Nos ha tocado vivir una época muy rara. Ahora una estrella –una de las de verdad– te recibe en el salón de su casa casi sin maquillar y vestida con un sencillo jersey mientras, al fondo, su perro juguetea alegremente. Estamos en la era digital, y lo que se lleva hoy son las entrevistas por Zoom, de París a Nueva York sin necesidad de subirse a un avión. Es lo que tiene el teletrabajo, que resulta muy cómodo, pero a veces es frío y carece de encanto, aunque Julianne Moore tiene glamour de sobra, incluso en estas circunstancias. La clave está en su fortaleza y en su gran personalidad. Parece dulce, incluso tímida, y se ríe a la menor ocasión, desplegando al instante todo su atractivo. De hecho, sabe cómo hacer que esa risa brote incluso en los momentos más trágicos. No hay más que recordarla en la película 'Vania en la calle 42', del director francés Louis Malle, donde alterna comedia y drama.

Moverse de forma tan ágil en ese terreno de emociones contradictorias es su marca personal, que también se trasluce en su rostro, donde un ligero rubor natural resalta sus mejillas al tiempo que contrasta con su extremada palidez. Risas, lloros y sangre fría están bajo el control absoluto de esta actriz, que mezcla método y vísceras en sus interpretaciones. Y es que Julianne Moore es todo un oxímoron, una contradicción en sí misma. Ha dado vida a mujeres excéntricas, histéricas o melancólicas, pero sin deshumanizarlas; consigue resultar sexy sin caer en el erotismo; adora el cine de autor, aunque no se las da de intelectual... Disfruta de una vida privada que puede calificarse de tranquila, con un marido, dos hijos y una exposición pública comedida. De hecho, prefiere vivir en la costa Este antes que en un Hollywood plagado de escándalos, y sólo deja su refugio para defender el matrimonio homosexual, el derecho al aborto o las cosas importantes. En la película 'Embaucadores' (Apple TV+) interpreta a una adinerada madura y muy cool, que inicia una relación con un chico poco recomendable, siguiendo la moda reciente de que las mujeres de cierta edad se acuesten con hombres mucho más jóvenes. Es entretenimiento puro, una historia de manipulación bien armada, aunque probablemente no se sitúe en lo más alto de su filmografía, con títulos tan reseñables como 'Vidas cruzadas', 'El gran Lebowski', 'Las horas', 'Magnolia, Boogie Nights', 'Maps To The Stars', 'Crazy, Stupid, Love'... Cada cual tiene su película favorita de Julianne Moore, y hasta le perdonamos incluso algún que otro traspié, porque ella hace lo que le toca: actuar.

En 'Embaucadores' interpretas a una estafadora, que es un poco actriz, y parece que lo has pasado en grande.

Hablé mucho con Benjamin Caron, el director, de lo mucho que me gustaba esta idea. Hay un elemento de diversión y de disfrute en el personaje, y eso lo acerca a mi trabajo. Ser actor hace que, en ocasiones, vuelvas a la infancia, a ese periodo en el que uno descubre el mundo a base de imaginación y curiosidad: observas, imitas, inventas... Es muy agradable poder alargar aquel juego hasta la edad adulta.

Es una comedia de suspense con giros inesperados.

Leo tantos guiones, y desde hace tanto tiempo, que ya me resulta fácil adivinar adónde van a parar la mayoría de las historias, pero esta vez no. Me sorprendió, y eso es algo que me gusta como espectadora. Es emocionante no verlo venir.

¿Es muy diferente rodar para el cine y para la televisión?

Para nada. Varía de cara a la distribución, la promoción y la comercialización de las películas, pero a los actores no nos afecta. Hacemos exactamente el mismo trabajo. En cualquier caso, la vieja jerarquía entre los formatos está patas arriba. No me da pena, pero admito que siento algo de nostalgia al pensar en toda la parafernalia que suponía el estreno de una película. Hoy en día las cosas van más deprisa.

Tú has hecho de todo: comedia, acción, suspense, teatro...

Sí, tal vez porque sólo he parado cuando nacieron mis hijos, que estuve un año completo con cada uno. Y lo único que no he hecho todavía es una película de superhéroes. Incluso me adentré en el género fantástico con Jeff Bridges.

Se ha habla mucho de lo difícil que es para las mujeres seguir actuando después de los 40, pero no es tu caso.

Me siento realmente afortunada. Es muy difícil superar esa barrera de la edad si sólo se valora a una actriz por su juventud y belleza, pero también me da la sensación de que tiene algo de mito y que, de tanto repetirlo, se perpetúa. Cada vez que hablamos de ello lo único que conseguimos es empeorar las cosas. Hoy en día esto está cambiando, y una carrera creativa puede durar mucho tiempo. Dicho esto, es cierto que mantenerse en esta industria es todo un reto, pero eso puede decirse también de otras muchas profesiones.

