Siempre nos quedará mañana (2023), de Paola Cortellesi

La Roma de la posguerra, donde todavía circula por la calle la policía militar de los aliados estadounidenses. Delia, una buena madre y esposa, está casada con el cafre Ivano, que la maltrata con la excusa de que le han tocado dos guerras, y tienen tres hijos: Marcella, una jovencita que ya trabaja y a quien pretende Giulio, que parece un buen partido y es un chico enamorado, más Sergio y Franchino, dos niños que son dos trastos; además vive en casa el suegro Ottorino, casi tan cafre como su hijo, postrado todo el día en la cama por sus achaques. Delia, además de ocuparse del hogar, trabaja todo el día para completar los ingresos familiares, aunque deja aparte una cantidad por motivos misteriosos, que podrían tener que ver con Nino, el hombre que la amó en el pasado, y que está a punto de buscar una vida mejor en el norte. Mientras, los preparativos de la comida familiar en que se espera la pedida de mano, traen a todos de cabeza, hay que quedar bien con los padres de Giulio, con ínfulas de nuevos ricos.

El trío compuesto por Paola Cortellesi, Furio Andreotti y Giulia Calenda han trabajado juntos en títulos como Scusate se esisto! y Como pez fuera del agua, con la primera de protagonista. Ahora Cortellesi suma a escribir y actuar la tarea de dirigir en su debut tras la cámara, y lo hace con una cinta agridulce en que se ha arriesgado nada menos que a rodar en blanco y negro, y usando en algún momento canciones anacrónicas que no desentonan, y hasta pasajes oníricos para no mostrar directamente la vioilencia del marido con la mujer. Lo cierto es que la jugada le ha salido redonda, al menos en Italia, donde Siempre nos quedará mañana se ha convertido en una auténtico fenómeno social, arrasando en la taquilla. Se entiende, porque entronca con la comedia a la italiana de la época en que transcurre la acción, incorporando con habilidad un mensaje feminista, de reivindicación de los derechos de la mujer y lo que mucho que aporta al mundo, sin que resulte cargante. Es cierto que algún elemento linda con el cliché, falta sutileza en algún personaje antipático, y en el modo en que uno acaba mostrando su "cara oculta", pero en líneas generales se logra un relato razonable.

Se denuncia, desde luego, el machismo rampante de los personajes interpretados por Valerio Mastandrea y Giorgio Colangeli, marido y suegro, aunque se hace de un modo que nos pide no odiarlos. Y se compensa con otros personajes como el mecánico Nino, o el soldado negro William, muy agradecido a Delia por haberle devuelto una foto que encontró tirada en la calle. Tiene encanto el telón de fondo costumbrista, con las vecinas cotorreando, las niños jugando, los novios pelando la pava, la mujer a la que nadie conoce colada en el velatorio... Hay escenas difíciles bien salvadas, como la de la comida familiar. En cambio más forzada es una explosión introducida en la trama de un modo no muy creíble.

La narración juega hábilmente con la ambigüedad de si Delia emprenderá la fuga del hogar familiar, o si se sentirá impelida a cumplir con sus deberes de madre en un hogar, que están suponiendo excesivos sacrificios, para llevarnos al clímax de lo que se supone es una jornada memorable para todas las mujeres italianas. Pues surgen obstáculos, también por el choque generacional entre Delia y Marcella. Los actores lo hacen muy bien, incluso los que interpretan a los personajes secundarios.