Angustia de sus gentes - Alfa y Omega

Angustia de sus gentes

Jueves de la 34ª semana del tiempo ordinario / Lucas 21, 20-28

Carlos Pérez Laporta
Foto: Freepik.

Evangelio: Lucas 21, 20-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que entonces está cerca su destrucción.

Entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en medio de Jerusalén, que se alejen; los que estén en los campos, que no entren en ella; porque estos son “días de venganza” para que se cumpla todo lo que está escrito.

¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días!

Porque habrá una gran calamidad en esta tierra y un castigo para este pueblo.

“Caerán a filo de espada”, los llevarán cautivos “a todas las naciones”, y “Jerusalén será pisoteada por los gentiles”, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles.

Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.

Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación».

Comentario

Habrá «en la tierra angustia de las gentes…, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas». Nosotros no sabemos cuándo será el fin de los tiempos, pero todas las épocas han visto la angustia de sus gentes cuando han observado su cielo desvanecerse. Y el cielo de nuestra época, aquello que nuestra sociedad llegó a considerar como el cielo de la tierra, la verdad de la tierra, se corroe de día en día. Ni el mundo socialista perfecto, ni la competencia perfecta del capitalismo, ni la retirada a la felicidad individual han logrado darnos lo que esperábamos. Y como en un castillo de naipes, todas las verdades de la tierra que se sustentaban en ello comienzan a caer una tras otra.

¿Qué nos cabe esperar cuando ya nadie cree poder esperar nada de este mundo? Las palabras de Jesús se muestran entonces como la única verdad de nuestro tiempo: «Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». Cuando dejemos de esperar que sea el mundo la respuesta de nuestras esperanzas, cuando desesperamos de nosotros mismos, entonces amanece la única esperanza verdadera, la única que vale la pena la espera: la esperanza en Dios.