Esquí en Colorado: Vail y Beaver Creek (marzo 2024)
 

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)
Vail, marzo 2024
"In a row" como dicen por allí, desde Whistler nos fuimos a Colorado. Este artículo narra la experiencia en Vail, parte de su historia y particularidades. Genuino esquí "made in USA".

¿Qué esquiador con cierta experiencia no ha soñado alguna vez con ir a esquiar a Colorado? En lo que a mí respecta, dicho sueño siempre estuvo ahí, como un deseo, aunque permanentemente aparcado por múltiples motivos de tiempo, coste, etc. De manera que nunca lo consideré como una opción realista. Sin embargo, nunca se sabe, la vida es larga y las oportunidades se presentan.

Volé con mi hija Cristina desde Vancouver. En el aeropuerto de Denver es habitual cruzarse con muchos viajeros acarreando fundas o maletas específicas para equipos de esquiar. De hecho, cuando uno se planta en el espacio de recogida de equipajes, se encuentra que, junto a las cintas transportadoras de las maletas, hay otras específicamente preparadas para los esquís. Y es que en el estado de Colorado hay unas 60 estaciones de esquí. Muchas de ellas muy famosas y visitadas.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Cinta de equipajes específica para esquís.

Nuestro destino era Vail, que, junto con Aspen, probablemente sean los dos resorts más afamados (y tradicionalmente más reputados) de los EEUU. Para ir desde el aeropuerto hasta Vail utilizamos el servicio de shuttle proporcionado por Epic. Son unas dos horas de traslado (dependiendo del tráfico y las condiciones atmosféricas reinantes). Es un servicio caro, pero muy cómodo porque te deja en la puerta del alojamiento que hayas escogido. Apenas pudimos ver el paisaje porque ya había anochecido, pero sí que me percaté de que enseguida aparecieron manchas de nieve en los costados de la carreta, más tarde mucha nieve y, a partir de internarnos en las Rocosas, se desató una copiosa nevada nocturna.

Nos alojamos en un hotel de gama media, aunque agradable y de habitaciones muy amplias. Salimos a cenar mientras seguía nevando a base de trapos. Aunque ya era tarde para las costumbres locales, nos atendieron en un restaurante de acogedor aspecto interior country. Plato completo de hamburguesa y ensalada. Muy sabroso y asequible (dentro de la escala de precios norteamericana, que es bastante elevada). Aquel paseo inicial ya me dio la bienvenida al admirar bellos ejemplares de aspens (álamos temblones) por las calles. Son unos árboles que me encantan: estilizados, de hoja perenne y con una corteza blanquecina con cicatrices naturales que tienen forma (dibujo) de ojos humanos con diversas expresiones de mirada. Estos árboles son característicos en Colorado, forman parte de la identidad del paisaje allí. Toda la localidad estaba nevada y tenía una pinta estupenda. Elegante, cuidada y acogedora. Me costaba hacerme a la idea de estar allí: en Colorado, las Rocosas y Vail.

La historia de Vail.

El origen de Vail es similar al de Aspen, y probablemente al de algunos otros resorts del ámbito de las Rocosas. Es un origen militar cuyo epicentro fue Camp Hale.

Aquel campo militar se inauguró en diciembre de 1942, a 9224 pies de altura y 22 millas al oeste de Vail, como sede de la 10ª División de Montaña del ejército de los EEUU. Un territorio propiedad del gobierno, rodeado de montañas y accesible por carreteras e incluso líneas de ferrocarril. Tras la entrada de los EEUU en la II Guerra Mundial, el estado mayor consideraba necesario formar un cuerpo militar especializado en territorio de alta montaña (invernal y estival) tal y como ya hacía tiempo que tenían países como Francia, Italia, Alemania, etc. Y especialmente Finlandia, cuyas tropas habían demostrado su eficacia en condiciones nivales derrotando a un ejército ruso mucho más numeroso. Inicialmente albergó 15000 soldados, 5000 mulas, 200 perros y 3000 miembros del personal de administración, sanidad y servicios, incluyendo bastantes mujeres militarizadas, o no, como parte del personal (no de combate).

Para la formación de la tropa se recurrió a expertos esquiadores y montañeros civiles (bastantes de ellos europeos, especialmente noruegos). El grueso se nutrió principalmente de civiles reclutados a través de entidades no militares como la Patrulla Nacional de Ski y el Club Alpino Americano. Muchos de los reclutas procedían de Nueva Inglaterra. También hubo casos de ciudadanos no nacidos en los EEUU, como Torger Tockle (recordman de salto con esquís) o los hermanos Von Trapp (los de la historia de Sonrisas y lágrimas). El principal responsable de la creación y desarrollo de la División, Minnie Dole (anteriormente fundador de la National Ski Patrol) consideraba que:

«En este país hay dos millones de esquiadores equipados, inteligentes y capaces. Sostengo que es más juicioso formar soldados partiendo de esquiadores, que esquiadores desde soldados».

Una de sus montañas (ahora la pequeña estación de esquí Ski Cooper) disponía del telesquí en T más largo del mundo. Entre las actividades de entrenamiento más llamativas figuraba una travesía de cuatro días desde el campo hasta Aspen. Una dura prueba de esfuerzo, técnica, supervivencia y orientación. Por otro lado, durante las denominadas S-Series, 12000 hombres pasaron tres semanas de maniobras definitivas por encima de los 13000 pies de altura.

Ya en el campo de batalla, la 10ª División de Montaña protagonizó dos actos bélicos de diferente dimensión, importancia y resultado. Lo relaten ellos como lo relaten, el primero acabó en chapuza. Ante la invasión nipona de tres islas de Alaska, y la amenaza de que pudieran ser utilizadas como base de operaciones aéreas contra los EEUU, la división fue movilizada junto a otros cuerpos del país y de Canadá. Para cuando llegaron a su destino, los japoneses ya se habían retirado, lo que no impidió que, a causa de la confusión y la niebla, los aliados sufrieran 300 bajas por minas, trampas explosivas y fuego amigo. Donde sí cosecharon verdadero éxito fue en los Apeninos italianos, consiguiendo la rendición alemana en la batalla del monte Belvedere (también denominada Monte Castello). Personalmente no tengo conocimientos de historia militar, pero me ha parecido interpretar que lo de Belvedere (que fue importante) formó parte de la denominada batalla (más amplia) de Monte Cassino, y que se logró en colaboración con tropas del ejército brasileño.

Finalizada la contienda, el ejército vendió decenas de miles de pares de esquís, fijaciones, botas y bastones al público civil a precios de saldo. Si a ello unimos algunos miles de veteranos de la división reconvertidos en monitores de esquí, nos encontramos con una revolución de la práctica del esquí y de las actividades al aire libre en Colorado y en el resto de los EEUU. Pero no se quedó ahí la cosa, también hubo mucho emprendimiento procedente de antiguos miembros de la 10ª División de Montaña, entre otros ejemplos, los siguientes:

La fundación de Vail; fundación, desarrollo y gestión de 62 resorts (por ejemplo Arapahoe Basin, Winter Park o Loveland); asesoramiento para la creación de estaciones y pistas; desarrollo de Aspen; incorporación a las plantillas de patrullas y escuelas de esquí por todo el país; desarrollo del método de enseñanza de esquí basado en longitud gradual; establecimiento y mantenimiento de la Estación de Investigación de Avalanchas en Altitud de Berthoud Pass (Colorado); desarrollo de protocolos de seguridad y avalanchas; creación del mayor sistema de cabañas (refugios) del país para la práctica del esquí de travesía y BTT; responsabilidad de producción cinematográfica; fundación de escuelas de liderazgo y gestión de actividades al aire libre; cofundación de Nike; fundación de Ski Magazine; dirección ejecutiva (en alguna época) del Sierra Club; etc.

