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“El arte bueno es caro”. Michael Findlay, director de la galería Acquavella

Por: | 14 de marzo de 2014

Michael Findlay EFE

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos [...]”. El arranque de la novela Historia de dos ciudades, de Charles Dickens, sería un buen resumen de la vida de Michael Findlay (Escocia, 1945). El director de la galería de Nueva York Acquavella acumula trienios de arte en la mirada. Su espacio, centrado en impresionismo, arte moderno europeo y escultura norteamericana de posguerra, representa a artistas como James Rosenquist, Wayne Thiebaud o Lucian Freud. Antiguo alto ejecutivo de Christie’s inició su carrera de marchante hace cincuenta años, cuando la sociedad, y el arte, vivían otros tiempos. Una época en la que “el precio de una obra era irrelevante para la mayoría de las personas”, asegura. “Pero hoy en día vivimos en una cultura mercantilizada, y esto afecta a los motivos y al modo en que se colecciona arte”.

Philistines

El pasado miércoles Michael Findlay presentó en el CaixaForum de Barcelona, en el ciclo que organiza la Fundación Arte y Mecenazgo, una más que recomendable conferencia: “El mercado del arte frente al coleccionista. El conocimiento artístico en nuestra época de mercantilización”. En ella viajó por su memoria, sus recuerdos y trazó, brillantemente, el retrato de algunos coleccionistas (Norton Simon, Josep Hirshhorn, Burton y Emily Tremaine, Billy Wilder, Víctor y Sally Ganz, Eli Broad…) que ha conocido durante estas décadas. A la vez dejó frases (“el arte bueno es caro. Está bien que lo sea. El arte bueno es escaso. La mayoría se encuentra en los museos. Pero eso no significa que el arte caro sea excelente. Es una falacia”); impresiones (“la aventura de coleccionar arte contemporáneo se ha convertido en el mercado del arte, y este mercado predica la premisa falaz de que todas las generaciones producen arte excelente que va incrementando su valor”) y pinceladas (“no diré que el arte difícil sea bueno, porque el arte es difícil siempre, pero existe un tipo de arte que realmente exige una enorme cantidad de experiencia”) que generan eco durante tiempo.

Escuchemos, con la voz del marchante, ese eco, a través del retrato de algunos coleccionistas que Findlay ha conocido durante este siglo y el pasado. Cuando el arte vivía el mejor de los tiempos y el peor de los tiempos.

Norton-simon-bio Norton Simon (1907-1993)
En el momento en el que retrato de Rembrandt de su hijo Tito salió a subasta en Londres en 1965, un coleccionista americano llamado Norton Simon quiso participar en la puja, pero en secreto, para que nadie supiera que él era el comprador. Justo antes de empezar entregó a Peter Chance, el subastador de Chiristie’s, unas instrucciones en un trozo de papel: “Si me quedo sentando, estoy pujando. Si me levanto, he dejado de pujar. Si me vuelvo a sentar y levanto el dedo, estoy pujando, hasta que vuelvo a levantarme, momento en el cual he dejado de pujar”.

Simon no movió un solo músculo y permaneció sentando mirando fijamente a Chance, que se puso tan nervioso que adjudicó el rembrandt a otro postor por el precio de 740.000 libras, que por entonces era una fortuna.

De inmediato, Simon se levantó, declaró que en ningún momento había dejado de pujar, y exigió a Chance que leyera las instrucciones en voz alta. La subasta se reanudó y Simon, que había dejado de ser anónimo, compró el rembrandt por 798.000 libras.

Burton y Emily Tremaine
Emily Tremaine tenía 28 años cuando compró La rose noire, de Braque, en 1937, y continuó comprando lo mejor de cada generación de artistas, de Pollock a Richter pasando por Jasper Johns. Una de sus últimas adquisiciones fue una obra de Sean Scully en 1983, tenía 75 años.

Richter_abstract_painting_503 Pero antes de que canonice a Emily Tremaine como si fuera una santa, déjenme explicar el modo tan inteligente con el que utilizó su colección para obtener un beneficio, sin vender nunca nada. Su marido era el propietario de una empresa que fabricaba iluminación moderna para edificios comerciales. Emily se puso a cargo de la publicidad e invirtió todo el presupuesto en comprar obras de arte. A continuación, estas obras fueron enviadas en forma de exposición a pequeños y medianos museos de ciudades de todo el país. Las exposiciones utilizaban productos de la empresa de iluminación y se invitaba a arquitectos y diseñadores a visitarla. La estrategia funcionó, y la Miller Lighting Company tuvo tanto éxito que Emily pudo comprar más piezas para su colección.

