construcción en 1397 y cuenta con 11 capillas, vidrieras y un claustro gótico. También merecen una visita la Basílica de Begoña, patrona de la ciudad, y la Iglesia de San Antón, esta junto a la ría, con cimientos que se remontan al siglo XIII. En cuanto a los museos hay que mencionar el interesante Arqueológico, alojado en un palacete. Asimismo, los viajeros que lleguen a Bilbao en tren pueden admirar su Estación, uno de los ejemplos bilbaínos de arquitectura belle époque.

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Puente de Zubizuri
Foto: iStock

Al sur de la Alameda de Recalde se llega al Azkuna Zentroa, un viejo almacén de vino que renació de la mano del diseñador Phillipe Starck convertido en un moderno centro cultural. Por otro lado, los 13 puentes que cruzan la ría de Bilbao son asimismo joyas arquitectónicas que se descubren mientras se visita la ciudad. Destacan el de Puente de San Antón, junto a la iglesia homónima; el Zubizuri, de color blanco, diseñado por Santiago Calatrava; o la peatonal pasarela de Pedro Arrupe, que funde madera y acero, como el pasado de la ciudad, y conecta el Guggenheim con la Universidad de Deusto.

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Por último, en las afueras de la ciudad, pero en la misma ría, vale la pena acercarse al icónico Puente de Vizcaya, entre Portugalete y Getxo, uno de los monumentos Patrimonio de la Humanidad con los que cuenta Euskadi, junto con las Cuevas Rupestres de Altxerri, Ekain y Santimamiñe

Gaztelugatxe
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2. SAN JUAN DE GAZTELUGATXE: del país vasco a rocadragón

A una treintena de kilómetros de Bilbao, la ermita de San Juan de Gaztelugatxe corona como un centinela un islote de la costa vizcaína. Entre los pueblos marineros de Bermeo y Bakio, tras un recodo de la carretera surge la inconfundible silueta de su islote. Es uno de los hitos que deparan un viaje por la asombrosa costa del País Vasco.

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Documentada desde el año 1053, durante sus casi mil años de historia el templo ha presenciado desde actos de piratería y naufragios, a ceremonias religiosas en épocas más recientes. La capilla está unida a la costa por un puente excavado en la roca con unos 230 peldaños, rasgados en un acantilado de roca flysch –en la Península solo la hay en la Cornisa Cantábrica– que queda al descubierto cuando baja la marea. No hay otro balcón mejor en la costa vizcaína que esta atalaya que, junto a la cercana Peña de Aketxe forma una reserva natural de gran valor por ser lugar de cría de aves marinas.

Urdaibai
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3. RESERVA DE la biosfera de URDAIBAI: un país vasco natural

El litoral vizcaíno guarda uno de sus espacios naturales más valiosos en la desembocadura del río Oka, en su unión con el mar Cantábrico. Se trata de Urbaibai, declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco, que abarca humedales, dunas, playas y bosques donde habita gran variedad de mamíferos, aves y reptiles. Un lugar que encandiló al mismísimo Hemingway.

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El espacio protegido se extiende en forma de «V» desde el cabo de Matxitxako en el oeste y el pueblo marinero de Elantxobe en el este. Urbaibai se puede explorar a pie, en bicicleta o desde el mar con la marea alta en kayak y canoa que penetran en sus marismas, o en coche entre las playas de Laida y Laga. La visita a la reserva puede extenderse a pueblos típicos como Mundaka, uno de los puntos clave del sur en el CantábricoBermeo y la monumental Gernika, así como a la Cueva de Santimamiñe con pinturas rupestres y el islote de Izaro, refugio de gaviotas y cormoranes.

