Túneles y bóvedas, el pasado oculto de Montevideo y Maldonado. Un itinerario de los vestigios militares y clandestinos - EL PAÍS Uruguay

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Túneles y bóvedas, el pasado oculto de Montevideo y Maldonado. Un itinerario de los vestigios militares y clandestinos

Ambas ciudades conservan vestigios arqueológicos que tuvieron fines militares, clandestinos y mundanos.

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Tuneles en la libreria Linardi y Risso
Subsuelo de la librería Linardi y Risso, en la Ciudad Vieja de Montevideo.
Estefania Leal

Mucho se ha escrito de la historia de Montevideo y Maldonado. Pero poco se sabe de los túneles que existieron o sobreviven en edificios importantes de ambas ciudades. ¿Por qué nadie habla de ello? Porque históricamente estas galerías tuvieron propósitos clandestinos o militares. Y porque en la actualidad se encuentran, ya sea en tramos transitables, tapiadas o inundadas, en predios privados, áreas bancarias o padrones donde un hallazgo arqueológico podría pausar un emprendimiento inmobiliario. También es cierto que muchas de estas construcciones tuvieron funciones bien mundanas: fueron cisternas de agua o parte de un antiguo sistema de saneamiento.

Uno de los vestigios más enigmáticos del pasado colonial son las bóvedas subterráneas y túneles que se despliegan bajo la Ciudad Vieja y en otros sitios de Montevideo y Maldonado, apuntalados por la leyenda, el misterio y la poesía ciudadana. En muchos casos se desconoce cuál fue la utilidad que tuvieron estos pasadizos, o si por intermedio de ellos se pudo, por ejemplo, llegar al famoso tesoro que durante años buscaron las hermanas Masilotti en el Cementerio Central: se dice que en la desaparecida fábrica de jabones Strauch & Cía, hoy reemplazada por un moderno complejo de apartamentos, existían túneles a través de los cuales se podría haber llegado hasta el camposanto.

Dejando de lado las redes de saneamiento, el resto de las galerías tuvieron básicamente tres utilidades: desde la fundación de la ciudad hasta la independencia, para fines militares; desde 1830 en adelante, para contrabando y reuniones secretas.

Andrés Barrera ha investigado los túneles subterráneos durante 30 años y se encuentra escribiendo un libro sobre la temática. “En general los túneles que subsisten fueron tapiados o se trata de no hablar mucho de ellos, porque si se sabe que hay vestigios arqueológicos debajo de una casa van venir a poner trabas a la hora de hacer una reforma o una construcción nueva”, comenta a Domingo.

Y agrega: “En 1997 presenté un proyecto en la Junta Departamental de Montevideo para habilitar turísticamente algunos túneles, pero fue archivado, pese a que había sido aprobado por algunas comisiones. No era un proyecto para circular por los túneles, sino para que la gente tuviera conocimiento de ellos y se pudiera sacar una foto; como pasa en Argentina, en Cartagena de Indias o en Israel con el túnel de Siloé”.

Por lo general no se puede acceder a las construcciones subterráneas, aunque hay excepciones. “Uno al que se está accediendo es el del Hospital Pasteur en la calle Larravide, que es en realidad una cisterna de acopio de agua de lluvia, de la época de la Villa Restauración, hoy barrio La Unión. En esa zona se ha hecho un rescate arqueológico muy bueno. Previamente hicieron un barrido con georradar que indicó la presencia de una posible construcción subterránea que comunica la iglesia con el hospital. En los 90 yo detecté la misma anomalía, como la detecté también en la iglesia de Maldonado y en otros tantos lugares. Pero como es un predio público, no se puede ir con una pala y empezar a excavar así nomás”, destaca.

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Andrés Barrera en el túnel del Cabildo.

La Ciudad Vieja de Montevideo

Se cree que la Catedral y el Cabildo estuvieron conectados por un túnel. También se hallaron vestigios de pasadizos bajo el Apostadero Naval y la Plaza Zabala, donde se construyó el primer fuerte y comenzó a crecer la ciudad. Hoy sería imposible excavar en ese sitio (donde hace seis años se hallaron algunos vestigios arqueológicos) por tratarse de una zona edificada. El más completo rescate documental de los restos de las murallas y construcciones del Montevideo colonial fue realizado por Raúl Baroffio, quien contabilizó la existencia de 341 metros de fortificaciones originales, de los cuales 118 se encuentran en la vía pública y 223 dentro de propiedades. Según su conocimiento, hubo túneles en la Catedral y el Cabildo. Y en el citado Fuerte del Gobernador, donde hoy está la Plaza Zabala.