En el caso de Vail, el principal protagonista fue el veterano Peter Seibert. Aquel hombre (nacido en Massachusetts) había sufrido heridas de guerra en sus piernas causadas por una cercana explosión de mortero. Aunque le diagnosticaron que no volvería a caminar, incluso consiguió volver a esquiar, pero teniendo que aplicar cierto apaño motriz al hacerlo. Al finalizar la guerra se quedó algún tiempo trabajando como patrullero de esquí y monitor de la escuela de un hotel en Suiza. Al regresar a los EEUU se puso a trabajar en Aspen (y algún periodo en Loveland). Entonces pretendía buscar algún territorio para la práctica del esquí cuando, en 1957, se encontró con el pistero Earl Eaton, de procedencia local, que fue quién le mostró el paraje que ahora ocupa el resort. La historia del hallazgo me parece muy bonita que por surgió mediante una excursión de esquí de travesía. Earl le habló a Pete acerca de una montaña sobre Vail Pass, con algunos bowls libres de arbolado. Antes del amanecer del 19 de marzo (San José) ambos se equiparon con fijaciones antiguas de travesía, pieles en las suelas de los esquís y sendas pesadas mochilas, y empezaron a ascender hacia la que Earl llamaba montaña sin nombre (No-name Mountain). Ascendieron unos 1000 metros de desnivel sobre nieve profunda. Las primeras millas siguiendo una pista forestal, y más tarde atravesando un bosque de abetos. Tras una pausa para comer algo, continuaron hacia la cima. Al superar el cordal, a Pate le pareció que el contorno de aquello se asemejaba al de los más famosos resorts europeos. Alcanzaron la cima (3429m) tras siete horas de ascenso. Cuando quitaron las pieles e iniciaron el descenso sobre la nieve, no tenían duda alguna de que habían dado con el lugar idóneo.

Seibert empezó adquiriendo 500 acres de terreno para una sociedad que pronto se convirtió en Vail Associates. Fue el principal responsable del proyecto, y quién se fajó en la búsqueda de apoyos e inversores. Eaton, entretanto, se dedicó a un desempeñó más a pie de obra y de montaje de los remontes. Entre los veteranos de la 10ª que colaboraron con ellos en el proyecto, resulta interesante mencionar a Bob Parker, quien llegó a ser editor de la prestigiosa Ski Magazine y, con el tiempo, uno de los fundadores del Vail Ski Museum (actualmente Colorado Snowsports Museum). Desde un principio se pretendió darle al núcleo urbano un aspecto alpino europeo, más concretamente bávaro. En su día, Parker tuvo un destacado papel en la promoción del resort como escenario de competiciones internacionales.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Aunque podría incluirse a alguno más, este trío de personajes fue clave en la creación y desarrollo de Vail. (Imagen: composición propia con fondos de snowsportsmuseum.org y WELCH, Shirley: "Vail. The First 50 Years". Arcadia. Charleston, 2012).

Entre los inversores pioneros figuraban Jack (veterano de la 10ª División) y Penny Tweedy, matrimonio propietario del mítico purasangre Secretariat. El caballo fue casi considerado como un héroe nacional tras hacerse ganador de la Triple Corona (Derby de Kentucky, Preakness Stakes y Belmont Stakes). Hoy en día conserva los récords de las tres pruebas. Hay una película (Secretariat, 2011) que narra la historia del caballo. Por lo que he podido indagar, la responsabilidad del cruce genealógico del que surgió Secretariat, así como de la supervisión de su crianza, fue de Penny, que tuvo que hacerse cargo de los cuidados de su padre en Virginia por enfermedad de este y, de paso, de la gestión de sus cuadras. Penny alcanzó un éxito previo con otro caballo llamado Riva Ridge. Tal nombre coincide con el de una acción bélica de la 10ª División en Italia, así que puede que de ahí le viniera el apelativo al caballo y, de ambos, la denominación de una de las pistas más céntricas y largas de Vail. Y es que, su marido Jack, además de socio, desempeñó un importante papel en lo relacionado con los aspectos legales del proyecto de la estación.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Penny, exultante con el triunfo de Secretariat (Imagen: rockymountaintribune.com)

Vail abrió oficialmente el 15 de diciembre de 1962. A modo de compensación simbólica, y quizás cruzando los dedos tratando de invocar a la buena suerte, Parker invitó a nativos americanos de la tribu Ute a visitar el resort. Los utes habían sido los habitantes originarios de la comarca, antes de ser desplazados de allí por el hombre blanco. Durante la visita, una docena de nativos ejecutó una danza de la lluvia reconvertida para la nieve. Bailaron a pleno sol el 9 de diciembre, se marcharon el 11, Vail abrió el 15, y el día 17 llegó la primera gran nevada. Desde entonces, no parece que el lugar haya tenido muchos problemas por falta de nieve, pese a que los utes no hayan tenido que volver a danzar. En sus comienzos, en Vail ficharon a algunos expertos de Aspen. Entre ellos podemos destacar a Morrie Shepard como director de la escuela de esquí, y Rod Slifer, quien, tras su desempeño comercial, llegó a ejercer como alcalde de Vail durante 16 años. Otro posterior director de la escuela fue el excampeón olímpico Roger Staub, un suizo (de Arosa) que esquió para varias películas promocionales en Colorado.

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Grupo de utes danzando en Vail (Imagen: vaildaily.com).

Entre las personas más populares de la historia de Vail, sobresale el matrimonio formado por Sheika y Pepi Gramshammer. Ella, era modelo en Nueva York y Las Vegas. En esta última ciudad también parece que ejercía de voluptuosa bailarina. Resulta creíble, teniendo en cuenta que posaba desnuda, o muy ligera de ropa, para algunas revistas picantes de la época. Él fue un exitoso corredor austríaco, contratado como relaciones públicas de la estación. Tras el correspondiente flirteo, se casaron, pese a que Pepi rechazó una primera proposición por parte de ella. Juntos abrieron el hotel Gastof Gramshammer y la tienda de deportes Pepi Sports. El matrimonio tiene fama de haber sido uno de los agentes más dinamizadores de la vida social de Vail.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Hay que reconocer que Sheika era una hermosura de mujer. No soy dado a la censura, pero, teniendo en cuenta que desconozco las edades de los potenciales lectores de esta web, he optado por aplicarla aquí ligeramente. de todas formas la fotografía (sin censura) procede de Internet (Imagen: uncladgalsboutique.wordpress.com)

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La feliz pareja Gramshammer en Vail (Imagen: vaildaily.com)

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Detalle de la fachada de su hotel actualmente.

Continuando con un tono de crónica de sociedad, podemos contar que entre los más poderosos visitantes habituales de Vail cabe mencionar al expresidente de los EEUU Gerald R. Ford, que ya frecuentaba el lugar como congresista, y continuó visitándolo como alternativa eventual a la Casa Blanca, con una considerable cohorte de auxiliares detrás. En aquella época llegaron a referirse a Vail como La Casa Blanca de invierno. La familia Kennedy también se dejó ver por allí. Quizás Teddy y sus más allegados fueron quienes más visitaban el resort, aunque sabemos que Jackie también paseó por allí el palmito.

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Jackie Kennedy en Vail (creo que en 1968). (Imagen: es un recorte de la foto original (diponible en gatty images), publicado por Carol Farrow en pinterest).

En 1964 se abrió el Red Lion, el primer restaurante y, enseguida, dentro de su mismo edificio, la primera consulta médica. Tal servicio sanitario no ha parado de crecer y prestigiarse hasta convertirse actualmente en un hospital, habiendo dado importantes pasos previos en materia de cirugía de lesiones. A partir de 1976 se produjeron una serie de cambios de propiedad del resort. En 1980 se inauguró la cercana estación de Beaver Creek, los forfaits de ambos resorts pudieron utilizarse indistintamente desde entonces. Me ha parecido entender que en 1992 la empresa pasó a ser pública (Vail Resorts) pero no estoy del todo seguro. El Epic Pass, estrategia fundamental asociada a Vail, fue la respuesta empresarial a la crisis de 2008, a partir de entonces su extensión ha sido creciente.

