Un nuevo comienzo para la socialdemocracia | Internacional | EL PAÍS
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Un nuevo comienzo para la socialdemocracia

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Una mano sosteniendo una regadera
Una flor marchita Una flor

Un nuevo comienzo para la socialdemocracia

El cambio de marco político producido por la pandemia y la victoria de Scholz en Alemania abren un nuevo escenario para la familia progresista tras el descalabro de la última década

Parecía al borde de la ruina en la era de los populismos y la crisis de los viejos partidos e ideologías. Pero después de una década de travesía del desierto, la socialdemocracia europea, corriente que junto a la democracia cristiana construyó la Europa moderna, vuelve a levantar la cabeza.

La pandemia lo ha cambiado todo. Planteamientos históricamente asociados a la izquierda reformista, como el papel del Estado en la economía y la necesidad de unos servicios públicos sólidos, recobran vigencia. Las urnas, al mismo tiempo, arrojan algunos resultados esperanzadores para los socialdemócratas. Por sí solo, el regreso del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) al puente de mando en Alemania, la principal potencia del continente, tras las elecciones de septiembre, abre una perspectiva diferente.

“Nuestro éxito inspirará a otros partidos socialdemócratas en Europa y quizás más allá”, declaró en el semanario Der Spiegel Olaf Scholz, que esta semana sucedió a la democristiana Angela Merkel como canciller.

Junto al éxito alemán, se multiplican las señales: el regreso al poder en Noruega, un brillante resultado en las municipales italianas y una tendencia positiva en los sondeos a escala paneuropea. En paralelo, los conservadores moderados sufren en gran parte del continente, debilitados por la espina en el flanco de una ultraderecha rampante.

Evolución de la intención de voto

Desde las últimas elecciones al Parlamento

Europeo, en %

Socialdemócratas (centro izquierda)

Populares (centro derecha)

Liberales

Conservadores y reformistas europeos (1)

Identidad y Democracia (2)

Verdes

Izquierda

Elecciones

(mayo 2019)

30%

25,7

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19,2

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5

0

2019

2020

2021

1. Principales partidos: PiS (Polonia), Hermanos de Italia, Vox (España), Demócratas Suecos.

2. Principales partidos: Liga (Italia), Reagrupación Nacional (Francia), Alternativa para Alemania, Partido de la Libertad (Austria)

Fuente: Europe Elects.

EL PAÍS

Evolución de la intención de voto

Desde las últimas elecciones al Parlamento

Europeo, en %

Socialdemócratas (centro izquierda)

Populares (centro derecha)

Liberales

Conservadores y reformistas europeos (1)

Identidad y Democracia (2)

Verdes

Izquierda

Elecciones

(mayo 2019)

30%

25,7

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1. Principales partidos: PiS (Polonia), Hermanos de Italia, Vox (España), Demócratas Suecos.

2. Principales partidos: Liga (Italia), Reagrupación Nacional (Francia), Alternativa para Alemania, Partido de la Libertad (Austria)

Fuente: Europe Elects.

EL PAÍS

Intención de voto en la UE desde las últimas elecciones

al Parlamento Europeo

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Socialdemócratas (centro izquierda)

Populares (centro derecha)

Liberales

Conservadores y reformistas europeos (1)

Identidad y Democracia (2)

Verdes

Izquierda

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1. Principales partidos: PiS (Polonia), Hermanos de Italia, Vox (España), Demócratas Suecos.

2. Principales partidos: Liga (Italia), Reagrupación Nacional (Francia), Alternativa para Alemania, Partido de la Libertad (Austria)

Fuente: Europe Elects.

EL PAÍS

Intención de voto en la UE desde las últimas elecciones al Parlamento Europeo

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(mayo 2019)

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Socialdemócratas (centro izquierda)

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1. Principales partidos: PiS (Polonia), Hermanos de Italia, Vox (España), Demócratas Suecos.

2. Principales partidos: Liga (Italia), Reagrupación Nacional (Francia), Alternativa para Alemania, Partido de la Libertad (Austria)

Fuente: Europe Elects.

EL PAÍS

¿Qué ocurre? ¿Se anuncia un cambio de ciclo amplio y duradero? ¿O es una simple acumulación de circunstancias propicias pero que no configuran una tendencia?

La gran mayoría de las decenas de fuentes consultadas para este reportaje coincide en que es prematuro considerar estos acontecimientos como síntomas claros de un rearme ideológico y ganador. En muchos casos, las victorias son frágiles y configuran complicadas condiciones de gobierno; en otros ―países importantes como Francia y Holanda o en casi todo el flanco oriental―, la familia socialdemócrata se enfrenta a tremendas dificultades. Pero es extendida la percepción de que las actuales circunstancias representan una oportunidad inesperada y fértil después de un periodo catastrófico.

“Las crisis sanitaria y la ecológica abren nuevos espacios para la socialdemocracia”, considera François Hollande, presidente socialista de Francia entre 2012 y 2017. “Durante la pandemia, los Gobiernos europeos, incluso los más liberales, han recurrido al arsenal socialdemócrata para buscar soluciones. Por tanto, una ideología que era considerada moribunda ha recuperado un vigor, una juventud y una actualidad que muchos no esperaban. Vuelve a ser un modelo posible bajo la condición de actualizar su mensaje en los próximos años”.

