Símbolo del Romanticismo

La libertad guiando al pueblo, la oda de Delacroix a la revolución

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La libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix, con el aspecto que luce tras la restauración finalizada en mayo de 2024.

Musée du Louvre

La Libertad guiando al pueblo es un homenaje a las jornadas del 27, 28 y 29 de julio de 1830, conocidas como las "Tres Gloriosas". Se trata de tres días de furia revolucionaria en París que sacudieron los cimientos de la ciudad y obligaron a los Borbones –por tercera vez y en esta ocasión definitivamente– a abandonar el trono francés. Mucho menos conocidas que la Revolución Francesa que había acabado con el Antiguo Régimen en 1789, las Trois Glorieuses apuntalaron los nuevos aires políticos surgidos cuatro décadas antes pusieron definitivamente en manos de los ciudadanos la soberanía sobre su nación.

Pero además inspiraron este icono de la pintura romántica. Frente al orden y la pulcritud del neoclasicismo, Eugène Delacroix opone una pintura caótica y pasional en la que rinde homenaje al pueblo "noble, hermoso y grande" que se levantó contra la tiranía ese caluroso mes de julio 41 años después de la toma de La Bastilla.

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¿1789? No, 1830

La Libertad guiando al pueblo ha acabado convertida en un icono revolucionario hasta el punto que muchos al contemplarla por primera vez piensan que se trata de una alegoría de la Revolución Francesa de 1789, cuando describe hechos ocurridos en 1830. La toma de La Bastilla el 14 de julio de 1789 acabaría por convertirse en un acontecimiento fundacional para la historia contemporánea de Francia y Europa. A pesar de ser un episodio mitificado, no inspiró ninguna obra de arte que trascendiera hasta nuestros días. Sobre estas líneas, la toma de La Bastilla en un guache de Jean-Pierre Houel.

Libertad restaurada

Shutterstock / Musée du Louvre

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Libertad restaurada

Mucho menos conocida que su hermana mayor, la revolución de 1830 alumbró una obra de arte grandiosa (2'60cm × 3'25 m) que Delacroix pintó en tan solo cuatro meses. Es tal vez la pintiura más famosa del Louvre tras La Gioconda, pero el paso del tiempo hizo mella en ella hasta el punto que no era como todos creíamos. Ni el humo era tan espeso ni las nubes de polvo tan marrones como se pensaba. Tras un proceso de restauración que ha llevado seis meses, La Libertad guiando al pueblo luce nuevos y brillantes colores desde mayo de 2024. Parte del polvo y oscuridad que rodeaba el tumulto no era obra de Delacroix, sino producto del óxido y la suciedad acumuladas en las capas de barniz que recubren el cuadro. La limpieza ha revelado unas tonalidades más frías y contrastes de colores vigorosos entre los integrantes del tumulto, que lucen ropas más vistosas y brillantes de lo que se pensaba. El antes y el después puede comptrobarse en la comparación sobre estas líneas.

Una revolución para salvar otra revolución

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Una revolución para salvar otra revolución

Representante de la facción más conservadora y ultramonárquica de su familia, el rey Carlos X (sobre estas líneas en un retrato de coronación realizado por François Gérard hacia 1825) cuestionó todos los avances conseguidos durante la Revolución Francesa que su hermano Luis XVIII había aceptado para mantenerse en el trono. La tensión estalló cuando el monarca promulgó las Ordenanzas de julio de 1830, una serie de decretos encaminados a a abolir la libertad de prensa, disolver la cámara de diputados y alterar el sistema electoral en favor de los sectores más tradicionalistas. La revuelta que acabaría con la dinastía borbónica en Francia comenzó el 27 de julio, cuando cuatro periódicos fueron cerrados y sus imprentas requisadas por publicar un manifiesto contra la monarquía. Se produjeron los primeros enfrentamientos entre el ejército y los trabajadores de estos medios, a los que pronto se unirían amplios sectores de parisinos.

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A las armas, ciudadanos

El 28 de julio por la mañana, la revuelta se había transformado en una verdadera revolución popular que reunía amplios sectores de la sociedad. Delacroix plasmó el tumulto popular que aglutinó a burgueses, tenderos, obreros, campesinos y estudiantes en una obra que comenzó a pintar tras el triunfo revolucionario y que había acabado en diciembre. Ejecutada en una composición piramidal, La Libertad guiando al pueblo muestra a la turba popular, que parece abalanzarse sobre el espectador en un dramático efecto de la pintura.

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Un nuevo liderazgo

Enarbolando la bandera tricolor en su mano derecha, la Libertad guía a los parisinos hacia la victoria. Evoca la Revolución de 1789 y su actitud decidida, señalando el camino, recuerda a los grandes líderes de aquella revolución, como el joven Napoleón Bonaparte cruzando los Alpes, inmortalizado por Jacques Louis David en 1801. El liderazgo de la Libertad es muy diferente al de los caudillos que habían protagonizado las gestas militares hasta entonces 

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Una diosa muy humana

El bonete frigio que luce como tocado alude a la libertad, un símbolo que los revolucionarios asociaban a los esclavos manumitidos en la antigua Grecia. Otros detalles parecen hacerla humana: el vello que asoma por su axila y el fusil que sostiene en su mano izquierda, un modelo de 1816. Los revolucionarios asociaban a la patria y la soberanía popular con una joven francesa, bella, valiente y decidida que acabó llamándose Marianne, por ser un nombre muy común en esa época para las mujeres galas. Esta personificación de la revolución y de su máxima "libertad, igualdad y fraternidad" ha terminado tan asociada a la imagen de Delacroix, que es usada en la actualidad para representar a la República.

