Phil Spector | La truculenta (y creativa) historia del mayor productor de todos los tiempos - XL Semanal

Phil Spector 20 años del asesinato de Lana Clarkson La truculenta (y creativa) historia del mayor productor de todos los tiempos

Fue el genio que cambió la música para siempre, pero también un alma atormentada que una noche de hace ahora 30 años mató a la actriz Lana Clarkson. Bienvenidos a la compleja existencia de Phil Spector, el mayor productor musical de todos los tiempos.

Por Fernando Goitia

Lunes, 22 de Mayo 2023, 14:33h

Tiempo de lectura: 11 min

Soy mi peor enemigo. Llevo demonios dentro que se pelean entre sí». Phil Spector realizó esta confesión en una entrevista nada más arrancar 2003. El productor que elevó la música de gente como los Righteous Brothers, Ike y Tina Turner, Rolling Stones, Beatles, Leonard Cohen o los Ramones llevaba 25 años sin hablar con la prensa. Tres semanas más tarde, el 3 de febrero de ese año, era arrestado por asesinato.

Durante la grabación de 'End of the Century', de los Ramones, blandía con frecuencia una pistola en el estudio. Un modelo diferente en función de cómo vistiera

Lana Clarkson, modelo y actriz de serie B de 40 años a la que había conocido horas antes en un club, yacía sobre una silla en el vestíbulo de su mansión en Alhambra, California, muerta por un disparo en la boca. «Fue un suicidio accidental. Ella besó la pistola», alegó Spector. Una versión que no convenció al jurado. Fue condenado a 19 años que no pudo completar. Murió por Covid en 2021. En un hospital penitenciario.

Culminaba así una vida singular marcada por la muerte. La de su padre, la de sus grandes amigos Lenny Bruce y John Lennon, la de uno de sus dos hijos y la de la propia Lana Clarkson. Todas ellas dejaron un poso profundo en su vida, pero del mismo modo en que convirtió la primera en el impulso creativo que propulsó su carrera hacia el Olimpo musical, las demás determinaron sus sucesivos pasos hacia el abismo final.

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Inspiración de ultratumba. Con apenas 17 años, Phil Spector consiguió su primer número uno con The Teddy Bears, banda que él formó y con la que ganó el concurso de talentos de su instituto. Se trataba de una balada doo wop titulada To know him is to love him (Conocerlo es amarlo), el epitafio de su padre.Photo by Michael Ochs Archives/Getty Images

Fue su padre muerto, para empezar, quién le inspiró el primer bombazo de su carrera. Se llamaba Benjamin Spector y se suicidó cuando el pequeño Phillip tenía 9 años. Conectó un día una manguera al tubo de escape de su coche, lo introdujo por la ventanilla delantera y se dejó envenenar por una dosis mortal de monóxido de carbono. 'La muerte dulce', la llaman.

Retraído, solitario, arrogante, aquella pérdida intensificó los atributos oscuros del joven Spector, pero también lo empujó a dedicar su infancia al desarrollo de su talento. Y vaya si lo hizo. A los 16 años ya estaba metido en el negocio musical y, un año después compuso la canción que cambiaría la historia de la música para siempre. To know him is to love him (Conocerlo es amarlo), título que replicaba el epitafio de su padre, vendió un millón de copias. El trauma y la tormenta interior de aquel joven genio comenzaban a propulsar así una carrera cuyo límite sólo podía ser él mismo.

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Una esposa bajo control. Veronica Bennett (o Ronnie Spector), líder de Las Ronnettes, trío vocal que Spector apadrinó, fue su segunda esposa. Cuando se iba de gira, él la obligaba a dejar el auricular sobre la cama para escuchar su respiración toda la noche. También le compró un deportivo y un muñeco réplica de sí mismo para que viajara a su lado en el asiento delantero.

Mick Brown, periodista británico autor de la última entrevista que concedió Spector antes de su arresto y del libro Tearing Down the Wall of Sound: The Rise and Fall of Phil Spector (Derribando el muro del sonido: auge y caída de Phil Spector), define al genio en su libro como «el capo indiscutible de la música estadounidense en los 60; una figura única, imponente».