Iratxe García, presidenta de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo, coincide: “La pandemia ha vuelto a poner la cuestión social en primer lugar. Ha habido un reconocimiento de la importancia de lo público. Por otra parte, momentos de incertidumbre como los actuales impulsan la preferencia por partidos que pueden dar mayor estabilidad. Interpreto que ese es el motivo del resultado en Alemania. Tenemos una oportunidad. Si logramos que la recuperación en marcha sea justa, reduzca desigualdades, que sea distinta de la de 2008, se consolidará. Si no, tendremos problemas”.

El reto no es simple. La herida de 2008, profunda. “El Partido Socialista ya no sabe hablar a las clases populares”, lamenta Olivier Switaj, exalcalde en Bruay-la-Buissière, un antiguo pueblo minero en el norte de Francia que durante décadas fue feudo socialista y en el que ahora gobierna la extrema derecha.

Pero, indudablemente, el marco ha cambiado. “Hay un clima positivo con respecto a determinadas narrativas, al derecho a la salud, a la educación, a servicios públicos gratuitos y universales. Es una grandísima oportunidad la que tiene hoy la socialdemocracia”, apunta Stefano Lo Russo, socialdemócrata del Partido Democrático recién elegido como alcalde de Turín tras la traumática perdida en 2016 de la ciudad tradicionalmente industrial y progresista a mano del Movimiento 5 Estrellas. Él supo aprovecharla, también gracias al desgaste del M5S en el ejercicio del poder.

Además del nuevo marco de debate precipitado por la pandemia, el propio cuadro de poder, en sí mismo, ofrece oportunidades. El nuevo Ejecutivo alemán podrá no solo inspirar, como dice Scholz, sino también influir mucho en políticas comunitarias; la gestión gubernamental en todo el arco escandinavo representa un plus importante, al tratarse de una región con peso económico limitado, pero un papel histórico de gran laboratorio de ideas socialdemócratas.


Gobiernos socialdemócratas

Gobierno monocolor

Presidencia socialdemócrata

y Gobierno en coalición

Como socio minoritario

2000

2010

2021

2000

Gobierno monocolor:

Reino Unido, Portugal, Suecia y Grecia.

Socialdemócratas en coalición: Alemania, Italia, Holanda, Finlandia y Dinamarca.

Como socio minoritario:

Bélgica y Francia (presidente conservador y Gobierno presidido por un socialista).

2010

Gobierno monocolor:

España, Portugal y Grecia.

Socialdemócratas en coalición:

Austria y Eslovenia.

Como socio minoritario:

Bélgica, Luxemburgo y Chipre.

2021

Gobierno monocolor:

Portugal (en funciones), Dinamarca, Malta y Suecia.

Socialdemócratas en coalición:

Alemania, España y Finlandia.

Como socio minoritario:

Italia, Luxemburgo, Rumania y Bélgica.

Fuente: elaboración propia.

EL PAÍS

Gobiernos socialdemócratas

Gobierno monocolor

Presidencia socialdemócrata

y Gobierno en coalición

Como socio minoritario

2000

2010

2021

2000

Gobierno monocolor:

Reino Unido, Portugal, Suecia y Grecia.

Socialdemócratas en coalición: Alemania, Italia,

Holanda, Finlandia y Dinamarca.

Como socio minoritario:

Bélgica y Francia (presidente conservador y

Gobierno presidido por un socialista).

2010

Gobierno monocolor:

España, Portugal y Grecia.

Socialdemócratas en coalición:

Austria y Eslovenia.

Como socio minoritario:

Bélgica, Luxemburgo y Chipre.

2021

Gobierno monocolor:

Portugal (en funciones), Dinamarca, Malta y

Suecia.

Socialdemócratas en coalición:

Alemania, España y Finlandia.

Como socio minoritario:

Italia, Luxemburgo, Rumania y Bélgica.

Fuente: elaboración propia.

EL PAÍS

Gobiernos socialdemócratas en la Unión Europea

Gobierno monocolor

Presidencia socialdemócrata y Gobierno en coalición

Como socio minoritario

2000

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Gobierno monocolor:

Reino Unido, Portugal,

Suecia y Grecia.

Socialdemócratas en

coalición:

Alemania, Italia, Holanda,

Finlandia y Dinamarca.

Como socio minoritario:

Bélgica y Francia (presidente

conservador y Gobierno

presidido por un socialista).

Gobierno monocolor:

España, Portugal y Grecia.

Socialdemócratas en

coalición:

Austria y Eslovenia.

Como socio minoritario:

Bélgica, Luxemburgo y

Chipre.

Gobierno monocolor:

Portugal (en funciones),

Dinamarca, Malta y

Suecia.

Socialdemócratas en

coalición:

Alemania, España y

Finlandia.

Como socio minoritario:

Italia, Luxemburgo,

Rumania y Bélgica.

Fuente: elaboración propia.

EL PAÍS

Gobiernos socialdemócratas en la Unión Europea

Gobierno monocolor

Presidencia socialdemócrata y Gobierno en coalición

Como socio minoritario

2000

2010

2021

Gobierno monocolor:

Reino Unido, Portugal, Suecia y Grecia.

Socialdemócratas en coalición:

Alemania, Italia, Holanda, Finlandia y

Dinamarca.

Como socio minoritario:

Bélgica y Francia (presidente

conservador y Gobierno presidido

por un socialista).

Gobierno monocolor:

España, Portugal y Grecia.

Socialdemócratas en coalición:

Austria y Eslovenia.

Como socio minoritario:

Bélgica, Luxemburgo y Chipre.

Gobierno monocolor:

Portugal (en funciones), Dinamarca,

Malta y Suecia.

Socialdemócratas en coalición:

Alemania, España y Finlandia.

