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Todoterreno hiperactiva
Echar un vistazo a su filmografía y soltar un silbido de asombro, es casi inevitable. No hay duda de que Isabelle Huppert es una gran dama del cine francés, que ha trabajado con los más notables de su país, de modo especial con su grandísimo mentor Claude Chabrol, para el que fue actriz ideal de sus historias. Pues da el tipo de mujer corriente inmersa en historias malsanas.
Lo admito. Si me dicen un sábado noche que tenemos "planazo", la proyección de una película de Isabelle Huppert, un estremecimiento recorre mi cuerpo, y no de emoción. La culpa no es del trabajo de la actriz, excelente, sino de las películas que elige habitualmente interpretar, que presentan ciertos rasgos comunes de atmósfera plomiza, con personajes de la burguesía existencialmente vacíos, a veces atrapados por tremendas perversiones.
Isabelle Anne Madeleine Huppert nació el 16 de marzo de 1953 en París, Francia, aunque pasó su infancia en Ville-d'Avray. Era la más pequeña de cinco hermanos. Tiene ancestros húngaros, y su madre, profesora de inglés, le animó, al igual que a su hermana Elisabeth, a desarrollar unas cualidades interpretativas que enseguida detectó en ella. De modo que se matriculó en el Conservatorio de Versalles, donde ya obtuvo tempranamente un premio por la representación de “Un caprice”, de Alfred de Musset. De ahí pasaría al prestigioso Conservatorio Nacional de Arte Dramático en París. Entre los papeles que encarnó en los escenarios, bajo las órdenes de Antonio Vitez y Robert Hossein, destaca el de la Medea de Eurípides.
En 1971 debutó en televisión, y al año siguiente en cine, con un mínimo papel en Faustine et le bel été. Más interesante fue hacer con Claude Sautet, también en 1972, Ella, yo y el otro. Allí coincidió con Yves Montand y Romy Schneider, y enseguida Huppert iba a empezar a codearse con lo mejorcito de los actores galos. Como en Los rompepelotas (Bertrand Blier, 1974), donde estaban también Gérard Depardieu y Jeanne Moreau. Un primer y temprano reconocimiento le llegó con El juez y el asesino (Bertrand Tavernier, 1976), donde fue considerada revelación del año. Además, era nominada al César por primera vez por Aloïse (Liliane de Kermadec). Huppert es la actriz más nominada en la historia de los premios galos, doce ocasiones, aunque sólo una vez se ha llevado el galardón, tardíamente, por La ceremonia (1995).
Lo cierto es que la pelirroja actriz, de gran presencia en la pantalla, ha sido bendecida con muchos premios. Puede presumir de ser la actriz con más películas seleccionadas para la sección competitiva del Festival de Cannes, y dos veces fue reconocida como mejor intérprete, por Prostituta de día, señorita de noche (Claude Chabrol, 1978) y La pianista (Michael Haneke, 2001). En el Festival de Venecia también ganó dos premios, por Asunto de mujeres (1988) y La ceremonia, ambas a las órdenes de Claude Chabrol, el director con quien más ha trabajado, siete largometrajes juntos nada menos. Uno de ellos, Madame Bovary (1991), según la obra de Gustave Flaubert, le dio un galardón en el Festival de Moscú.
Casada desde 1981 con Ronald Chammah, éste le ha dirigido en la que, curiosamente, es su única película, Milan noir (1988). Ambos han tenido tres hijos, de los que Lolita Chammah ha seguido los pasos artísticos de su madre. La maternidad no ha sido una rémora para la carrera de Huppert, sino todo un estímulo, pues lo cierto es que a lo largo de los 40 años que lleva trabajando en la pantalla, ha estado en más de un centenar de filmes, nunca le ha faltado un papel que echarse al coleto. Muchas veces ha encarnado personajes desagradables, que parecen lejanos a lo que es su vida familiar. Sobre esto ha comentado: “No intento simpatizar con mis personajes. Trato de empatizar con ellos. Trato de entenderlos. Si simpatizara con los personajes los idealizaría, los convertiría en románticos, algo que no son. Así que no los idealizo. Los hago normales, no muy simpáticos, sólo como son.”
Casi siempre ha rodado en francés con actores compatriotas, pero también hizo en inglés Rosebud (Otto Preminger, 1975), el film maldito de Michael Cimino La puerta del cielo (1979), Falso testigo (Curtis Hanson, 1987), Amateur (Hal Hartley, 1994) y Extrañas coincidencias (David O. Russell, 2004). Como se ve, ninguno de estos títulos americanos conquistó las taquillas, pero la Huppert no escogió a un cineasta cualquiera. Siempre ha sido muy selecta a la hora de aceptar trabajar con alguien, o tal vez ha habido muchos directores con pedigrí que se daban de bofetadas para tenerla en sus películas. Algunos de los que todavía no hemos mencionado son Maurice Pialat -Loulou (1980)-, Joseph Losey -La truite (1982)-, Jean-Luc Gordard -Pasión (1982) y Salve quien pueda, la vida (1980)-, Paolo Taviani y Vittorio Taviani -Las afinidades electivas (1996)-, Raoul Ruiz -La comedia de la inocencia (2000)-, François Ozon -8 mujeres (2002)-...
Huppert ha dado vida a Anne Brönte en Las hermanas Brönte (André Techiné, 1979) y a una celebridad científica en Los méritos de Madame Curie (Claude Pinoteau, 1997). E igual rueda en Australia -Cactus (Paul Cox, 1986)- que en Camerún -Una mujer en África (Claire Denis, 2009)-. Actriz todoterreno por excelencia, confiesa que rehusó hacer para Michael Haneke Funny Games por lo malsana que le parecía la propuesta, pero arrepentida luego se sumergió en otra película aún más extrema, La pianista; aún repetiría con Haneke en El tiempo del lobo (2003), y prepara en la actualidad con él Amour. Otro cineasta no apto para todos los estómagos, Brillante Mendoza, la ha fichado para Captured.
Premios
Ganador de 1 premio
- Actriz principal La pianista
Ganador de 1 premio
- Copa Volpi a la mejor actriz Asunto de mujeres