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Zumaia
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4. FLYSH DE ZUMAIA y geoparque de la costa vasca: épica paisajística en el país vasco

En los altos acantilados que unen la villa marinera de Zumaia con las de Deba y Mutriku es posible contemplar millones de años de historia de la Tierra en capas superpuestas. Son los llamados flysh de Zumaia, una maravilla geológica que está entre los paisajes más espectaculares que ver en el País Vasco. Las playas del pueblo son atractivas por estas formaciones de enorme interés geológico que se alzan vertiginosas con sus estratos sobre el mar, creando un paisaje único. Observar estas rocas desde el mar es una experiencia inolvidable.

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Desde tierra, para tener las mejores vistas de este litoral, hay que salir de Zumaia hacia la playa de Itzurun, dominada por la Ermita de San Telmo, patrón de los navegantes. Esta costa erosionada guarda otros rincones como la cala Algorri, solo accesible con marea baja. Quienes hayan visto Ocho apellidos vascos podrán reconocer rincones de esta costa guipuzcoana que aparecen en escenas de la película. La ruta se completa visitando el pueblo de Zumaia, con su Iglesia de San Pedro, la Casa-Museo del pintor Zuloaga y sus pintorescas tabernas marineras, así como con paseos en barca por el río Urola hasta su el arenal de Santiago. 

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San Sebastián
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5. LAS PERLAS DE SAN SEBASTIÁN

El mar ha modelado la historia y el carácter abierto de San Sebastián-Donosti, la capital guipuzcoana famosa por su vida cultural y su buen comer, como templo de la gastronomía vasca. Añade la renombre de su Festival Internacional de Cine, la elegante bahía de La Concha enmarcada entre los montes Igeldo y Urgull y un casco histórico o Parte Vieja donde se descubren iglesias barrocas como la Basílica de Santa María del Coro, cuya fachada rococó aparece al final de la Calle Mayor, palacios de estilo belle époque y museos de arte. Sin olvidar, aunque parezca accesorio, algunas de las playas más bellas de Guipúzcoa

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Su personalidad vasca, incuestionable, se viste de elegancia afrancesada, fruto de una herencia de frontera forjada por siglos de cercanía con la ribera norte del río Bidasoa. El lugar más buscado es la playa y paseo de La Concha, con el decimonónico Ayuntamiento en un extremo, que fue el Gran Casino de San Sebastián entre 1887 y 1923. Cerca queda el Kursaal, el auditorio y palacio de Congresos de Donosti, conocido como «Los Cubos», diseñado por el arquitecto Rafael Moneo. Otro icono de la ciudad es el Palacio de Miramar, residencia estival de reyes de España hasta 1931, que se erige en la colina Pico del Loro, que separa lLa Concha de la playa Ondarreta; con jardines de acceso libre, hoy acoge exposiciones y eventos culturales. Por su lado, la esencia marinera de la ciudad se guarda en el Museo Naval, el Aquarium y las tascas de su puerto donde aún se amarran barcas de pescadores en los muelles, y también en esculturas marineras como El Peine, de Eduardo Chillida.

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Hondarribia
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6. HONDARRIBIA MARINERA: una perla en forma de pueblo del País vasco

En la desembocadura del Bidasoa, el estuario del Txingudi se encaja entre la orilla vasca y la francesa a modo de frontera líquida. En el lado español, Hondarribia, con una playa inmensa partida en dos por el río y un amplio catálogo de bonitos lugares. Su casco histórico está repleto de caserones y palacios renacentistas y barrocos, aunque si por algo enamora este pueblo es por su animado barrio pesquero. Amada y disputada a lo largo de los siglos surgió una villa marinera fortificada que disfruta de un Casco Antiguo apretado y bien conservado que se dispersa entorno a la Plaza de Armas, al que se accede por la Puerta de Santa María abierta en la muralla, (siglo XVI-XVII). La villa está dominada por el antaño Castillo de Carlos V, actual Parador de Turismo, y a su vera, la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y del Manzano, templo iniciado en el siglo XIV. Si se desciende hacia el barrio de la Marina, surge la ciudad pesquera, aglutinada junto al puerto con las animadas calles de San Pedro y Santiago, con restaurantes, tabernas de tapeo y tenderos que sacan a las calles sus cajas de frutas y verduras. Como guinda, una visita imperdible si se visita Hondarribia es el Santuario de Guadalupe, un recinto barroco que se alza en la cima del monte Jaizkibel, destino de rutas de senderismo.