Como socio minoritario:

Italia, Luxemburgo, Rumania y

Bélgica.

Fuente: elaboración propia.

EL PAÍS

Y, en este cuadro, España se plantea como un bastión de relieve. Encarrilados los presupuestos, el Gobierno liderado por los socialistas en la cuarta potencia económica de la UE tiene visos de poder agotar la legislatura, una oportunidad para dar un impulso transformador gracias a los ingentes fondos europeos y seguir explorando pasos de progreso ―a menudo muy avanzados― en materia de derechos y libertades.

El cuadro de poder también presenta zonas oscuras. Los éxitos se han obtenido con resultados modestos (Alemania) o directamente malos (Noruega, los peores de la historia del partido). El fundamental regreso a la cancillería en Alemania se produce con una compleja alianza que obligará a aguar el ideario socialdemócrata. Los partidos en el poder en Portugal y Suecia se tendrán que someter a difíciles revalidas en 2022 después de turbulencias con sus aliados. Este año las urnas han arrojado pésimas noticias en Países Bajos, República Checa o Bulgaria. El horizonte para presidenciales y legislativas francesas del año que viene es nefasto.

Asistimos, pues, a un escenario fluido. Este reportaje pretende reflexionar sobre la profundidad de las heridas acumuladas y la entidad de las oportunidades que se abren para la socialdemocracia.

Para ello, centra el foco en tres ejes políticos fundamentales ―económico, identitario y medioambiental― y en distintos lugares de las tres principales economías de la UE ―Alemania, Francia e Italia― que encarnan diferentes realidades del tejido europeo: Turín, urbe industrial en dificultad, tradicionalmente progresista, perdida en 2016 y recuperada en octubre; Bussoleno (Italia), pequeño pueblo alpino que encarna los dilemas sobre modelos de desarrollo a cuenta de un pulso sobre una línea de alta velocidad; Bruay-la-Buissière, localidad francesa de tradición minera, históricamente progresista, y ahora en manos del partido de Le Pen; Saarlouis, ciudad alemana de 35.000 habitantes que simboliza el renovado vigor del SPD; y Scheibenhard/Scheibenhardt, divididos por el pequeño río Lauter, uno en Francia, otro en Alemania.

Economía

Una historia de soledad

“Esta ciudad ha asistido al desgarro entre los que eran los representantes políticos del mundo del trabajo -los partidos de izquierda- y los trabajadores. Esta es una historia de soledad”. Pelo blanco de largo recorrido, voz profunda de sindicalista del metal bregado en mil batallas y muchas más arengas y debates, Giorgio Airaudo reflexiona en su despacho sobre lo ocurrido en Turín en las últimas décadas.

Es esta la historia de un pujante centro industrial, apoyado en el pilar de la FIAT, que se ha ido inexorablemente tambaleando haciendo caer a mucha gente; la historia de una transformación económica dolorosa, hecha de desindustrialización, deslocalizaciones, de envejecimiento demográfico, de precarización, pérdidas de empleos estables y surgimiento de nuevos volátiles y que dificultan la estructuración colectiva.

Una de las entradas de la fábrica de FIAT Mirafiori de Turín.
Una de las entradas de la fábrica de FIAT Mirafiori de Turín.Matteo Montaldo

Una historia parecida, aunque a escala diferente, a la ocurrida en Bruay-la-Buissière, un municipio 215 kilómetros al norte de París en plena cuenca minera del norte de Francia. Las minas llevan décadas cerradas, pero los paisajes exhiben las cicatrices de este pasado: los montículos con residuos mineros salpican el horizonte y muchos pueblos presentan el aspecto deslavazado ―“siniestrado”, dice el exalcalde socialista de Bruay Olivier Switaj― de unas zonas que nunca se llegaron a sobreponer de la crisis minera e industrial.

“Para ser escuchado, tengo la impresión de que hay que apostar por la exageración y la demagogia”, lamenta Switaj, de 42 años y nieto de mineros, sentado en una brasería local. Esto, como buena parte del norte industrial y minero de Francia, fue durante décadas un feudo inexpugnable socialista ―en algunos momentos y poblaciones, comunista―, símbolo del orgullo de la clase obrera francesa y de todos sus combates. Ya no. Hoy Bruay es gobernada por la formación de Marine Le Pen.

Olivier Switaj, ex-alcalde (Parti Socialiste Français) en un bar de Bruay. Bruay-la-Buissière, Pas de Calais, region de Hauts de France. Francia. 3/12/2021

Olivier Switaj

Exalcalde en Bruay-la-Buissière, un antiguo pueblo minero en el norte de Francia.
Foto: Bruno Arbesu
Para ser escuchado, tengo la impresión de que hay que apostar por la exageración y la demagogia

Turín tiene más de 800.000 habitantes, Bruay-la-Buissière, 22.000. Pero en ambos lugares los caladeros tradicionales de la izquierda se han transformado y han colocado a la socialdemocracia ante retos a veces irresolubles.

El sentimiento de soledad del que habla Airaudo, de 61 años, secretario general de la rama del metal del sindicato izquierdista CGIL, es probablemente una de las grandes fuerzas que han alejado votos de la socialdemocracia en lo que va de siglo. “Yo tengo trabajadores que vivieron pensando que se jubilarían serenamente y ahora se sienten traicionados”, dice.

