Una prueba obligatoria para cualquier matador de toros es una tarde de seis toros en solitario. Por lo menos una vez cada temporada. El reto se complica cuando los toros son de distintas ganaderías. Mucho conocimiento de las reses y encastes, mucho saber para llevar la lidia y mucho aguante. Ginés tiene veinte cinco años y seis de ellos ejerce como matador de toros. La plaza de Santander es mágica para él. Aquí debutó y de aquí siempre salió a hombros… Suena el himno del Reino y se arranca el festejo.
Los seis toros, de hechuras desiguales, no tenían malas intensiones. Cuatreños, excepto el ejemplar de la ganadería del presidente de la Real Unión de los Criadores de Toros de Lidia. Éste cinqueño llegó a pesar unos 610 kilos. Los demás rondaban una media tonelada; a veces unos kilos más y otras menos. Las cuadrillas lucieron en su quehacer. Llevaron a cabo seis lidias precisas y medidas. Y, ¡qué decir de Fernando Sánchez! Cada vez que endereza su compás frente al astado, se oye un run-run entre el público. Paso a paso le gana el terreno al burel y acorta las distancias provocando las embestidas aún a los más dudosos o distraídos. Cuadra en la misma cara del toro y sale airoso de cada trance. Cosechó una gran ovación.
Ginés Marín marcó un antes y un después en su carrera. Asumió el gran reto y lo resolvió con solvencia: los seis toros han recibido lo que precisaba su condición. Galeón de Domingo Hernández (1º) maniobraba en la arena: parecía desentenderse del engaño, pero volvía a tomarlo. Al go desacertada la posición del diestro en el tercio de banderillas, pero no volvió a repetir y la faena comenzó. Ginés supo adaptarse a las embestidas, intercaladas con protestas o parones. Aún así, el torero se adornó con un pase afarolado y otro de firma. Para los pases más redondos aprovechó la querencia hacia las tablas. Una faena de gran precisión. El pinchazo soltando, dejó la labor sin trofeo. Una ovación.
Rufián de Jandilla (2º) también salió correoso y más suelto que el anterior. Ginés lo domina poco a poco, sin dar un paso de sobra. Lo llevó cosido a la muleta hacia los medios. El torete va justo de fuerza: pierde las manos a primer desajuste de las alturas o distancias. Dadas las dificultades, a la tercera llegó una serie inesperada por su profundidad y ligazón. Ginés se yergue como un eje y no permite que el astado le roce la franela. Cuida al contrario, le compone la embestida descompuesta. Afanándose en tales quehaceres, Ginés no se dio cuenta de que se acabó el toro. Se sitúa entre los pitones. Intercala algunas otras temeridades antes de administrar una estocada entera y de destacada ejecución. Una petición mayoritaria. Una oreja.
El tercero de la tarde fue Zampón de Pallarés (3º). El único Santa Coloma entre los Domecq. De los lances se destacó una media verónica mirando al tendido y remata con una serpentina. Sereno, Marín se enfrenta al enemigo que estaba a la defensiva. Con pases genuflexos, le cambia de terreno. Dos primeras series de buen son no tienen continuación, el toro pierde las manos y su embestida se acorta con cada pase. Se para en medio del pase de pecho, Ginés insiste y lo remata entre los pitones. La estocada algo caída, pero de ejecución esmerada. Una petición. Una oreja.
Sorpresa de Juan Pedro Domecq (4º) fue grata a diferencia de la tarde anterior. Tuvo su genio el castaño, pero se prestó a la obra. Ginés le citó de rodilla con una larga cambiada. Tomó la puya al relance y se durmió en el peto. El toro escarba, Ginés se acerca agarrado al estribo y derriba al contrario con un trincherazo. Al cambiar los terrenos, las primeras series suman hasta cinco pases rematados con unos de pecho. El toro recula, pero va, mugiendo, a tomar el engaño. Para aprovechar la buena embestida del castaño, hay que llegarle mucho. Ginés lo hace y siluetea unos naturales de cartel. De menos a más, la faena fue abrochada con otro estoconazo. Sonó un aviso. El desacierto del puntillero levanta al toro y el entusiasmo pierde fuerza. Ginés decidió pasar el tiempo tocando el pitón, pero ya no tenía mucho sentido el desplante. Una oreja.
Barato de Antonio Bañuelos (5º), cinqueño de muchos kilos, andaba algo mirón. Exigió mucho al diestro, empezó pegajoso, de embestida nada franca. Andaba sin mucha entrega, pero Marín insistió midiendo las distancias e hilvanó una serie al natural, dándole más distancia al toro. Pero el burel se negó a colaborar más y acabó derrotando. Mucho peligro a la hora de colocarlo en suerte, la estocada llegó después de un pinchazo. Herido de muerte, Barato se arrancó, arrollando a Fernando Pérez. El peón salió ileso y el toro rodó sin puntilla. Una ovación.
Ginés Marín esperaba al sexto sentado en el estribo. Fanfarrón de El Parralejo (6º) no regaló los lances, entraba saltando. Sólo gracias al temple llegaron unos buenos, rematados con una media. Ginés se decide brindar al público y se emplea no sólo en dominar, sino también en mostrar su repertorio más variado. Las tandas de mano baja, surgían sin cesar a pesar de protestas del bicho. El público apreció la obra y, después de otra estocada perdida entre las agujas, pidió las dos orejas. Con cinco trofeos, Ginés Marín salió a hombros.