María Josefa Yzuel, pionera y referente para las científicas: la primera profesora de física en una universidad española
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María Josefa Yzuel, pionera y referente para las científicas: la primera profesora de física en una universidad española

Maria Josefa Yzuel en el laboratorio de la UAB en 2007

Pablo Alvira Fuertes

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Desde pequeña sabía que valía para las ciencias. Nunca tuvo miedo de ser infravalorada en un área dominada por los hombres, “si tenía que decir algo lo decía”. María Josefa Yzuel (Jaca, 1940) logró romper barreras gracias a su trabajo y a su inteligencia. Durante tres décadas ayudó a mejorar el diagnóstico médico basado en imágenes, a perfeccionar las pantallas de cristal líquido y a desarrollar técnicas de reconocimiento automático de imagen con varias aplicaciones. Ahora, con muchos reconocimientos en su bolsillo, piensa que fue pionera y referente para sus alumnas, justo lo que le faltó en los libros de texto, pero asegura que todavía hay mucho trabajo por hacer. 

Recuerda los largos inviernos en su pueblo natal del Pirineo. Una vida austera pero feliz. Aunque sus padres no tuvieron estudios, siempre animaron a María Josefa a estudiar una carrera universitaria y tenían admiración por la cultura. Tuvo que desplazarse a Huesca para examinarse del bachillerato superior en el instituto Ramón y Cajal. “Había interés en las familias para que los hijos estudiaran, si valían y ellos podían hacer un esfuerzo económico. Así podían escalar a un nivel social más alto”, indica. Sus referentes van desde varias profesoras a personalidades como Marie Curie y Santiago Ramón y Cajal. 

“Cuando empecé a estudiar física no había casi mujeres, ahora tampoco, pero para mí era evidente que valía para eso. Me decanté por la física para entender el universo y los fenómenos de la naturaleza. Sabía que iba a seguir usando las matemáticas como herramienta, también me gustaban. Antes las mujeres se inclinaban más por farmacia, magisterio o cosas de letras”, explica Yzuel. La óptica y el estudio de la luz fue el campo que abarcó todo su trabajo tras acabar el doctorado en la Universidad de Zaragoza. Decidió finalizarlo con una tesis experimental, poco común en la época, dirigida por Don Justiniano Casas, del que guarda un buen recuerdo gracias a la orientación que le dio. Debido a él, en parte, logró una beca de casi dos años en el British Council.

Techo de cristal

María Josefa Yzuel fue la primera mujer en conseguir una plaza fija como profesora en una universidad española en el área de física (1971) y una de las primeras catedráticas (1982). “Fue más tarde cuando me di cuenta que fui de las primeras. Me gustaba ser profesora porque me gustaba la óptica y estructura de la materia y podía compaginarlo con la investigación. Era más común que las mujeres fueran profesoras de instituto o de colegio”, señala. Sus experimentos en el área de procesado de información e imagen a través de pantallas y dispositivos de cristal líquido se reflejan en sus más de 250 publicaciones. Además, dirigió veinte tesis doctorales.

“En determinados casos tuve la sensación de que no estaba siendo valorada. Pero tampoco me echaba atrás, me gustaba tanto la física que lo quería hacer y lo iba a hacer. Si tenía que decir algo lo decía. Realmente me han dado muchos premios por ser mujer, pero otros tantos por mis investigaciones. He vivido alguna situación de plagio en los laboratorios pero no creo que haya sido por ser mujer, sino porque el mundo científico es así. Nunca se ha puesto el nombre de otro a un trabajo mío, pero sí que hay numerosos ejemplos de logros de mujeres a las que se las ha cambiado el nombre”, destaca la científica. El efecto Matilda es un prejuicio en contra de reconocer los logros de mujeres científicas, cuyos logros y trabajos se atribuyen a compañeros masculinos.

No obstante, tuvo que enfrentarse a muchos obstáculos por ser mujer. Insiste Yzuel en que era no común ver a mujeres dentro de las academias de ciencias, simplemente porque así lo indicaban las leyes. “Marie Curie es un gran caso. Compañeros míos ingresaron en la academia de Zaragoza y yo no, porque los estatutos decían que era solo para hombres. Esto fue en los 70. Luego ya me hicieron correspondiente en la de Granada, después en la de Zaragoza y más tarde en la de Barcelona”, apunta. Recuerda una anécdota ya en los años 90, cuando formaba parte de la junta de la European Optical Society. “Nos organizaron una comida en el Athenaeum Club de Londres y solo estábamos dos mujeres. Dijeron que finalmente debería ser una cena porque hasta las seis de la tarde no permitían la entrada de mujeres. Los socios eran todos hombres y no fuera a ser que los distrajésemos”, cuenta. 

Desigualdad en la ciencia

Menos del 30% de las personas que investigan en áreas de ciencia, tecnología o matemáticas son mujeres. Además, están peor pagadas por sus descubrimientos en comparación con los hombres según datos de la Unesco. “Sigue habiendo mucha desigualdad, todavía hay que seguir trabajando y no descansar. En una trayectoria científica, la mujer tiene momentos que debe desconectar del trabajo para dar a luz, por ejemplo, y necesita un gran apoyo que no se da. Hay que ir legislando y que esas leyes calen en la sociedad para cambiarla”, asume. Cree que todo esto viene al no haber suficientes referentes femeninas en los libros de texto, “se busca que las chicas vean a otra más mayor ya asentada en el campo”. No obstante, Yzuel va más allá y opina que “puede ayudar” a las mujeres ver el uso de las carreras como algo “que sirve para avanzar en la sociedad hacia un mayor bienestar”.

El año pasado asistió en Jaca a la lectura del manifiesto del 8M respondiendo a una invitación del colectivo de la Jacetania y también estuvo dos días antes en la presentación del libro ‘Con nombre de mujer’. Este año, la oscense aparece en ‘Mujeres que son tesoros’ una guía-homenaje a la lucha feminista. Como no podrá viajar a su pueblo, desde su casa pide “más igualdad entre hombres y mujeres en la ciencia y que las jóvenes científicas tengan más posibilidades de desarrollar su carrera porque hay muchas y muy brillantes”. En 2018 le dedicaron un edificio en el Parque Tecnológico Walqa como reconocimiento a su carrera profesional.

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