De niño siempre hacía trampas cuando jugaba. Se sabía poseedor de ciertas armas secretas: inteligencia, talento, determinación y ausencia de escrúpulos

Porque Phil Spector dominó el mundo del pop durante casi una década, la de la eclosión del género precisamente: los años 60, y acabó siendo devorado por una personalidad definida por una larga colección de inquietantes adjetivos: excesiva, atormentada, dictatorial, paranoica, delirante...

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Extravangacia. Durante su juicio, Spector lució numerosas pelucas de distintas formas y colores. Pero cuando ingresó en prisión fue obligado dejar de usarlas lo que deterioró no solo su aspecto físico sino también su salud mental.

Todo empezó en el Bronx, en la segunda década del siglo XX, cuando el norteño barrio neoyorquino era un lugar próspero en el que recalaban familias como las de Ben y Bertha Spekter, judíos que huían de la miseria y que sólo habían conocido el dominio de los zares. Nada más solicitar la entrada al país su apellido se transmutó en el más anglófilo Spector. Ben tenía 10 años; Bertha, nueve meses..., y eran primos.

Tres lustros después, en 1929, eran marido y mujer. Casarse en pleno estallido de la Gran Depresión no demoró la llegada de su primer retoño: Shirley, a la que seguiría, seis años más tarde, el pequeño Phil. Trabajador del acero, Ben fue poco a poco ahogándose en deudas  hasta su suicidio, momento en que Bertha hizo las maletas y se llevó a sus hijos a Los Ángeles, donde trabajó sin apenas descanso como costurera.

Bajito y delgado, asmático de ojos casi siempre llorosos, barbilla hundida y quejumbrosa voz nasal, el hijo de los Spector nunca fue un chico popular. Dominado y sofocado por su madre y su hermana, siempre se sintió un forastero, alguien diferente, y solía soñar que lo estrangulaban.

Con 21 años, Spector ya había ganado su primer millón de dólares; dos años más tarde su fortuna se disparaba con nueve discos de oro en el mercado

Pero en medio de esa soledad, se sabía poseedor de ciertas armas secretas: inteligencia, talento, determinación y ausencia de escrúpulos. Ya de niño solía hacer trampas cuando jugaba. «Siempre pensaba: 'Tengo que ganar como sea. Si pierdo, ¿qué gracia tiene el juego?'». Aunque, por encima de todo, tenía la música. Su salvación.

Escuchaba jazz, rythm and blues y clásica de forma compulsiva, tocaba la guitarra y en cuanto llegó al instituto montó su primera banda: los Teddy Bears (Ositos de peluche). Tras triunfar en un concurso de talentos grabaron un single –Spector escribió, produjo, tocó y cantó en esa primera grabación– con escasa repercusión. El siguiente, sin embargo, llegó al número uno en todo el país. To know him is to love him, la balada doo wop inspirada en su padre, atrajo la atención de un tal Lester Still, promotor del mítico dúo de compositores Leiber y Stoller, que se lo llevó a Nueva York como guitarrista de sesión y aprendiz de compositor.

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El sueño que compartió con Lennon. Spector produjo Let it be, el último álbum de estudio que publicaron  los Beatles, a petición de John Lennon. Y lo mismo hizo con sus cuatro primeros discos en solitario. Tras grabar Rock’n’Roll, en 1974, hicieron un pacto para hacer un día el disco que salvaría a Elvis de sí mismo. Pero Elvis murió en 1977 y Lennon fue asesinado en 1980.

El éxito de la canción, además, le hizo ganar sus primeros 20.000 dólares. Cuatro años más tarde, ya tenía un millón; dos después, con 23, ya había firmado nueve discos de oro con ventas superiores al millón de copias. Para hacerse una idea de su legado, a su muerte, el 16 de enero de 2021, la revista Billboard estimó en 35 millones el rendimiento anual de su catálogo.

Decidido a aprovechar su oportunidad, en Nueva York hizo recados y durmió en sofás prestados, escribiendo y produciendo para artistas menores, picando piedra hasta conseguir, en apenas dos años, firmar éxitos para mitos como Ben E. King, The Drifters, LaVern Baker, Ruth Brown o los Top Notes y su icónico Twist and Shout. Grandes logros para muchos; insuficientes para el joven Phil, dueño para entonces de una doble reputación. Brillante, sí, pero tan engreído que él mismo se presentaba como genio. «Sabía que Mozart o Beethoven eran más importantes que su música –confesó años más tarde–. Y eso es lo que quería ser». Imposible tenerlo más claro. Tanto que no tardó en crear su propio sello, Philles, para no tener que dar cuentas a nadie.