El dominio esquiable.

Como tantas otras estaciones de Colorado, la altitud es una de las características principales de Vail. La altitud y la continentalidad, pues se encuentra ubicado muy cerca del centro geográfico de los EEUU, es decir, a más de mil cien kilómetros de la costa más cercana. Sus bases, la localidad, se encuentran a unos 2500 metros de altura, mientras que sus máximas cotas esquiables rondan los 3500 metros. El clima del estado es muy seco, caracterizado por más de 300 días de sol al año, así que todo ello propicia que la nieve allí resulte (y se mantenga) especialmente seca, lo cual es siempre una excelente noticia para los esquiadores.

La estación anda por 234 km lineales esquiables, lo cual la convierte en una de las más grandes de los EEUU. Parece que las cifras dan una ligerísima ventaja a Whistler – Blackcomb, pero a mí me dio la impresión (siempre subjetiva) contraria, a favor de Vail. En cualquier caso, ambas, y sobre todo Vail, ganan muchísimo cuando valoramos la superficie esquiable, pues en la de Colorado es casi total.

Pistas y remontes se distribuyen a lo largo de la vertiente de una cadena de montañas con cuatro cotas, que conforma diferentes laderas y tres o cuatro vaguadas. Es la zona frontal del dominio (cara norte). Por detrás, la otra vertiente, también poblada de remontes, pistas o áreas de fuera de pista, la constituyen varios bowls que responden a las denominaciones de Blue Sky Basin, The Back Bowls o Game Creek Bowl. Todo está conectado, aunque pretender un desplazamiento lateral de un extremo a otro del dominio por la parte frontal exige recorridos más laterales, a base de enlazar una proporción mayor de pistas azules o verdes.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Plano de pistas de Vail, vista frontal (Imagen: vail.com).

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Plano de pistas de Vail, vista posterior The Back Bowls (Imagen: vail.com).

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Plano de detalle del Blue Sky Basin, de la parte "trasera" de Vail (Imagen: vail.com).

El código de graduación de dificultad de las pistas es el mismo que en Canadá: verdes, azules y negras (de uno o dos rombos) por orden creciente de exigencia. También aquí (maravilla) todo se considera esquiable menos aquello (muy poco) que esté expresamente cerrado, lo cual ofrece una superficie de esquí fuera de pista brutal. La mayor parte del territorio está tapizada por bosque (más por la vertiente frontal que por la posterior) sin embargo, los bosques son practicables y hay bastante territorio diáfano en los bowls. Un detalle interesante es que los bosques alternan áreas de abetos, con otras de álamos. Estos últimos únicamente presentan ramas a partir de algunos metros de altura del tronco. La proporción de pistas negras por detrás es altísima, mientras que la vertiente frontal es más diversa en niveles de dificultad.

En bastantes pistas abundan los cambios de pendiente, generando cambios de rasante a la vista. Como parece que se toman muy en serio el asunto de la seguridad, todos ellos presentan anchas señalizaciones de tela que indican que hay que reducir la velocidad, y que merman el paso, por lo que ni se debe, ni prácticamente se pueden, mantener altas velocidades al pasar por ellos. Casi todas las pistas negras (muchísimas) y algunas azules, no se pisan, no son tratadas mecánicamente, por lo que ofrecen la nieve en su cambiante estado natural o bajo la alteración producida por el paso de los usuarios. Ello implica que te la encuentres virgen fresca (si tienes suerte), transformada o con grandes bumps. De hecho, resulta esclarecedor que, cada jornada, la estación publica y señaliza un parte de pistas tratadas, para que tomen nota los esquiadores que no quieren encontrarse con bañeras u otro tipo de nieves. El resultado arroja un balance claramente a favor del kilometraje no tratado, detalle que a mí me alegró mucho.

La mayoría de los remontes son sillas, salvo un par de góndolas y algún telesquí en T. Hay dos puntos de acceso a pistas y remontes: Vail Village (con dos remontes principales de partida y otros tres para debutantes), y Lion’s Head (con otros dos principales).

Beaver Creek es otro resort separado de Vail, aunque el forfait se pueda utilizar indistintamente en ambos. Este otro dominio, bastante más pequeño, se encuentra a varios kilómetros por carretera. Presenta más porcentaje de superficie forestal si cabe, y puede que con mayor proporción de álamos. Es un entorno precioso, aunque sus pendientes plantean una propuesta mucho más fácil para los esquiadores. Da a la impresión de cumplir con una vocación de servicio familiar, esquí de iniciación, de niveles intermedio o para gente mayor.

2469 metros es la altura de su base y 3488 metros su cota más elevada. Presenta una montaña principal que se esquía por casi todas sus laderas excepto por detrás. Si la contemplamos de frente, entre ambas elevaciones, muestra dos vaguadas (dos lechos de arroyos) que se unen culminando en uno, y que ubican varias pistas y remontes, además de una zona no esquiable. A partir de la segunda vaguada, más a la derecha, y un poco girada, como para encararse con la montaña principal, hay otra montaña que aloja casi la otra mitad de terreno esquiable y remontes. Es más baja, aporta una especie de bowl superior muy adecuado para debutantes, y está, casi toda ella, ocupada por álamos.

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Plano de pistas de Beaver Creek (Imagen: beavercreek.com).

Miércoles.

Los desayunos los resolvimos en el hall del hotel, recurriendo a las facilidades allí disponibles: zumos, termos, fruta y una escueta oferta de repostería, colocados en una mesa central, de la que cada cual se servía para irse a tomarlo a alguno de los sofás distribuidos por el amplio espacio. A veces te tocaba sentarte debajo de la típica cabeza de alce disecada. Lo mismo hacían otros clientes. Poca oferta, pero suficiente, aunque había que llevar barritas energéticas para poder estirar la jornada de esquí sin necesidad de parar a comer. Aquel día empezamos a esquiar un poco más tarde porque Cristina tenía algunos asuntos de trabajo pendientes.

Nuestro hotel estaba pegado al hospital, en un punto intermedio del pueblo, más hacia la zona de Lion’s Head que de Vail Village. Hay un flujo constante de autobuses interiores que van y vienen en ambos sentidos durante todo el día y parte de la noche. Son gratuitos y pasan cada cuatro o cinco minutos, así que no tardamos en llegar a Lion’s. Enseguida nos percatamos de que no había colas para los remontes. No las hubo en todo el día y, de hecho, salvo en una ocasión en un remonte, tampoco en toda nuestra estancia allí. ¡Gran punto a favor de Vail!

Había nieve nueva a causa de la nevada del día y noche anteriores. Sin embargo, lucía el sol. Desde las cotas más altas, el panorama territorial de Colorado era extenso. Un territorio seco y nevado, que alternaba barrancos, bosques y áreas desérticas, sin apariencia de cumbres especialmente destacadas, aunque todo ello, de hecho, estuviera a gran altura. Un detalle, importante para mí, fue comprobar que una mujer ofrecía planos de pistas en papel al acercarte a los remontes. Ni en Whistler, ni en Beaver Creek los ofrecen o se encuentran a la vista. Es más, en Canadá, para conseguirlos, tuve que ponerme en la fila de la taquilla de pases. Me parece muy bien que ya casi todos los resorts tengan aplicación específica para móviles, pero yo prefiero el plano por varias razones: lo guardo de recuerdo, lo veo mejor en pistas y remontes sin necesidad de tener que ponerme las gafas de ver de cerca y sin tener que jugar con la diminuta pantalla de un teléfono para estudiar un trazado amplio. Y, por último, pese a haber adquirido una tarjeta SIM de prepago, mis datos, en territorio americano, no funcionaban bien.

