M�SICA
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Altanero, precioso y orgulloso: as� reverdece el oto�al Luis Miguel en su nueva gira

Asistimos a la parada de su gira latinoamericana en Lima y descubrimos todos los detalles del espect�culo que llegar� a Espa�a este verano en una extensa gira

Luis Miguel
Luis Miguel, en un concierto de su gira en Bogot�, el pasado feberero.EFE
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Este concierto en Lima brilla por su organizaci�n y quienes llegamos a las 18.00 horas al Estadio Nacional podemos entrar sin hacer cola. El c�sped del campo de f�tbol est� cubierto con r�gidas baldosas de polipropileno. Nos sentamos a esperar, pero son m�s inc�modas contra nuestros traseros que bajo los pies. Al poco, m�s de 40.000 entusiastas abarrotan el estadio.

Imposible tratar de explicar el �xito imperecedero de Luis Miguel a quien no haya mamado su m�sica desde ni�o. Todos los latinoamericanos lo han hecho y por eso lo adoran, por m�s que su m�sica sea un arbitrario repertorio de versiones con alguna canci�n espec�ficamente compuesta para �l. Hoy han acudido todas las generaciones y clases sociales, y la devoci�n se pinta en las caras de mujeres y hombres por igual. En las mujeres, un poco m�s.

A las 19.00 horas ya anochece y sobre la colosal multipantalla que rodea el escenario se proyecta un colorido amanecer virtual: el Sol de M�xico est� por llegar, una met�fora apta que todos entendemos. Los fans se tensan y, a 70 metros del tablado, en nuestra Zona VIP (denominada as� con mucha imaginaci�n y cuyo acceso me ha costado 150 euros), organizan una muralla humana que ya nadie va a atravesar. Quienes regresan de hacer sus necesidades en los retretes port�tiles a ambos lados del campo y tratan de reincorporarse a sus puestos de avanzadilla se embarcan en acalorados enfrentamientos de voces abocinadas con quienes no se lo permiten.

Los ataques verbales entre mujeres son especialmente cruentos. M�s de una tiene raz�n e increpa a alg�n jeta que sit�a su metro noventa frente a una se�ora sexagenaria que no va a poder ver nada de ese modo. Aunque a decir verdad, como luego comprobaremos, con el horizonte despejado tampoco podr�amos atisbar gran cosa.

Pasa un cuarto de las 20.00 horas y nos impacientamos porque la espera de pie resulta inc�moda, apretujados sobre el terreno: parafraseando el chiste cl�sico de Lubitsch, �Luis Miguel pone el campo y nosotros ponemos la concentraci�n�. El sol virtual lleva congelado un rato largo y ni pesta�ea. Pero, al fin, resuenan las fanfarrias... y el p�blico enloquece.

Una efectiva y sofisticada orquesta ocupa su sitio repartida en varios niveles. Luis Miguel aparece por una esquina y la gente enardecida no necesita m�s: desde donde estamos, �l es apenas el Hombre Hormiga de la Marvel, pero a sus fans no les importa. �Para eso traen su �celular�! Miles de brazos erectos graban la multipantalla con el m�vil y sus due�os vociferan las canciones sin atender al escenario. Esto no es un concierto en vivo: es una transmisi�n en directo percibida a trav�s de dos pantallas superpuestas.

Los vientos retruenan y los sintetizadores arrullan. Luis Miguel aprovecha que todo Per� corea para saltarse fraseos y ahorrar esfuerzos in�tiles. No ha saludado ni dir� nada al p�blico. Nunca lo hace. No parece tener nada que decir, pr�cticamente ha nacido sobre un escenario. Con un golpe de cadera maneja el cotarro si se le despista. No sube a una fan con �l: agarra al vuelo el dron oficial y mira seductor la c�mara inserta, encuadrando al p�blico. Es como si nos hubiera subido a todos a lomos de la aeronave.

Pero comprendo por qu� las redes bromean con que lo ha sustituido un doble: ser� alguna operaci�n de cirug�a pl�stica o de banda g�strica o ambas, pero su estampa alambicada desconcierta. Su inamovible sonrisa de gal�n rejuvenecido a golpe de cincel lo hace parecer un mu�eco de ventr�locuo suelto en plaza. Canta a golpes cortos y remacha con pucheros disforzados de beb� atrapado por la cabeza en el parto.

En menos de dos horas repasa a grandes rasgos su longeva trayectoria, a veces en popurr�s aliviadores. Cuando era un chaval�n y lo produc�a Juan Carlos Calder�n grababa lo que le echaran, desde Ahora te puedes marchar (el I only want to be with you de Dusty Springsfield), Ser� que no me amas (el Blame it on the boogie de The Jacksons) o la multiusos Cuando calienta el sol. Melod�as que tararear�amos distra�dos en la barra de un chiringuito aqu� son secundadas por 40.000 gargantas con entrega de procesionarios. Quiz�s el tema m�s interesante de su etapa juvenil sea la bonita Palabra de honor, balada con buen contrapunto de coros que le confeccionaron los ex miembros de La charanga del t�o Honorio, los del Hay que lavalo.

Arropado por los aires de gran orquesta, el divo mexicano se permite a media actuaci�n dos extravagantes duetos post mortem: el primero con Michael Jackson y el segundo con Frank Sinatra. En el �ltimo tercio irrumpe un fastuoso mariachi, que aporta los momentos m�s vibrantes: La Bikina sigue siendo la mejor versi�n en toda la carrera de Luismi, donde m�s org�nicamente se integra y atempera su voz exhibicionista entre cadencias de un melodrama sonoro. En sus reinterpretaciones de boleros mejor no abundar: cuando alguien canta �nosotros que nos queremos tanto debemos separarnos� sin desterrar su psicop�tica sonrisa, lo que menos se espera es el delirio general.

Luis Miguel es un profesional de primera y un cantante que valdr�a la pena escuchar en recitales para recintos peque�os. Tal como nacen planteados estos macroconciertos, se traducen en ba�os de masas entregadas a la adoraci�n de un Rey Sol eclipsado a bramidos. A destacar, durante el regreso en bloque a casa, la proliferaci�n de luismigueles ambulantes que, por las calles anexas al estadio, entonaban sus propias versiones para reba�ar la predisposici�n de las fans, quienes ebrias de emoci�n dejaban generosas sus monedas a estos voluntariosos premios de consolaci�n.