“Todos los centros del poder estaban conectados. No tengo rastros para hablar de la Ciudadela (fuerte que ocupaba parte de la Plaza Independencia y cuya puerta es uno de los íconos de Montevideo). Y me parece razonable, porque la Ciudadela tenía un foso de 3 metros que se hizo en el lomo de la Cuchilla Grande. La única posibilidad es que si hubo algún túnel en la Ciudadela, este saliera al foso, pasara la escarpa (muralla) y la contraescarpa (pared externa del foso). En Buenos Aires, en la Manzana de las Luces, hay túneles a 4 o 5 metros, pero allí se hicieron en la tierra, no en la roca”, explica Baroffio a Domingo.

Montevideo fue construida sobre las estribaciones de la Cuchilla Grande, que comienza en Brasil y llega a la capital del país por las actuales avenidas Belloni, 8 de Octubre y 18 de Julio. Eran los típicos caminos del Montevideo colonial. Y no eran casuales: las carretas viajaban por los lugares más altos para no estar subiendo, bajando y vareando arroyos. Al erigirse sobre una cuchilla, el subsuelo de la ciudad era de piedra.

“Le vimos tres salidas de túnel a la Catedral”, dice el investigador. Y agrega: “Intuimos que hay una cuarta. Una iba hacia el Cabildo y otra hacia el Fuerte, del que no quedó absolutamente nada, aunque hay rastros arqueológicos bajo tierra. Al Cabildo le vimos una salida. Uno de los túneles de la Catedral, que iba justamente en dirección al Cabildo, pasaba por el lugar donde hicieron la tumba del cardenal Antonio María Barbieri”.

Respecto al desaparecido fuerte de la Plaza Zabala, indicó que “había un brocal en la calle Pérez Castellano que venía desde ahí”. Y añadió: “También había algo que salía del Cabildo y que seguramente pasaba por donde estaban los jesuitas, donde hoy es el Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Ahí también está la librería Linardi & Risso (Juan Carlos Gómez 1435), donde hay una cisterna y yo pude circular por los túneles”.

Además, quedaron rastros de construcciones subterráneas en el inmueble que alguna vez ocupara Manos del Uruguay, en Reconquista y Juan Carlos Gómez, y en el Mercado de los Artesanos de la Plaza de Cagancha, donde hace algunas décadas se puso en valor una bóveda soterrada de la que se recuperaron varios objetos antiguos (habitualmente las cisternas se utilizaban para tirar desechos cuando dejaban de funcionar para su finalidad original).

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Raúl Baroffio junto a un vestigio del Baluarte de San Sebastián, en Buenos Aires y Bartolomé Mitre.

Barrera recordó que en la Ciudad Vieja se han hecho muchas construcciones nuevas y reciclajes. Y que esto, por lo general, lleva a que se elimine todo lo que pueden ser áreas subterráneas inundables.

“En la rambla nueva, frente al puerto, hay muchas casas de comienzos de 1900 que se conservan con un reciclaje moderno. En esos casos, los sótanos se han perdido totalmente, sobre todo porque se trata de una zona en la que el terreno se ha ganado al mar y donde todavía sigue habiendo filtraciones e inundaciones”, anota. “En la Ciudad Vieja los lugares que siguen teniendo túneles son el Cabildo y la Catedral, que estaban unidos por debajo de la Plaza Matriz. En esa época la Iglesia y el rey eran uña y carne. Ambos tenían el poder. Incluso los curas actuaban de escribanos públicos”, agrega.

El subsuelo del Teatro Solís

Barrera señala que debajo del principal teatro del país hubo un conjunto de galerías que formaron parte del saneamiento del edificio, las cuales se eliminaron con la reforma a la que fue sometido hace algunos años.

“El túnel del Solís estaba impecable, tenía forma de ‘T’ y era una belleza caminar por ahí. Se encontraba seco, no había mal olor y estaba forrado en piedra laja. El piso era de arenisca asentado en piedra. Desembocaba en los baños de damas y de caballeros y supuestamente iba hacia el mar pasando por debajo de la calle Reconquista. En los planos del teatro se ven todas esas galerías”, comenta Barrera, quien de todos modos advierte que el saneamiento del teatro se hizo de forma previa a la construcción de la Red Arteaga, el primer sistema de desagües que incluso hoy funciona en algunas partes de la ciudad.

Observando mucho más cerca en el tiempo, Barrera dice que el Palacio Estévez (ex Casa de Gobierno) y el Mausoleo de Artigas se encontraban conectados por un túnel, el cual era utilizado para el pasaje de la guardia de Blandengues y hoy se encuentra fuera de servicio.

El Solís fue construido en un terreno que se encontraba fuera de los límites de la muralla. Y Baroffio coincide en que esos desagües, hoy desaparecidos, fueron pensados específicamente para el teatro. De todos modos, advierte que el túnel que salía del Cabildo podía dirigirse hacia ese sitio, pasando por debajo de la muralla y la contraescarpa. “En el departamento de Colonia, en la Capilla Narbona, también hay un túnel que salía hacia la mitad del campo, por si los rodeaban y tenían que escapar. En Montevideo, un escape importante era el puerto. El otro era el frente de tierra, pero allí estaba la muralla con su escarpa y contraescarpa”, anota.