Tomamos la góndola hasta Eagle Nest, que es la primera cota elevada de la derecha (según la perspectiva frontal de Vail). Ya desde arriba nos lanzamos hacia la parte de atrás internándonos en el fantástico Game Creek Bowl. Desde su cumbre accedimos a los Back Bolws. Primero mediante una negra directa y, en un segundo descenso, trazando un maravilloso recorrido de fuera de pista que descendía suavemente por un cordal semicircular con vistas, para, más adelante, precipitarse por una pendiente negra de bosque de abetos que culminaba entre álamos. Todo ello con cierta capa de nieve virgen. Desde la cota Wildwood nos fuimos moviendo hacia la derecha (perspectiva trasera) recorriendo los míticos The Back Bowls. Es un terreno fantástico para esquiar: amplísimo, abierto en las alturas superiores, y boscoso, o en forma de estrechos valles, en las inferiores. Uno casi se agobia al tener delante tantas posibilidades diferentes (¡y múltiples!) de poder trazar mentalmente distintos dibujos previos de la bajada que le apetece trazar. Y todo ello, prácticamente, en categoría negra. Y así fuimos alternando bajadas y remontes sucesivos, además de jugar entre los álamos o los abetos, según los casos. Subir y bajar, sin demoras y sin gente alterando los descensos, el esquí que me gusta, pues soy de los que opinan que para socializar ya están los bares. En el hotel me tomé la molestia de apuntar el recorrido, y Cristina lo grabó en su GPS, pero considero que sería tedioso relatarlo aquí con precisión.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Un lugar para recordar.

 

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Una estampa del Vail "posterior".

 

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

En un bosque de "aspens".

 

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Cristina por un bosque.

 

Una de las cotas de aquellos bowls se denomina Belle’s Camp, allí se reúnen dos estaciones superiores de remontes y algunas cabañas de restauración. El paraje es muy bonito porque recrea una especie de rancho de alta montaña, dado el tipo de edificación utilizado. Las grandes casetas de los telesillas parecen graneros del oeste. La jornada se mantuvo alternando nieves no tratadas de diferentes grados de uso previo. Todos muy agradables. Recuerdo una pista, la Cloud 9, que, pese a ser azul, me fascinó. Se toma mediante un camino muy sencillo, pronto gana pendiente, que mantiene durante un buen rato hacia un valle, y finalmente se estrecha en forma de lecho de arroyo. Lo que tiene la pista es que no presenta balizamiento, sino que se puede bajar tomando innumerables y constantes decisiones, pues ocupa un amplio terreno boscoso que, en vez de estar cerrado o recortado por cortafuegos, está como distribuido irregularmente, pero con gran amplitud de espacio entre los grupos de árboles. Puedes estar esquiando con gente y perder de vista tu compañía durante algunos segundos reencontrándola sobre la marcha a la salida de algún pasillo arbóreo. Todo ello complementado con unas vistas muy montaraces. De película.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Caseta de telesilla en Bell's Camp.

 

La jornada fue intensa y la empleamos en recorrer la práctica totalidad del territorio trasero. Todos los remontes varias veces, y unas cuantas opciones diferentes de descensos. Todo me encantó, todas las bajadas me parecieron muy diferentes entre sí, encontramos nieves muy buenas, alternancia de bosques cerrados y abiertos, así como de abetos y álamos. Hubo una ocasión en la que, tratando de adivinar por dónde iba una supuesta pista negra de bosque, nos encontramos bajando detrás de dos jóvenes chicas freeriders locales que iban como cohetes entre los árboles con una naturalidad pasmosa. La pista no era tal, sino una sugerencia aproximada de itinerario de descenso que atravesaba (libremente) un bosque bastante cerrado. Emocionante y divertido, puedo garantizarlo. El día lo terminamos de vuelta al territorio frontal, familiarizándonos con él, con algunos de sus remontes, enlaces y varias de sus pistas principales. Es el área en el que más pistas son tratadas, y todo presenta un aspecto más civilizado.

Terminamos en Lion’s Head y aprovechamos para comprar algo de comer que nos llevamos en el autobús. Para descansar, nos plantamos en el jacuzzi del hotel: una piscina con chorros orientados hacia las piernas y con un ventanal que mostraba una vista parcial de las pistas más cercanas. Mi primera impresión sobre Vail no pudo ser mejor: gran amplitud y variedad; gente muy distribuida; remontes discretos que hacen que tengas la sensación de que esquías fuera de un resort; esquí libre por todas partes, excepto lo expresamente acotado, que es muy poco. Otro detalle muy de agradecer es que cuando bajas el guardacuerpo de muchos remontes, te encuentras el plano de pistas serigrafiado y puedes orientarte y decidir por dónde vas a continuar sin necesidad de sacar el tuyo.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Palnificando cómodamente el siguiente trayecto.

 

La sensación, tras el primer día, y tras haber abandonado el esquí un poco antes del cierre, era como de haber estado esquiando en un gran dominio durante una semana, dada la variedad de descensos y parajes disfrutados.

Por la tarde dimos un paseo por el pueblo. Es muy bonito y elegante. Tal y como se comentó en el apartado histórico de la estación, intenta copiar, descaradamente, a algún pueblo bávaro o tirolés, y no me extrañaría que St. Anton haya sido el modelo para algunos de los responsables. Las calles, muchas de ellas peatonales, no tienen nieve en las aceras porque, por lo visto, hay un sistema que desprende calor a través del pavimento. Las tiendas (de deportes, joyerías, de moda, de productos western, etc.) y los hoteles son, por lo general, muy lujosos. Se habla español por todas partes: hoteles, restaurantes, tiendas y entre el público visitante. Encontramos chilenos, argentinos, quizás colombianos y, sobre todo, mayoritariamente, mexicanos, familias enteras con apariencia de poderío económico y/o de terratenientes, haciendo el agosto de los propietarios de los comercios más caros.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Muchos detalles de los Alpes en Vail, fijarse en el dibujo de la fachada.

 

A la gente se la ve muy arreglada por la calle, y la media de edad, niños aparte, parece más bien elevada. Así que el ambiente se muestra tranquilo y agradable, sin estridencias, y con muchos bares y restaurantes. Ese día optamos por un italiano que nos dio bien y abundantemente de cenar a un precio razonable desde la perspectiva europea. Luego hicimos compra de provisiones para llevar a las pistas y recuperar en los regresos diarios al hotel y, por último, entramos al acogedor pabellón deportivo local para ver un rato de los entrenamientos del equipo de hockey sobre hielo de la ciudad. Estaban entrenando niñas y adolescentes de varias categorías. Tres grupos de chicas y cinco entrenadores a disposición.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Las chavalas entrenando.

 

Jueves (Beaver Creek).

Por si acaso fuera a cambiar el tiempo algún otro día, decidimos aprovechar ese para ir a esquiar a Beaver Creek. Para ello tomamos primero el autobús interno hacia la parada de la estación de transportes de Vail (apenas unos minutos) y allí otro (también gratuito) que recorre unos 17 kilómetros por carretera nacional hasta Avon para, desde allí, remontar algo de altura hasta el resort.

El paisaje me recordaba más a las imágenes idealizadas que tengo de lo que se supone que es Colorado en las películas americanas del oeste. Grandes espacios que alternan cierta frondosidad y vegetación invernal, con estampas más secas y agrestes. Ya he comentado que allí la abundancia de las masas arbóreas de álamos es proporcionalmente mayor que en Vail. Me encantan esos bosques.

