¿Qué significa la frase “Yo y mi casa serviremos al Señor” (Josué 24:15)? | TGC

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Y si no les parece bien servir al SEÑOR, escojan hoy a quién han de servir: si a los dioses que sirvieron sus padres, que estaban al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitan. Pero yo y mi casa, serviremos al SEÑOR (Jos 24:15).

¿Seguir avanzando o instalarse en un nuevo lugar?

Josué 24:15 es lo que podríamos llamar un versículo del calendario de cocina. Es breve, conciso, inspirador y es la Palabra de Dios. Por un lado, podríamos sacar este versículo del contexto del libro e intentar vivirlo sin su historia más amplia. Alternativamente, a medida que crecemos en el conocimiento de las Escrituras, podemos «avanzar» de frases tan famosas como estas para pasar a las cosas más profundas de Dios.

Pero quizás haya una mejor opción que seguir viviendo en el mismo sitio (vivirlo sin su historia más amplia) o, de manera alternativa, seguir avanzando o pasando de versículos como este hacia cosas más profundas. ¿Qué tal si nos instalamos de nuevo en ellos? Versos como estos son una puerta al mensaje del libro, una entrada a un punto culminante de la historia con toda su tensión y dramatismo. Entonces, crucemos la puerta de este versículo para ser testigos de la gracia de Dios hacia nosotros en la historia de Josué, porque, después de todo, es la historia de nuestra salvación.

Este versículo nos llega en el transcurso del discurso final de Josué antes de morir, un discurso pronunciado ante toda la congregación de Israel. ¡Un punto culminante en verdad! ¿Qué significó este pasaje para los oyentes originales? ¿Qué significó para los lectores originales? ¿Qué significa para nosotros?

Un llamado a servir

Superficialmente, Josué hace un llamado a sus oyentes a servir al Señor en la tierra por medio de su propio ejemplo y resolución.

Después de todo, el servicio es el objetivo del éxodo, expresado muchas veces en la confrontación de Moisés con el faraón. Estamos familiarizados con la primera parte de su acusación: «Deja ir a Mi pueblo», pero debemos recordar lo que dijo a continuación: «… para que me sirvan» (Éx 4:23; cp. 7:16; 8:1). Es más, la generación de Josué vive no solo al otro lado del mar Rojo, sino también en la tierra prometida a Abraham.

Por lo tanto, el pueblo que está delante de Josué tiene todos los motivos para servir al Señor. No solo han visto Sus maravillas, sino que Josué también las ha contado e interpretado para ellos. Tan seguros como están en la tierra, están en la gracia soberana de Dios, su Señor del pacto que ha hecho todo para traerlos a este lugar trascendental. El Señor tomó a Abraham cuando adoraba a sus dioses, le dio a Isaac cuando no tenía hijos, envió a Moisés y a Aarón delante del faraón, sacó al pueblo de Egipto y entregó en sus manos a los habitantes de Canaán (Jos 24:1-13).

Israel tenía todos los motivos para servir al Señor y lo sabía. «Lejos esté de nosotros abandonar al SEÑOR para servir a otros dioses. Porque el SEÑOR nuestro Dios es el que nos sacó, a nosotros y a nuestros padres» (Jos 24:16-17).

Pero hay más que sol en la tierra y en los corazones de estas personas en el tiempo de este discurso. Las nubes en el horizonte proyectan una sombra siniestra sobre Josué.

Un discurso cínico

De una manera no tan sutil, el discurso de despedida de Josué está marcado por el cinismo. Si los oyentes originales no lo entendieron del todo, los primeros lectores no podrían habérselo perdido. La respuesta de Josué al compromiso de Israel de obedecer es impactante:

Ustedes no podrán servir al SEÑOR, porque Él es Dios santo. Él es Dios celoso; Él no perdonará la transgresión de ustedes ni sus pecados. Si abandonan al SEÑOR y sirven a dioses extranjeros, Él se volverá y les hará daño, y los consumirá después de haberlos tratado bien (Jos 24:19-20).

Suena como su predecesor, Moisés, quien predijo el mismo problema a largo plazo. El pueblo no guardaría el pacto y sería exiliado de la tierra por ello (Dt 29:21-27; 30:6; 31:14-18).

Por lo tanto, este punto culminante en el libro de Josué presagia más que un punto bajo por venir, sino un descenso continuo hacia la rebelión. Josué no era un anciano infeliz que había perdido su carácter. Vio claramente y habló proféticamente. Sus palabras son una hoja de ruta para los próximos quinientos años de obstinada rebelión de Israel.

Jesús es nuestro nuevo Josué, un mejor Salvador que trae una mejor salvación

Las respuestas una y otra vez son reveladoras. El pueblo insistió: «No, sino que serviremos al SEÑOR» (Jos 24:21). Josué respondió: «Ustedes son testigos contra sí mismos» (24:22). Dijeron: «Testigos somos» (24:22). Josué continuó: «quiten los dioses extranjeros que están en medio de ustedes, e inclinen su corazón al SEÑOR, Dios de Israel» (24:23). La respuesta fue, una vez más, segura: «Al SEÑOR nuestro Dios serviremos, y obedeceremos su voz» (24:24).

Josué es un libro repleto de cumplimientos, pero en el que la sombra de Adán acecha. No obstante, la suya no es la única sombra. Porque, aunque el pueblo no puede ni quiere escuchar al Señor ni obedecer Su voz, Moisés habló de un profeta mayor que vendría, a quien el pueblo escucharía (Dt 18:15). Ese profeta mayor no sería Josué, pero llevaría el nombre de Josué, un nombre que significa «El Señor es salvación», el nombre dado al Señor Jesús (Nm 13:16; Mt 1:21).

Una convocatoria para elegir

El llamado de Josué a Israel era urgente: «escojan hoy a quién han de servir» (24:15). Para nosotros hoy, esta sigue siendo una convocatoria urgente y oportuna para elegir al Señor.

¿Cuál es la diferencia entre ellos y nosotros? ¿Tenemos nosotros alguna esperanza de elegir al Señor?

Gracias a Jesús, sí, la tenemos. Josué llevó al pueblo a la tierra de la presencia de Dios, pero no pudo sacarlos de la rebelión. Jesús es nuestro nuevo Josué, un mejor Salvador que trae una mejor salvación. Lo hace por medio de un pacto nuevo y mejor, un pacto mediante el cual nos da un corazón nuevo para el verdadero servicio y la obediencia voluntaria, todo por gracia (Ez 36:26; Jr 31:31-34; cp. Dt 10:12-14).

Nuestro nuevo Josué nos ha hecho dispuestos y capaces de escuchar Su llamado a servirle. Por eso decimos con el Israel de la antigüedad: «Serviremos al Señor», excepto que esta vez, por la gracia de Dios y mediante la fe, lo que decimos es cierto. Más que eso, por la gracia de Dios, aunque de manera imperfecta por ahora, sabemos que lo mantenemos.


Publicado originalmente en Crossway. Traducido por el Equipo Coalición.
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