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Santuario de Arantzazu
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7. El SANTUARIO DE ARANTZAZU

La villa de Oñati es una de las más monumentales del País Vasco, hasta el punto de que se la conoce con io el sobrenombre de la «Toledo vasca». El casco urbano está repleto de edificios de gran valor arquitectónico, pero además acoge en su término un monumento singular: el vanguardista Santuario de Arantzazu. Desde el pueblo de Oñati-Arantzazu sale una senda de 9 km que discurre por un valle rodeado de montañas entre las que sobresale el espolón calizo del Aloña (1.324 m), ruta en ascensión por un espléndido paisaje que acompaña hasta este venerado lugar de peregrinaje donde se guarda la imagen de la Virgen de Nuestra Señora de Arantzazu, patrona de Guipúzcoa, una talla del siglo XIII en piedra labrada. La ermita original se erigió en 1468. El templo actual, sin embargo, es un compendio de arte vasco contemporáneo desde que comenzó su construcción en 1950. Sobresale el frontis de la fachada, decorada don un friso de los 14 apóstoles de Eduardo Chillida, así como las vidrieras o la cripta, realizadas por otros maestros vascos. Desde este santuario se accede al Parque Natural de Aizkorri-Aratz y también a las campas de Urbía, una de las pocas zonas de pastoreo trashumante que quedan en Euskadi.

Vitoria
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8. VITORIA DESDE EL CENTRO medieval AL ANILLO VERDE

Vitoria-Gasteiz encabeza desde hace años la lista de las ciudades españolas con mejor calidad de vida. Paseando por sus calles y parques, el visitante comprueba que la distinción está bien merecida. Entre las razones principales destacan la conservación de su patrimonio arquitectónico y del trazado medieval de su casco antiguo –en 1979 fue declarado Conjunto Histórico-Monumental–, así como la frondosidad de la docena de parques que la envuelven y por los que fue designada «Capital Verde Europea 2012». Entre sus visitas ineludibles se hallan la Catedral, templo originario del siglo XII. La Plaza de la Virgen Blanca, el corazón y alma de la ciudad, rodeado por edificios con balcones acristalados. En la Plaza de la Virgen Blanca nace la cuesta que lleva a la Iglesia de San Miguel Arcángel, que guarda la imagen de la patrona local. La Plaza de España es un espacio porticado del Ensanche, presidido por el Ayuntamiento neoclásico. La cuota cultural la cubre el Artium y el Museo Vasco de Arte Contemporáneo que reúne obras de artistas del país de los siglos XX y XXI.

Pero si por algo destaca Vitoria es por sus pulmones verdes. El Anillo Verde aglutina el conjunto de parques que han hecho de Vitoria una ciudad jardín. Los parques más céntricos son La Florida, con senderos, esculturas y una glorieta de estilo afrancesado que acoge conciertos. También destacan Molinuevo y San Martín y en la periferia los de Armentia, Zabalgana, El Prado y Salburúa, que ocupan más de 400 hectáreas surcadas por sendas, bosques y arroyos. La visita puede continuar cerca de la ciudad en el Valle Salado de Añana, una explotación espectacular que recientemente ha sido restaurada y habilitada para las visitas. 