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Dia Dipasupil//Getty Images

A menudo, cuando vemos una película, nos sorprendemos por la gran sensibilidad de las actrices, pero la realidad es que detrás hay mucha técnica y años de oficio.

¡Pues claro! Me alegro mucho de que hayas sacado el tema, porque he visto las carreras de algunas de mis compañeras, como Isabelle Huppert, y es alucinante lo que es capaz de hacer y cómo traspasa la pantalla, aparte de que tiene un don. La conocí en una fiesta y recuerdo que me fui a por ella para decirle lo mucho que la admiraba y nos hicimos amigas. En Feud, la serie de Ryan Murphy sobre Joan Crawford y Bette Davis, hay una escena que me encanta: una de ellas observa cómo la otra, su enemiga, su rival, graba una escena en la que sale de un coche, cierra la puerta, se pone los guantes, se ajusta el sombrero... Así, un gesto tras otro. Y la que está mirando no puede evitar soltar: «¡Madre mía!». Porque en esa mera sucesión de gestos reconoce todo el trabajo actoral que hay detrás. Hablamos mucho de la magia del cine, pero, sí, también cuenta la maestría, la técnica, la experiencia que vas adquiriendo.

Me ha llamado la atención una entrevista tuya, en la que describes con una sola palabra a los grandes directores con los que has trabajado, como Louis Malle, Spielberg, Altman, los hermanos Coen, Cronenberg... ¿Crees que intensa es la característica que más te define a ti?

No me va mal, pero pienso que ninguna persona puede caracterizarse sólo con un adjetivo. De hecho, en las redes sociales ves cómo los jóvenes intentan definir su personalidad, su identidad, cómo buscan construirse una imagen. Mi experiencia es que uno nunca sabe quién es. Siempre estamos cambiando. Justo por eso también me encanta mi trabajo. A veces te preguntas para qué sirves, si no habría sido más útil hacerte médico, por ejemplo, pero, a fin de cuentas, todos necesitamos historias que nos ayuden a vivir y a entender quiénes somos, ¿no crees?

Creo que probablemente seas la mejor llorona del cine. En 'Magnolia' o en 'Las horas' tienes escenas de llanto memorables. Incluso en esta última comedia, que tampoco es muy dramática, me tenías completamente atrapada.

¡Muchas gracias por el halago! Creo que es una de las cosas más divertidas del oficio, saber aportar emoción para conmover al espectador. Recuerdo una escena de 'Mujeres al borde de un ataque de nervios', de Almodóvar, donde Carmen Maura llora tanto en un taxi que resulta hasta gracioso, y sólo funciona por su energía, por cómo se implica.

"Hoy en día todo está cambiando, y una carrera creativa puede durar mucho tiempo"

A menudo interpretas a mujeres psicológicamente frágiles. ¿Ese tipo de trabajos no te inquietan?

No me dan miedo en absoluto ni las emociones ni la imaginación ni la oscuridad ni las películas de terror... En la vida no me gusta esquiar, pero tampoco saltar desde grandes alturas, no busco experiencias fuertes. Aunque los sentimientos potentes no me asustan. Es más, me interesan.

¿Sigues una rutina estricta para ser así de fuerte?

Hago mucho yoga. Bueno, me acabo de dar cuenta de que no he hecho nada los últimos 15 días. Pero lo practico con regularidad, me aporta un buen equilibrio. Evito el sol, intento comer bien, caminar mucho... Nada del otro mundo.

¿La edad te supone un problema, te preocupa?

Creo que es importante saber dónde estás en tu vida, y a mí me va más la aceptación que la resistencia. No voy a vivir hasta los 150 años. Mis hijos ya son adultos: mi hija tiene 20 años y mi hijo 25. El hecho de que estén entrando en una nueva fase de sus vidas me ayuda a comprender y a aceptar que a mí me pasa lo mismo.

En Instagram se te ve en pleno tratamiento de belleza, sin maquillaje, y ahí también parece que te lo pasas genial.

Sí, me encanta. Fue un tratamiento de radiofrecuencia, nada invasivo. Hago lo que puedo para estar guapa, como todo el mundo, y enseñarlo en mis redes es una manera de normalizar las cosas. Algo así como las amigas que se cuentan dónde han encontrado tales o cuales pantalones o qué crema usan. Esa es una de las cosas que me gustan de Tom Ford, que desmitifica la moda. Va y te dice que esa chaqueta no te queda bien porque la sisa es demasiado baja. Eso no tiene nada de mágico. Compartir, explicar y ser sinceros es algo que todos deberíamos hacer por los demás, en lugar de fingir que hay algún secreto fabuloso detrás.