Giorgio Airaudo, 61. He is the regional leader of FIOM, Trade Union. Turin

Giorgio Airaudo

Secretario general de la rama del metal del sindicato izquierdista CGIL.
Foto: Matteo Montaldo
Tengo trabajadores que vivieron pensando que se jubilarían serenamente y ahora se sienten traicionados

“El problema de los partidos socialdemócratas es que en los últimos años no han conservado su electorado popular”, analiza Hollande. “Esos electores se han sentido olvidados y abandonados por la desindustrialización, la globalización, por la degradación de su esperanza. No se les recupera simplemente prometiéndoles incrementos salariales –aunque eso sea importante-, sino logrando que se sientan considerados, reconocidos, respetados, acompañados. Que sientan que tienen un destino. Ahora no lo sienten. El desafío es ser los partidos que tienen la confianza de los gremios populares, y esto está todavía lejos”. No es una casualidad que “respeto” fuera una de las palabras clave de la campaña del SPD en Alemania.

Esas grandes masas obreras, organizadas, sindicalizadas, afiliadas a partidos y grupos, dieron alas a distintas opciones de izquierdas. Ahora están atomizados, evolucionados, y a la socialdemocracia le cuesta conectar con ellos.

En Bruay, las últimas elecciones municipales las ganó Ludovic Pajot, 28 años, nieto de agricultores de la región y candidato por el Reagrupamiento Nacional (RN), el partido heredero de la formación histórica de la extrema derecha, el Frente Nacional. Fue una victoria que confirmó la pujanza del RN en el Norte y entre las llamadas clases populares.

“Marine Le Pen ha aportado a nuestro movimiento un discurso social que hace que muchos obreros nos voten, porque nosotros defendemos la regulación de la mundialización salvaje, que causa muchos desperfectos en nuestro país”, dice Pajot. Una parte de los actuales votantes de Pajot y Le Pen antes votaban socialista o comunista.

Ludovic Pajot, alcalde (Frente Nacional) en el ayuntamiento. Bruay-la-Buissière, Pas de Calais, region de Hauts de France. Francia. 3/12/2021

Ludovic Pajot

Alcalde de Bruay-la-Buissière por el Reagrupamiento Nacional (RN), el partido heredero de la formación histórica de la extrema derecha, el Frente Nacional.
Foto: Bruno Arbesu
Le Pen ha aportado a nuestro movimiento un discurso social que hace que muchos obreros nos voten, porque nosotros defendemos la regulación de la mundialización salvaje

Pero en la fase de declive, los votos fueron a distintos lugares según las circunstancias y los países. Hacia propuestas más de izquierda (Syriza en Grecia, Podemos en España, Mélenchon en Francia), socioliberales (Macron), nuevos proyectos difícilmente catalogables (Movimiento Cinco Estrellas, M5S), hacia la extrema derecha (Le Pen, Salvini y otros) o la abstención.

En Turín fue el M5S, un partido nuevo e ideológicamente bastante amorfo quien aprovechó el malestar de fondo. Factores locales y globales confluyeron en la histórica derrota del PD en 2016. Sergio Chiamparino, que entonces era presidente de la región de Turín ―el Piamonte― y fue alcalde de la ciudad por el PD en la primera década del siglo, cree que el partido pagó ser identificado como parte estructural de un sistema en el que ya muchos no creían, como el defensor de un sistema roto y de las élites urbanas competitivas y conectadas que, solas, extraían beneficios del mismo. Tras la victoria de octubre, señala: “No olvidemos que media ciudad no ha votado. Es gente que no cree en el sistema. Es una bomba de relojería que un hábil artificiero puede hacer estallar. Pero también un caladero de voto potencialmente más accesible para nosotros que para otros”.

Sergio Chiamparino, 73. He was President of Piedmont and Mayor of Turin. Turin

Sergio Chiamparino

Ex alcalde de Turín y expresidente de la región Piamonte por el socialdemócrata Partido Democrático.
Foto: Matteo Montaldo
No podemos olvidar que media ciudad no ha votado, es gente que no cree en el sistema

“Cierto entusiasmo para políticas económicas liberales del que se contagió buena parte de la izquierda en el pasado no ayudó”, señala en clave global Stefano Lo Russo, el candidato del PD que reconquistó la alcaldía.

Muchos observadores ven en la llamada “tercera vía” que abanderaban los gobiernos de Tony Blair, Gerhard Schroeder o Bill Clinton y que defendían políticas económicas bastante liberales con una posterior redistribución de las rentas generadas como el inicio de los futuros sufrimientos de los socialdemócratas.

Estas son las primeras páginas de la política europea del siglo XXI, pero hay señales de que se esté abriendo un capítulo diferente.

Esteban González Pons, vicepresidente del Grupo Popular Europeo en la Eurocámara, concede “que en este momento el péndulo se inclina más hacia el centro-izquierda en algunas partes”, pero considera que es un fenómeno “coyuntural”. “No hay una ola socialdemócrata. Estamos ante un nuevo escenario político caracterizado por la emergencia de los extremos y el debilitamiento de los partidos de centro. Estamos en una alternancia entre partidos de centro débiles: a veces de centro-derecha, a veces de centro-izquierda”.

Los socialdemócratas, en cambio, creen que hay indicios de un giro más profundo, sobre todo debido a la mencionada evolución del marco de debate provocada por la pandemia, como subrayan Hollande y García.

Por otra parte, debe notarse el desgaste de algunas nuevas formaciones competidoras tras haber alcanzado el poder. Turín lo ilustra bien. El M5S está en grave dificultad y, llamativamente, sopesa ahora afiliarse a la agrupación socialdemócrata en Europa. Podemos también ha sufrido dificultades tras su llegada al poder.

