Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore (2022), de David Yates

Se supone que el peligro que suponía el mago que odia a los muggles Gellert Grindelwald había sido conjurado, pero esto dista mucho de ser cierto. Contra pronóstico, en el proceso electoral en marcha para elegir al líder mundial de los magos, que parecía cosa de dos, el oriental Liu Tao y la latina Vicência Santos, surge un tercer candidato, el propio Grindelwald puesto en libertad de modo insólito, y que además de exhibir un populismo enardecedor de las masas y racista contra los muggles, al más puro estilo Hitler, juega la partida con las cartas marcadas. Pues se ha apoderado de una criatura mágica recién nacida, que juega un papel decisivo en este proceso, a la vez que eliminó a su pobre mamá. Ignora que ésta alumbró mellizos, y por tanto hay otra criatura a la que no podrá manipular con las artes oscuras. El magizoólogo Newt Scamander deberá cuidar de esta criatura, y con la ayuda de Albus Dumbledore y otros magos se enfrentarán a Grindelwald.

Tercera entrega de las cinco previstas de la saga “Animales Fantásticos”, situada en el universo Harry Potter, pero antes de lo que contaban las siete novelas de J.K. Rowling y las ochos películas a las que dieron pie. De nuevo la escritora firma el guión, pero en esta ocasión con el concurso de Steve Kloves, probablemente por el ritmo anodino de Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald, bastante inferior al anterior film, Animales fantásticos y dónde encontrarlos. Tras la cámara está otro experto en este mundo mágico, David Yates. Ninguno de ellos logra superar la sensación de película larga y de ritmo plomizo, con muchos personajes nada carismáticos, y estruendosos efectos visuales, en que el asfalto se levanta, hay duelos de varitas mágicas, o vemos criaturas mágicas, animales bien diseñados y animados, lo mejor ocurre en el subsuelo, Newt Scamander liberando a su hermano, aunque no entendamos mucho porque le han encerrado ahí. A ello se suman motivos extrafílmicos que no han ayudado a la saga, como el Covid-19, y la “cancelación” por distintos motivos de la mismísima Rowling, y de dos de los actores, Johnny Depp, sustituido por Mads Mikkelsen en el papel de Grindelwald, y de Ezra Miller.

En esta tesitura, la “hechicera” Rowling ha echado mano de varita, recurriendo a la artillería de sus mejores conjuros e incluso repitiendo trucos –el animal seleccionador, las maletas señuelo nos suenan...–, para no decepcionar a los fans, que al final es la clave de supervivencia de una saga que da síntomas de agotamiento, aunque se intenten maquillar. Desde explicitar desde el minuto uno la homosexualidad de Albus Dumbledore, aunque dicha información no aporte nada de nada, es como si pasado mañana, cuando Disney estrena su serie Obi-Wan Kenobi, le diera por desvelar que el mítico caballero jedi es gay; hasta desplazar la atención del soso Scamander hacia Dumbledore, explorando un poquito su misterioso pasado, del que se ofrecían algunas pinceladas en los libros de Harry Potter; pasando por una escala en Hogwarts, y es que si algo se echa en falta en “Animales Fantásticos” es el colegio, los niños, las clases, los profes, ha sido un error de cálculo pensar que se podía prescindir de ellos, estimando que los espectadores de antaño ahora son mayores y quieren personajes adultos. Al final queda el truco final de la nostalgia, al que ha recurrido con empacho “Star Wars” y que, se ve venir, puede ser la salvación de la pentalogía: un poco de Hogwarts, muchos guiños a los libros originales, tirar de Minerva a la que atisbamos fugazmente en este film, algún partidito de quidditch...