Baroffio entiende que la salida de un túnel hacia el frente de tierra de la ciudad amurallada (lo que hoy sería el centro de Montevideo) podría haberse ubicado dentro de alguna propiedad, ya que hay planos de época que muestran varias construcciones en la zona de extramuros. Y que también pudo existir un túnel por el cual se llegaba desde la Ciudadela hasta un manantial que se encontraba a la altura de la calle San José, el cual se mantenía cerrado para que no se contaminara el agua.

Libreria Linardi y Risso
Linardi y Risso.
Estefania Leal/Archivo El Pais

Cerca de la Torre Ejecutiva

En una nota publicada hace varias décadas por Dora Russell en el diario El Día, la autora recuerda que al demolerse la vieja “Pasiva”, en la Plaza Independencia, quedaron al descubierto dos bóvedas que podrían tener relación con un manantial y con una pequeña alfaguara “inmediata a la puerta del foso de la Ciudadela”. Las cavidades de ladrillo estaban situadas dentro de muros de piedra de 60 centímetros de espesor. Una brocal, también de ladrillos, en el muro Norte, sería según los indicios la entrada de esas bóvedas, no habiéndose podido determinar si se comunicaban con la imponente fortificación que ocupó parte de la Plaza Independencia. Dice Russell que se hallaron entonces algunos huesos de vaca, acaso restos de costillares (presuntos asados), lo que lleva a suponer que allí se apostaban civiles o soldados custodiando aquel punto vital para la ciudad de Montevideo.

En los primeros días de mayo de 2014, durante una obra edilicia, se halló una antigua cisterna de agua detrás de la Torre Ejecutiva. En este caso intervino la Comisión de Patrimonio Histórico, la cual le comunicó un mes después a la Presidencia de la República: “En referencia a los hallazgos arqueológicos (obra Torre Ejecutiva), se entendió como singulares y muy significativos los restos encontrados (...), correspondiendo señalarlos como bienes de interés patrimonial que deben ser protegidos y puestos en valor en mérito a la relevancia del testimonio material que conllevan”. La consolidación de la estructura finalizó en 2018 y hoy puede ser vista en el anexo de la sede presidencial.

En el corazón de Maldonado

La ciudad fernandina también tiene sus túneles rodeados de un aura de misterio. Los planos de las fortificaciones de esta urbe, si bien no alcanzaron la grandiosidad de la fortaleza construida por los portugueses en la zona de Santa Teresa, o de la propia Montevideo, fueron considerados como imprescindibles para la seguridad de la región, dándoseles por tanto las características de todas las plazas fuertes.

En un artículo publicado en Maldonado en diciembre de 1944 por Francisco Mazzoni, se explica que los túneles llegaron a un principio de ejecución y quedaron en ese estado. Sin embargo, otros indicios aseguran que varios edificios públicos estuvieron, o siguen estando, conectados por galerías subterráneas.

Al promover en marzo de 1921 la Asamblea Representativa un premio a los estudios históricos locales, algunos liceales tomaron decididos la tarea de llegar a aclarar, de una vez por todas, el secreto que guardaba el subsuelo de la ciudad.

Era de dominio público que en la Casa del Gobernador (propiedad que perteneció a fines del siglo XVIII a Andrés Benito Fajardo) se encontraba una puerta de entrada a un posible sistema de túneles y fue así que un grupo de estudiantes dio comienzo a la tarea de investigación. Se dice que a la luz del mediodía era fácil ver, a poca distancia del brocal, las piedras de sillería que cerraban en un dintel colocado en la pared suroeste. La dirección era sugestiva, pues sobre la prolongación de una línea imaginaria se encontraría la Iglesia, el Cuartel de Dragones y la Torre del Vigía.

Apenas se comenzaron los trabajos apareció una densa capa de arcilla con el aspecto de no haber sido removida, y al inspeccionarla el director del liceo juzgó conveniente conseguir la ayuda del cuerpo de militares destacado en Maldonado ¿Podría ser esta una construcción realizada con la intención de facilitar la huida del gobernador? La investigación no llegó mucho más allá de lo que se pudo hacer con los escasos medios que tenían los estudiantes y colaboradores de turno, pero algunos opinaron que se trataba de un brocal de aljibe situado sobre un manantial natural, el que se hallaba a poca distancia de la plaza donde estaban las antiguas cachimbas que utilizaba la población fernandina.

