Lo que siento, ...lo escribo: Goteo incesante

domingo, 2 de mayo de 2021

Goteo incesante


Estaba estacionando en su plaza de aparcamiento, cuando el amable caballero de la voz especial le hace un gesto de saludo. El mismo señor agradable, que a pesar de congratularse y darse todas las mañanas los buenos días, desde hace tantos años, aún desconoce su nombre.

Un tipo estupendo, con cara de buena gente. El que en esta ocasión se le acerca y le comenta, desde la distancia y con mascarilla, que José, el amigo de la plaza tres, ya no lo hará porque ha sido también víctima del Covid19. El gesto de dolor del recién llegado se refleja en su cara y comenta con desaire

 __No sé, cuando va a acabar esto __ anunció tocándose la frente en señal de preocupación y hablando con pena

__ ¡De verdad! __ Se frenó tres largos segundos para proseguir

__ Estoy preocupado no por mí, sino por tanta gente que me rodea y que veo que, de un día para otro, desaparece. Sin poder siquiera despedirse.

Aquel hombre de la voz sonora, quiso seguir expresando, porque notó; por la impronta del que aparcó reciente, que no sabía la última de las noticias sombrías llegadas el día anterior a la vecindad y tomando la palabra le comentó.

__Veo que usted, no se ha enterado del recién fallecimiento de la dama que dejaba su Jeep, en la plaza ocho.

__No me diga que la rubia, agradable Transi, creo que, así le llamaban, ¡ha caído por el Corona!, pero esto es de locura.

__Se ha marchado la buena de Tránsito, y su marido Toño. Afirmó el señor, con el don de aquella voz diferente y añadió __Ambos con tres días de diferencia.

Fue la gota que faltaba para desbordarse al vaso, y quedó atónito y sin saber que decir, se apoderó de él un sentimiento de pesar, que le dejó sin comentarios. 

Se despidieron aquellos conocidos en el aparcadero, sin rechistar. El señor de la voz de trópico, desapareció por una de las puertas de acceso y el que recibió las noticias, quedó muy triste, pensando en lo que es el instante de la vida.

Comprobó que el coche estaba dentro de los límites y bien cerrado y salió al exterior, sin casi resuello, distinguiendo que la muerte, ha pasado por su derecha y por su izquierda, en un instante.

Ascendió a su casa por el montacargas y al llegar al salón leyó los mensajes y correos que tenía pendientes en su teléfono móvil, donde le marcaba que le había llegado el turno de inmunizarse. Por ello había de presentarse de inmediato, en el vacunódromo instalado en las instalaciones del Palacio de Deportes Comunal, para recibir su inoculación.

Sin dejar de pensar, en aquellos y otros amigos, que igual que estos, no pudieron decir ni adiós, personas a las que las tenía bien presentes, gentes de trato amable y sencillo, que le ayudaban a cruzar el sendero de la vida, que probablemente se encontrarían en la otra dimensión.




 

 

 

0 comentarios:

Publicar un comentario