En Beaver Creek encontramos poquísima gente. Da la impresión de ser una estación muy familiar y más bien facilona, aunque tiene negras suficientes como para divertirse y exigirse. La recorrimos de izquierda a derecha (según la perspectiva del plano de pistas) y regreso. Completa desde el punto de vista de los remontes y, casi, desde el de pistas. Tuvimos sol y nevadas parciales. Aunque pueda sonar extraño, por allí se puede dar la circunstancia de que esté nevando y haga sol a la vez, ya es algo que experimentamos en algunos momentos la semana previa en Whistler, pero que en Colorado parecía más habitual. Me recordaba al sol de brujas que denominamos en mi tierra, caracterizado por momentos de sol luminoso mientras, a ratos, o un kilómetro más allá, está cayendo un aguacero momentáneo. En el caso de estas nevadas, la situación resulta muy agradable porque se ve bien y, de paso, la capa superior de nieve se va renovando poco a poco.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Estampa en Beaver Creek, contraste entre los dos tipos de arbolado.

 

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Cristina en una silla de Beaver Creek

Allí disfrutamos de bañeras con cómoda nieve polvo, de pistas rápidas en las que poder carvear (levantando el pié ante los señalizados cambios de rasante) y de bosques. En algunos tramos, entre y dentro de los álamos, reconozco que me emocioné, independientemente de la pendiente del recorrido. Me encandiló la estampa y la sensación de estar deslizándome al contraluz de los troncos, por un paraje previamente soñado. No soy dado a orientalismos filosóficos, pero es una especie de sensación zen placentera en la que, mientras esquío, me visualizo haciéndolo por ese mismo paraje, pero como visto desde fuera. No se trata de atender a los aspectos técnicos, sino de disfrutar de la estampa. Algo muy personal, de carácter más bien estético, que me ocurre en momentos muy concretos.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Tanto en Beaver Creek como en Vail son muy fans de Lindsey Bonn. La esquiadora de Minnesota se mudó con su familia a Vail cuanto tenía 12 años. Así están varias de las paredes de una de las cafeterías en pistas de Beaver Creek.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Cristina se toma un breve descanso en pleno descenso para contemplar el horizonte de Colorado.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Por ahí ando yo... en pleno Colorado ¡quién me lo iba a decir!

 

Saliendo de Beaver Creek me fije en una hermosa y espectacular estatua de bronce que representa a un jinete en plena acción de rodeo, mientras el caballo se le bota con violencia. Estatuas y Vail son un tándem del que hablaré más adelante, en este artículo o, quizás, más probablemente, en alguno futuro.

Tras ducharnos, Cristina fue fiel al Jacuzzi. Yo no, pues tenía bastantes asuntos que abordar. Tomé el autobús hacia Vail Village. Al pasar por el centro, donde hay una gran plaza parcialmente ocupada por una pista de hielo elíptica al aire libre, había varios grupos de personas de diferentes edades jugando al curling, cada equipo con amplias camisetas de sus respectivos equipos vestidas encima de la ropa. Me bajé en la parada de la estación de transportes porque en aquel mismo edificio está ubicado el Colorado Snowsports Museum. Lo visité a conciencia y me gustó mucho. Es de recogidas dimensiones, su visita llevará entre 10 minutos y dos horas, en función del interés real que tenga quien allí acuda. En mi caso me acerqué más a la segunda duración. Básicamente consta de dos partes temáticas y una tienda con algunos productos interesantes (me compré un par de libros). La primera parte está dedicada íntegramente a la 10ª División de Montaña y explica, más detalladamente, los contenidos que ya he resumido aquí. Lo hace a través de paneles, fotografías, múltiples objetos reales y un documental bastante interesante. La segunda parte está subdividida en diferentes espacios temáticos. Los hay dedicados a los saltos de esquí como espectáculo pionero en las Rocosas, a la minería, a los carteros que se desplazaban en invierno sobre esquís o raquetas, a las patrullas de rescate, la evolución de los remontes, etc. Siempre combinando reprografía, fotos y objetos de diferentes tamaños. Hay un pasillo dedicado a la competición y los JJOO. A un lado, posters oficiales de las sedes de olimpiadas y campeonatos del mundo, y al otro, una vitrina con trajes, trofeos, fotos, diplomas y demás recuerdos. Como no podía ser de otro modo (tratándose de los EEUU) también tienen su propio hall of fame. Hacia el final, hay una proyección de la evolución de la vestimenta para esquiar. No me detuve porque ya la conocía de Internet. Está bien, es divertida, pero me parece algo sesgada hacia la alta costura esquiadora en gran parte de sus propuestas, poco realista. Un último espacio combinaba una mesa interactiva sobre la que fisgar los diferentes resorts del estado de Colorado, localizarlos y comprobar sus principales características, con unos paneles que resumían la historia de Vail.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Pista de hielo ovalada en una plaza de Vail.

 

He dejado para explicar aparte el espacio que más me cautivó del museo. En un largo pasillo intermedio hay toda una pared con una hilera de botas, fijaciones y esquís de todas las épocas, ordenados cronológicamente. Las botas abajo, las fijaciones colocadas sobre patines de esquís a media altura, y las tablas completas como fondo. Me hubiera quedado más tiempo estudiando unidad por unidad. Aunque no lo hice, eché un buen vistazo, tomé algunas fotos y me fijé en algunos detalles de mi interés. Pese a ello, eché de menos que el museo no haya editado un catálogo completo de su contenido o, al menos, de su colección de material. Ahí queda la propuesta… Por cierto ¿recuerdan ustedes el sistema de cabañas que mencioné al principio del artículo? En un pequeño espacio dedicado al esquí de travesía mostraban el mapa de la red de refugios articulada por la 10ª División. Creo que son 18, que ocupan una comarca de gran interés que incluye Vail, Beaver Creek, Aspen, Cooper Mountain, etc. Y que se integran dentro de una red de unos cien refugios en Colorado Huts & Yurts.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Hilera de material cronológicamente ordenado en el Colorado Snowsports Museum.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Mapa con la localización de los refugios del sistema planteado por la 10ª División.

 

Al salir de allí regresé caminando por la calle principal y visitando algunas galerías de arte. Llama la atención su proliferación y nivel, pero ese es un tema que, definitivamente, requerirá otro artículo específico.

Reunido con Cristina, nos fuimos a cenar al Bully Ranch, el restaurante del primer día, que nos había gustado mucho y planteaba una oferta que nos podíamos permitir, así que lo adoptamos igualmente para la noche siguiente. Aquel día compartimos un plato basado en brie fundido, otro de costillas asadas, y una pizza. La cerveza, siempre local, aquella noche, para mí, fue una IPA.

Viernes.

Estuvo nevando toda la mañana, pero con buena luz y percepción del relieve. El sol salió a medio día, y por la tarde se acabó nublando. Dedicamos el día a la parte frontal de Vail, que tiene, fundamentalmente, orientación norte. Partimos de la base de Lion’s Head y fuimos peinando toda la vertiente hacia el extremo izquierdo (oeste). Ya he comentado que dicha vertiente presenta más pistas tratadas y algo menos de variedad orográfica y paisajística, pero está muy bien, con la mayor parte de los trazados por medio de cortafuegos en la gran masa de bosque. Seguimos sin encontrar colas en los remontes, y nos propusimos disfrutar de unos cuantos descensos completos desde las cotas más altas hasta las bases de Lion’s Head y, especialmente, Vail Village o su contigua Golden Peak. Las posibilidades son variadas, combinan tramos verdes, azules y negros, y plantean bajadas ininterrumpidas de unos 900-800 metros de desnivel.

En el extremo izquierdo del plano de pistas aparece dibujado un telesquí en T. Parece que únicamente lo abren al público los viernes y que el fin de semana se reserva para competiciones. Da acceso a los stadium de competición, que están vallados y perfectísimamente pisados y cuidados. Pero los viernes dejan utilizar alguna de las pistas que no tienen planeado emplear el fin de semana. Dimos con él y allí no había nadie, salvo cuatro personas mayores que conocían el asunto. Repetimos la pista disponible varias veces (subir y bajar) y pudimos dar rienda suelta a nuestras ansias de velocidad, carveando por la magnífica bajada en exclusiva para nosotros. Por si fuera poco, estaba ubicada en un precioso rincón tapizado por un bosque de álamos.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Estampa de la parte frontal de Vail ¿A que apatece?

