Medio siglo del disco con el que Pink Floyd iluminó la cara oscura de la vida | EL ESPECTADOR
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Medio siglo del disco con el que Pink Floyd iluminó la cara oscura de la vida

La dimensión de “The Dark Side Of The Moon” (1973) en la historia de la música viene avalada ya por parámetros tan evidentes como los comerciales: se trata de uno de los discos más vendidos del mundo, con 50 millones de copias despachadas.

23 de marzo de 2023 - 03:48 p. m.
Diseñada por Storm Thorgerson y dibujada por George Hardie, la premisa de la portada del álbum era buscar claridad y concisión al reflejar la luz de los espectáculos de Pink Floyd y su amplio espectro temático.
Diseñada por Storm Thorgerson y dibujada por George Hardie, la premisa de la portada del álbum era buscar claridad y concisión al reflejar la luz de los espectáculos de Pink Floyd y su amplio espectro temático.
Foto: Spotify

Mucho antes de que la salud mental hallara hueco en las agendas mediáticas y de gobierno del planeta, Pink Floyd convirtió esta materia en el sustrato de su disco más ambicioso, “The Dark Side Of The Moon”, que cumple medio siglo como un faro no solo para la música, sino también para la vida.

Según la fuente consultada, la fecha de su publicación diverge entre el 1, el 23 o el 24 de marzo de 1973. Warner Music, poseedora de su catálogo, viene a solventar el dilema con la edición este viernes de una caja “deluxe” que, entre otros atractivos, recoge el directo que la banda ofreció en Londres en 1974 en el Wembley Empire Pool, que por primera vez estará disponible en vinilo. Su dimensión en la historia de la música viene avalada ya por parámetros tan evidentes como los comerciales: se trata de uno de los discos más vendidos del mundo, con 50 millones de copias despachadas.

Entonces formado por Roger Waters (bajo, voz), David Gilmour (voz, guitarras), Nick Mason (batería, percusión) y Richard Wright (órgano, piano, sintetizadores), Pink Floyd llenó sus arcas gracias a aquel álbum, que además les proporcionó su mayor salto de fama internacional tras siete discos previos.

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La banda británica había sufrido en 1968 la salida forzosa de su hasta entonces líder, Syd Barrett, aquejado por un deterioro mental que el uso frecuente de alucinógenos hizo más severo y que aún hoy sigue sin diagnóstico firme. Aquello marcó la deriva de Pink Floyd, que contrató a Gilmour como miembro de pleno derecho para sustituirle a la guitarra y que vio cómo Roger Waters asumía progresivamente la batuta del grupo. Suya fue la idea de dedicar su octavo álbum a los estragos que la vida moderna suponían para el hombre, muy influidos por la experiencia personal de Barrett.

Título y portada de “The Dark Side Of The Moon”

Su título mismo no alude a la luna como satélite, sino al carácter lunático de las personas. Otra particularidad fue que las canciones se presentaron en vivo antes de ser grabadas, por lo que fueron creciendo en directo hasta ser inmortalizadas en los estudios de Abbey Road en Londres.

Contaron como productor con quien había sido ingeniero en los discos de los Beatles “Abbey Road” y “Let It Be” y que terminaría convirtiéndose él mismo en una estrella de la música cuando tres años después emprendió su propio proyecto: Alan Parsons. Al exquisito resultado sin duda contribuyeron las posibilidades técnicas del lugar, donde contaron con una mesa de mezclas de 16 pistas que les permitió tratar con mimo no solo cada uno de los instrumentos, sino también los numerosos recursos extramusicales que añadieron, desde el latido del corazón con el que acaba y empieza el álbum hasta las emblemáticas monedas de “Money”.

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Aquella denuncia de la ambición fue el corte de mayor éxito del disco y de la carrera entera de Pink Floyd, en un disco de diez temas entrelazados hasta sumar apenas 42 minutos que convierten su escucha en una experiencia muy disfrutable, en contraste con la densidad que a menudo se achaca al rock progresivo.

Quedaba solo por modelar el último de los elementos que han hecho de “Dark Side Of The Moon” algo icónico en la cultura popular: su portada. Diseñada por Storm Thorgerson, del colectivo Hipgnosis, y dibujada por George Hardie, la premisa era buscar claridad y concisión al reflejar la luz de los espectáculos de Pink Floyd y su amplio espectro temático. Así se llegó a la idea de la portada en negro y el haz que, al filtrarse por un prisma que ocupa la posición central, sale refractado en forma de arcoíris.

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