Mario Vargas Llosa pedía a Isabel Preysler que le arropase cada noche y que le diese un beso con la luz apagada

Mario Vargas Llosa pedía a Isabel Preysler que le arropase cada noche y que le diese un beso con la luz apagada

El Nobel requería de la presencia de la madre de Tamara Falcó antes de acostarse. Además, dicen, necesitaba estar siempre en contacto físico con Isabel para espantar los demonios que le perseguían

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Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa en Illescas el pasado mes de marzo GTRES
Pilar Vidal

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Poco después de comenzar su noviazgo conIsabel Preysler, Mario Vargas Llosa dejó atrás su pasado y se mudó a Puerta de Hierro. Fue allí de comenzó una lujosa rutina, desconocida por muchos, que contaba con un mayordomo que le preparaba la ropa cada vez que salía e incluso le ayudaba a vestirse. Su rutina del día a día era inalterable y comenzaba temprano, entre las 5 y las 7 de la madrugada, cuando se despertaba para escribir.

Más tarde, volvía a subir a la habitación para enfundarse el chándal y salir a caminar por los alrededores de la urbanización y llegaba casi al club Puerta de Hierro. Cuando regresaba del paseo, se sentaba a desayunar -la cocinera, una de toda la vida, conocía sus gustos a la perfección- un café con leche, un gran bol de muesli con leche y miel y un vaso de zumo de naranja recién exprimida. También papaya, su fruta favorita.

Después se disponía a leer los periódicos y durante la tarde recibía visitas, realizaba entrevistas o respondía correspondencia. Entre las 19 y las 21 horas, Preysler y el Nobel compartían algunos capítulos de sus ficciones preferidas en la sala de estar. Luego cenaban y pronto, no más tarde de las 22.45 horas, Mario se metía en la cama ya que no le gustaba trasnochar.

Antes de dormirse necesitaba llevar a cabo una manía muy particular: buscaba a Preysler para que esta fuera a arroparle y le diese un beso en la cama cada día. Y con la luz apagada. Solo su cabeza podía plasmar en el cuento que cada día al acostarse lo primero que pensaba era en Carmencita y el sentimiento de culpa que sentía por haberla abandonado. Necesitar el cariño de Preysler para poder dormir y que, sin embargo, automáticamente le viniese a la mente Carmencita. Él, dicen, necesitaba estar siempre en contacto físico con Isabel, para poder espantar los demonios que le perseguían.

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