Monica Bellucci jovenpinterest
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La diosa siciliana no es siciliana. Como tampoco es ésta la bicicleta de la Malena de Tornatore, aquella con la que el tierno personaje de Renato se echa a un lado para no entorpecer el paso de ese hermoso cometa femenino, encarnación de la sensualidad italiana hecha mujer, y llamado Monica Bellucci. Sin embargo, con esta instantánea, Frederic Meylan ponía los cimientos de esta ícona del cine, de la última de las grandes maggiorate –con permiso de Maria Grazia Cucinotta, la Beatrice de El cartero de Pablo Neruda- del Séptimo Arte. Ese personaje, el de la mamma poderosa y atrayente que, como los de la commedia dell’arte, se inventó en la tierra de la bota porque sólo allí parece posible (aunque Penélope Cruz lo clave con postgrados en el tema) que se críen estas mujeres a base de mozzarella y pasta con faglioli. Jaquetonas, que diría una abuela manchega, que son pura fuerza, todo carácter, pasión, deseo, sexo, pero también candor, ternura, flaqueza, y maternidad, tan rotundas como sexys, tan humanas como divinas, tan clarividentes como equivocadas y todas de una belleza tan extrema y fiera que duele. Sophia Loren, Silvana Mangano, Anna Magnani, Gina Lollobrigida y la umbra, porque es umbra como Il Peruggino, Monica Bellucci.

Las maggiorate son jaquetonas, que diría una abuela manchega, pura fuerza, todo carácter, pasión, deseo, sexo

Porque la Bellucci nació a más de 500 kilómetros de la tierra que, para el imaginario colectivo, le pertenece por derecho: Sicilia. Pero el cine es así, nada es verdad, y todo es magia. Que luego llegarían los Dolce&Gabbana para confirmarla, reafirmarla, etiquetarla y requeterrentabilizarla como paradigma de la mujer de rompe y rasga de teta en pico, labio rojo y media de encaje a la mitad del muslo.

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Dolce & Gabbana

Pero Frederic Meylan fue el primero, quien lo tuvo claro. En una sesión a mediados de los 90, cuando Mónica acaba de rodar el Drácula de Coppola pero no despuntaba como actriz, y era un sí pero no porque no lograba quitarse el sambenito de modelo con ínfulas de actriz, él vio que ella era como la diosa Gea, tierra. Entendió que ese pelo oscuro como la lava del Etna, esos ojos rasgados de gacela herida verdosos como las aguas que bañan las orillas de la Isola Bella de Taormina, la piel dorada como la piedra tallada de Ortigia, esos labios rojos como la granita de gelsi o sus piernas tan rotundas como las columnas de los templos de Agrigento, sólo podían gestarse a un lugar tan exuberante como racial, tan sensual como luminosa y a veces, asfixiante, como Sicilia. La Sicilia –con el artículo- como se la llama en el país de Michelangelo, un territorio con tantos contrastes como que en las laderas de un volcán nevado maduran los limones.

Después de esta imagen exultantemente italiana, Monica ocuparía el lugar que su cuerpo, y los spaghetti -como diría la Loren- le habían dado

Como Dios, creó a la mujer y todos le dimos la razón. Después de esta imagen, tan descuidadamente estudiada, sofisticada y rural, provocativa y decente, vulgar y elegante, exultantemente italiana, Monica ocuparía el lugar que su cuerpo, y los spaghetti -como diría la Loren- le habían dado. Y 56 años después, Monica sigue siendo esa Italia. Esa mujer de pecho altivo y desbordado en una bici verde menta. Aún afincada en Francia como Dalida, que seguro que los galos se la querrán apropiar cuando nos falte, Dios no lo quiera, Italia es Mónica y Mónica es la quintaesencia de la sexualidad. Que ya se sabe que, desde tiempos de Catalina de Medici, se dice que no hay nada más sexy que una italiana hablando en francés. Y para hacer honor a esa fama, a Meylen, qué casualidad, también hay que deberle su último foto-escándalo.

