Espa�a

Mariano Rajoy, el presidente que se enfrent� a la crisis y se olvid� de todo lo dem�s

POL�TICA

El ex presidente del Gobierno, Mariano Rajoy Gabriel BouysAFP

Si hubiera que dise�ar un escudo her�ldico para Mariano Rajoy, el lema que el ex presidente escoger�a ser�a Previsible y sensato. �l cree que son los dos adjetivos que mejor le definen aunque la pol�tica, al final, se los haya burlado. Nada en su ep�logo ha sido predecible, bien al contrario, los acontecimientos se han desatado como una tormenta perfecta que arrumb� a su paso todos los pron�sticos.

Rajoy se va habi�ndolo sido todo. Escal� en los andamios del Estado desde el subsuelo hasta la c�pula, sin protagonizar batallas �picas, analizando los movimientos del contrincante y sabiendo esperar. Aguardar con calma, somatizando la ansiedad y los nervios, sin levantar la voz, sorteando las escenas desagradables y los enfrentamientos cuerpo a cuerpo.

Empez� a rozar la cima del poder en 2009, tras haber superado el desgarrador Congreso de Valencia, cuando el Gobierno de Zapatero comenzaba a declinar v�ctima de una voraz crisis econ�mica. Quiz� fue entonces cuando tuvo la oportunidad de hacer limpieza profunda en el partido, e incluso de democratizarlo, y no la aprovech�. Probablemente era demasiado "l�o".

Su momento se aproximaba y cuando al final lleg� -tras dos derrotas electorales que aguant� con estoicismo-, lo hizo de manera fulgurante: con una mayor�a absoluta, aunque para hacerse cargo de un pa�s devastado.

En Rajoy resurgi� entonces el esp�ritu del opositor brillante que fue en su juventud. Tenacidad y esfuerzo, el principio del sacrifico en aras de un objetivo final. Cuentan los m�s pr�ximos al ex presidente la desolaci�n que le invadi� cuando tuvo conciencia de la ruina a la que se asomaba. Tambi�n explican que el v�rtigo se conjur� pronto con la decisi�n de afrontar el problema a costa de lo que fuera. Y as� fue: Rajoy aplic� medicina de caballo con dosis extra a los espa�oles. "Llamar� a las cosas por su nombre: al pan pan y al vino vino", dijo en el Congreso para que nadie se llamara a enga�o de lo que estaba por venir.

Salir de la recesi�n fue su obsesi�n. Se enclaustr� en La Moncloa rodeado de un equipo m�nimo que cerr� tanto las filas a su alrededor que lo alej� definitivamente de la calle. �se fue uno de sus principales problemas: gobernar para la gente pero sin la gente. Resultado: la incomprensi�n de los espa�oles y a su vez la sensaci�n creciente del propio Rajoy de ser tratado injustamente.

En G�nova percibieron pronto que el hilo con Moncloa se romp�a. El malestar crec�a soterrado y s�lo encontraba la espita de salida en las voces an�nimas del grupo parlamentario. Se echaba en falta coordinaci�n, sinton�a, melod�a com�n para convencer a los ciudadanos. Sin embargo, el muro de la Presidencia amortiguaba todos los sonidos.

A Rajoy nunca le gustaron las guerras internas: le robaban tiempo, le distra�an, le incomodaban. As� cerr� los ojos a la batalla entre sus dos lugartenientes: Dolores de Cospedal en el partido y Soraya S�enz de Santamar�a en el Gobierno. Siempre estuvo ah�; nunca fue una invenci�n de los medios, pero el presidente se empe�� en negarla y dejarla crecer, incapaz de reconvenir y poner orden en las dos mujeres que le flanqueaban.

Huir del "l�o" una vez m�s. Como con tantos otros problemas. El primero, el de la corrupci�n larvada durante a�os en el partido. Obviarla como si fuera algo del pasado no fue una buena idea. El fantasma acechaba detr�s de cada esquina y mostraba cada vez un rostro diferente. Cuando por fin Rajoy tuvo que asumirlo fue a rastras y sirvi� de poco.

Siempre pens� el presidente que todos sus desvelos y esfuerzos por salvar a los espa�oles de la debacle econ�mica ser�an reconocidos por encima de todo lo dem�s. Se equivoc�, porque nunca ni �l ni los que le rodeaban supieron descubrir detr�s de los n�meros los rostros de millones de personas sumidas en la desesperanza. El suyo fue un Gobierno que aplicaba cirug�a sin anestesia.

Brillante orador, de fina iron�a, elegante en las formas y excelente parlamentario, no supo o no quiso desplegar sus dotes de comunicador ante la ciudadan�a. Acert� muchas veces y se equivoc� otras tantas, pero ni con los aciertos ni con los errores supo transmitir calor. Y es parad�jico, porque Mariano Rajoy -Mariano a secas- no es un hombre fr�o.

Super� el precipicio de la quiebra, sorte� la intervenci�n de la econom�a, aguant� las protestas en las calles y consigui� encauzar la econom�a contra todo pron�stico. Afront� la abdicaci�n de un rey y la subida al trono de otro y, finalmente, se enfrent� al intento de ruptura del Estado. Es esta una batalla que deja a medias. �l mismo ha admitido que en este �ltimo lance cometi� equivocaciones. No ha precisado cu�les.

Su �ltimo gran error ha sido no calibrar la dureza con la que la vieja corrupci�n del PP, nunca atajada desde la ra�z, le iba a pasar factura. Supuso como en tantas otras ocasiones que permaneciendo inm�vil pasar�a de largo. Y no ha sido as�.

Mariano Rajoy ha sido desalojado del poder abruptamente, de un golpe seco. Asumirlo ha sido dur�simo. Este martes, haciendo gala de lucidez y del sentido com�n que tanto cita, decidi� poner fin a su larga carrera. "Como en tantas facetas de la vida", a veces la retirada es una victoria.