Estas circunstancias reposicionan a los partidos socialdemócratas en un territorio más favorable, máxime en un periodo de problemas excepcionales que aconsejan liderazgos experimentados. La socialdemocracia, con su historia y sus profundas raíces en la sociedad, dispone de una cantera de primer nivel, que le permite desplegar una oferta atractiva, y alternativa a los extremos de los liderazgos populistas o tecnócratas.

Lo Russo, profesor universitario de geología y político experimentado a escala local, representa esta virtud que ha sido clave en varias elecciones municipales italianas y, sin duda, también lo fue en la victoria del SPD con Olaf Scholz a la cabeza en Alemania.

“Hay que vigilar: cuando se dice ‘victoria de la socialdemocracia en Alemania’, la cosa es más compleja. Es tanto o más la victoria de una personalidad que de un partido”, señala Alain Bergounioux, historiador del PS francés.

Y, sin embargo, la solidez de la organización cuenta, y explica por qué en Francia el PS corre el riesgo de extinción y en Alemania, en cambio, el SPD ha resistido.

Hay un lugar en la frontera franco-alemana donde este contraste es visible. Scheibenhard y Scheibenhardt (el primero, terminado en d; el segundo, en t) parecen el mismo pueblo, pero están divididos por el pequeño río Lauter. A un lado es la región de Alsacia, en Francia. Al otro, el land de Renania-Palatinado, en Alemania. En el lado francés, el PS no tiene militantes: cero. En el alemán, el SPD tiene 11.

Francis Joerger fue alcalde del Scheibenhard francés durante 30 años hasta las 2020. Militó durante décadas en el PS francés. Lo abandonó hace “más de 10 años”, cuenta en el salón de su casa, construida a unos metros del río y la frontera. “Constaté que el PS no apoyaba al campo: todo era para la ciudad, para Estrasburgo. Los militantes del campo éramos militantes de segunda zona”. El PS se había convertido en el partido de la burguesía intelectual de las ciudades.

“Ya entonces me dije que esto acabaría mal. Además, yo tenía el contacto con Alemania y veía que ahí las cosas eran distintas”, explica. Lo que veía en Alemania era un partido mucho más estructurado e implantado en el ámbito local. Por eso, tras abandonar el PS, tomó la decisión de adherirse al SPD, partido en el que sigue militando.

Más tarde, llega a la casa de Joerger para tomar el café Karl-Heinz Benz, vecino del Scheibenhardt alemán y miembro del SPD en este pueblo. Antes también militó en el PS. Benz cuenta que, al principio, la “cultura política” del PS le parecía más interesante que la del SPD. “En el SPD se hablaba mucho de la vida del pueblo. El PS, en cambio, había más discusiones políticas, otro tipo de debates. Me gustaba”.

Francis Joerger, alcalde del Scheibenhard francés durante 30 años, junto a su amigo Karl-Heinz Benz, miembro del SPD alemán.
Francis Joerger, alcalde del Scheibenhard francés durante 30 años, junto a su amigo Karl-Heinz Benz, miembro del SPD alemán.BRUNO ARBESU

Pero decidió marcharse del PS hace unos cinco años porque ya no había secciones locales en los municipios cercanos ni militantes. Otro motivo: “Ya no era fácil reconocer una línea: eran todos contra todos”, dice.

En Turín, los socialdemócratas de referencia ―el PD― y otras formaciones lograron mantener un buen grado de cohesión, y eso también fue clave del regreso al poder. En general, no lo lograron con el voto obrero. Un estudio señala que, entre los obreros, la tasa de abstención se ha elevado al 66%. Y entre los que han votado, predomina el centroderecha. Sin embargo, la zona de Mirafiori Sur, donde se halla la principal fábrica de la FIAT, sí votó a la izquierda. Este barrio dominado por el enorme complejo industrial susurra consejos interesantes para la socialdemocracia.

“Esta es una periferia muy envejecida. La población está en fortísima reducción, las escuelas se vacían. Pero hay un tejido social que, con respecto a otras realidades, ha aguantado mejor. Ha habido inversiones públicas importantes de reordenación urbana y hay una acción social. Esto no es un territorio abandonado”, comenta Elena Carli, secretaria general de la Fundación Mirafiori, una institución que busca mejorar la situación del barrio. Mientras habla, en una sala contigua, un grupo de señoras mayores da clases de danza en una media mañana lluviosa.

Elena Carli inside the Mirafiori community center

Elena Carli

Secretaria general de la Fundación Mirafiori.
Foto: Matteo Montaldo
En el barrio de Mirafiori la población está en fortísima reducción, las escuelas se vacían. Pero hay un tejido social que, con respecto a otras realidades, ha aguantado mejor

Un paseo por sus calles, de nombres tan simbólicos como la avenida URSS, entre las viviendas de protección oficial y la fantasmagórica presencia de la gran fábrica con amplias zonas en desuso, destila la esencia de pedazos de Occidente envejecidos, con pulsiones y pasiones que se enfrían.

Pero también se nota que ese sentimiento de abandono y soledad del que habla Airaudo no es tan punzante como en otras partes. Que ha habido una atención y cuidado: respeto, diría Olaf Scholz en Alemania. El reto es reproducir esquemas de protección eficientes en otros entornos.