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El Ciego, en la Rioja Alavesa
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9. monumentos y viñas en los pueblos de la RIOJA ALAVESA

La cultura y el paisaje de esta comarca vasca están determinados por el vino, protagonista de cualquier ruta por este territorio. La Rioja Alavesa es un territorio vasco encajado entre la sierra de Cantabria y el río Ebro, cuyo cauce ejerce de línea divisoria con la actual comunidad autónoma de La Rioja, aunque históricamente fue el nexo con los pueblos de la otra orilla. Lapuebla de Labarca, en el sur de la comarca, recuerda la barcaza que la unía con la riojana Fuenmayor. Las veinte localidades que forman la Rioja Alavesa, con Laguardia como capital, se reparten en poco más de 30 km y comparten, no solo su orientación sur, sino un paisaje cubierto de viñedos y con un centenar de bodegas. Un buen ejemplo es Elciego, emplazado a 4 km de Lapuebla y punto de inicio habitual de muchos recorridos, encaramado em un otero y saludando con las dos torres desiguales de su Iglesia renacentista de San Andrés. Otro destino de enoturismo en Páganos.

Recorrer la cuna del enoturismo es encontrarse con un pasado y un presente acompasado por las viñas. El impacto de la vanguardista bodega Marqués de Riscal, obra de Frank Gehry,  fue tan potente que, tras su estela, han proliferado otros complejos vitivinícolas contemporáneos como Ysios, proyectada por Calatrava, o Baigorri, cuya arquitectura se adapta a la vinificación por gravedad. Solar de Samaniego ha transformado los olvidados depósitos de hormigón en lienzos para los retratos de vecinos a cargo del muralista Guido van Helten. 

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Hayedo de Otzarreta
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10. el HAYEDO DE OTZARRETA Y OTROS BOSQUES MÁGICOS DE GORBEIA

El Parque Natural de Gorbeia, el más extenso del País Vasco, alberga algunas de las arboledas mejor preservadas de la Península Ibérica. En este entorno se halla el Hayedo de Otzarreta. Su composición y entorno envuelven al visitante en un ambiente de tranquilidad, leyenda y fantasía. La peculiar formación que recrean las centenarias hayas y el serpenteante cauce del río Zubizabala que lo atraviesa lo convierten en un espacio natural que deja absorto. A su magia visual hay que sumar el espectáculo auditivo que supone el murmullo del arroyo que lo atraviesa, producido al andar sobre el manto de hojas caídas durante el otoño o el cantar de los pájaros que lo habitan.

Otro tesoro de Gorbeia es el frondoso Hayedo de Altube, hermoso todo el año, pero que en otoño aparece espléndido, con su constelación de hojas rojas y el contraste del musgo verde. En el pueblo que le da nombre nace una senda de 4 km que se introduce en el bosque y bordea sinuosos arroyos como el Baias. El protagonista de esta reserva repartida entre Álava y Vizcaya es el monte Gorbeia (1.480 m), cuyas laderas están tapizadas por hayas, robles, castaños, acebos y abedules. Para explorar el parque resulta atractivo seguir antiguas cañadas de pastores, senderos que ascienden hasta prados salpicados de dólmenes y cuevas que forman parte de la mitología vasca.

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Salto del Nervión
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11. EN EL REINO DEL río NERVIÓN

Al sur del pueblo vasco de Orduña se esconde un paraje donde el río Nervión es el protagonista. En ese entorno el río brota entre las rocas de la Sierra Salvada, salta por una cascada que se conoce como el Salto del Nervión, el más alto de la Península con 270 metros de caída, y luego se desliza por el Cañón de Délika por el que prosigue su camino hacia el mar Cantábrico. Una excursión permite conocer todos estos lugares. Para seguirla hay que situarse en la aldea de Délika (a 3 km de Orduña) de la que parten varios senderos. El que lleva hasta la fuente del Nervión cruza un puente de piedra, zigzaguea por un tupido bosque y pasa junto a varias grutas antes de llegar al nacedero. Otro camino se acerca a la base del salto fluvial, donde se contempla el río caer por una cascada. El recorrido concluye en el vertiginoso mirador del Nervión (de 300 metros de alto), contemplando a un lado la caída de agua y abajo el desfiladero rocoso donde sobrevuelas las aves rapaces.

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