Eso de reducir el mundo en listas de imprescindibles no es ninguna novedad de internet ni de las redes sociales. Ya los autores helenísticos eran aficionados a ello. La lista más famosa del mundo antiguo fue la constituida por las siete maravillas, aquellos lugares que consideraron dignos de ver al menos una vez en la vida. Hubo distintas versiones de esa lista antes de quedar fijada por el pintor neerlandés Maerten van Heemskrerck, quien en el S. XVI realizó una serie exitosa de siete cuadros representando sus siete maravillas del mundo favoritas. Fueron la Gran Pirámide de Guiza (la más antigua de las siete maravillas y la única que todavía perdura), los Jardines Colgantes de Babilonia, el Templo de Artemisa en Éfeso, la Estatua de Zeus en Olimpia, el Mausoleo de Halicarnaso, el Coloso de Rodas y el Faro de Alejandría.
“He posado mis ojos sobre la muralla de la dulce Babilonia, que es una calzada para carruajes, y la estatua de Zeus de los alfeos, y los jardines colgantes, y el Coloso del Sol, y la enorme obra de las altas Pirámides, y la vasta tumba de Mausolo; pero cuando vi la casa de Artemisa, allí encaramada en las nubes, esos otros mármoles perdieron su brillo” (Antípatro de Sidón)
Al leer a Antípatro de Sidón parece que muchas de las maravillas son exageraciones literarias. De hecho, de algunas se duda que tuvieran existencia real. No hay duda de la existencia de las nuevas siete maravillas del mundo moderno. Esas, de momento, se pueden visitar y tocar. En 2001, más de 90 millones de votos populares recogidos en un concurso promocionado por New Open World Corporation quedaron fijadas las nuevas maravillas del mundo. La elección final fue muy apretada y más de una veintena de ciudades de todos los continentes con sus obras arquitectónicas levantadas hasta el año 2000 quedaron finalistas. La gloria quedó reservada a unas pocas. Son las nuevas siete maravillas del mundo moderno:
- Chichén Itzá
- La Gran Muralla China
- Petra
- El Coliseo
- Taj Mahal
- El Cristo Redentor
- Machu Picchu