Y ese, el de la protección y de la justicia social, es territorio de una competencia feroz. Pascal Delwit, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Libre de Bruselas especializado en socialdemocracia, señala que, aunque la historia de esta familia avale su papel de protección social, no es para nada descontado que ahora sepa reconfigurarse como gran referente. “No es fácil. La crisis de 2008 y la incapacidad de darle respuesta han dejado una marca profunda. La derecha radical ha asumido ese discurso con un vigor que a veces no se encuentra de forma tan neta en la socialdemocracia, sobre todo cuando están en el ejercicio del poder. No hay razones para pensar que lograrán fácilmente un gran impulso por esta vía”, sostiene, en conversación telefónica.

El escenario se complica aún más cuando se observa que no solo la ultraderecha, sino incluso conservadores tradicionales juegan esa carta. Es el caso, en la actualidad, de los tories británicos. Con todo, el escenario es ciertamente más cómodo ahora que hace unos años para la familia socialdemócrata.

Viajar del pueblo minero francés de Bruay a Saarlouis, ciudad alemana de 35.000 habitantes cercana a la frontera con Francia, es desembarcar en otro continente. Saarlouis ofrece un perfil de chimeneas humeantes, pujanza industrial y renacimiento socialdemócratas tras años de travesía del desierto. En las elecciones generales de septiembre que han llevado al socialdemócrata Scholz a la cancillería, el SPD ganó la circunscripción de Saarlouis. Desde 2009, la CDU batía al SPD aquí en las legislativas.


Fabrica de Ford
Vista de Saarlouis (Alemania) con la acerera DHS (Dilinger Hütte Saarstahl) y la fabrica de Ford de fondo. BRUNO ARBESU

Patrik Lauer, de 57 años, es el presidente del SPD en la circunscripción de Saarlouis y presidente del distrito en el que se encuentra la ciudad. En una sala de reuniones de la sede del Gobierno del distrito, desgrana las claves del arraigo socialdemócrata. Aquí la extrema derecha es débil comparada con el otro lado de la frontera. Aquí la clase trabajadora todavía vota al SPD y el partido mantiene una conexión estrecha con los sindicatos. Aquí la industria pervive, con dos importantes fábricas en el sector siderúrgico y automovilístico.

“Se trata de preocuparse de la gente para volver a ser creíbles como abogados de la gente que trabaja duro, de la población normal”, dice. “Esto lo hemos vuelto a aprender. Durante un tiempo lo perdimos. Nos peleábamos por temas que solo afectaban a minorías. Ahora somos de nuevo un volkspartei [un partido del pueblo, más allá de una clase o segmento] (...). Ya no hacemos políticas de minorías sino políticas para la mayoría de la población. También hemos hecho las paces con los sindicatos. Y esto nos ha ayudado mucho”, comenta Lauer.

Identidad y derechos

El dilema entre valores e intereses

Barriera de Milán fue, hasta el pasado octubre, un bastión histórico de la izquierda de Turín. Es un barrio marcado por la considerable presencia de vecinos de origen extracomunitario, pero no es una barriada. Está a un par de kilómetros del centro de la ciudad y no sufre niveles de degradación dramáticos. Sin embargo, aquí bulle un malestar que se ha traducido en fortísima abstención y un llamativo giro a la derecha precisamente en unas municipales en las que el PD logró recuperar el conjunto de la ciudad. Barriera encarna uno de los grandes retos para que las socialdemocracia pueda avanzar en su resurgimiento. ¿Qué pasó?

“Aquí hay muchos ciudadanos que se sienten abandonados. Hablan un lenguaje diferente del nuestro, especialmente en la cuestión de la seguridad, que la izquierda no entiende, a menudo subestima”, dice Paolo Furia, secretario regional del PD en Piamonte, en la sede del partido. “Se dice que hay que responder a la inseguridad con políticas sociales. Cierto. Pero se tardan años en construir mejoras, mientras los trapicheos delante del portal los tienes ahora, y todos los días. La izquierda debería ser capaz de rechazar rotundamente la xenofobia pero a la vez decir que queremos invertir en el sector público no solo para tener mejores servicios de sanidad o educación, sino también para tener más policías municipales”, señala Furia, quien, ante la necesidad de desplazar la sede regional del partido el año pasado para reducir gastos, optó por instalarla en Barriera.

Paolo Furia, 34. He is the Regional Secretary of the Socialdemocratic PD political party and researcher at Università di Torino. Turin

Paolo Furia

Secretario regional del PD en Piamonte.
Foto: Matteo Montaldo
Se tardan años en construir mejoras, mientras los trapicheos delante del portal los tienes ahora, y todos los días

Los flujos migratorios y mecanismos de integración son una cuestión central en la política europea, y son muchos los indicios que apuntan a que mueven votos. Y este es un territorio complicado para la socialdemocracia.

En un extremo se halla la posición del Gobierno socialdemócrata de Dinamarca, que ha impulsado una ley que prevé rebotar a países terceros fuera de la UE los solicitantes de asilo que llegan a su territorio, una política próxima al ideario habitual de la derecha dura.

“El proyecto europeo se sustenta sobre valores que están en peligro, por el avance de una ultraderecha que ha decidido tener como objetivo determinados sectores de población que están siendo atacados: mujeres, colectivo LGTBI, migrantes”, comenta Iratxe García. “Con ello quiero decir que hay algunas políticas que pueden tener un coste electoral en determinados momentos o en determinados territorios, pero esto no significa que podemos renunciar a nuestros principios. Esta es mi visión. Sin duda dentro de la familia socialdemócrata hay diferentes sensibilidades, pero creo que es la visión más generalizada”, dice.

Es indudable que, en algunos segmentos sociales ―que coinciden con caladeros de votos potenciales progresistas― la inseguridad económica fomenta una mirada inquieta hacia los inmigrantes.