La muerte de Lennon marcó su aislamiento definitivo. Dos años después, Spector fue padre de gemelos, pero en 1991 una leucemia se llevó a su hijo de nueve años

Phil Spector era un visionario. Quería innovar, revolucionar. Y en tiempos en que todo el mundo grababa con batería, bajo, guitarra y piano, él ideó un sonido monumental. Con 30 músicos y cantantes reunidos en el estudio, Spector era como un dios que moldeaba su propio universo. «Una sesión con Phil era una fiesta –recuerda el batera Hal Blaine, que tocó en todos sus éxitos–. Y al que asomara por la puerta le daba una pandereta o un cencerro y a sumar. ‘La Filarmónica’, lo llamaba». «Hago arte», osó decir Spector en un tiempo en que los melómanos consideraban al pop «basura efímera».

Se sucedieron así cumbres musicales como You’ve Lost That Lovin’ Feelin’, de los Righteous Brothers, la producción más wagneriana jamás grabada hasta 1964. «Trabajé seis meses en ese maldito disco, pero me preocupaba que nadie lo entendiera. Además, duraba 4:05 minutos; un récord. No sabía si había cambiado el mundo o si había hecho algo catastrófico. No dormí en una semana. Me puse tan enfermo que tuve un colon espástico». Mereció la pena. Durante 55 años fue la canción más reproducida en la radio y televisión americanas hasta 2019, cuando la superó Every Breath You Take, de los Police.

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La víctima. La actriz Lana Clarkson conoció a Spector la noche 2 de febrero de 2003 cuando trabajaba de camarera en un local nocturno. Había tenido su momento de fama como modelo y actriz de serie B pero a los 40 años se veía obligada a hacer otros trabajos. Tras recorrer varios locales, acompañó al productor a su mansión. Al día siguiente, apareció muerta de un disparo en la boca.

Spector hizo su última gran grabación para Philles en 1966: la monumental, extravagante y apasionada River Deep-Mountain High, de Ike y Tina Turner. Nº1 en Reino Unido, fue ignorada por las emisoras estadounidenses y aquel fracaso, sumado a la muerte de su gran amigo el cómico Lenny Bruce, lo dejó al borde del colapso. La nueva generación de músicos, además, componía sus canciones y despreciaba la figura del productor, al tiempo que el álbum comenzaba a desplazar al single, sobre el cual Spector había cimentado su éxito, como formato dominante.

Incluso Las Ronnettes, trío al que Spector había lanzado a la estrastofera con Be my baby, iniciaban su declive. Ni siquiera una gira como teloneras de los Beatles –tras haber sido teloneadas por los Stones– impidió su disolución en 1967. Al poco, Veronica ‘Ronnie’ Bennett, su líder, se casaba con Spector. Era su segundo matrimonio. Y repetía el patrón del primero, con Annette Merar, en 1963, también líder de otro trío musical, el Spectors Three. Comenzaba así otro truculento capítulo de su vida.

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La escena del crimen. El cadáver de Lana Clarkson, muerta por un disparo en la boca en el vestíbulo de la mansión de Phil Spector, el 3 de febrero de 2003. Spector fue juzgado dos veces. El primer proceso fue declarado nulo, pero en el segundo, iniciado en 2008, fue declarado culpable de homicidio en segundo grado y condenado a 19  años.​

En su autobiografía, Be My Baby, Ronnie contó que su marido la mantuvo virtualmente prisionera en su mansión. Y si se iba de gira, la llamaba a diario y le pedía dejar el auricular en la almohada para escuchar su respiración toda la noche. También le compró un deportivo y un maniquí a medida de él mismo para que viajara a su lado en el asiento delantero. Revela además que el genio veía Ciudadano Kane una y otra vez, a oscuras en su mansión, y lloraba a moco tendido en la escena final en que se incinera el dichoso trineo. Ronnie y Phil estuvieron seis años casados, adoptaron a tres niños y se separaron entre denuncias mutuas sobre el comportamiento controlador de él y el alcoholismo de ella.

