Nueva York y Santiago aún sufren por Sandy

Staten Island, Santiago
Pie de foto, Sandy dejó más de 100 muertos en Estados Unidos y el Caribe.

Se trata de uno de los peores desastres naturales de la historia de Estados Unidos debido al número de muertos (más de 40), daños a la propiedad e impacto económico: más de US$71.000 millones, según informaron los gobernadores de Nueva York y Nueva Jersey, Andrew Cuomo y Chris Christie.

Pero Sandy también dejó su huella en el Caribe, donde la infraestructura está más expuesta y menos preparada para los huracanes.

En Cuba, 11 personas murieron y casi 200.000 casas se vieron afectadas, mientras que en Haití, más de medio centenar de personas fallecieron debido a la destrucción causada por Sandy, que se suma al resto de los desastres naturales que han afectado al país durante los últimos seis meses.

Ahora, además de intentar superar los daños materiales, los hatianos luchan contra la epidemia de cólera que ha vuelto a cobrar fuerza después de la tormenta.

Dos testimonios, uno desde Nueva York y otro desde Santiago de Cuba, ofrecen un panorama de la situación, a un mes de Sandy.

Sandy en Nueva York

Rodolfo Castellanos
Pie de foto, Rodolfo Castellanos dice que el huracán destrozó el primer piso de su casa y lo dejó sin trabajo.

Rodolfo Castellanos, de origen guatemalteco, se encontraba en su casa de dos plantas en la avenida Patterson en Staten Island, Nueva York, cuando el huracán Sandy empujó el mar tierra adentro.

"El agua empezó a entrar como una cascada por las dos ventanas del sótano, y luego siguió subiendo por la escalera, nos refugiamos en el segundo piso", contó a BBC Mundo Catellanos como si la pesadilla hubiera ocurrido ayer mismo.

El agua de la bahía de Nueva York se paseó como una ola gigantesca entre las casas de este barrio residencial de clase media. Rodolfo recuerda perfectamente cómo su vehículo, un Mercury de color verde, fue arrastrado por el agua como un carro de juguete hasta que se quedó varado en un poste dos calles más abajo.

Como miles de personas en Staten Island, la zona más castigada por el huracán Sandy en Nueva York, Rodolfo tiene un cartel pegado en la puerta de su casa.

El cartel, de color amarillo, informa que su casa ha sido inspeccionada por las autoridades de la ciudad y se puede habitar de forma restringida.

Castellanos y su familia no tiene calefacción ni agua caliente. Su salón es un espacio vacío con las paredes descubiertas y llenas de cables. En la cocina lo único en pie son las estanterías a las que no llegó el agua del mar y una cocina a gas instalada encima de un tablón de madera.

"Aunque ha pasado un mes desde el huracán, esto no es más que el principio de una larga recuperación, estamos esperando a que el seguro de la casa haga algo, es todo muy lento", dijo Rodolfo a BBC Mundo.

El huracán Sandy no sólo destrozó el primer piso de su casa, Castellanos también perdió su trabajo en un hotel de Manhattan. "Durante muchos días no pude ir a trabajar porque Staten Island estaba incomunicado y buscaron a otra persona", afirmó Rodolfo con tono resignado.

Rodolfo Castellanos es una de las muchas víctimas de Sandy que después de perderlo casi todo se ha volcado a ayudar a su vecinos. Justo a la vuelta de su casa, la ONG Movement for Peace ha organizado un campamento de ayuda.

Castellanos se pasa 12 horas al día en este lugar distribuyendo agua, alimentos y ropa. Un mes después del huracán Sandy miles de personas siguen utilizando centros de ayuda como este para poder comer y vestirse.

El abrigo morado, los pantalones grises y las zapatillas deportivas que lleva Arlene Davey, de 73 años, son fruto de una donación.

campamentos de ayuda
Pie de foto, Hay campamentos de ayuda en la zona para ayudar a los damnificados por el huracán.

"Lo perdí todo, el agua me llegó literalmente al cuello, en el último minuto un bombero me salvó la vida", contó Arlene a BBC Mundo.

Su pequeña casa de una sola planta está a cinco manzanas de la bahía de Nueva York, pero el agua lo ha destruido todo y se ha tenido que ir a vivir con unos amigos.

Arrastrado por el agua, el frigorífico blanco de su cocina yace en el jardín de la casa. Un olor de objetos descompuestos por el agua hace casi imposible respirar en la vivienda.

