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En Marsella, en Francia, la policía investiga la muerte a tiros de dos personas en plena calle, en lo que parece ser un ajuste de cuentas. Se trata de la ciudad con las tasas más altas de criminalidad de toda Francia y también la que tiene los barrios periféricos más pobres del país.

Rodeado con un muro como si fuera una fortaleza, entramos en una de las zonas más peligrosas del norte de Marsella. Es la ciudad con los barrios más pobres de Europa y que se han acabado convirtiendo en guetos.

"Puede haber un enlace entre pobreza, migración y seguridad, pero olvidamos que estas personas son portadoras de valores y de una cultura, que puede ser más fuerte que la francesa", dice Jean Vercoutére, delegado de Cáritas en Marsella, para quien la ciudad es, al contrario de lo que muchos piensan, un modelo de convivencia de etnias y religiones.

Se cumplen 10 años de la tragedia de Lampedusa: murieron cerca de 400 migrantes, que naufragaron cuando trataban de llegar a Europa. El Gobierno italiano no ha participado en los actos de recuerdo. Las ONG lamentan que hayamos normalizado estas tragedias.

Diez años no han conseguido apagar el dolor. Esta madrugada, a la misma hora del naufragio, han recordado a los 368 muertos. Algunos de estos son supervivientes eritreos que han regresado al lugar en el que vieron morir a los suyos, descargar uno tras otro los cadáveres y alinear los féretros en aquel pabellón de imborrable memoria.

La tragedia movilizó una operación de rescate que llamaron Mare Nostrum, de la que hoy no queda nada.

Las ONGs lamentan que no exista ninguna política gubernativa de búsqueda y rescate, y mucho menos de acogida e integración de inmigrantes.

FOTO: Zakaria ABDELKAFI / AFP

Ander Izagirre escribe en su firma en Las mañanas de RNE sobre la historia de migración de un millón de portugueses que en 1965 escaparon de su país: "Huyeron de la pobreza, la dictadura y las guerras coloniales; de ellos, 800.000 emigraron a Francia, la mayoría de forma clandestina y casi todos a través de Bidasoa y del Pirineo".

Pello Apezetxea descubrió estos "movimientos inquietantes en los bosques" días después de su llegada como párroco de Etxalar y que contó al periodista: "El viejo cura contaba historias de vecinos que ayudaron a los migrantes y de otros que los estafaron: hay gente que hace negocio con todo".

"Solo me viene la palabra vergüenza, es una vergüenza". El Papa Francisco reflejó con esas palabras la mezcla de rabia, indignación y dolor del mundo hace diez años tras el naufragio de Lampedusa, que dejó 368 personas muertas en una de las mayores tragedias que se recuerdan en el Mediterráneo.

Una década después, el fenómeno no solo no se ha detenido, sino que continúa entre políticas errantes y titubeos. Desde entonces, la isla ha quedado marcada por la palabra migración.