“Este es un terreno desafiante para el centroizquierda”, reconoce el alcalde de Turín, Lo Russo. “Pero hay que decir con claridad algunas cosas, y Turín es un ejemplo claro. Esta ciudad se ha construido con la inmigración. Siguen siendo indispensables en varios sectores económicos. Y además, esta es una ciudad con problemas demográficos, según algunas proyecciones en 25 años habrá menos de medio millón de habitantes (llegó a tener 1,3 millones)”.


Stefano Lorusso, 46. Mayor of Turin. Municipality, Turin

Stefano Lo Russo

Alcalde de Turín por el PD desde el pasado mes de octubre.
Foto: Matteo Montaldo
Este es un terreno desafiante para el centroizquierda. Pero hay que decir con claridad algunas cosas. Los inmigrantes son indispensables

Pero, aquí también, el momento actual representa una oportunidad. Unas economías en clara recuperación y un fuerte consenso acerca de la protección social mejoran el marco. Y, en este nuevo marco, la socialdemocracia puede encabezar un impulso para cambiar el discurso en materia migratoria que, sin duda, tiene un público abierto en buena parte de la ciudadanía.

Así lo ha interpretado la nueva coalición alemana, que en su programa contempla medidas de calado para asentar una actitud más abierta en materia migratoria.

El apartado de las cuestiones identitarias, culturales y de derechos, además, no empieza y termina en la inmigración, aunque esta sea muy importante en algunos países. En este segmento de lucha política, la socialdemocracia cuenta con una posición muy favorable en varios sentidos.

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La lucha feminista y el impulso a los derechos de las minorías por identidad u orientación sexual son otro vector muy importante de movimiento del voto, un área que ha sido una apuesta firme e histórica de muchos partidos de la familia socialdemócrata. Es esta un área en la que es razonable pensar que el sentimiento social mayoritario avanza paulatinamente en dirección de las tesis defendidas por los socialdemócratas, y en donde los conservadores tienen un terreno incómodo.

El PSOE destaca entre las formaciones que con mayor vigor han impulsado iniciativas en esta área, y bajo su dirección España se ha situado en la vanguardia en muchos asuntos relacionados con este marco.

“Hay que reconocer las discriminaciones: existen. Pero es importante que la izquierda siga haciendo lo que siempre ha sabido hacer, es decir, que toda lucha minoritaria se inscriba dentro de un conjunto mayoritario”, dice Hollande. “El combate por la igualdad, por el respeto de las mujeres, de las minorías sexuales, son justificados mientras se inscriben en uno mayoritario. Es lo que ha permitido a la izquierda asegurar esa promoción de valores y de la libertad”, señala el expresidente como clave para gestionar un área fundamental para la socialdemocracia del siglo XXI.

Medio Ambiente

En busca de una transición verde justa

“Falta valentía. Falta visión. Hay un exceso de búsquedas de consensos y compromisos que acaban dejando a lado los valores”. Sara Diena, de 21 años, resume así su desconfianza hacia la propuesta socialdemócrata en materia de medioambiente sentada en un café a lado de la Universidad de Turín, donde estudiaron Antonio Gramsci y Palmiro Togliatti. Diena acaba de lograr un escaño en el consejo comunal en las filas de la pequeña formación Izquierda y Ecología, coaligada al PD, pero más a la izquierda del mismo. Representa el desafío, para la socialdemocracia, de una nueva generación de jóvenes cultivados, urbanos, determinados en la defensa del medioambiente y para los que el planteamiento de la izquierda reformista moderada es demasiado tibio.

Sara Diena, 21. She is City councilor and environmental activist. Turin

Sara Diena

Representante en el consejo comunal de Turín por la formación Izquierda y Ecología.
Foto: Matteo Montaldo
Hay un exceso de búsquedas de consensos y compromisos que acaban dejando de lado los valores

El profesor Delwit, de la ULB, señala que la pugna por el voto urbano con sensibilidad medioambiental es una de las grandes áreas de lucha política contemporánea. “Especialmente en países del centro-norte de Europa, los socialdemócratas sufren una competencia fuerte de los partidos verdes. Se ve bien en materia municipal. La socialdemocracia está tensionada entre el impulso a la protección del medioambiente, que está en su sensibilidad, y la presión de sectores sociales que pueden ser para ella caladeros de votos y observan con recelo ciertos cambios y los costes que suponen”, dice. Delwit señala el riesgo, en esa búsqueda de un equilibrio, de perder hacia los Verdes a aquellos que buscan un avance fuerte en materia ecológica y hacia derechas nacionalistas a los que buscan protección.

El camino está lleno de dilemas y dificultades. La frontera francoalemana muestra algunos.

Saarlouis muestra los desafíos de la transición para la industria, que aquí resiste: la siderúrgica con la fábrica Dillinger Hütte con 5.000 empleados y la automovilística con Ford que da trabajo, junto a los proveedores, a 5.000 personas. Pero ambas, dice Patrik Lauer, del SPD “se encuentran hoy bajo una presión”.

