• Con motivo de su reestreno en salas españolas y su 20º aniversario, volvemos a conducir por Mulholland Drive para desvelar sus secretos mejor guardados.
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Una llave azul, una rubia y una morena, una mendiga que pega sustos, el sueño de Hollywood como un arma de doble filo... Mulholland Drive es uno de esos rompecabezas cinéfilos que nos han fascinado durante años, y al que seguimos encontrando significados ocultos y detalles que no habíamos percibido antes. Ahora bien, aunque tenga fama de compleja, lo cierto es que la película de David Lynch no esconde sus claves para aquellos que están los suficientemente atentos. Y, una vez descifrado el código, lo que hay detrás es una reflexión sobre la industria, el éxito y el fracaso.

La película sigue a Betty (Naomi Watts), una joven que aterriza en Los Ángeles para cumplir su sueño de convertirse en actriz. Por el camino encontrará a Rita (Laura Harring), una mujer que ha perdido la memoria en un accidente y con la que establece un vínculo amoroso muy potente. La vida le sonríe, los productores se fijan en ella para ser la próxima gran estrella de la gran pantalla y puede que haya encontrado al amor de su vida, pero de repente... ¡Sorpresa! Tras una visita nocturna al misterioso Club Silencio, todo cambia. Betty es en realidad Diane Selwyn, una mujer que ha fracasado en su sueño hollywoodiense, mientras el éxito le ha tocado a Camilla Rhodes, que no es una Rita amnésica, sino una actriz que la abandonó por un director de cine interpretado por Justin Theroux. El paraíso se ha convertido en el infierno de la noche a la mañana. ¿Es el futuro? ¿Es una vida paralela? ¿O es que todo lo anterior, un total de dos horas de película, era solo un sueño?

Con motivo del reestreno de Mulholland Drive en los cines españoles (cortesía de Avalon, que se ha montado todo un Universo Lynch con pasaporte y todo) y sus veinte años recién cumplidos, nos adentramos en los misterios de la película e intentamos despejar todas las dudas. Aunque, como sucede con el cineasta, lo mejor es que cada uno tenga su propio viaje envuelto en imágenes sugerentes y situaciones extrañas que nunca son lo que parecen.

naomi watts y laura harring en mulholland drive
Asymetrical Production

I. La mujer que soñaba

Vamos a dejar algo claro desde el principio: en realidad, la trama de Mulholland Drive es tremendamente sencilla. Esto no quiere decir que si no la pillaste a la primera es porque seas un poco corto, en absoluto, sino porque David Lynch sabe bien cómo esconder las claves de su película. ¿Y cómo es eso? Pues con muchas dosis de sutileza y jugando con nuestras expectativas como espectadores.

Para empezar, si nos fijamos bien, una de las grandes claves para entender el filme está en el mismo principio: es un plano de la almohada de la cama de la protagonista, que se va acercando más y más hasta volverse borroso y oscurecerse hasta llegar finalmente a la pantalla en negro. Dura apenas unos segundos, pero ya nos está indicando que es probable que todo lo que vayamos a ver a partir de ahora sea un sueño, pues acabamos de ver a alguien meterse en la cama para dormir. Claro, habiendo visto toda la película y recordando este plano en retrospectiva se entiende mejor que cuando entramos en la historia sin saber lo que nos vamos a encontrar. Pero seguro que más de un espabilado la pilló a la primera.

En efecto, la teoría más extendida sobre Mulholland Drive, y la que encaja a la perfección con la historia, es que la película empieza con un sueño lleno de anhelos y deseos de la protagonista respecto a su vida personal y profesional, para después revelar la realidad desgraciada de la que ha nacido ese paraíso inventado. Sí, cae en el tópico de 'era todo un sueño', pero no estamos ante el final de los Los Serrano. Aquí, el sueño no es un golpe de efecto para sorprender al espectador, sino una parte crucial para entender la historia y, sobre todo, a su protagonista.

naomi watts en una imagen de mulholland drive
Asymetrical Production

II. De la fantasía a la realidad (y viceversa)

Los sueños son esenciales en el cine de David Lynch. Mirad al agente especial Dale Cooper de Twin Peaks: es a través de los sueños como resuelve sus casos, buscando pistas en otras dimensiones, en lo esotérico, en lo mágico. En los sueños, parece decirnos habitualmente el director, es donde encontramos la verdad sobre nosotros mismos. ¿Puede un sueño ser más real que la propia realidad? En Mulholland Drive, el sueño es un espejo revelador, se construye de los sueños y aspiraciones de una mujer al borde del colapso, nos muestra la esencia de un personaje cuya vida se ha ido al traste aunque sus ilusiones eran muy grandes. Pero al mismo tiempo también es un sueño: no todo tiene sentido, ni tiene por qué tenerlo. Y no pasa nada.

