Intrusión (2021), de Adam Salky

Mira y Henry Parsons parecen formar el matrimonio perfecto. Ambos son guapos, ella es psiquiatra, él arquitecto, uno se ocupa de la otra y viceversa, cuando salen dejan los móviles en casa para poder centrarse en su pareja y no distraerse. Pero no todo es tan bonito como parece. Ella ha pasado por un cáncer que ha remitido pero que todavía le agobia. Y no han tenido hijos. La decisión de irse a vivir en medio del campo en una casa diseñada por Henry, tiene mucho que ver con la búsqueda de tranquilidad. Pero inesperadamente unos intrusos irrumpen y causan destrozos en su vivienda mientras cenaban fuera. Y lo que es peor, unos días después hay otra incursión en la casa, a resultas de la cual uno de los asaltantes es herido con un arma de fuego.

Thriller menor, es obvio que su desconocido director Adam Salky no es Alfred Hitchcock, aunque peor es el libreto de Chris Sparling, que estuvo más inspirado cuando escribió el de Buried para Rodrigo Cortés diez años antes.

El arranque es convencional, y la idea de mostrar que en los Parsons no todo es idílico, y que a veces del otro cónyuge pueden ignorarse muchas cosas, conduce la trama “iceberg” a extremos de bastante disparatados en lo relativo a lo que “se esconde bajo el agua”, que piden al incauto espectador que suspenda su incredulidad.

Se salva algún momento en que los personajes secundarios de los lugareños, como el sheriff, ante el relato que sostienen los Parsons, reaccionan de un modo que hace a los otros sentirse incómodos. Freida Pinto y Logan Marshall-Green hacen lo que pueden, que no es mucho, con sus personajes protagonistas, que se mueven entre la angustia y el secretismo.