¿Cómo lidiaba una joven adolescente viviendo en la Edad Media con la ineludible misoginia en su vida? La respuesta a esta pregunta es explorada con un toque optimista y juguetón por Lena Dunham en su nueva película (su segunda del año) “Catherine Called Birdy”, titulada aburridamente en español como “La vida de Catherine”.

Dunham, también productora y escritora, adapta esta historia de la galardonada novela juvenil de Karen Cushman. En ella seguimos a Catherine (Bella Ramsey), apodada Birdy, una chica de 14 años que vive en una aldea inglesa en pleno medievo y pasa sus días jugando en el lodo con su mejor amigo Perkin (Michael Woolfitt), evitando hacer sus tareas, causando problemas y chismeando, muchas veces junto a su mejor amiga Aelis (Isis Hainsworth).

Catherine ama a su madre Aislinn (Billie Piper) y odia a su padre Rollo (Andrew Scott), un extravagante Lord cuyos gastos idiotas han provocado problemas económicos en la familia. La solución más sencilla es encontrar a un hombre adinerado que se case con Catherine, quien justamente acaba de comenzar a menstruar. Pero nuestra joven protagonista, de actitud rebelde y hasta moderna, hace todo lo posible por ahuyentar a sus pretendientes y sabotear los planes de su odiado padre. 

Al igual que la novela, “La vida de Catherine” emplea una mecánica de diario para narrar su historia, es decir que a lo largo de la película escuchamos a Birdy en voz en off relatar sus ideas, preocupaciones y sentimientos cambiantes. Dunham trata con sensibilidad la transición a la adultez de su heroína y la rodea de personajes agradables que tal vez no sean desarrollados con profundidad pero su compañía siempre es bienvenida. Por ejemplo, aunque el personaje de Ethelfritha (Sophie Okonedo) aparece solo en un par de secuencias, su personalidad llena la pantalla y sus conversaciones con Birdy enriquecen la trama. Lo mismo ocurre con la adorable Morwenna de Lesley Sharp y el bonachón tío George de Joe Alwyn.

Entre numerosas controversias y la irregularidad de sus anteriores proyectos (con énfasis en la detestable “Girls”), Lena Dunham parecía estarse encasillando pero aquí demuestra nuevamente su talento para abordar historias feministas con creatividad y encanto. Su dirección de “La vida de Catherine” sobresale gracias a su balance tonal que oscila entre el nihilismo y el optimismo; sabemos que Catherine nunca podrá escapar del patriarcado y por momentos parece que la rendición es su única opción, sin embargo, nunca nos sumergimos en la pesadumbre gracias a una edición llevadera y la utilización de comedia, ideas modernas y emotividad para que sigamos alentando a nuestra protagonista en su misión liberadora.

Mezclando valentía, resistencia y atrevimiento, Bella Ramsey (“Game of Thrones”) es fabulosa en el rol principal y es gracias a su energía que Dunham obtiene el balance anteriormente mencionado. Asimismo, Andrew Scott (“Fleabag”) es absolutamente irresistible en un interesante papel que junta en un solo personaje a padre opresivo, a un buen esposo y a un dirigente torpe. 

La puesta en escena es efectiva y proveedora de más de un momento memorable; Birdy abrazando una estatua de un Jesucristo con el abdomen muy marcado mientras sus ojos recorren a una fila de monjes sexis, me sacó una enorme carcajada. Sin embargo, la utilización excesiva de covers modernos como intento de taladrar la modernidad de la historia es un error que te saca de la película constantemente; afortunadamente, Dunham mitiga este error hacia el tercer acto.

Tanto a nivel narrativo como cómico encontramos irregularidades en el guion. Hay chistes muy divertidos, muchos de ellos generados a partir de fenomenales one-liners, pero de vez en cuando encontramos humor especista y torpe, del tipo que intenta hacer reír con flatulencias. 

Por otro lado, la historia fluye y los toques satíricos, como la Aelis de Isis Hainsworth (“Metal Lords”) obligada a casarse con un duque de 9 años que juega con muñequitos, son efectivos en su exploración de la misoginia descarada de la época. Sin embargo, Dunham pierde la oportunidad de darle mayor profundidad a Birdy al hacer a un lado el elemento socioeconómico de su entorno; el mundo en el que vive nunca parece cambiar o sufrir a pesar de los supuestos aprietos financieros de Lord Rollo, factor que saca de la jugada la posibilidad de que Birdy reflexione sobre su rol en la vida de todo el pueblo. El peor pecado del guion es un final que si bien es altamente satisfactorio, traiciona el espíritu feminista del filme pues todo se decanta en un hombre salvando a la damisela en peligro a través de un duelo; Andrew Scott es fenomenal pero aquí su personaje le roba reflectores a la protagonista de una historia feminista. 

“La vida de Catherine” no es el coming-of-age perfecto pero sin duda alguna es un filme divertido y alegre, con sobresalientes actuaciones por doquier, que aborda con cariño y sensibilidad una temática de resistencia. Es también un recordatorio del talento de Dunham que durante tantos años parecía estar perdido en un mar de ego. 

“La vida de Catherine” o “Catherine Called Birdy” ya se encuentra disponible en Prime Video.