Cultura

Nick Mason, el hombre que marca el ritmo de una leyenda llamada Pink Floyd

En 1964, Nick Mason aparcó arquitectura para montar Pink Floyd. Más de medio siglo después, aún no ha terminado la carrera. Hablamos con el batería sobre la exposición tributo a la banda que hoy puedes disfrutar en IFEMA.
Nick Mason The Pink Floyd Exhibition
50 años no son nada.Getty Images; Cordon Press; Íntimos Studio.

Londres, años 60. Los adolescentes británicos –como Nick Mason– se relacionan en un ecosistema muy diferente al que habían conocido sus padres a su edad. Ya no suenan tambores de guerra ni silban bombas sobre los tejados de Covent Garden. La austeridad provocada por la recesión cede ante una recuperación económica que tiñe el país de color. El nuevo contexto alumbra una generación de chicos y chicas con inquietudes políticas, musicales, audiovisuales y estéticas; una comunidad algo hedonista que recibe el nombre de Swinging London. Este caldo de cultivo explica la aparición de una banda tan compleja de clasificar como Pink Floyd, un hito en la cultura pop del siglo XX. "Nunca nos gustaron las etiquetas, es cierto", reconoce Mason (Birmingham, Inglaterra, 1944), batería de la formación y único miembro que aparece acreditado en todos los álbumes de los británicos.

La banda en 1967. Mason es el segundo por la izquierda.

The Pink Floyd Exhibition. Cortesía de Sold Out.

"Jamás soñé con tener una carrera como la que he tenido. Cuando montamos la banda, pensé que duraríamos un año. Yo estudiaba arquitectura, de hecho. La aparté momentáneamente, pero pensaba volver. Es más, el colegio de arquitectos sigue guardándome la plaza porque tenía cuatro cursos aprobados y sólo me queda rematar", bromea Mason, con quien nos citamos durante la puesta de largo de The Pink Floyd Exhibition, una muestra con 350 piezas que recorre la historia del grupo –y pone en valor su impacto en nuestra cultura pop– a través de fotografías, instrumentos, diseños originales, piezas audiovisuales, manuscritos de canciones, elementos escénicos… (toma nota: puedes disfrutar de la exposición hasta el 15 de septiembre en el Espacio 5.1 de IFEMA).

The Pink Floyd Exhibition. Cortesía de Sold Out.

Derribando muros (de sonido)

Otro elemento representativo de esta suerte de contracultura durante los 'sixties' fueron las drogas. Syd Barrett, guitarrista y voz del primer álbum de la banda, el magistral 'The Piper at the Gates of Dawn' (1967), cayó en desgracia como consecuencia del consumo de LSD. Abrumado, perdió la cabeza y –salvo en contadas ocasiones– vivió recluido en casa de sus padres hasta su deceso en 2006.

Lejos de dejarse arrastrar por la marcha del 'diamante loco', el resto de miembros de Pink Floyd decidieron salir adelante sin su magnético líder. "Fue una decisión valiente por nuestra parte. En aquel momento no éramos conscientes de lo que íbamos a ser capaces de hacer. En cierto modo, seguir sin Syd fue una temeridad porque él tenía mucho peso tanto a nivel interno como en la imagen que proyectábamos al exterior. Pero decidimos seguir. Y es evidente que tomamos la decisión correcta", explica Mason, a quien el éxito profesional le ha permitido cultivar su otra gran pasión, los coches de carreras: además de haber participado en Las 24 Horas de Le Mans, Nick Mason tiene un garaje de lujo con "unos 50" bólidos de altísima gama (entre ellos un Ferrari 250 GTO, su modelo favorito).

The Pink Floyd Exhibition. Cortesía de Sold Out.

Símbolos de la eclosión psicodélica de finales de los 60, Pink Floyd expandió sus ya de por sí difusos límites con el cambio de década. Los años que vendrían fueron testigos del talento desatado de dos personalidades antagónicas: David Gilmour y Roger Waters. Los álbumes 'The Dark Side of the Moon' (1973), 'Wish You Were Here' (1975), 'Animals' (1977) y 'The Wall' (1979) no sólo fueron ejemplos canónicos del auge del rock progresivo, sinfónico y/o experimental, sino que también colocaron a sus creadores en el olimpo de la música.

The Pink Floyd Exhibition. Cortesía de Sold Out.

"Con el paso de los años hemos cambiado lo suficiente como para poder ser referentes en varios géneros. De esto nos hemos dado cuenta con el tiempo, aunque es cierto que no fuimos los únicos músicos rompedores de aquella época. Nosotros en realidad queríamos avanzar, tocar diferentes palos y trabajar sin ataduras. El valor de lo que uno hace se lo da el público, de ahí que creáramos con la mente abierta", asegura Mason, quien hace apenas unas semanas ha sido condecorado por el príncipe Guillermo como Caballero Comendador del Imperio Británico.

The Pink Floyd Exhibition. Cortesía de Sold Out.

La exposición, que llega a Madrid tras arrasar en Londres (400.000 desfilaron por el Museo de Victoria y Alberto para verla), es una puerta abierta para acercarnos al imaginario y la iconografía de una banda que hizo de la vanguardia su bandera. También es un medio, según palabras de Mason, para estrechar lazos entre uno de los grandes tótems del rock y las generaciones que hoy abrazan sonidos sin guitarras y con 'autotune'.

"Lo interesante de la música es que por un lado está muy ligada al carácter social de las modas mientras que por el otro tiene mucho que ver con las sensaciones que genera a nivel personal. Dicho esto, la música se consume de forma circular. No sabemos hacía donde va a ir el interés de las personas, pero sí que las propuestas que han sido interesantes tiempo atrás van a terminar volviendo tarde o temprano. Nosotros empezamos escuchando el R&B que se hacía en EE UU a finales de los 50 y ahora son mis hijos los que me preguntan si alguna vez he oído hablar de Jimi Hendrix. La gente descubre y redescubre música continuamente. Tal vez el rock no tenga mucha presencia hoy en día, pero estoy convencido de que volverá. Los niños en las escuelas del Reino Unido estudian música rock porque forma parte del sistema educativo. Y tocan guitarras eléctricas; es decir, cualquiera de ellos podría ser el próximo Eric Clapton o formar parte de los nuevos AC/DC".

The Pink Floyd Exhibition. Cortesía de Sold Out.

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