Para entonces, Spector ya había realizado su regreso triunfal. Ironías del destino, habrían de ser los Beatles, abanderados de esa nueva generación autosuficiente, quienes devolvieran su relevancia perdida a la vieja gloria. Ocurrió en 1969, con los cuatro de Liverpool al borde de la ruptura. Rescató las cintas abandonadas de las sesiones de Let It Be y aplicó a la grabación sus técnicas grandilocuentes. El álbum arrasó y, revitalizado, Spector encadenó el debut de George Harrison y los cuatro primeros de John Lennon, Imagine incluido.

«Lennon era el hermano que nunca tuve. Lo amaba. Nos amábamos. Matrimonio simplemente perfecto», dijo Spector en su última entrevista. Colaboraron hasta 1974 cuando Spector fundó un nuevo sello y produjo a Cher, a Dion y a Leonard Cohen, quien lo describió como «fuera de control». Impresión similar tuvieron los Ramones, a quienes produjo End of the Century, el disco que los convirtió en banda de alcance planetario, mientras blandía con frecuencia una pistola en el estudio. Una diferente en función del estilismo que llevaba cada día. Dee Dee, el bajista, aseguró incluso que llegó a apuntarle al corazón. «Era un buen tirador –contó–. Lo vi atinar a una mosca a 50 yardas». Después de aquello, ¿quién iba a querer meterse con él en un estudio?

Tampoco es que Spector estuviera ya por la labor. Era 1980, lo había probado todo y, para colmo, Lennon era asesinado el 8 de diciembre. Su muerte marcó el aislamiento definitivo del genio. Tuvo, al menos, la alegría de ser padre de gemelos en 1982, a los 43 años, aunque poco le duró. El día de Navidad de 1991 una leucemia se llevó la vida de Phillip Spector Jr.

En esa ultima entrevista a Mick Brown, Spector dijo que cuando su hijo murió perdió a su mejor amigo y, en cierto modo, también el control sobre la realidad. «Lenny Bruce, John Lennon, mi hijo... todas las personas con las que podía hablar estaban muertas. Me sentía emocionalmente lisiado. Loco es una palabra dura, pero maníaco depresivo, bipolar... No soy esquizofrénico, pero tomo medicamentos para la esquizofrenia. Tengo una personalidad bipolar. Soy mi peor enemigo. Llevo demonios dentro que se pelean entre sí».

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La última esposa. Spector llega al Tribunal Superior de Los Ángeles el 20 de septiembre de 2007, donde fue juzgado. Lo acompaña su tercera esposa, Rachelle Short, 41 años más joven. Se conocieron, poco después de su arresto, en el restaurante donde ella trabajaba. Tocaba el trombón y él le produjo un disco. Se divorciaron en 2018.

Su confesión cobraría sentido tres semanas después, la noche en que cometió un asesinato. Clarkson, actriz venida a menos que tuvo breves apariciones en El precio del poder (1983), conoció a Spector en el House of Blues, un garito de Hollywood con sala VIP. El productor la invitó a tomar una copa en su casa y, dos horas después, estaba muerta. Un disparo en su boca le voló los sesos. Según Spector, todo fue un accidente: Clarkson besó el arma y se disparó.

En el juicio consiguiente, cuatro mujeres declararon haber sido amenazadas con pistolas por el acusado al intentar irse de su mansión. Su chofer testificó que su jefe había salido corriendo de casa esa noche con la pistola en una mano y sangre en la otra y que le dijo: «Creo que he matado a alguien». En abril de 2009 fue sentenciado a 19 años. Sólo el covid le impidió completar su condena.

Veinte años después de aquel asesinato, nada culmina mejor este relato que esta confesión que Spector realizó en aquella última entrevista: «La gente dice que me idolatra, que quieren ser como yo, pero yo les digo: ‘Créanme, no quieren mi vida’. He sido un alma muy torturada. Nunca he estado en paz conmigo mismo. No he sido feliz. La felicidad es cuando te sientes jodidamente bien y no tienes nada malo en mente. Buena salud y mala memoria, eso es la felicidad».

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