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La de Città di Castello posaba para una revista completamente desnuda entre las aguas como una versión porno de la Ofelia de John Everett Millais y, tras colgarlo en Instagram en su propia cuenta, la protagonista de A los que aman vio como la red más cool de las redes le censuraba la imagen. Algo así como si en vez de millenials de Silicon Valley los responsables de la red fueran feligreses con entrecejo de una iglesia perdida en el valle de Noto.

Porque la Bellucci sigue estando –que el “sigue” es pa’ matarme- espectacular. Ella misma lo decía en su última visita a España como chica Bond, que es bonito descubrir cómo el mundo se da cuenta que “el amor, la sexualidad y la sensualidad son cuestión de energía y no de edad” con verla a ella. “Es importante que se vea que una mujer de 50 años puede ser igual de interesante y atractiva que una de 30. No se nos debe juzgar solo de acuerdo a nuestro grado de belleza. Merecemos respeto y atención por ser tan interesantes y sensuales como las jóvenes, o incluso más aún. La sociedad no debería fijarse estereotipos en cuestiones de belleza. No dejamos de ser atractivas simplemente porque nos hagamos mayores”. Pues claro que sí, guapi. ¿Que lo dices tú, que no hacen falta abuelas? Perfecto, pero vamos que el mundo no es ciego y ve que como diva del neoneorrealismo o del cine comercial, estás espléndida, Mónica.

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monica bellucci
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“El amor, la sexualidad y la sensualidad son cuestión de energía y no de edad”

Que quizás el mundo perdió a una abogada penalista espléndida pero ganamos en sueños –húmedos- una barbaridad. Lástima que Meylen no llegara antes a su vida… Que nunca es tarde para ser chica Bond, pero cuando Bellucci lo intentó por primera vez presentándose al casting de El mañana nunca muere, prescindieron de ella por ser demasiado joven para el papel, porque tenía solo 23 años, y preferían a una tía más madura como Teri Hatcher. Ahora, en cambio, paradojas temporales, sí, tiene el mérito de ser la primera chica Bond mayor que el propio Bond, y el de ser la más mujer de todas, como si las diosas tuvieran edad o demostrando que su cuerpo, libre de dietas y gimnasios, está mejor cincelado que el de cualquier veinteañera influencer que no ve un plato de macarrones ni en foto…

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Vanity Fair

Porque volviendo a su último percance en IG, Bellucci ya se había erigido antes como adalid de la libertad del desnudo y hasta como líder de opinión, porque ser el prototipo de la sexualidad femenina también la hizo ser voz de su sexo. Vamos, que ya se había desnudado para el mundo. Y embarazada de sus hijas para demostrar, 1) que el cuerpo de la mujer es bello sea como fuere y 2) que se puede ser madre soltera, con una donación de esperma o como madre gestante para otras familias.

Sus niñas son fruto de su relación con el francés Vincent Cassel, del que se separó en 2013, pero con el que se conoció durante el rodaje de Irreversible. Como no podía ser de otra manera, su personaje era víctima de una violenta y explícita violación que causó una polémica que… eso es otro tema. Lo que está muy claro es que pese a esa imagen de mujer racial atemporal, ella es una mujer adelantada a su tiempo, tanto como la mujer que la llevó a la madurez, la María Magdalena de la Pasión de Cristo, de Mel Gibson, en donde aún sin una gota de maquillaje, su rostro es el que cualquier santona soñaría como el de una santa, aunque nunca sabes por dónde y quién te van a llamar hija de Satán…

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‘La pasión de Cristo’

¿Una salida de tono? No, tanto. Los católicos más recalcitrantes, que ya se sabe que de tanto dar la vuelta al círculo se encuentran en el otro extremo con los pensamientos más guarros que pecaminosos, aseguran en esa película encontró a su verdadera pareja –y no el multimillonario de Azerbaiyán Telman Ismailov, ese hombre podrido en petrorrublos famoso por sus excentricidades, como comprarse un equipo de fútbol de Jerusalén, o contratar a la mismísima Jennifer López y pagarle un millón de dólares para que cantara en su fiesta de cumpleaños– sino a una mujer: Rosalinda Celentano. Sí, la hija del mítico rockero italiano Adriano Celentano que, en aquella cinta, encarnaba nada menos que… ¡al demonio! Cómo no se va a pensar que el diablo sea el responsable de que Bellucci se haya convertido en territorio vedado para los hombres.