Industria acerera DHS
La fábrica siderúrgica DHS (Dillinger Hütte Saarstahl), en Saarlouis, Alemania. BRUNO ARBESU

“La globalización y la necesidad de proteger el clima nos hacen temer que nuestros buenos empleos industriales, que han garantizado el bienestar para muchas personas, desaparezcan. Por eso, aquí, es central transformar empleos de la vieja industria en empleos de la nueva industria con alta productividad y buenos salarios para empleados cualificados”, argumenta el dirigente socialdemócrata. “El SPD ha planteado, como ningún otro partido, cómo lograrlo: con un desarrollo enorme de las energías renovables: debemos ser una región de hidrógeno para poder fabricar acero ‘verde’, ecológico. Hemos conseguido que se instalase en el Sarre una fábrica de baterías, Svolt de China. Competíamos con 31 regiones de Europa. Son 2.000 nuevos puestos de trabajo”.

La frontera francoalemana también subraya el dilema de los nuevos mix energéticos, con la gran apuesta nuclear de Francia y el rechazo a esa fuente de Alemania.

La zona de Turín también exhibe algunos de los dilemas y retos que plantean las cuestiones medioambientales, siendo protagonista del gran pulso que se ha librado alrededor del proyecto para construir una línea de alta velocidad ferroviaria que la conecte con Lyon, en Francia, una infraestructura que toca la fibra de un profundo debate sobre modelos de desarrollo.

Vista de The Regional Skyscraper desde una colina cerca de la ciudad de Turín.
Vista de The Regional Skyscraper desde una colina cerca de la ciudad de Turín.Matteo Montaldo

Bussoleno, un pueblo del valle de Susa a unos 40 kilómetros del centro de Turín, encarna bien ese debate. El valle es la zona a través de la cual debería pasar el ferrocarril y ha sido epicentro de duras protestas contra el proyecto. Francesco Richetto, concejal independiente de obras públicas de Bussoleno, de 41 años, es un abanderado de una visión que predica un cambio radical en los planteamientos de desarrollo y de relación del ser humano con la naturaleza.

“La pandemia ha evidenciado fragilidades del mundo moderno. La presión sobre el ambiente es el metro sobre el que decidir el futuro. Yo creo que este proyecto es invasivo e inoportuno como modelo de futuro. ¿Queremos mover más mercancías y personas por el mundo con infraestructuras costosas y pesadas, o preferimos intervenciones más ligeras, favorecer lo local?”, dice Richetto, de 41 años.

Francesco Richetto

Francesco Richetto

Concejal independiente de obras públicas de Bussoleno y activista contra el proyecto de tren de alta velocidad Turín-Lyon
Foto: Matteo Montaldo
La presión sobre el ambiente es el metro sobre el que decidir el futuro

Los sostenedores del proyecto ―la mayoría de partidos, entre los cuales está el PD, pero no el M5S― apuntan a que la nueva conexión, mejorando la actual, desplazaría movimientos de camiones y coches al ferrocarril, reduciendo emisiones a medio largo plazo. También sostienen que la línea discurriría en gran medida en un túnel que no afecta el ambiente y que la movilidad intraeuropea es el tamaño existencial en un mundo globalizado de grandes potencias con grandes mercados.

El debate toca a una discusión esencial en los próximos años sobre si el crecimiento económico capitalista es compatible con la preservación de una tierra habitable. Los partidos de esta familia progresista buscan pues una cuadratura del círculo entre todos esos dilemas, entre avanzar hacia objetivos verdes sin propinar por el camino un golpe excesivo al crecimiento económico y a las clases más frágiles y expuestas a los costes de la transición ecológica.

Ahí, precisamente, reside un espacio político con gran potencial para la socialdemocracia. Al apoyo a la transición a modelos menos contaminantes es cada vez más amplio en la sociedad. A la vez, es cada vez más notorio que esa transición acarrea costes que tienden a tener un peso proporcionalmente mayor en las clases menos pudientes. La socialdemocracia tiene posibilidades de presentarse como la fuerza que mejor conyuga esos dos elementos: reducción de emisiones con protección social.

“La perspectiva de los verdes no tiene la parte social que planteamos nosotros. La transición justa nos diferencia de otros”, recalca Iratxe García, en ese sentido. Los socialdemócratas han impulsado en la UE importantes fondos de compensación para los afectados de la transición. En este apartado también, como en otros, el clima político es propicio a iniciativas amortiguadoras, que de hecho han llevado a cabo Gobiernos de varios colores para atenuar el impacto de las subidas de precio.

La apuesta socialdemócrata no podrá ser, según Hollande, un giro radical que derive en decrecimiento. “No podemos reencontrar a las clases populares si lo que les proponemos es el decrecimiento”, observa Hollande. “No podemos pedirles que adopten un modelo sobrio, aunque este sea deseable, que vivirán como una austeridad suplementaria. Los ecologistas, aunque les respeto, no pueden convertirse en la fracción mayoritaria de la izquierda porque precisamente carecen de un vínculo fuerte con los asalariados y los trabajadores que quieren empleo, salarios y servicios públicos que hay que financiar con la actividad”.

Hay, pues, un terreno intermedio prometedor entre el negacionismo climático ultra y la tibieza de algunos partidos conservadores, por un lado, y un activismo medioambiental poco atento a las derivadas sociales, por el otro.

El hallazgo de caminos intermedios es la historia de la socialdemocracia; su búsqueda del progreso a través de un reformismo moderado es parte esencial de la construcción europea actual. Es ahí donde ganó Scholz. Y donde al otro lado del Atlántico, ganó Joe Biden. “Quien ocupa el centro, gana elecciones, y no en los extremos”, concluye Lauer, en Saarlouis. “La mayoría de la gente no es radical”.

Créditos

Coordinación: Brenda Valverde y Guiomar del Ser 
Diseño y director de arte: Fernando Hernández
Maquetación: Nelly Natalí
Infografía: Antonio Alonso

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