Tuskegee: el experimento más infame de la historia

Tuskegee: el experimento más infame de la historia

En 1932 la sección de enfermedades venéreas del Servicio Público de Salud creó un grupo de estudio cuyo objetivo era monitorizar a un grupo de afroamericanos con sífilis que se convirtió en el estudio más largo de la historia de la medicina: 40 años.

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Los investigadores del grupo de estudio de la sífilis reclutaron a 600 aparceros afroamericanos del condado de Acon, en Alabama, de los cuales 399 habían contraído la sífilis. Los médicos les informaron que iban a ser tratados de “mala sangre” de forma gratuita y que, además, se les iba a proporcionar comida los días que fueran examinados en el hospital de la histórica Universidad de Tuskegee, entonces Instituto Tuskegee, que educaba a los jóvenes afroamericanos. También se les dijo que si morían el gobierno correría con los gastos del entierro, siempre y cuando aceptaran que les hicieran una autopsia. No es de extrañar que en las condiciones de extrema pobreza en que vivían estos hombres aceptaran sin pestañear. La realidad, de la cual nunca les informaron, es que les iban a dejar morir de sífilis para entender la evolución en todas sus fases de la enfermedad entre los afroamericanos.

Ni los diferentes investigadores que tomaron parte en distintas fases del experimento (entre los que se contaba la enfermera afroamericana Eunice Rivers, que participó desde el principio hasta su cancelación) ni las organizaciones gubernamentales que lo financiaron (el Departamento de Sanidad y el famoso Centro de Control de Enfermedades, CDC) se plantearon dilema ético alguno. Aunque bien es cierto que en el momento de empezar el estudio el tratamiento de esta enfermedad venérea era un proceso doloroso y arriesgado para la vida del paciente, en 1947 se sabía que la penicilina era muy efectiva contra esta enfermedad. Pero aún así no se la administraron a ninguno de los irónicamente llamados pacientes. 

La denuncia

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El experimento Tuskegee

En 1966 un epidemiólogo y trabajador social, Peter Buxtun, redactó una protesta formal por la falta de ética de este experimento, pero el CDC reafirmó la necesidad de continuarlo; para dar más peso a su decisión recabó el apoyo de las secciones locales de la National Medical Association (organización que aglutina a la mayoría de los médicos afroamericanos) y la American Medical Association. Dos años más tarde volvió a elevar una queja formal, que fue desestimada por irrelevante. Cansado, a mediados de 1972 filtró la noticia al Washington Star y a primeros de julio la noticia se convirtió en portada de todos los medios de comunicación. Así terminó un estudio científico que permitió la muerte de 325 hombres, varias decenas de esposas contagiadas y bastantes niños nacidos con sífilis congénita. El juicio celebrado en 1974 condenó al gobierno a pagar 10 millones de dólares a los supervivientes y las familias de los fallecidos.

El caso gutemalteco

Pero la falta absoluta de empatía de los responsables médicos de la sección de enfermedades venéreas del sistema de salud norteamericano no se detuvo aquí. Entre 1946 y 1948, en colaboración con altos cargos gutemaltecos, infectaron deliberadamente de sífilis a 1 500 personas entre soldados, reclusos y pacientes de los psiquiátricos de ese país centroamericano. Para ello usaron prostitutas ya contagiadas e inyecciones directas del patógeno. El estudio, cuyo objetivo era establecer la efectividad de la penicilina como tratamiento, estuvo bajo la dirección de John C. Cutler, un médico que había intervenido en el estudio de Tuskegee, y contaba con la aprobación del Consejero Nacional de Sanidad del gobierno estadounidense.

Si en el caso de Tuskegee los médicos no tuvieron conciencia de estar realizando algo moralmente reprobable, aquí los médicos implicados sí eran conscientes de ello, pues lo mantuvieron en secreto y jamás publicaron los resultados. Todo el asunto se destapó en 2005 cuando la profesora del Wellesley College Susan Mokotoff Reverby encontró entre los archivos privados del recientemente fallecido Cutler numerosos documentos relativos a este ruin experimento. En 2010 el presidente estadounidense hizo un acto de contricción pública al pedir perdón al gobierno gutemalteco, pero a día de hoy no ha compensado económicamente a los superviventes. Es el precio a pagar por no ser estadounidense.

Referencias:

Gray, Fred D. (1998). The Tuskegee Syphilis Study: The Real Story and Beyond.

Montgomery, NewSouth Books; y Jones, James H. (1981). Bad Blood: The Tuskegee Syphilis Experiment, Free Press 

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