 

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Zona de la pista tratada y solitaria en la que disfrutar del carving sin limitaciones.


Tras el largo descenso central completo de la Riva Ridge, Cristina decidió retirarse. Me quedé esquiando solo y fui volviendo hacia el este escogiendo pistas y bajadas sin paradas de descanso, tirando de virajes amplios y negociando los muros bacheados en modo económico, sin atisbo de intentos de alardes. Me encantaron los muros finales denominados Lindsay, se asoman a la planicie principal de la base de Vail, están pisados, pero tienen una fuerte pendiente y presentan una nieve más dura que el resto del dominio. Acabé la jornada en modo carving, disfrutando de descensos algo largos en Simba y Born Free.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Hija y padre encantados de esquiar juntos.

 

Entre los detalles observados, puedo decir que vi bastantes chiquillos muy competentes haciendo el cabra fuera de pista y por dentro de los bosques. También, que resulta evidente que el asunto de los bumps es parte intrínseca del esquí en Vail. De lo que muchos españoles se quejarían, allí lo interpretan como algo natural y con valor añadido. La única pega que le encuentro a tal proliferación es que hay que tomársela con calma. Me explico: si acometes las bañeras de modo agresivo, pretendiendo completar una serie muy vistosa en todos y cada uno de los tramos que te encuentres, vas a acabar fundido. Más, teniendo en cuenta que estarás esquiando a una media de unos 3000 metros de altura. Y los esfuerzos anaeróbicos lácticos a tales altitudes se pagan pronto.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Baches... todos los que quieras.

 

Un par de detalles más. Vail dispone de una unidad de perros adiestrados para el rescate en caso de avalanchas, provienen de una escuela que existe en Colorado. Hasta medio día tuvimos unos 5-10 cm de nieve nueva en las pistas. Vino muy bien para suavizar los moguls y nos permitió dibujar algunos trazos en pista y fuera de ella.

Terminé en la base de Lion’s Head y me di un pequeño paseo por el núcleo urbano, que es de lo más coqueto. Antes, otra observación que me llamó mucho la atención. Al aproximarse la hora de cierre, surgen, en los tramos finales de las pistas que llegan a las bases, una especie de forzudos a pie uniformados, con aspecto de placadores de fútbol americano. El uniforme que visten es diferente al de los encargados de los remontes. Están allí para hacer señales para que los esquiadores reduzcan mucho la velocidad al acercarse a las, entonces, concurridas bases, pero, vista su actitud proactiva, no me sorprendería que se lanzaran sobre cualquiera que consideren que va más rápido de la cuenta.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Por allí comentan que al núcelo de Lion's Head se le pretendió otorgar una estética arquitectónica más afrancesada.

 

Aquella tarde tampoco pasé por el jacuzzi. Tras la ducha, me dediqué a leer y gestionar ciertos problemas con una cuenta del correo electrónico. Pero a las 6 ya estábamos en marcha porque asistimos a una parade de homenaje a la 10TH Division Mountain en Vail. Hubo discursos, cánticos, una proyección en pantalla grande al aire libre, himno nacional interpretado por una cantante, un descenso con bengalas de mano y fuegos artificiales, y un pequeño desfile final con banderas y un Jeep Willies, seguido por un pequeño grupo de soldados esquiadores. Un espectáculo modesto y recogido, pero ameno. Durante las caminatas de antes y después de cenar, corroboré la impresión que ya me había causado la localidad. La calle principal sirve de tontódromo por el que pasea la gente. Parte de ella lo hace en claro modo de exhibición o postureo. Hay damas muy arregladas ataviadas con complementos que están a caballo entre el oeste americano y pasión de gavilanes. Otras llevan lo último en alta costura invernal (o no invernal). Algunos pasean orgullosos sofisticados ejemplares de perros de marca (me refiero a razas muy llamativas y poco frecuentes, casi exóticas). En definitiva, la gente se viste muy elegante para rondar las calles de Vail que, aunque pueda estar equivocado, me da la impresión de que es un destino en el cual no esquían todos aquellos que lo visitan, sino que hay mucho acompañante, e incluso clientes que lo escogen por su sugerente poder de atracción social, más allá del esquí. No expongo esto como crítica, al contrario, es algo que le da mucha vida y ambiente a las tardes y las veladas. De hecho, aunque no llegamos a disfrutarlo por falta de tiempo e información, me consta que, tanto Beaver Creek como Vail, presentan una oferta de eventos culturales bastante completa y de buen nivel. Conciertos, ballet, etc.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Instante del homenaje a la 10ª División de Montaña.

Sábado.

Nos despedimos de Vail con un día espléndido. Sol radiante toda la jornada. El hotel nos permitió dejar todo nuestro equipaje en un cuarto de la recepción, y que pudiéramos utilizar los vestuarios y toallas del gimnasio después de esquiar para ducharnos y cambiarnos de ropa antes de salir de viaje.

Esquiando, apenas notamos que fuera ya fin de semana. Todo seguía igual, a excepción de la aparición de alguna cola, de un máximo de unos diez minutos de espera, en un par de remontes muy concretos de los Back Bowls. La noche había sido estrellada, y más fría que las anteriores, así que encontramos algunas nieves duras, zonas de nieve polvo pisado y, todavía, zonas de nieve virgen de poca profundidad. Nos dedicamos preferentemente a los bowls de las áreas posteriores del dominio (orientación sur), cumplimentado una excursión de oeste a este que comenzó buscando un descenso de fuera pista similar a aquel que tanto me había gustado casi al principio del primer día. Tras dibujar un gran semicírculo amplio y sencillo por la ladera de un cordal que encontramos con nieve a estrenar, lo alargamos algo más para buscar el lecho del valle mediante un empinado bosque de aspens. Me encantó. Recorriendo los bowls, de un extremo hacia el otro, escogimos fuertes palas con nieve polvo, algunos lechos de vallecillos, un divertido y largo embudo, etc. También incluimos tramos aptos para velocidades altas, y fuimos encontrando la mayor parte de los remontes sin gente, entre tanta variedad de terreno y bajo el sol. Por supuesto, repetimos la diversión de la Cloud 9.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Los Back Bowls son muy romos en sus máximas alturas, desde ellas te dispersas hacia donde te apetezca, como un alcón a la caza y, en cuanto empiezas a descender, todo se vuelve pronunciado en dirección hacia los lechos de los diferentes torrentes.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Cristina en un bosque.

 

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Con mis amados "aspens"

 

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Esta cabaña entre las pistas es otro pequeño museo sobre la historia del resort.



Alcanzado el otro extremo, regresamos a la vertiente norte escogiendo bajadas por Lindsey, Ridge, Avanti… finalizando la jornada con Born Free y Simba. Aquel día dejamos de esquiar sobre las 2, en Lion’s Head. En el hotel se sucedieron la ducha, el cambio de ropa, el empaquetado de los esquís y el ultimado del equipaje. Una vez instalados en el hall, me di un último paseo por el pueblo. Era sábado por la tarde y el despliegue de pijotería estaba en su máximo esplendor. Aproveché para hacer algunas fotos que me quedaban pendientes, regresar al museo para un par de consultas rápidas, y visitar una galería de arte que se me había quedado en el tintero.

De regreso al hotel, nuestro shuttle llegó un poco antes de la hora, y el viaje hasta Denver resultó más rápido de lo que por lo visto suele ser habitual. Durante los primeros 45 minutos de traslado disfrutamos de la luz del atardecer, por lo que pudimos contemplar el paisaje del valle, parte de las Rocosas y un par de estaciones de esquí cercanas. En el aeropuerto nos recogió mi amigo Manu, residente en Denver, con quien pasaríamos 24 horas de visita. Nuria y él nos dieron de cenar en su casa, donde nos fuimos a dormir tras una agradable tertulia. Hacía muchísimo tiempo que no nos veíamos.