Arlene espera una nueva cita con el inspector del departamento de vivienda de la ciudad. "Cuando vengan me van a decir si van a demoler o no la casa, yo creo que sí. Lo peor es que no tenía seguro para inundaciones", afirma Arlene.

La Agencia Federal de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) ha aprobado ya ayudas por valor de US$664 millones en el estado de Nueva York. La reconstrucción costará en Nueva York US$41.000 millones.

Michael Rosenblun, que representa a FEMA, tiene su oficina móvil en una acera de la avenida Midland y continúa recibiendo muchas visitas de los afectados.

"La gente ahora viene a preguntar cuál es el estatus de su reclamación", dijo Rosenblun a BBC Mundo.

En la misma avenida Midland, Robert Stark recoge con una pala escombros de la tienda de alimentos All Night Long en el que ha trabajado los últimos 12 años.

"Creo que volveremos a abrir en tres semanas, para las Navidades", dijo Stark a BBC Mundo. A pesar del optimismo de algunos residentes y de que la ayuda ya está llegando, las destrozos que provocó Sandy son aún visibles en las calles: toneladas de escombros en las aceras, comercios cerrados y miles de personas que viven en casas parcialmente habitables.

<bold> <italic>Por Olatz Arrieta</italic> </bold>

Sandy en Santiago de Cuba

santiago de cuba
Pie de foto, Se estima que el huracán Sandy arrasó más de 15.000 casas.

"Fue el momento más terrible de mi vida. Las horas no pasaban. El sonido del viento era aterrador y el ruido de las cosas cayendo era muy desconcertante. Las tejas volaban, las personas corrían y gritaban, mis perros lloraban como si los estuvieran matando".

De esta forma Silvia Castillo describe la noche de finales de octubre en la que el viento y la lluvia de Sandy impactaron en Santiago de Cuba, mientras ella se encontraba sola en su casa.

Cuando todo pasó, sus vecinos comenzaron a llamarla para verificar que estuviese bien pero ella tenía miedo de salir. Cuando finalmente lo hizo, vio que las vigas de la parte delantera de su casa colgaban y las paredes se encontraban en el piso.

"Fue terrible ver cómo había quedado todo", dice.

Castillo se resguardó en el armario de su habitación, que tenía un techo distinto al del frente de la vivienda. "Tejas francesas", dice. Ello impidió que su casa se cayera por completo.

"Estoy tratando de recuperarme, de arreglar las cosas que se me rompieron: perdí los muebles, un ventilador, las antenas del televisor… Los árboles que tenía en el patio también se me cayeron".

La luz se tardó casi 20 días en volver, al igual que el teléfono. Varios funcionarios del gobierno visitaron la zona para verificar si había gente que debía ser evacuada y no tenía lugar para refugiarse.

"Ellos realizaron un levantamiento de los daños y nos orientaron en cuanto a los créditos y a cómo podríamos subsidiar los daños que sufrimos. Al parecer están citando a la gente para evaluar en detalle los daños y lo que se debe invertir para reconstruir. En mi zona, la casa más afectada fue la mía y la de al lado, con derrumbes parciales. Los derrumbes totales ocurrieron en otras áreas".

La rutina de esta joven, que es abogada pero en este momento no tiene otro trabajo que el de ama de casa, se ha visto severamente afectada.

Ahora su principal preocupación es buscar los materiales para la reconstrucción, que están escaseando y que además son muy costosos (razón por la cual la vivienda ya estaba deteriorada antes del huracán). Según ella, el gobierno también ha prometido ofrecerlos a mitad de precio.

A pesar de que la ayuda internacional que ha sido enviada al país, Castillo asegura que hasta ahora no ha recibido ningún tipo de alimento gratuito.

"Por lo menos a mí no me han dado. No sé cuál será el tratamiento que han recibido las personas que lo han perdido todo y han tenido que ser evacuadas. Escuché decir que en las tiendas de damnificados el gobierno otorgó una lata de carne por persona".

Para ella, lo peor aún está por venir.

"Todos los árboles están sin hojas, muchos se cayeron y otros tuvieron que se talados. Con las cosechas y cultivos ha pasado lo mismo. Lo más grave aún no ha pasado".

<bold> <italic>Por Eulimar Núñez</italic> </bold>