Billy_wilder

Billy Wilder (1906-2002)

Cuando visité [en su casa] al director de cine Billy Wilder para organizar la venta de su colección en Christie’s, apenas había espacio para moverse.

Las primeras adquisiciones de Wilder fueron unos dibujos de Egon Schiele comprados en su Alemania natal cuando regresó después de la guerra para rodar los exteriores de una película. Wilder dedicaba el tiempo libre a entrevistarse con marchantes de arte, y siguió comprando mucho después de haberse quedado sin espacio para colgar nada más.

Pierre-Chen_01 Pierre Chen
Los coleccionistas chinos que conozco son principalmente de Taiwán, Singapur, Indonesia y Hong Kong, y algunos de ellos llevan varias décadas comprando arte occidental. Pero ahora se les están uniendo nuevos compradores de la China continental que parecen movidos por razones de inversión. Esto ha propiciado una pequeña industria de publicaciones dedicadas únicamente a la inversión en obras de arte.

Un coleccionista que personifica algunas de las características de este “nuevo enfoque” chino es mi amigo Pierre Chen.

Conocí a Pierre hace muchos años, en Taiwán, donde tiene tres casas. También tiene dos residencias en Hong Kong y una en Tokio. Su interés por el arte contemporáneo se fue desarrollando a lo largo de los años, y contrató al director de Christie’s en Taiwán para dirigir una fundación destinada a la compra de obras de arte. Tiene un gusto excelente y posee piezas importantes de Rothko, Bacon y Gerhard Richter. El pasado mes de mayo celebró una gran fiesta para el fotógrafo alemán Andreas Gursky, con motivo de la Feria Internacional de Arte Hong Kong.

Pierre disfruta con la compañía de artistas y marchantes conocidos, y no evita la publicidad. Si bien le gusta comprar lo mejor, para él es muy importante que no cueste demasiado. Siempre se acuerda de lo que ha pagado por una obra, tiene una idea acertada de lo que cuesta actualmente y es posible que esté dispuesto a venderla si le ofrecen suficiente dinero. Esto sucede con la mayoría de los coleccionistas actuales más importantes de arte moderno y contemporáneo.


Eli-broad
Eli Broad

A diferencia de Simon Norton, al señor Broad no le gusta pagar demasiado por nada. Le gusta pagar menos que nadie, y se siente legitimado a pagar menos porque tiene la intención de ofrecer su colección al público. Bueno, prometió que donaría su colección al Museo de Arte del Condado de Los Ángeles, que le construyó un museo, pero una vez hubo instalado las obras, decidió que solo las cedería en calidad de préstamo. Ahora está construyendo otro museo que llevará su nombre y también es muy activo como patrono del Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles.

Eli Broad es solo uno de los coleccionistas importantes de los Estados Unidos que salen en los titulares de las noticias, unos titulares que incluyen inevitablemente el signo del dólar. Entre ellos se encuentran propietarios de casinos y directores de fondos de inversión, y a la prensa le encanta presentar su coleccionismo como muestra de un comportamiento excéntrico o ridículo.

 

Si le han interesado estos perfiles de  Michael Findlay, aquí tienen la ponencia completa: http://fundacionarteymecenazgo.org/wp-content/uploads/2014/03/el-mercado-del-arte-frente-al-coleccionista_m-findlay.pdf

Foto de apertura: Michael Findlay fotografiado en la sede de CaixaForum (Barcelona) el pasado miércoles. EFE/Marta Pérez.

 

Hay 1 Comentarios

Me encantan las noticias sobre mercado que traes. Muy interesante.

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Sobre el blog

En un mundo de liquidez casi ilimitada, en el que los bancos centrales dan al botón de imprimir billetes a la misma velocidad que Billy el Niño desenfundaba su revolver, los ahorradores (que hoy en día somos todos) han redescubierto el valor de los activos tangibles y limitados.
O sea, que empiezan y acaban. Metales preciosos, arte contemporáneo, antigüedades, vinos, coches de colección, diamantes. Bienes que a su escasez y potencial económico aportan su carácter material. Bienes con arte y sonantes.

Sobre el autor

Miguel Ángel García Vega

Periodista y modesto coleccionista de arte contemporáneo, Miguel Ángel García Vega lleva más de 15 años escribiendo en EL PAÍS. A veces de finanzas, a veces de sociedad, a veces de arte, pero siempre conectando la vida y los números. Este blog quiere ser una piedra de Rosetta con el que entender el universo de los bienes tangibles, que en ocasiones parece, como el mundo, ancho y ajeno.

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