Reflexión del Mensaje - Medjugorje - Virgen de Medjugorje

A través de este mensaje, la Reina de la Paz nos llama a vivir el Adviento en clave de misericordia.

Misericordia que cada uno de nosotros necesita recibir de parte de Dios.

Misericordia que necesitamos tener con nosotros mismos, pues en ocasiones nos amamos poco o mal y nos tratamos con dureza; o caemos en el pecado del egoísmo, que es una pantomima o una farsa de la verdadera misericordia cristiana.

Misericordia que necesitamos tener con nuestro prójimo; de manera especial con quienes nos resulta difícil el trato.

A través de la misericordia que procede de Dios, podemos ser auténticos portadores de paz y de amor en este mundo en el que hay tanto dolor, oscuridad y confusión.

El Espíritu Santo durante el tiempo de Adviento nos ayuda a crecer de manera particular en la verdadera misericordia; de ese modo, no sólo oraremos y amaremos, sino que como dice en este mensaje la Reina de la Paz: seremos oración y amor, expresión del paraíso aquí en la tierra.

Yo, en lo personal, imagino el tiempo de Adviento, como un tiempo en el que -si lo deseamos y lo aprovechamos- podemos recibir una ayuda particular para que nuestro espíritu se desarrolle y tenga una capacidad cada vez mayor para contener a Dios; de este modo nuestros corazones se irán colmando día tras día de los dones de la fe en Dios y del gozo que de él proceden.

No lo dudemos, este es el camino para que en nosotros se desarrolle la vida plena y abundante que procede de Jesús, camino, verdad y vida. Él desea concedernos los dones de su paz y de su gozo, para que los transmitamos a nuestras familias, comunidades y en todos los ambientes.

Además, en su mensaje, Nuestra Madre nos ayuda a comprender que el Adviento es también un tiempo para crecer en la confianza en la voluntad de Dios, y nos anima a entender que la fidelidad a lo que él nos pide es siempre lo mejor para nuestras vidas y para la de los demás.

Esto también nos exige estar más atentos a la voluntad de Dios, examinar cómo ha sido nuestro discernimiento a lo largo del año que va finalizando; y de este modo, seguir afilando nuestro discernimiento a fin de poder comprender la manera en que actúan los diversos espíritus en nosotros (según San Ignacio de Loyola: el espíritu de Dios que nos guía hacia el bien y el espíritu del mal, que trata de apartarnos del Señor y de su voluntad).

La Virgen María es la enviada del Señor. Fue Dios quien la impulsó a visitar a su pariente Isabel para ser instrumento de una nueva efusión del Espíritu Santo para esa familia.

También en estos cuarenta años de apariciones, la Virgen María es la enviada del Señor. Ella viene para traernos y alentarnos -especialmente en este tiempo de Adviento- un aumento de la virtud de la esperanza que tanto estamos necesitando.

El Papa Francisco es un fervoroso predicador de la virtud de la esperanza. Recordemos algunos ejemplos que nos ha dado:

“La esperanza es la más humilde de las tres virtudes teologales, porque permanece oculta. La esperanza es una virtud arriesgada, una virtud, como dice San Pablo, de una ardiente expectativa hacia la revelación del Hijo de Dios (Rom 8:19). No es una ilusión” (Homilía de Santa Marta, 29 de octubre de 2013).

“Es una virtud que nunca decepciona: si esperas, nunca serás decepcionado. Es una virtud concreta, de cada día porque es un encuentro. Y cada vez que nos encontramos con Jesús en la Eucaristía, en la oración, en el Evangelio, en los pobres, en la vida comunitaria, cada vez que damos un paso más hacia este encuentro definitivo” (Homilía de Santa Marta, 23 de octubre de 2018).

“La esperanza necesita paciencia, así como uno necesita tener paciencia para ver crecer el grano de mostaza. Es paciencia para saber que sembramos, pero es Dios quien da el crecimiento” (Homilía de Santa Marta, 29 de octubre de 2019).

“La esperanza no es un optimismo pasivo sino, por el contrario, “es combativa, con la tenacidad de quienes van hacia un destino seguro” (Angelus, 6 de septiembre de 2015).

La Reina de la Paz nos dice que ella viene para alentarnos a la esperanza, a fin de que cada uno de nosotros se pregunte: ¿cómo puedo ser constructor de paz en este mundo donde falta la verdadera paz?.

En este tiempo de Adviento decidámonos a pedir cada día a María que ella interceda para que recibamos el Espíritu Santo, y que él nos ayude a crecer en la virtud de la esperanza. Y entonces la esperanza -como una hermana mayor- traerá de sus manos la paz y el gozo que nosotros y quienes nos rodean estamos necesitando. Que así sea.

 

Padre Gustavo E. Jamut, omv

www.comunidadmensajerosdelapaz.org/

www.peregrinosenlafe.com.ar/

 

 

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