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Ropa nueva

El torso desnudo y el vestido de la Libertad no son casuales, evocan a las victorias aladas helénicas o la Venus descubierta pocos años antes en la isla de Milos. La túnica que había pintado Delacroix hace al menos 75 años años que no se veía. La restauración ha puesto de manifiesto que la prenda, lejos de ser de un color uniforme, estaba pintada con una base gris a la que Delacroix superpuso amarillo brillante en diferentes intensidades, deliberadamente degradado. Durante la restauración de 1949 estandarizó el color del vestido con una gruesa capa de barniz que añadía reflejos anaranjados. 

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Musée du Louvre

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Las cenizas del Antiguo Régimen

A los pies de Marianne, dos soldados realistas muertos a punto de ser pisoteados por la multitud representan las cenizas del Antiguo Régimen, sobre las que los revolucionarios deben construir un mundo más justo. El primero, tumbado de espaldas, un miembro de la guardia suiza –mercenarios que servían en los ejércitos de diversos países europeos–, y boca abajo, un coracero, soldados de caballería protegidos por estas armaduras sin mangas. Encima de ellos, Delacroix encontró el lugar ideal para firmar y fechar su obra. Al otro extremo yace el cuerpo semidesnudo de un mártir revolucionario. Delacroix confiere a este personaje dignidad divina al retratarlo como a Héctor, el príncipe homérico encargado de la defensa de Troya, muerto heroicamente a manos de Aquiles.

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Detalles ocultos

La limpieza de La Libertad guiando al pueblo ha revelado detalles que habían pasado inadvertidos durante casi 200 años, como el zapato abandonado en la esquina, abajo a la izquierda, que el barniz había “mimetizado” con los adoquines.

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Musée du Louvre

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El niño de la calle

Desde el principio, los más jóvenes se involucraron espontáneamente en la revuelta. A la izquierda de la Libertad, Delacroix representó a un niño empuñando dos pistolas de caballería y una enorme cartuchera colgada del hombro, que sin duda habría robado a un desdichado soldado realista. Su actitud y mirada decidida y su boina inspirarían a Victor Hugo para uno de los personajes de Los Miserables, Gavroche, un niño abandonado por su familia, obligado a subsistir en las calles de París, que en la novela acabaría por unirse a la insurrección republicana de junio de 1832. Este gamin ejemplifica el cambio que provocan los colores “recuperados” en la obra: se restablece la ilusión tridimensional. Ahora tenemos la percepción de que el niño armado corre delante de la Libertad y no a su lado. 

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El estudiante

Al otro lado, un estudiante se aferra a los adoquines de la calle para utilizarlos como protección o como proyectil contra los soldados. Luce un sombrero de voltigeur, un cuerpo creado por Napoleón Bonaparte que se encargaba de acosar a las tropas enemigas para debilitarlas antes del enfrentamiento con la infantería.

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El obrero y el burgués

Por encima de este estudiante, un símbolo de la unidad popular que reinó esos días. Un obrero, que viste ropa de trabajo típica de una fábrica, empuña un sable propio de las compañías de infantería de élite del ejército francés. A su lado, un personaje con sombrero alto y atuendo burgués empuña un arma que parece ser de caza. Parece ser que su rostro podría ser el del propio Delacroix, que no participó en la lucha. 

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Veteranos

En el centro del tumulto se distinguen personajes que pueden interpretarse como veteranos que vivieron en primera persona la Revolución o el Imperio y que salieron a la calle a luchar junto a las generaciones más jóvenes. A la izquierda un hombre que parece de edad avanzada, luce un bicornio de estilo napoleónico. Otro personaje va vestido con ropa militar, tal vez se trate de veteranos de la guardia imperial, desmovilizados tras la restauración borbónica.

El moribundo

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El moribundo

Arrodillado a los pies de la libertad, este hombre que luce un cinturón y una blusa de campesino. Podría llevar poco tiempo en París (o ha acudido allí a la llamada de la revolución) y parece haber sido herido de muerte, puesto que sangra por una herida en el pecho. La ropa de este personaje sirvió a Delacroix para representar el verdadero símbolo de esta revolución: la bandera tricolor, símbolo revolucionario proscrito por los Borbones y que, desde entonces, se convirtió en la bandera nacional.   

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El triunfo de la tricolor

Detrás de la escena principal, ente la humareda, un batallón combate los disparos que llegan desde las ventanas de los edificios colindantes cerca de Notre Dame, símbolo de la odiada monarquía, donde ondea la misma bandera tricolor que la Libertad enarbola y con la que Delacroix ha ido salpicando cada detalle de la obra. Al final de estos tres días de furia revolucionaria, los Borbones acabarían proscritos para siempre del trono francés y la tricolor se convertiría en la enseña nacional francesa.

Arde París

Musée du Louvre

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Arde París

Por culpa del barniz tampoco alcanzábamos a conocer el nivel de detalle empleado por Delacroix. Los edificios que ocultan parte de Notre Dame al fondo de la pintura: cada fachada es diferente de la vecina. Delacroix reflejó los disparos en el intercambio de fuego con las tropas borbónicas en diminutas rayas rosadas que sobresalen entre la confusión de la humareda. Y la bandera nacional es más brillante

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