Alrededores de Denver.

Sin prisa por levantarnos, conseguimos descansar bien. Tras el desayuno, nuestros anfitriones nos llevaron de excursión en coche. Hacía un día tan despejado que, a pesar de la temperatura local, si te quedabas tiempo al sol, sentías bastante calor. Empezamos ascendiendo un puerto muy revirado y de gran desnivel situado al oeste de Denver. Manu, que es muy aficionado a todo tipo de ciclismos, me explicó que en los EEUU abundan las ascensiones trazadas a base de líneas rectas, que hay pocas al estilo de las europeas (llenas de curvas), por eso, esta subida (Lariat Loop Road) es muy popular en Denver. De hecho, aquella mañana estaba muy concurrida por ciclistas. En la cima está el Museo Buffalo Bill y su tumba. Visitamos ambas, la exposición tiene muchos carteles y bastantes objetos, y proyecta un documental bastante interesante que aporta algunas curiosidades no demasiado conocidas sobre el personaje. De modo muy resumido venía a explicar que a los catorce años debió de hacerse cargo de sostener a su familia de origen. Pasó por ejercer de jinete de la Pony Express, explorador para el ejército, cazador, conductor de ganado y caravanas, etc. Antes de convertirse en un emprendedor del espectáculo. Lógicamente, su museo habla muy bien de él, aportando algunas informaciones que hoy en día sorprenden por su avance social. Fomentó en su empresa la integración y diversidad de razas y culturas (de Norteamérica y del mundo); pagaba sueldos igualitarios por idéntico trabajo, independientemente de si lo desempeñaban hombres o mujeres, fueran de la raza que fueran. Fue un visionario, no únicamente en cuanto al negocio del espectáculo, sino respecto a algunas cuestiones más.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

La tumba de Buffalo Bill no está exenta de controversias, querían llevarse sus restos a Iowa porque fue donde nació, pero en Colorado se niegan porque es allí donde desarrolló la mayor parte de su vida, y el territorio que amaba.

 

Desde el exterior hay una vista magnífica sobre Denver y sobre la extensísima llanura en la que está ubicada la ciudad, y es que aquel paraje es la primera estribación montañosa que la capital de Colorado se encuentra si mira hacia el oeste. También, casi a pie de ascensión, se encuentra la fábrica cervecera Coors, la más famosa del estado y que fuera, allá por la década de los años 80-90, el patrocinador principal de primera gran vuelta ciclista por etapas estadounidense la Coors Classic. Casualmente, en los años setenta, durante algunos veranos, en Vail organizaron algunas carreras ciclistas como actividad local. Aquello debió de funcionarles, y en 1978 lograron que la Coors Classic incluyera a Vail en una de sus etapas. Así se mantuvo durante 10 años. Para descender, tomamos otra vertiente por la que discurre la Lookout Mountain Road.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Desde el alto, entre las dos elevaciones llanas cercanas hay un bloque edificado de aspecto blanco, esa es la cervecera Coors.

 

Circulando con dirección norte, atravesamos Boulder. La ciudad es una especie de Meca del deporte de aventura. Antes lo fue del deporte en general, el entrenamiento en altura, etc. Además, tiene una universidad de bastante prestigio. Cruzamos su campus, que está mayoritariamente constituido por edificios bastante clásicos con fachadas de ladrillo. Es atractivo, de esos campus en los que apetece formarse. También podían verse casas con aspecto de mansiones de estilo antiguo, en cuyas fachadas podían distinguirse algunos símbolos y letras griegas típicos de las famosas hermandades. Incluso, en una de ellas, a las puertas, pude ver a un grupo de estudiantes (todos varones) vestidos con pantalón caqui y americana de color azul, atendiendo a las instrucciones que les leía algún otro joven que debía ostentar algún tipo de ascendencia de rango sobre ellos. Como en las películas.

Pasado Boulder, tomamos una carretera hacia el noroeste (más oeste que norte) que también ascendía desde la meseta hacia las montañas. Aquello está bastante próximo al Rocky Mountains National Park. Era otro puerto con curvas, pero en este caso accesible a través de una carretera en perfecto estado, pero de tierra, sin asfaltar. También vimos bastantes ciclistas por allí, preferentemente con modelos gravel y, al igual que en la otra subida, con un mayor porcentaje de mujeres de lo que suele ser habitual en España. Había nieve al borde de la carretera y, desde luego, por todo el entorno. Más que en la elevación anterior. Nuestro destino era Gold Hill, un diminuto pueblo de aspecto radicalmente auténtico. En torno a un par de calles embarradas, se agrupaban unas pocas decenas de casas independientes, construidas en madera, de aspecto antiguo y sin visos de haber contratado arquitecto alguno. Una especie de arquitectura do it yourself del oeste americano ¡Nos encantó! Anduvimos paseando por allí y acabamos entrando en el store, que hace las veces de tienda, bar, almacén, etc. Del pueblo. El garito resulta tan vistoso por fuera como por dentro. Es exactamente lo que uno, a causa de las películas, podría imaginarse encontrar en una pequeña aldea aislada de Colorado hace más de cincuenta años. Junto a la estufa de hierro, ante una rústica mesa de madera, nos acomodamos para comer un sabroso sándwich, disfrutando del momento y del lugar.

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Una casa en Gold Hill.

 

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

El "store" con un cliente local afuera.

 

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Interior del local

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Su ambientado refrigerador.

 

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

No puede evitar acordarme de la mecedora de "Centauros del desierto".

 

Vail y Beaver Creek (marzo 2024)

Con Manu, Nuria y Cristina con la escuela del pueblo detrás (sin duda, el edificio más moderno del lugar).



Descendimos por la ruta de Fourmile Canyon (habíamos ascendido por la de Sunshine Canyon) y nos fuimos directos a casa de nuestros amigos para cargar el equipaje. Manu nos dejó en el aeropuerto de Denver, desde donde volamos hacia Boston.

De nuestro fugaz paso por Denver extraje algunas reflexiones sobre los EEUU. No pueden generalizarse ni tomarse en serio porque responden a impresiones causadas por una exposición muy breve a la realidad del país. Pero dan algo que pensar. Aunque apenas lo he practicado hasta hace poco, siempre había deseado viajar a los EEUU. No a sus grandes y más famosas ciudades, sino a sus espacios naturales. Hay muchas cosas que me gustan de ese país, pero hay otras que me preocuparían demasiado si viviera allí. Por ejemplo, un detalle que me llamó mucho la atención durante los traslados de Denver hacia las montañas (y viceversa) fue la cantidad de grandes carteles publicitarios de carretera anunciando bufetes de abogados con altos porcentajes de triunfos judiciales, otros especializados en pleitos por accidentes de tráfico, de esquí, etc. Elocuente exhibición de la problemática de la exacerbada cultura de los seguros y los juicios. Con nuestros amigos también surgió el asunto de los visados, pero eso es algo que ya comenté de pasada en el artículo de Whistler – Blackcomb. Pero otro tema delicado que surgió fue el de los seguros médicos, sus limitaciones, cupos y riesgo de acabar llevando a la ruina a una familia acomodada que tenga la desgracia de sufrir una o más enfermedades cuyo tratamiento sea muy caro y de larga duración. Un asunto que nos puede dar mucho vértigo desde la perspectiva de nuestro país. Más neutro parece el tema del contraste cultural, social, etc. Entre el mundo rural y urbano en los EEUU, creo que en eso también España hace tiempo que está estableciendo dos categorías con marcadas diferencias. Aunque en nuestro país, personalmente opino que, desgraciadamente, la primera categoría (el mundo rural) está en vías de desaparición o exagerada reducción, por mucho que se haya puesto de moda hablar de la España vacía. Entre los temas más halagüeños, Nuria y Manu, expertos practicantes de ello, apuntaron un montón de buenos consejos y útiles referencias para cuando Cristina tenga previsto visitar algunos Parques Nacionales de aquel país, que son todo un magnífico patrimonio del planeta.