¿Cómo se construye este sueño en la mente de Diane? Hay que estar atento al tramo final de la película, cuando conocemos la realidad. Allí veremos que Betty, el nombre que adopta Diane en su sueño, lo toma de una camarera que le sirvió el café en Winkie's. Veremos que Rita, el nombre que adopta su enamorada Camila, lo toma de un póster de Gilda, protagonizada por Rita Hayworth. Veremos que el cowboy que parece ser un guía en el sueño es simplemente un tipo que vio al pasar cuando estaba en un restaurante. Todas estas pequeñas piezas van conformando la ilusión en la que nos hemos sumergido durante gran parte de la película, y aún queda quizás la más importante: la llave azul.

la caja azul de mulholland drive
Asymetrical Production

Aquí es cuando entendemos que este sueño se ha construido desde un sentimiento de culpa. Resulta que Diane, dolida por el abandono de Camila y frustrada por su falta de oportunidades y miseria económica, decide contratar a un sicario para que la mate. Para ello, le entrega una llave azul. Cuando despierta del sueño, la llave azul está junto a su cama, lo que significa que el trabajo ha sido realizado. Camila ha muerto. En el sueño, la llave azul es la llave para volver a la realidad. La caja que abre, y que funciona como transición del sueño a la realidad, es abierta por el objeto que simboliza el crimen que ha cometido. ¿Podría entenderse todo este oasis como una manera de escapar de la cosa tan terrible que ha hecho?

Entendiéndolo así, tiene sentido por qué acaba el sueño. Sí, es cuando van al Club Silencio y lloran con esa versión de Crying de Rebeca del Río, pero, ¿por qué? Porque Betty se está acercando demasiado a las respuestas que no quiere conocer: que la responsable del accidente de Rita (o, más bien, de Camila) es ella misma. Hay ahí una culpa carcomiéndola por dentro por haber contratado un sicario para matarla. De hecho, en el sueño hay evidencias constantes de esta conspiración para asesinar a Rita, pero Diane ha eliminado a su Betty de esa narrativa porque no puede asumir la culpa. Y esa culpa es la que, al final, la lleva al suicidio.

naomi watts y laura harring en mulholland drive
Asymetrical Production

III. Dice Lynch: Hollywood es una pesadilla

En 1932, la actriz Peg Entwistle subió a lo más alto de la letra "H" del letrero de "HOLLYWOOD" y saltó al vacío. Tenía 24 años y solo un pequeño crédito como secundaria en una película. Muchos habrán conocido su historia gracias a la serie Hollywood de Netflix, y su creador Ryan Murphy dijo en Oprah Mag que se identificaba con su historia: "Me interesé mucho en ella en un momento en el que yo también lo estaba intentando. La idea de que Hollywood puede masticarte y escupirte y no ser realmente justo contigo... Nunca me he alejado demasiado de esa idea. Así que realmente mostré su lucha y su tristeza".

Peg Entwistle no está lejos de Diane Selwyn. Su lucha y su tristeza. La industria del cine puede ser un lugar cruel y despiadado, un lugar donde muy pocos triunfan y el resto tiene que lidiar con el fracaso como buenamente pueda. Y el cine en sí mismo, como medio y narrativa, es exactamente como el sueño hollywoodiense. Pero el cine, como Hollywood, también puede revelarse como una ilusión, como una cortina de humo (o de brillantina) tras la que se esconden frustraciones y precariedad. Eso es lo que consigue Mulholland Drive, que nos da primero el sueño y después la realidad porque quiere hacernos sentir con más intensidad cómo duele vivir desde la barrera.

naomi watts en una imagen de mulholland drive
Asymetrical Production

La escena del casting es el ejemplo perfecto de cómo el cine puede manipularnos en creer una fantasía dentro de una fantasía. Cómo la actuación de Watts se convierte en algo real, honesto, auténtico. Emociones puras a flor de piel. Nos toca emocionalmente. Y después se acaba, porque nunca fue real. Siempre fue una ilusión. Y lo mismo ocurre en el Club Silencio: vivimos intensamente esa actuación para después ver que la cantante deja de mover la boca y se desmaya, pero la música sigue sonando. Qué extraña sensación aquella cuando nos damos cuenta de que algo que creíamos real se desmorona como un castillo de naipes.

El efecto de confusión que produce la película es comprensible: tras dos horas invertidas en la historia de estas dos mujeres, el telón cae y no queremos aceptar la realidad. Incluso más de uno habrá pensado que esa última hora en realmente el sueño. O más bien la pesadilla. Nos encontramos como espectadores en la misma situación que Diane: queremos quedarnos con Betty y huir de la realidad deprimente en la que vive Diane. En el sueño, Diane puede darse una nueva oportunidad para conseguir aquello que no ha podido conseguir en el pasado. Es una versión idealizada de sí misma y de una vida donde salen a relucir todas sus referencias cinematográficas. Su sueño está lleno de clichés de Hollywood, porque es en ese mundo imaginario donde a ella le gustaría vivir. Pero, como sabemos, de ilusiones no se puede vivir. No para siempre.