Maldonado y sus secretos bien guardados

Durante la época de la conquista española, Maldonado fue la segunda ciudad más importante del país. Fundada en 1757, luego que el primer gobernador de Montevideo, José Joaquín de Viana, trasladara un puñado de indios guaraníes a donde hoy se ubica el casco histórico, el asentamiento tuvo sus épocas de relativo esplendor. La Corona siempre se preocupó por el desarrollo de los fernandinos (gentilicio utilizado en homenaje a Fernando VI), lo que se constata en los edificios instalados alrededor de la plaza principal y en otras construcciones y baterías de cañones que se colocaron tanto en tierra como en la Isla Gorriti para repeler el asedio de piratas y potencias enemigas.

Una Comisión de Investigaciones Subterráneas que se conformó durante la administración del intendente Óscar de los Santos estudió la red de túneles, aljibes y bóvedas construidas durante el período colonial. Recogió numerosos testimonios de personas a las que “les contaron” sobre estas construcciones, o que estuvieron en ellas y aportaron descripciones similares o casi idénticas, incluso cuando las conocieron en períodos de tiempo diferentes. El grupo de trabajo conformó un archivo de documentos y testimonios. Pudo emplear un georadar, que detecta la topografía del subsuelo, y logró algunos avances. Entre otras cosas, pudo ingresar a dos recámaras de piedra que se encuentran bajo el Cuartel de Dragones, construido entre 1771 y 1797, que se supone podrían ser cámaras sépticas que sirvieron a ese asentamiento militar.

“No sabemos que sean cámaras sépticas, se está a determinar su función. Una de las bóvedas estaba inundada. La otra fue modificada probablemente cuando se hizo la reconstrucción del cuartel, porque tampoco existen planos. Poner en valor esas bóvedas sería muy interesante al turismo cultural”, destacó Estela Baquet, alma mater de la comisión, en una entrevista de 2008. “La primera de las bóvedas mi padre la vio abrir en 1924. Sacaron empuñaduras de espada y monedas, bajaron con velas. A una de ellas la desagotamos nosotros”, añadió.

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Bóveda bajo el Cuartel de Dragones de Maldonado. Posiblemente funcionó como cámara séptica.
Ricardo Figueredo.

Baquet también aportó su visión sobre el modo de los fernandinos de afrontar el tema: “Acá en Maldonado adolecemos de un mal: la tierra tiene un gran valor inmobiliario. Si se está haciendo un edificio y aparece un túnel, es probable que se tape y se siga adelante, porque no se va a arriesgar una inversión millonaria por una ruina arqueológica. Fue lo que pasó con algunas torres en Punta del Este que se hicieron sobre asentamientos indígenas. Y fue un material invalorable que se perdió. En el microcentro de Maldonado pasa lo mismo”, cerró.

El investigador Andrés Barrera, que ha realizado varios trabajos independientes en Montevideo, fue invitado por la Comisión a recorrer los sitios históricos de Maldonado. Barrera dijo que existen elementos para afirmar que alguna vez estuvieron conectados el Cuartel de Dragones con la Iglesia, la Jefatura de Policía, el actual Banco República y la antigua Casa del Gobernador. También habría túneles en la zona de la Torre del Vigía, antiguamente ubicada en un páramo desde el que había una perfecta visual del puerto y se podía identificar el arribo de naves amigas y enemigas. Estos túneles se conectarían con el Cuartel de Dragones, que en algún momento refugió al mismísimo José Artigas.

En cuanto a las bóvedas debajo de este predio militar, Barrera no descartó que se trate de cloacas, aunque dijo que también podrían haber sido pensadas como refugios antibombas, pues se encuentran apartadas del cuerpo central del edificio, bajo la vereda. “Si alguien bombardeaba el lugar, apuntaba a las construcciones principales”, explicó.

Siguiendo la pista de los aljibes

A muchos de los túneles, tanto de Maldonado como de Montevideo, se ingresaba por aljibes. Por lo tanto, estos manantiales, que eran vitales para la vida cotidiana, siguen siendo portales a pasadizos desconocidos.

Se da el nombre de “aljibe” a todo conjunto formado por un brocal y una cisterna. El brocal es la parte superior, angosta y recta, y la cisterna, la inferior, más expandida. Este modelo de construcción hace que muchas veces, por una ilusión óptica, los aljibes parezcan tener grandes cantidades de agua, cuando en realidad no tienen más que 60 centímetros de profundidad, como para que quepa un balde.

Debido a la excepcional amplitud del fondo del aljibe y a lo estrecho del brocal, no es posible advertir, desde el exterior, las paredes de las cisternas. Y por consiguiente, tampoco las bocas de entrada a los túneles.

Estos pasadizos no solo se construían para ser transitados, sino también para retirar el aire viciado hacia otro aljibe que mejoraba la ventilación.

El sistema evitaba, además, que el agua se estancara y que los depósitos se rebasaran con las lluvias. Pero también se convertía en una fuente de transmisión de enfermedades para todos los que abrevaban de los pozos conectados a la red.

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