Mi estancia de regreso en Boston fue breve. Lo justo para descansar, despedirme de Cristina y realizar una visita que tenía pendiente al museo del MIT. No me defraudó, aunque me dejó parcialmente contrariado el comprobar en qué andan metidas algunas de las cabezas pensantes del planeta a la hora de innovar. Siempre he estado más que abierto a la innovación científica, tecnológica, artística y de pensamiento. Pero considero que innovar, de por sí, no es necesariamente bueno. Ni positivo ni negativo, depende del resultado extraído, de las intenciones, del rumbo, etc. Pasa lo mismo con el conservacionismo, puede ser bueno o malo en función del qué, el cómo y el para qué. El potencial de lo que allí vi es, especialmente en algunos campos, enorme. Lo que pasa es que algunas direcciones me preocupan muy seriamente de cara al futuro. No es cuestión de entrar aquí en esos asuntos, sin embargo, si uno repasa, como ejemplo simplón, con algo de sentido crítico, la evolución de la historia del esquí como fenómeno integral, se dará cuenta (al menos a mí me sucede) que no todas las innovaciones que ha experimentado han sido positivas (y lo que venga…). Lo del MIT no tenía nada que ver con el esquí, se trataba de temas mucho más importantes para la humanidad. Pero ahí lo dejo, me muestro premeditadamente enigmático, cada cual que interprete lo que quiera.

Esquiar en Vail me ha encantado. Su propuesta contiene casi todo lo que más me gusta de este deporte. Un escenario habitado agradable, un territorio de esquí paradisíaco, variedad, poca gente, libertad de acción para esquiar fuera de pista, distanciamiento con respecto a la obsesión de tratar artificialmente todas las pistas, etc. No es una impresión o valoración que necesite aprobación ajena, es personal, cada cual tenemos nuestras preferencias. Lamentablemente, está tan lejos que resulta caro desplazarse hasta allí para esquiar. Si no fuera por ello, volvería a plantear algún otro viaje por Colorado o estados cercanos, en plan de visitar un puñado de resorts seguidos, cualquier otra temporada. Me temo que no será así. ¿Es mejor que Europa? Tontería de pregunta, cada entorno tiene sus puntos fuertes y débiles. Una de las cosas que más me gustan de Europa es buscar enormes dominios esquiables en los que cada jornada se convierta en una excursión diferente a las anteriores, algo en lo que las estaciones americanas se quedan cortas. De todas formas, tengo pendiente tomarme un whisky de malta con un amigo que me va a preguntar que cómo es Vail. La respuesta va a ser sencilla: imagínate que la meseta española tuviera mil metros más de altura, y que Valencia (y el resto de la costa peninsular) estuviera alejada unos mil kilómetros más de Madrid de lo que lo están. Entonces, reuniendo Navacerrada, Cotos y Valdesquí explotándolo bien, y repoblando con algunos álamos ciertas zonas… se podría parecer a Vail.

10 Comentarios Escribe tu comentario

  • #1
    Fecha comentario:
    27/03/2024 19:19
    #1
    Chapo, gracias por compartir, muy bueno. :+:

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    • Gracias!
  • #2
    Fecha comentario:
    28/03/2024 01:14
    #2
    Al igual que el anterior reportaje, este me ha parecido excelente o incluso mejor.
    No conocer Vail ayuda a ello además el inicio con la historia del 10 Batallón …. Y la influencia en la creación de las estaciones y esa combinación de información del resort con historia y anécdotas de cada lugar lo hacen insuperable.

    Muchas gracias por compartir y escribir tan bien y detallado.

    Después de leer esto dan muchas ganas de viajar.

    Además tu reflexión final es muy acorde a mi manera de pensar sobre muchos aspectos de innovación.
    La educación formal y universitaria es otro de ellos ….. cuando se sabe que cuanto más se personalice el proceso es mejor …. Pero claro va en contra del beneficio económico y muchas de las innovaciones lo que buscan es maximizar la rentabilidad.

    Excelente narración. Gracias de nuevo.

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    • Gracias!
  • #3
    Fecha comentario:
    29/03/2024 10:59
    #3
    He tenido la suerte de conocer Vail y Beaver Creek.
    Enhorabuena, has clavado la descripción.
    Mejor no se puede explicar.
    Ameno, educativo, informativo, interesante y super bien escrito.
    Eres el Messi de los reportajes de destinos de esqui.

    Saludos y gracias !!
    Eres el

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    • Gracias!
  • #4
    Fecha comentario:
    01/04/2024 22:12
    #4
    Impresionante delmer :oh!:

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    • Gracias!
  • #5
    Fecha comentario:
    02/04/2024 09:16
    #5
    La virgen que reportaje. Deberían promocionarte las oficinas de turismo de las estaciones que visitas, porque éstos reports, son verdaderos libretos del lugar, amenos, completos y de máximo interés.
    Gracias por el curro. :+: :+:

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    • Gracias!
  • #6
    Fecha comentario:
    03/04/2024 10:31
    #6
    Cuando vi que habías publicado el reportaje me dije... "no me va a pasar como con el de Whistler, este me lo dejo para cuando tenga tiempo y lo pueda disfrutar con calma". Que en el de Whistler luego me tomé mi tiempo, me abrí una cervecita y lo disfruté, pero ya pierdes la sorpresa inicial.

    Muchas gracias por compartirlo, tu experiencia, el lado histórico y tus reflexiones personales hacen que sea un placer leer semejante reportaje.

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    • Gracias!
  • #7
    Fecha comentario:
    03/04/2024 16:46
    #7
    #2 Perdona el retraso en la respuesta, he andado bastante atareado. Muchas gracias por tus palabras, soy de los que prefieren lecturas atentas que cifras de visitas. Por tu reflexión final pareces docente. Ha sido mi caso, durante más de tres décadas y, prácticamente, todas las etapas educativas. Un abrazo.

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    • Gracias!
  • #8
    Fecha comentario:
    03/04/2024 16:48
    #8
    #3 Perdona el retraso, Muchas gracias, creo que tu piropo ha sido el más radical que me han dado nunca e con respecto a mis escritos. Me alegro de que tengan tan entusiasta acogida.

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    • Gracias!
  • #9
    Fecha comentario:
    03/04/2024 16:51
    #9
    #5 Hola con respuesta retardada. No estaría mal... a ver si te hacen caso :lol2: sobre todo ahora que tengo casi total disponibilidad de tiempo. Pero la realidad es que escribo por pura afición, así que hay un punto bueno con ello... ¡auténtica independencia a la hora de valorar! Aunque eso sí, en lo que respecta a opiniones, son personales (propias), que no lo olviden los lectores.
    Muchas gracias por tus palabras.

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    • Gracias!
  • #10
    Fecha comentario:
    03/04/2024 16:57
    #10
    #5 Empalmo una ristra de agradecimientos contigo porque he andado con todo esto algo desatendido. Me anima mucho comprobar que los artículos gustan. Siento robarte tanto tiempo con la lectura. Me parece perfecto lo de la cerveza. A mis amigos y familiares les recomiendo tablet o PC, en vez de teléfono porque escribo largo y tendido y así se ahorran agujetas en el dedo. Pero si siendo artículos extensos hay gente (parece que bastante o suficiente) que se los lee y los disfruta, mejor que mejor, porque se alcanza mayor profundidad de contenido y el buen rato dura más.
    Lo dicho, muchas gracias y una advertencia... traten de lo que traten mis futuros artículos, siempre serán más bien largos.

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    • Gracias!

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