DIEZ PELÍCULAS JAPONESAS IMPRESCINDIBLES -

DIEZ PELÍCULAS JAPONESAS IMPRESCINDIBLES

Japón ha destacado desde siempre como referente principal del cine asiático, posición que en los últimos años ha “peligrado” por la pujanza creciente del cine surcoreano. No obstante, nombres como Kurosawa o Mizoguchi son imprescindibles para entender la historia del séptimo arte y películas japonesas. El japonés es un cine que ha sabido evolucionar y reinterpretarse en claves de modernidad y posmodernidad, basculando entre lo clásico y rompedor prácticamente desde sus inicios. Traigo aquí una selección basada en criterios más subjetivos que objetivos, pero siempre intentando ser justo en lo que a relevancia artística se refiere. Comencemos.

CUENTOS DE TOKIO (Tokyo monogatari, Yasujiro Ozu, 1953)

Poster Tokio Monogatari (fuente)

Una de las obras maestras absolutas, la película que copa las listas de las favoritas de casi todos los cineastas, un hito del cine mundial… Yasujiro Ozu alcanzó la perfección con su sexta película como director. Este retrato de la descomposición de la familia ante las obligaciones de una vida que avanza inexorable posee las escenas más amargas que se han visto jamás en una pantalla.

RASHOMON (id., Akira Kurosawa, 1950)

Poster Rashomon (fuente)

Cuenta la leyenda que los miembros de la Academia de Hollywood quedaron tan prendados de Rashomon, que desde entonces existe la categoría del Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Un rápido ejercicio de contraste basta para ver que no es cierto (la categoría como tal no se creó hasta 1956, seis años después del estreno de la película), si bien sí fue la primera película japonesa en conseguir ese premio cuando aún era una proto-categoría. Rashomon ha sido una de las películas que más influencia han ejercido en el imaginario cinematográfico mundial. No en vano, a ella le debemos “el efecto Rashomon, su revolucionaria propuesta formal que consiste en exponer distintos puntos de vista de un mismo hecho, recurso que ha sido copiado en multitud de ocasiones (me acuerdo, por ejemplo, de la interpretación que hizo Quentin Tarantino en Pulp Fiction o de la parodia que podemos ver en Los Simpsons en el episodio Un coche atropella a Bart).

VIVIR (Ikiru, Akira Kurosawa, 1952)

Poster Ikiru (fuente)

La maestría de Kurosawa no se limitaba solo al cine de marcado género, sino también al drama más exento de recursos estilísticos en las películas japonesas. Una crítica a la burocracia, un canto a la vida, una película eterna. Para la posteridad quedará la imagen del anciano cantando en el columpio bajo la lluvia en una de las escenas finales más desgarradoras de la historia.

NADIE SABE (Dare mo shiranai, Hiokazu Koreeda, 2004)

Poster Nadie Sabe (fuente)

En cada una de sus películas, Hirokazu Koreeda asoma su mirada a los pequeños dramas familiares de la vida doméstica. Historias sencillas, narradas con una sensibilidad que parece imposible en el cine occidental. Koreeda demuestra una vez más en Nadie sabe que es el mejor retratista de la infancia que hay en el cine actual, liderato que corroboró en las también soberbias Kiseki (Milagro) y la reciente De tal padre, tal hijo, película de la que, por cierto, Spielberg anunció un remake. ¡Quién, sino!

CUENTOS DE LA LUNA PÁLIDA (Ugetsu monogatari, Kenji Mizoguchi, 1953)

Poster Cuentos de la Luna Pálida (fuente)

El cine de Mizoguchi se cuenta por obras maestras. Historia del último crisantemo, El intendente Sansho o Cuentos de la luna pálida están escritas con letras de oro en la historia del cine. En Cuentos de la luna pálida, quizá su película más redonda, Mizoguchi nos sumerge en su habitual universo del Japón feudal, en la que dos familias de campesinos luchan por hacer fortuna, en una historia con un cierto aire de parábola del Japón de la posguerra mundial.

EL VIAJE DE CHIHIRO (Sen to Chihiro no kamikakushi, Hayao Miyazaki, 2001)

Poster El Viaje de Chihiro (fuente)

El viaje de Chihiro es la obra más representativa del vasto mundo de las películas japonesas del cineasta japonés Miyazaki. Dos escenas que se quedan clavadas en la retina, como son el viaje en tren de Chihiro y la transformación del dragón Haku en un niño, acompañadas de los dos mejores temas que ha compuesto Joe Hisaishi en toda su carrera, bastan para justificar el visionado de este hito de la animación japonesa.

ZATOICHI (id., Takeshi Kitano, 2003)

Poster Zatoichi (fuente)

No podía faltar Takeshi Kitano, máximo exponente de ese cine de gángsters que nos regaló pequeñas joyas en los años noventa. En Zatoichi, Kitano cambia de registro para traernos la historia de un “aspirante” a samurái rubio y ciego en el Japón del siglo XIX. Grandísima escena final bajo la lluvia de una película que mezcla sin despeinarse la comedia, el drama, la acción e incluso el musical.

AUDITION (Ôdishon, Takashi Miike, 1999)

Poster Audition (fuente)

Aún resuena en mis tímpanos ese “kiri, kiri” como el sonido de un tenedor en un plato. Enésima escena-icono que cierra una película en esta lista, que bien podría ser de “las mejores escenas finales de la historia”. Sórdida, macabra y sádica, características inherentes a Takashi Miike, uno de los directores más prolíficos e inclasificables del cine contemporáneo.

GHOST IN THE SHELL (Kokaku kidotai, Mamoru Oshii, 1995)

Poster Ghost in the Shell (fuente)

Mamoru Oshii no solo merece pasar a la historia como el cineasta que introdujo la filosofía en el cine de “dibujos animados”, sino también por haber creado la profundísima Ghost in the Shell, thriller ucrónico que recibió los parabienes de cineastas occidentales tan destacados como James Cameron. La monumental banda sonora de Kenji Kawai, la atmósfera ciberpunk decadente de ese futuro que recoge el testigo de Blade Runner, sus lecturas filosóficas y su riqueza de detalles (como la perturbadora mención a la menstruación en uno de los androides semihumanos o sus miradas gélidas), perfectamente entremezcladas sin estridencias, hacen de Ghost in the Shell una de las películas memorables del cine japonés.

ONIBABA (id., Kaneto Shindo, 1964)

Poster Onibaba (fuente)

Parábola perfecta de los efectos de la guerra nuclear en la población japonesa. Una de las películas japonesas más febriles y oscuras de Kaneto Shindo, abanderado de la Nuberu Bagu japonesa de los sesenta, corriente cinematográfica surgida al calor de la Nouvelle Vague francesa, con cineastas que, como en aquella, pusieron patas arriba el cine clásico que se hacía en Japón con películas cargadas de transgresión en el fondo y la forma.

 

¿Te ha gustado? Comparte este Post

Igual te podría interesar...

Scroll al inicio